Revista de Folklore nº 365








Revista de Folklore nº 365
Urueña



Sumario:

Editorial
Joaquín Díaz, Director

Entre la leyenda local de Madrid y el cuento maravilloso: La bota de piel de caballo y La silla de piel de piojo
José Manuel Pedrosa

De huevos y de gallinas en el corral madrileño
José Manuel Fraile Gil

La Virgen de la Paloma: Historia y tradición
Paloma Palacios

Apariciones marianas en Extremadura (y IV)
José Luis Rodríguez Plasencia

www.funjdiaz.net

Fidel Villar Ribot





EL SUEÑO DE UNA SOMBRA
Fidel Villar Ribot
Isla Varia Ed. Salobreña
Universidad de Granada
Portada: Juan Vida




Villar Ribot. Crítico. Director del Aula de Poesía (Universidad de Granada) Traductor portugués-español de obras de Andrade, Saramago, Pessanha, Espanca, Pessoa o Torga, entre otros. Antólogo de Cien del Sur sobre la Épica (1975, con Antonio Enrique), Ámbito del Paraíso (1978), de Elena Martín Vivaldi (Primeros poemas o Los árboles presento, 1977), Liturgia del deseo (1987) o Poesía del Barroco (1990). Editor de textos como Diótima de Mantinea de María Zambrano (1983), Nuestro libro de cada día de José Saramago (2001), Un caso entre mil de Nicolás Salmerón (2007) y Polisón de nardos de Federico García Lorca (2011). Autor de espectáculos para el Ballet Teatro Español de Rafael Aguilar (adap. de Yerma, de Lorca o Carmen, de Bizet. Sus poemarios son: Los signos del mar (1975), El corazón cautivo (1980) o Memoria del deseo (1989). Ha publicado dos plaquetes como Suite del Tuna (1984), Dulce pasión (1987) y figuras para un cuerpo (1985). En prosa, El cuchillo maestro (1998), A la luz de las sombras (2000), Culografia (2002) y Cuaderno del cauchil (2003). El sueño de una sombra abre la trilogía titulada El humo de los labios que se completa con Venado amante y Desolación del territorio. Está editado por Isla Varia Ed. (Salobreña) en colaboración con Editorial Universidad de Granada.


DESVELO CON VEHEMENCIA (pág. 17)

Apenas llego donde me concedes,
tan lentamente como cae la noche,
a sentirte sin ruido
sobre la adversa imagen del espejo
y amante de un otoño ya sucumbes
al aire que ciernes lívido al rostro.
Será lejana el alba de un presagio
que adolescente escondiste en la boca
para darme tu eco y olvidar mi nombre.
Como la criatura que en ti adivino,
dueño de una angustia que te socava
inclemente el aliento,
albergo entre las luces repentinas
la sombra que ya ni arde ni se apaga.
Mas el destino en su cita insiste
con la pulpa madura de los años
porque es doliente morir en la ruina
tras haber conocido la derrota.

© Fidel Villar

Mariano de Andrés Gutiérrez

Diccionario fonético descriptivo
de la Lengua Española

Mariano de Andrés Gutiérrez
Fundación Universitaria Española
Madrid 2007


“Al margen de las vanantes que registra la lengua española y de la riqueza cultural que representan en nuestro panorama lingüístico, la sólida herencia patrimonial latina, el acervo cultural acumulado durante siglos en obras literarias y la deuda etimológica contraída con la lengua latina, han propiciado una norma, entre otros niveles, en el fonético. A partir de este grado de corrección, todas las variantes -dialectales, diastráticas- son posibles, puesto que remiten a un modelo común que asegura la intercomprensión y afirma sólidamente los cimientos de nuestra lengua. La norma es garantía de continuidad. Pero esto no debe entenderse como un impedimento para la evolución de una lengua sino como una referencia delimitadora de sus márgenes de dispersión. Así debería interpretarse un diccionario de la lengua que registrase sus sonidos.
Este Diccionario fonético 
descriptivo de la Lengua española se ha llevado a cabo seleccionando las voces del Diccionario de la Lengua española de la Real Academia de la Lengua, DRAE, y atendiendo a criterios fonéticos propios de un uso preocupado por la corrección articulatoria, sin ignorar no obstante, que las lenguas evolucionan mediante la dinámica del habla. De aquí, que no tenga ni voluntad discriminatoria ni pretensiones definitivas: su mejor cualidad reside en su estructura abierta a posibles evoluciones fonéticas, aspirando tan sólo a ser un punto de referencia revisable...”

