Frédéric Chopin



Valldemossa


La celda número 4 en la Cartuja de Valldemossa es la que ocupó Federico Chopin. El edificio conserva en una sala el piano que tocó durante su estancia allí. El 21 de noviembre de 1838 dice a Pleyel en una carta: ‘Mi piano no ha llegado todavía […] sueño música, pero no la hago, porque aquí no hay pianos’. Y en carta posterior: ‘Querido amigo, le envío por fin mis preludios que he terminado con su piano, que ha llegado en las mejores condiciones...’. Se refiere a Preludios op. 28. Otras obras que salieron del mismo teclado parecen ser Balada op. 38, Polonesas op. 40 y Scherzo op. 39.


Paris


En la casa parisina de George Sand hay un cuadro de Gustavo Doré en el que aparecen unos pinos dorados por el atardecer. A primera vista podrían ser los talados del Conquero de Huelva, pero no lo son. Un cartel reza: «Paisage avec un cavaliere» La obra se integra en la exposición abierta con motivo del bicentenario del nacimiento de Sand y su lugar en la sala está junto a la vitrina que guarda en yeso la mano izquierda de Federico y la derecha de George, obras ambas de Augusto Cléringer. No se tocan. Se atraen como imanes sentimentales que avanzan a razón de una micra por lustro. Alrededor se cuelgan obras de Huet, Camille Corot, Fromentin y platos decorativos del taller de Giorgo Andreoli, además de óleos sobre tablas del mentado Doré, Midy o Delacroix. Pero no es esto lo que busco en el amplio estudio de las largas veladas, sino el espíritu de Chopin, ese que desataba su potencia creadora y cruzaba el muro de la chimenea en vuelo universalizador. El vigilante oriental apoyado en el quicio compone otro cuadro más de la estancia. La luz lateral hace que su rostro adquiera todos los matices de la mañana al moverse para ver pasar a los curiosos invasores del bello espacio. No habla. Sólo mira y así talla el hombre su impresión de cada uno. Alguien le pregunta pero tampoco consigue que pronuncie una palabra; sólo que saque un mapa de un cajón, calce sus gafas de cerca y le señale a dedo tieso el punto al que ha de ir. Suena insistentemente un piano. No sé dónde se ubica la fuente sonora, ni se ven altavoces, ni el volumen de la audición es tan alto como para entrecortar conversaciones, pero se reconoce en sus notas esa joya que es el Concierto nº 1 en mi menor de Chopin, uno de cuyos máximos intérpretes fue siempre Arturo Rubinstein y hoy puede serlo María João Pires. Ante un momento tan propicio para percibir sensaciones parece lo suyo dejar que los objetos revivan su historia bajo el discreto fondo de la grandeza de la obra.

Hecho al sabor del aire que se respira en la casa, lo propio es estar atento a todo sin pararse, ir y venir con la lluvia de la música al encuentro del espíritu del genio, ese algo que fue impregnando cada una de las intensas sesiones disfrutadas.
Una dama intenta fotografiar un objeto, impulso que el vigilante oriental corta con un gesto, mientras el piano sigue derramando su magia sobre los muros, el suelo, los muebles. Le pregunto al guardián por qué no le permite la foto si ningún cartel lo prohíbe. Le cuento que en Benarés, a orillas del Ganges, vi la incineración de un cadáver y la familia no quiso que se hicieran fotos porque el espíritu quedaría preso en la cámara sin subir al ámbito de las creencias. Entonces el vigilante me mira sorprendido, aclara que es hindú y que si impide las fotos es por la misma causa, para evitar que con una imagen robada salga de la mansión el espíritu de Chopin, cuya música percibimos. A partir de ahí, poco más cabe hacer sino regresar al silencio. 

© Manuel Garrido Palacios

Frédéric Chopin (1838)
Louvre. Paris
Eugène Delacroix
(1798-1863)

Ce tableau, un fragment de la toile George Sand et Chopin, fut sans doute peint en 1838, annee qui consacra la liaison de l’écrivain et du musician, ami de l’artiste. Le portrait de George Sand est conservé a Conpenhague.

Jan Lievens






Jan Lievens
A Child Prodigy’s Career
Museum Rembrandthuis
Amsterdam

CANCIONERO DEL RIO TINTO

Cancionero del Rio Tinto
Juan Delgado

Este libro pedía ser escrito desde siempre y Juan Delgado fue el poeta señalado por el paisaje para hacerlo. Río Tinto debe su nombre –según Plinio– a que “desde su fuente nace el agua amarilla, o de color de un Topazio, y por donde quiera que camina cuaja las arenas y las vuelve en piedra, abrasa la hierba de las orillas y las raíces de los árboles, y las tiñe de su color; no se cría en él ningún pez, ni sustenta cosa viva”. Y Juan Delgado añade al cuadro:

Nunca se bañó en tus aguas
una hermosa adolescente,
no te bebieron los pájaros
ni te animaron los peces,
jamás quitaste la sed
ni a mendigos ni a claveles,
tampoco quiere la luna
en tu espejo ensombrecerse.
Pero tú tienes vida, pulso, amor
de astrales misteriosas lumineces.