(De la Introducción)

ANLE / Frank Gómez



Academia Norteamericana de la Lengua Española

Frank D. Gómez
Director de desarrollo y gestión económica


NUEVA YORK. La ANLE nombra a Frank Gómez, miembro correspondiente, como Director de Desarrollo y Gestión Económica. Diplomático con extensa hoja de servicios y profesor de traducción de español y francés de la Universidad de Nueva York (NYU), en la actualidad es ejecutivo de Educational Testing Service, en Princeton, Nueva Jersey. Conforme a las funciones asignadas por el director de la ANLE, Gerardo Piña-Rosales, se encargará de identificar y establecer relaciones con posibles fuentes de financiamiento para la corporación, trazar las estrategias y campañas para la recaudación de fondos y colaborar con el tesorero en gestiones pertinentes al financiamiento de la ANLE. Será asimismo el encargado de fomentar y organizar la Fundación Pro ANLE (FANLE), cuya constitución se hará pública durante el cuarto trimestre de 2012. Según las necesidades de su labor, el Director de Desarrollo tiene la facultad de organizar y presidir una comisión ad hoc a estos efectos, siempre que la naturaleza de su gestión lo requiera. Oriundo de Dakota del Sur, Estados Unidos, ha obtenido numerosos méritos y reconocimientos a lo largo de su carrera profesional, entre los que se destaca la Orden de Gran Oficial del gobierno colombiano por su labor como presidente de la Fundación Panamericana para el Desarrollo (FUPAD). Como activista hispano fue miembro del comité fundador de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos (NAHJ, siglas en inglés), cofundador de la Asociación Nacional del Publicaciones Hispanas y fundador de la Coalición Nacional de Liderazgo Hispano (National Hispanic Leadership Agenda). Es autor de numerosos artículos publicados en medios nacionales, tanto en español como en inglés, sobre el idioma español y el análisis de la realidad hispana en los Estados Unidos. 

© ANLE

Carmen Herrera

ONIRIA
Carmen Herrera 
Editorial Crecida

“En la memoria sólo quedan retazos, fragmentos de emociones, pero al despertar el sentimiento de lo vivido es de continuidad lógica en el tiempo y en el espacio, como un relato o una historia paralela a la vida real, o tal vez lo soñado es la vida real y la historia paralela, la ficción, el espejismo, es el hecho de escribir esto ahora”.

© Carmen Herrera

Héctor Garrido / Museo Nacional Ciencias Naturales

Héctor Garrido
DE ESA AGUA NO HEMOS DE BEBER
Exposición fotográfica
Museo de Ciencias Naturales  Madrid
Preparando el milagro
de caminar sobre el agua
y el resto de los sueños
de las dolencias del alma,

vino a rajar la noche

un emisario del alba.

(Silvio Rodríguez)

AGUA, de Héctor Garrido, nos convida a deleitar nuestros ojos con un caudal de abundantes y sugerentes fotografías del potencial pictórico del agua. Nada más cierto que el razonamiento de Oscar Wilde, cuando apuntaba: "la Naturaleza imita al arte" con respecto a las posibilidades creadoras del agua. El agua es un heterogéneo baluarte para la creación que transmuta todo cuanto toca. El agua es incolora, pero su paleta contiene todos los colores del arco iris. Con sus juegos refractivos multiplica la seducción del universo. Con sus ondulaciones y destellos se deduce en una suerte arte cinético, de arte abstracto, de escritura. Una mera secuencia de agua que emerge de una fuente produce diversísimas imágenes para un ojo vigilante. Si una fotografía congela ese u otro movimiento, el resultado puede ser una obra de arte, que en cada frecuencia sería distinta. Y es que el agua es mística e inconmensurable como el dios griego Proteo, se transfigura constantemente en otros seres y formas. Escritores y poetas, también han recreado la lírica del agua; pero a propósito de esta exposición siento que Jorge Luís Borges, no erró su apuesta poética al decir:

Vi las aguas de la Tierra.
Vi los mares, lagos, fuentes y ríos que salpican de vida
y belleza los paisajes de este mundo.
Y miré a través de esas aguas,
y vi que en su seno se escondía otro mundo paralelo a éste,
poblado de figuras mutantes y evanescentes como las que transitan por los escenarios
de nuestros sueños.
Era un laberinto de oro y plata, de brillos irisados,
en perpetuo movimiento.
Y en sus turbulentas galerías,
inundadas por las lágrimas de Ariadna,
me pareció entrever la figura de Teseo
y sentí la presencia del temible Minotauro.
Y descubrí que esas aguas se carteaban con las Musas
y que, con su paleta de reverberantes colores,
recreaban el arte de la pintura.