El poeta ha recorrido entero el río a lomos de su corazón y en cada tramo se ha dejado salpicar para convertir las gotas tintas en latidos, los latidos en palabras, las palabras en versos. Y el feliz fruto nos lo da ahora en este Cancionero como el que no da nada dándolo todo. Lo acompaña el fotógrafo Manuel Aragón, pulso sensible que va poniendo acento con sus imágenes en cada página de este esencial poemario.
Nace el Tinto para el poeta “en un parto de cósmico silencio” y tras cantarlo en su historia como el lugar donde "demonios sin luz / huyen persiguiendo soles", inicia el camino de este "río de soledumbre / hijo del sol en ascuas", con una oración que parece “pregonar la muerte siendo vida”. No hay página que no te conmueva:

Desde el Salomón venía
cargado de Historia, y todo
era sangre de una herida.

O esa otra donde describe que

…un cadáver lleva el agua
espuma del mineral;
nadie va a su entierro, nadie
llora su muerte. Quizás
las cenizas de los sueños
bajan de la mina. Van
en un ataúd de agua
buscando su libertad.
Sola, de cobre, la luna
lo ve pasar.

Exquisito el ritmo, exactas las palabras, justos los versos de Juan Delgado en este Cancionero en el que con su voz tallada de poeta canta al tren minero, a la Tierra llana, a la Cruz de Mayo, a la miel de brezo, a los cuervos, a Niebla, cuyos muros roza el río a su paso, a la soledad sonora, a los tristes molinos, a la pata del caballo. Al sol agrio que ilumina los ríos interiores:

Si me pierdo,
que me busquen
por la pasión roja de tu fuego,
por la antigua calentura de tu sangre,
por el dolor ardiente de tu cobre,
por el nudo en la voz de tu garganta,
por las sábanas negras de tu noche,
por la espina clavada de tu sed,
por la canción en luces de tu sombra,
por tu sola y gritada soledad,
por el llanto sublime de tu historia,
por la nana tiernísima de tu calor materno,
por el amor eterno y caudaloso de tus lloradas penas minerales.
Si me pierdo
buscadme en el sol torturado del Río Tinto.

© MGP.

James Joyce

James Joyce
Esteban, el héroe
Ed. SUR, Buenos Aires 1960
Trad. Roberto Bixto 

Traducción del texto editado por Theodore Spencer, según el manuscrito de la Biblioteca del Harvard College, al que se suman páginas adicionales de la Biblioteca de la Universidad de Yale, editadas por John Slocum y Herbert Cahoon. Obra hasta aquí desconocida en castellano del autor que marcó el rumbo de la vanguardia literaria de nuestra época. Esteban, el héroe es, en cierto modo una primera versión de El Retrato del Artista Adolescente, aunque difiere en contenido y en el estilo. Esteban... es más autobiográfica, y aparece como un documento para esclarecer el desarrollo del genio de su autor. La historia que en estas páginas se narra -la batalla de un joven irlandés contra las convenciones sociales y religiosas del Dublin de sus días- es conmovedora. Esta edición trae el texto completo, con el añadido de las páginas descubierta hace unos años. 

Ed.

Marie-Claire Durand Guiziou

Max Jacob et la nomination
Jouissance créatrice autour du signe onomastique dans Le Terrain Bouchaballe
Marie-Claire Durand Guiziou
Avec la collaboration d’Hélène Henry
Ed. L'Harmattan. Paris 

Un nouveau regard sur Le Terrain Bouchaballe, l’œuvre romanesque qui a occupé Max Jacob pendant plus de vingt ans, apporte un éclairage original dans la double approche de la genèse et de l’onomastique littéraire. Le lecteur-narrataire, invité à pénétrer gaillardement dans le microcosme polyphonique de Guichen, alias Quimper, va s’imprégner des commérages et embrouillaminis de la ville fictive. À l’ami Picasso, Jacob avait écrit le 14 septembre 1918 : « […] mais la géographie, science de la fantaisie unie à la rectitude a le droit à des renversements drôlatiques. » Sujet à des volte-face cocasses, l’affaire du « terrain » à Guichen va se lire à travers le prisme d’une nomination ironique où toponymes et anthroponymes fictionnels opèrent comme autant de signes porteurs de sens et susceptibles d’enfreindre la linéarité du texte. Cette nomination n’en laisse pas moins sourdre toute sa musique textuelle et imprime son tempo à la société « bouchaballesque » construite à l’aune d’un travestissement affectif, celui d’un Max Jacob onomaturge.

© Ed.

Gansa Ndombasi

LES ENFANTS DU PORT MALEBO
Halte au trafic d'enfants
Gansa Ndombasi
Ed. L'Harmattan
Paris 

Makesa, un jeune garçon, découvre en se promenant dans le vieux port Malebo, abandonné, un étrange navire. Il entend des plaintes venant d'un hangar, il s'approche... Que découvrira-t-il ? Dans une ville africaine imaginaire, l'auteur dépeint une dure réalité à laquelle les enfants et les plus démunis sont confrontés. Mais heureusement l'amitié, et la solidarité existent aussi.

Ángel Carril · Homenaje

SALAMANCA
Revista de Estudios nº 51 . Monográfico
LA CULTURA DE TRADICIÓN ORAL
(Homenaje a Ángel Carril)
Coord. Manuel Santonja y Juan F. Blanco
Sumario:

SUSANA WEICH-SHAHAK: Foco temático y paralelismo en el romancero sefardí   
ÁNGEL IGLESIAS OVEJERO: Literatura y tradición oral: supervivencias en el cancionero infantil de El Rebollar
JOSÉ L. PUERTO: El teatro popular en la provincia de Salamanca
JOSÉ L. GÁRFER Y CONCHA FERNÁNDEZ: El mundo animal salmantino en el adivinancero popular español
JULIA SEVILLA MUÑOZ: Los refranes de Castilla y León
MANUEL GARRIDO PALACIOS: Apuntes castellanos
ANTONIO CEA GUTIÉRREZ: Lo que vestía Manuel Sánchez, el Mozo de Monleón, la tarde funesta en que un toro le dio muerte
JOSÉ MANUEL FRAILE GIL: El pandero cuadrado en El Rebollar salmantino
Mª ASUNCIÓN LIZARAZU DE MESA: Reencuentro con el arte de los pastores
HONORIO M. VELASCO: El mercado como sociedad. Roles y grupos en mercados y ferias de ganado en Castilla y León
CONCHA CASADO LOBATO: Costumbres y tradiciones navideñas de las tierras leonesas
JOSÉ L. ALONSO PONGA: Las fiestas del Corpus en Castilla y León: cambio y evolución cultural en las sociedades rurales y urbanas
ROSA MARÍA LORENZO LÓPEZ: Las cofradías salmantinas. Espacios de sociabilidad 
JOSÉ MARÍA DOMÍNGUEZ MORENO: Creencias y costumbres acerca de la fertilidad en la comarca de la Tierra de Alba
EMILIO BLANCO CASTRO: Pinceladas de Etnobotánica salmantina
Luis MIGUEL MATA PÉREZ: Consideraciones sobre las construcciones auxiliares en la arquitectura popular salmantina
PEDRO TOMÉ MARTÍN: "De siempre ha sío aquí". Sobre los nuevos usos de la tradición
BENITO ARNÁIZ ALONSO: El patrimonio etnológico y su exposición museológica 
MERCEDES CANO HERRERA: Folklore y patrimonio
JUAN FRANCISCO BLANCO: Ángel Carril: opera omnia.

S.

EN LA RAYA DE GALICIA

EN LA RAYA DE GALICIA
texto: Faustino F. Álvarez
imágenes: Manuel Linares
prólogo: Evaristo Arce 
http://www.langreanosenelmundo.org

Héctor Garrido · Fractales

Héctor Garrido
Fractales
Anatomía íntima de la marisma
Fractals
Íntimate anatomy of the marshland
Fraktale
Intime Anatomie der Marschlandschaft

Editorial Rueda · Madrid


Texto leído en la presentación en FNAC de Sevilla 

Cuando presenciamos el nacimiento de una obra de arte que merece la pena, que no es pura rutina, que emociona, que abre puertas a la percepción y que hace pensar, es un momento feliz. Y si la autoría de esa obra es de una persona querida la satisfacción es mayor. La historia de este libro, de estas fotografias, comenzó hace años como todas las cosas consistentes que precisan de un largo proceso de madurez. Es una historia de amor, de amor a la naturaleza y al arte plástico iniciada desde la adolescencia por Héctor Garrido Guil, Chiqui para los amigos. Lo recuerdo formando parte de aquel grupo de precoces ecologistas, en el que también militaban mis hijos, y que en una Huelva sobre la que comenzaban a defecar una serie de industrias con escasas restricciones medioambientales, acometieron una serie de arriesgadas acciones que sumadas a otras iniciativas ciudadanas consiguieron oponer algo de cordura a la codicia de un sistema industrial cuyo único objetivo es el beneficio económico. Por aquel entonces, ya Héctor, en sus incursiones solitarias, prismáticos en mano, comenzaba su idilio con los pájaros a los que seguía "por amor a lo que vuela", como diría Antonio Machado de los niños perseguidores de moscas. Las observaciones y el intenso trabajo vocacional lo llevan a convertirse en un experto ornitólogo, y él mismo, en su posterior trabajo en el Coto de Doñana, se convierte a veces en pájaro y vuela entre ellos. Y no se trata de una metáfora, porque aunque realmente vuela con la nada despreciable ayuda de una avioneta, adquiere y desarrolla la mirada del pájaro. Como una cosa lieva a la otra, lo que descubre esa mirada privilegiada, es una forma diferente de ver la realidad, las formas cotidianas y los colores. Creo que es entonces cuando Héctor encuentra el momento exacto para retomar una aplazada vocación de artista plástico que siempre tuvo. Ahora coincide la inspiración con los medios adecuados: Una naturaleza que niega parte de sus encantos a quienes vivimos a ras de tierra y un medio que ya conoce muy bien, que es la fotografia; una fotografia ligada desde su nacimiento al arte plástico y que actualmente está en el cenit de su consideración artística. Lo que nos muestra este libro, que es a su vez una joya editorial, son una serie de otras visiones de lo real, que aunque podrían considerarse obras abstractas, no lo son en absoluto. Nunca he creído en la abstracción referida al arte plástico. Aunque para la Real Academia lo "abstracto" significa alguna cualidad con exclusión del sujeto; el sujeto está siempre presente como forma, aunque no sea asimilable a las formas identificables y como materia, aunque la materia sea solo de micras de grosor como son las tintas que en esta publicación reproducen las fotografias de Hector. Sin embargo, cosas del arte, esta leve materia que determina las formas seleccionadas por el artista son capaces de producir emociones especiales en el espectador. Por la belleza de las mismas, por el misterio, porque a veces estas imágenes se convierten en una especie de test proyectivo que sugieren significados surgidos del subconsciente. El mirar estas fotografias resulta a veces como dar saltos sobre la historia del arte desde sus comienzos. Están los grafismos que evocan la prehistoria, la figuración primitiva con torpes formas animales, el ojo de un cíclope que podía ser de Goya, árboles de algún refinado paisajista, incisiones de Lucio Fontana y texturas de Tapies pasando por las veladuras delicuescentes de Turner. Pero nada es lo que parece y queda uno sumido en una desconcertante inseguridad. ¿Son las cosas como las vemos? ¿Tanto depende nuestro ser del punto de vista? Si continuamos descendiendo por esa sugerida fractalidad hacia lo microscópico ¿podemos llegar a contemplamos como una agrupación de espacios eléctricos réplicas del cosmos? Son cuestiones que puede plantear el arte cuando el arte no es un mero ejercicio de virtuosismo técnico. Ese arte que nos dispara las ideas me recuerda la letra de un fandango de Alosno:
"Pensamiento, ¿aonde me llevas
que yo no te pueo seguir?
No me lleves por caminos
donde yo no sepa ir".

Pero ese mismo arte también nos sugiere ajustar el dial en esa belleza productora de la emoción necesaria para sentimos vivos y que nos hace detener la mirada en obras tan maravillosas como la que hoy celebramos. Gracias, Chiqui, por tu trabajo y por estas emociones.

© Juan M. Seisdedos Romero

http://elasombrario.com/la-espectacular-donana-de-hector-garrido-que-inspiro-la-isla-minima


Fernando Pessoa

LIBRO DEL DESASOSIEGO
Fernando Pessoa

Edición de Manuel Moya

Hoy parece conjurarse todo para que la jornada sea mágica. Abres el libro que recibes, suena en el estudio el Concierto nº 5 de Beethoven, y lo que lees y lo que escuchas forjan en tu interior un “alguien” que eras o no eras antes, que serás o no serás después. Y si, como dice Pessoa, ese “alguien te dijera que todo esto es falso y absurdo, no le creas. No creas tampoco lo que yo te diga, puesto que no debes creer en nada. Desprécielo todo, pero de manera que ese desprecio no te incomode. No te tengas por superior a quien desprecias. El arte del desprecio noble consiste en eso. Volver puramente literaria la receptividad de los sentidos y las emociones, cuando acaso parezcan inferiores, convertirlas en materia aparecida para con ella esculpir estatuas de palabras fluidas y lambentes”. 
Manuel Moya, tan sólido en todas sus entregas literarias, sean de poesía, novela, ensayo o artículo, ha traducido, editado y prologado “Libro del desasosiego” de Bernardo Soáres, uno de los heterónimos de Fernando Pessoa (Ed. Baile del Sol), “uno de los proyectos más persistentes y complejos del poeta que constituye en sí mismo toda una literatura”. María José de Acuña le pregunta qué aporta su traducción; Moya responde que “Pessoa ha contado con traductores fantásticos, como Llardent, Campos Pámpano o Crespo. Muchos lectores lo descubrimos en esta espléndida versión en Seix Barral. Pasa que Crespo murió antes de que “Libro del desasosiego”, hecho con fragmentos dispersos, fuera revelado entero. Después vino la edición de Cuadrado, en Acantilado, que sigue la de Zenith para Assírio & Alvim (Lisboa, 2003). Mi versión aporta texturas más abiertas o literarias; sobre todo hay en ella una ordenación propia”. 
Dice Pessoa: “A muchos les parecerá que mi diario, hecho para mí, es artificial en exceso, pero es en mí natural ser artificial. ¿Con qué otra cosa habría de entretenerme, pues, si no fuera con escribir cuidadosamente estos apuntes espirituales? Por otra parte, los escribo con descuido. Del mismo modo, con ese mismo descuido por el refinamiento los agrupo. Soy alguien para quien el mundo exterior es una realidad interior. No siento esto metafísicamente, sino con los mismos sentidos por los que conocemos la realidad”.
Manuel Moya cree que la obra es una referencia ineludible en la literatura del siglo XX. Desde su aparición, ha ido creciendo, sacralizándose con cada edición. Es un texto inagotable sobre el que no cabe la indiferencia. La concepción inacabada y abierta de sus fragmentos, su sentido confesional, que muestra en su desnudez a un hombre radicado en su soledad y abismado en su realidad interior, pero indemne en su integridad; esa imbricación entre sueño y realidad que sustancia un territorio emocional que surge de una experiencia vital, pero, sobre todo, el canto de un individuo consciente de su intransferible existencia, hacen que su lectura sea una experiencia única para el lector, que asiste a la aventura de un hombre emboscado en sí mismo, y que a través de su mirada nos introduce en un universo concreto y abstracto, real y simbólico, donde cielo, infierno y purgatorio se entrelazan, entran en conflicto, se neutralizan, iluminando un espacio en el que conviven la miseria y la grandeza humanas. 
A la magia se suma Lorca cuando dice: “¡Qué extraño que me llame Federico!”, para seguir con Pessoa: “¿A qué asisto cuando me leo como si leyera a un extraño? ¿En qué orilla estoy cuando me miro en el fondo? Otras veces me encuentro con fragmentos que no recuerdo haber escrito -lo cual me sorprende poco- […] Ciertas frases son de otra mentalidad”; y Juan Ramón desde la hondura de su ser, cuando Pessoa expresa: “Soy más viejo que el Tiempo y que el Espacio, porque soy consciente. Las cosas derivan de mí; la Naturaleza entera es la primogénita de mi sensación. Busco y no encuentro. Quiero y no puedo. Sin mí, el sol nace y se apaga; sin mí la lluvia cae y el viento gime. No son por mí las estaciones, ni el curso de los meses, ni el pasaje de las horas”. 
“Libro del desasosiego”, o “genio de Pessoa en todo su apogeo”, al decir de Zenith, que Moya ve como “bosque inmenso que el caminante ha de recorrer por sus propios medios”; obra, en fin, de “una de las personalidades más inquietantes, luminosas y complejas de una época”, que se fue dejándonos su legado.

© Manuel Garrido Palacios
Imagen: Perfil de Álvaro de Campos en una casa de Tavira.

VENECIA

Vista de Venecia 
(A. Danti)
Galería de las cartas
Ciudad del Vaticano. Roma

La primera vez que vi Venecia fue en París. Fui a la sede de la Unesco a visionar material filmado para ilustrar un documental acerca del, por entonces, director, Mr. Baw, y sobre el progresivo hundimiento de la ciudad de los canales y, ya metido en harina de la espléndida filmoteca que posee la institución, gasté todo mi tiempo en escudriñarla bien. Entre lo adquirido que me traje a España repicado estaban las tristes escenas del exilio republicano por la frontera francesa, secuencias inéditas de Valentín González, El Campesino, en plena actividad en el frente, las mismas que después incluí en su película biográfica, y, sin pretender meterlo todo en el mismo saco, pero que también sumé al lote, un hermoso reportaje de la R.A.I. de la visita que hizo Paul McCartney a Venecia cuando fue a dar un concierto con su grupo Wings: alas con las que parecía distanciarse de The Beatles para remontar el vuelo a solas. 
Pero lo que me quedó de aquel día parisino después de manejar miles de fotogramas fue mi deseo, vehemencia, prisa por ir a la Venecia tierra/agua que había disfrutado en la sala de edición. Y fui. Al día siguiente tenía que regresar a Madrid y lo que hice fue cambiar el billete y presentarme en la plaza de San Marcos como quien no puede más. Desde entonces no he dejado de ir para descubrirme todo eso que, con marea alta o baja, deambulando por los pasillos de madera o calzando botas hasta las rodillas, sería inútil de intentar contar. Venecia no se cuenta. Se vive. Mi entusiasmo se desbordó cuando hice un trabajo sobre la ciudad y tuve que permanecer en ella más tiempo del previsto. 
Hoy regreso a sus calles sin más bártulos que mi cámara, mi libreta y mi lápiz. Anoche dormí en la orilla continental por embarcar en el primer vapor de la mañana y adentrarme en esa calima que flota sobre el muelle al pie del Puente de los Suspiros, que hace que creas que aún duermes por el sueño en el que te ves envuelto. 
Se sabe que Venecia es un archipiélago de ciento y pico de islas y que puedes recorrer en el vaporetto interno después del largo paseo por las fachadas de sus palacios. Antonio Vivaldi está presente en elegantes cartelones beiges y rojos que anuncian los Conciertos de Violoncello y los de Violín, aparte de otros sones que te retrotraen en el tiempo. Y previo a toda música, la campanella de la gran torre y su tañido, los bronces de la Catedral con los suyos y el corazón, que acelera los propios ante tanta emoción reunida en un solo marco.
En Venecia me viene a la mente lo que dijo el gran poeta de Denia, Manuel Vicent: «La Eternidad puede esperar un poco».

© Manuel Garrido Palacios

Leonardo da Vinci en el paro







LEONARDO DA VINCI
(posiblemente estaría en el paro)







“¿Sería Leonardo da Vinci un buen candidato según las pautas actuales de los reclutadores? 

Después de leer varios artículos escritos por técnicos de Recursos Humanos y reclutadores, termino con la impresión de que el nivel de exigencia en los curriculum vitae aumenta proporcionalmente conforme disminuyen las posibilidades de encontrar un trabajo. Hablo del momento actual, hablo de España.
Por una parte aconsejan organizar el CV, resaltar cualidades y lograr diferenciarlo de la inmensidad de similares. Una vez generado el contenido, nos sugieren darle el valor añadido del diseño: “ha de ser atractivo”. Atractivo como se sabe, es un concepto cargado de subjetividad, por lo que cabe cuestionarse si contará para el reclutador que el diseño sea propio, generado una aplicación automática o por algún buen amigo.
Dejando abierta la cuestión, quería centrarme en el paso previo a la ansiada llamada de teléfono para la entrevista, es decir, en el proceso de selección donde un CV es considerado candidato o es descartado directamente.
Leo la siguiente declaración de un técnico de selección: "Si en los últimos 4 años has estado enfocado en otro tipo de trabajo, eso me indica que has cambiado tus preferencias y que seguramente no tendrás, al 100%, las competencias requeridas". 
Y me pregunto: con el estrecho margen que dan las dos carillas de un folio, ¿cómo podemos demostrar que quizá antes de esos últimos cuatro años sí hemos desempeñado las competencias requeridas y que aún valemos para ello? Para determinados entornos tecnológicos es cierto que se necesita una constante actualización de conocimientos, por la rápida evolución de los lenguajes y sistemas. Pero no es generalizable.
Hay trabajadores que, desde un primer momento, se han especializado en un skill concreto o en un sector muy específico del mercado laboral. Ésos no van a tener problemas en ser rápidamente ‘clasificados’ por el sistema.
¿Pero qué ocurre con las vidas laborales que tienen varios frentes abiertos? En muchos casos es un factor que suele jugar en contra. A primera vista, el técnico de recursos humanos suele pensar que el trabajador no se ha encaminado ‘correctamente’ y que esos varios frentes son una muestra de dispersión en la búsqueda de objetivos.
¿Pero por qué un CV puede llegar a ser ‘disperso’?
En primer lugar puede ser cuestión de suerte o de necesidad. No estamos viviendo una época de oportunidades y a veces hay que aceptar trabajos de poca monta en un compás de espera (con el consabido 'enturbiamiento' del CV).
Pero por otra parte, puede ser cuestión de versatilidad o de inquietud interior. Quizá quien haya sido capaz de ponerse unas botas de agua o de manejar maquinaria pesada, si luego ha sido igualmente capaz de ponerse un traje de chaqueta y trabajar en la gestión de una empresa, esté reflejando unas aptitudes humanas que vayan más allá de las que describan dos folios llenos de tecnicismos.
Me pregunto si estamos encaminándonos a una sociedad sistematizada y rígida donde la esencia de las personas no tenga cabida.  ¿Sería descartado en nuestro siglo el CV de Leonardo da Vinci? ¿Aceptaría un reclutador que una misma persona pudiera ser igual de brillante como pintor, como científico, como arquitecto, como botánico o como ingeniero?”

© Selene Garrido (Bióloga)

Modigliani


Amedeo Clemente Modigliani
(Livorno 1884 · París 1920)
Portrait de Paul Guillaume
 (1915)
Portrait de femme au chapeau
 (1917)

Collection privée
Pinacothèque de Paris

PONTORMO · PICASSO



PONTORMO
(1494-1557)
Dibujos

PICASSO
(1881-1973)
En el taller


Academia Norteamericana de la Lengua Española

Betti · Piña-Rosales · Dumitrescu
(ANLE)

La Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) presentó en Denver, Colorado, el nuevo Diccionario de la Lengua Española, en el que se incluyen términos como tuit y dron, venidos de la tecnología, y se explicó cómo su gestión permitió modificar una definición de espanglish que había desagradado a algunos lingüistas en Estados Unidos. La ANLE estuvo representada por Gerardo Piña-Rosales, director, Domnita Dumitrescu, numeraria y Silvia Betti, correspondiente. El acto se realizó el 19 de julio, durante el 97 Congreso Anual de la Asociación Americana de Profesores de Español y Portugués (AATSP), la mayor organización profesional de docentes de estas dos lenguas en los Estados Unidos, con la que la ANLE tiene suscrito un convenio de cooperación. Domnita Dumitrescu, profesora de California State University, Los Angeles, habló “Tradición e innovación en el diccionario académico” en un recorrido histórico por los antecedentes de esta magna obra lexicográfica, partiendo del Diccionario de Autoridades (1726-1739), que sentó las bases de los diccionarios posteriores de la RAE. Gerardo Piña-Rosales, profesor de The City University of New York abordó la ponencia “La 23ª edición del diccionario: Vino nuevo en odres viejos”, en la que detalló cómo se elabora un diccionario académico, sus fuentes documentales y algunas palabras que fueron aceptadas recientemente. Silvia Betti, profesora de la Universidad de Bolonia, Italia, abordó el tema del “espanglish”, tema en que es una reconocida experta. 

Cumbres Mayores · Voces de la Sierra

VOCES DE LA SIERRA
Capítulo 1º · Cumbres Mayores
Biblioteca de la Huebra · Fuenteheridos
Manuel Garrido Palacios

Lo primero que sale al paso en Cumbres Mayores es su aire de cristal: un lujo que parece quedar atrás en la mal llamada calidad de vida. Envuelto en él se observa entonces que lo mismo que en los pueblos costeros las calles van a dar a la mar, en los serranos te llevan al castillo, testigo de ese ir y venir del miedo y de las ambiciones humanas.
Un hombre que tiene su casa pegada a la muralla apoya una escalera para subir al tejado y le digo que parece que lo va a asaltar.
-Ya lo hicieron muchas veces los antiepasados -contesta-; yo sólo voy a arreglar una gotera porque esta noche ha caído la toñá, que es la primera lluvia de otoño.
Repito para mí: otoñada, otoñá, toñá. El hombre añade:
-La toñá verdadera, por San Mateo la primera; es el primer verdor que sale.
Le pregunto si no estaría mejor la muralla libre de casas adosadas.
-Hubo un tiempo que Europa lo dijo también -responde-; a mí y a los pocos que las habitamos poco nos importaría trasladarnos a una barriada con comodidades, pero Europa no dio un duro y aquí siguen; y eso que hay ya casas descorrompías.
Me ve que anoto en mi libreta la palabra 'descorrompías', que también sentí decir en Alosno, y como si se asomara a un postigo, deja a un lado la escalera y echa un ojo a lo que hago. No sé con quién me confunde, porque me dice a renglón seguido:
-¿Usted no será por casualidad...?
No dejo que termine. Le aclaro que no soy quien se figura ni por casualidad ni por nada, no sea que me tome por el que tiene que venir de Europa con los cuartos para arreglar lo de las casas en la muralla, y yo sólo vengo de mí mismo con un macuto a cuestas. Medita:
-Aunque, caso de venir el que yo digo, vendría en helicóptero para ver el pueblo desde el aire; usted viene a pie.
-Pues eso.
Dobla una campana:
-¿Sabe cómo se le dice aquí al toque de muertos?. Dar la agonía -y sin darme ocasión de hablar o de escribir, sigue-: Al que echan de una casa se le dice defuciado.
Le digo que el maestro Correas trae en su Vocabulario: ‘A buena defucia, mala desierta. Cuando uno desahució con tiempo, y después, sin más cuenta, desampara las posesiones, como si dijésemos una casa o bodega, sin entregar las llaves y cubas con sus aderezos y regalos’
Él apoya la escalera en otro punto de la muralla y ya mediada la subida vuelve la cabeza hacia mí, como despidiéndose, y con las mismas sube al tejado y se pone a arreglar la gotera que le trajo la toñá.
Para entrar en el castillo me indican que pida la llave en un bar, pero por el camino encuentro a un municipal que la trae. Le habrán dicho que había alguien interesado y el hombre ha facilitado el trámite. No sé cuántos siglos dicen unos y otros que tienen las piedras gigantescas que le dan forma a la fortaleza. Los que tengan. Hoy se ve como una cáscara hueca cuyo centro utilizan como campo de fútbol.
-Bueno, mire usted -me dicen-, es como meter una chiva en un garaje o ir a la playa vestido de penitente.
Pero ahí está el monumento, símbolo del pueblo, con su embarazo deportivo, todo un terrero acotado con sus dos porterías y sus tenderetes para refrescos y papas fritas.
Si se sube a las almenas se ve a lo lejos )Segura de León?, ayer tan vigilante, hoy mota blanca pegada al paisaje. Si se camina por los adarves y se para uno en los torreones o baja a lo que queda del patio de armas, cae en que vale la pena el viaje por poder disfrutar de esa sensación tan esquiva que es contactar con la belleza. Y además, el aire.
Me hablan de la longevidad que alcanzan algunas personas de Cumbres Mayores (la mayor de las Cumbres: las otras son la de Enmedio y la de San Bartolomé); como ejemplo nombran a una señora que acaba de cumplir cien años:
-Se han conocido casos de hasta ciento treinta. Es el aire -añaden; yo creo también que es el aire.
Unos hombres andan atareados en remover a azada una suerte de tierra. Van a sembrar ajos:
-Como ha caído la toñá estamos trabajando desde las tres de la mañana porque este primer agua es la que saca los ajos mejores. Y eso que yo acabo de salir de un culebro.
Culebro, culebrín, culebrina. Le pregunto cómo se suele curar por aquí.
-Hombre, lo mejor es ir al médico. Antes había en Cumbres de San Bartolomé una señora que escribía una oración sobre la misma piel, hoy del hombro a la mano y mañana de la mano al hombro. A un tío mío se lo curó así. Aquí en Cumbres Mayores se ponía el curandero a cortar una mata de jara y a rezar:

Por las tres caídas que dio Jesucristo
vamos a cortar y a matar este bicho.

-Dicen que si junta la cabeza y el rabo -interviene otro- la persona muere. Ese rezo del culebro viene a ser como el de la erisipela. Se curaba cortando un palo de higuera silvestre, mientras decían por tres veces el curandero y el enfermo:

Por la callejita del Tajo pasé
culebritas y sapos corté.

Retoma la palabra el primero:
-Cosas antiguas. Y el esguince se quitaba con una palangana con agua caliente y un puchero encima puesto al revés; o untando la parte mala con aceite de oliva, como en Fuenteheridos. En otros pueblos se simulaba que se cosía con aguja e hilo mientras se decía:

Coso que coso
no sé qué coso
si cuerdas torcidas
o miembro miembroso...

-En Los Molares -entra un tercero- estaba una muchacha, Angelita, no sé ya, que arreglaba los huesos estropeados así, con un puchero en la candela y haciendo como que cosía mientras rezaba sus cosas.
Camino de la residencia de ancianos en dirección a la ermita veo que hay más gente dándole al zacho en la tierra recién mojada. Huele a húmedo y la tierra que levantan oscurece su tono como si se ruborizara de saber que en su seno está la vida. Han brotado de la noche a la mañana flores malvas en la vereda, por lo que prefiero ir por el centro, pisando barro, por no turbar este despertar después de tan largo letargo. Hace tiempo que las flores esperaban este momento.
A alguien que me pinta con palabras una reliquia folklórica: la Danza de la Esperanza, que bailan niños vestidos de pajecillos (danza que dejo para un estudio posterior y que ahora me gusta que me la cuenten), le pregunto a ver si sabe tal o cual canción. No recuerda ninguna de las que digo, pero entona:

I
Pom pon.
¿Quién es?.
El señor del Redondel.
Mi señora, que ha llegado
el señor del Redondel.
Mi criada, ábrele la puerta
al señor del Redondel;
saca el chocolate y el rapé
para el señor del Redondel.
Cuando venga el señorito,
se lo contaré.
Calla, calla, replicaora,
te compraré un traje
de todas las modas.
¡Huy!, mejor quiero estar
con el culo al aire
que ser alcahueta de nadie.
II
Un pájaro con cien plumas
no se puede mantener,
y un escribiente con una
mantiene casa y mujer
y moza, si tiene alguna.

Carmen se arrima y aporta un recitado:

Hartos estamos,
gracias a nuestros amos,
ellos se vean
como nosotros estamos,
ellos de criados
nosotros de amos.
Ellos metidos en un zarzal,
nosotros sin poder huir,
y ellos sin poder entrar.
Vaya la boya
y toma la cena.
Amén.

Manuela sabe dos coplas de cuando era chica. Asegura que son muy anti¬guas, sin precisar fecha:
-Aunque no hace tanto porque yo todavía soy muy joven.

Dos niñas que paseaban
por la calle con paraguas,
se le acerca un zapatero,
que es lo que ellas esperaban.
Y del campo no lo quiere
porque le parece bruto,
que lo quiere de la villa,
aunque le parezca mudo.
La mamá se duerme,
el papá se va,
se queda solito,
¿qué resultará?

Ya puesta a revolver su memoria, señala:
-Son coplas que se hacen en el pueblo para contar lo que le pasa a algunos vecinos.
Otra mujer se une al corrillo. Carmen me advierte:
-Esa señora no es de aquí, pero, vaya...
Nativa o forastera, suelta su son: 
I
Una niña que trabaja
en la fábrica Sotero,
llegando por la mañana
va derecha al cagadero.
Una mañana temprano
se vio en un gran apuro,
empezó a pedir un papel
para limpiarse el culo.
Las mujeres de la artesa,
que son más finas que el sape,
refregaron el papel
con una bola picante.
Hay que ver el efecto
que le hizo la bola,
que le puso el culo
como una amapola.
II
Era un mudo que aquí había,
que cinco duros que tenía
los invirtió en la lotería,
por casolidad, le llegó a tocar,
y en lugar de estar
siempre follando,
se está paseando
en un nuevo aulá (coche).

Hace una pausa, se lleva la mano a la frente forzándola a recordar y al fin consigue retomar la historia para ponerle punto:

Esta niña se llegó a casar
con viudo de buen pagará,
¿de dónde sacarían
tanto instrumental,
que hasta un palio con vela
sacaron para ir de noche
a los novios a alumbrar?.

Manuela llega con su sofoco puesto y vuelca su memoria en mi cuaderno:

Bebían en un piporro
y el piporro se rompió;
todos beben en el tiesto
de bruza como un cochino,
y a esa mujer sin conciencia
debe de darle el castigo,
levantarse de la artesa,
chorizos por amarrar,
que sus hijos se bebieran
en ese piporro
sin pitos ni na.

Pregunto a los que me encuentro si conocen a... pero no pillan norte:
-No me suena; se iría de aquí de niño y no ha vuelto. Se dan casos.
Una mujer se interesa:
-No diga cómo se llama, sino cómo le dicen, el mote.
-No lo sé.
Dar la vuelta al castillo, ir a la ermita después de beber en la fuente, volver al casino en el que reza un cartel: ‘Ser bético es una de las pocas cosas serias que se pueden ser en España’, y acodarse de regreso en una barra ante un tinto y unas lonchas veteadas de jamón, es lo que haría cualquier caminante. Una vez leí un párrafo de letra y puño en el Ayuntamiento de Garganta la Olla, Cáceres, que decía: ‘Soy extremeño y me avergüenzo de no haber conocido antes este pueblo’. Se me ocurre lo mismo aquí. Pero no voy a ir ahora al Ayuntamiento a que me abran el libro de visita (sabe Dios dónde andará ahora el encargado para pedirle el favor). Así que lo digo bajito para que no se note mucho y quede escrito en el aire, este aire limpio, único, de Cumbres Mayores.

© Manuel Garrido Palacios