Muchos hemos creído ver en el agua acentuadas similitudes con algunas obras de arte, o mejor dicho, con algunos estilos pictóricos. Por supuesto no con todos los estilos, porque algunos, como el realismo o el hiperrealismo, o efectos como el escorzo, persiguen más el efecto de la fotografía. En otro sentido, las probabilidades técnicas que brinda la cámara fotográfica digital consienten aproximarse, o remedar, algunas técnicas de la pintura y este referente coquetea con la expresión de Garrido, incluso sin proponérselo. El fotógrafo entona en la luz y el color y plasma fragmentos de sus sueños, desvelos y preocupaciones ecológicas y por ello elige el agua: lo más parecido a la materia que, fuera de uno mismo, conforma el mundo onírico. No queda solo ahí, es el camino de entrada, hacia una conciencia de una perspectiva medioambientalista que se pretende más profunda, menos incisiva a nuestros recursos naturales. Otro recurso utilizado por Héctor Garrido es la ubiquidad conográfica; elemento que refuerza la universal del discurso fotográfico. No podemos acertar de qué lugar se trata, de manera que el mensaje es válido para cualquier latitud.

El agua es incolora: cierto, es cuestión absolutamente admitida y científicamente probada; pero no es menos cierto que es un excelente vehículo de transmisión de la luz, y por consiguiente, del color. Sin dejar de tener en cuenta un instante el factor de oscuridad y sombra. Pero aquí debemos reparar en otro principio substancial: El agua en movimiento altera la percepción retiniana del individuo sobre la realidad creando un efecto de abstracción, que obliga a considerar aspectos no convencionales, y abre un camino a interpretaciones diversas.

Las 20 imágenes que se presentan no muestran más que otras existencias que Garrido se detiene a resaltar y no están manipuladas, que son absolutamente naturales; cabe mencionar aquí que no se ha efectuado modificación sobre ninguna de ellas. Son realidades que están ahí, que fueron captadas en el instante de registro fotográfico, y se nos brindan para el disfrute estético, aún cuando nos están alertando sobre el peligro inminente que se cierne sobre la humanidad por la propia indolencia del hombre. La significación del agua se ha puesto de manifiesto en la actualidad con las políticas ambientales a nivel mundial, como secuela de su participación de los procesos que se desarrollan en los ecosistemas. Cotidianamente el hombre contamina el agua sin advertir que este es un recurso indispensable para la vida de todos los seres vivos del planeta. Cada día arrojamos basura a los ríos, lagos, residuos humanos son depositados en los ríos como también los desechos de muchas fábricas que desembocan en el mar. El hombre ha cambiado el color traslúcido del agua a un indeterminado castaño rojizo. Con sus desechos químicos y derrames de petróleo han muerto cientos de especies y tal vez algunos de ellos se desarrollen en exceso provocando un desequilibrio ecológico. Por eso Héctor Garrido se pregunta y nos cuestiona a todos; ¿Cuándo cesará está barbarie?,



© Lic. Félix A. Hernández
Comisario exposición para Cuba

Penélope Carrasco / Concierto


CONCIERTO PARA TRES NOCHES

Ludwig van Beethoven
Concierto nº 1, Do M, Op. 15 
para piano y orquesta
Penélope Carrasco, pianista
Orquesta Sinfónica Joven del Aljarafe
Director: Pedro Vázquez Marín

Penélope Carrasco cursa sus estudios elementales de música en 2003 en el Conservatorio de Valverde y los termina en el de Huelva. Los de grado medio los hace en el “Cristóbal de Morales” de Sevilla y en el de Sanlúcar la Mayor. El profesorado está en lo mejor de su memoria: Rodrigo, Floristán, Torner, Vázquez. En 2010 abre etapa y amplía su formación en la Royal Academy of Music de Londres con Patsy Toh y en 2011 pasa a ser pianista titular de la Orquesta Joven de Andalucía. Ahora disfruta de una beca de estudios en The Purcell School de Londres bajo la dirección de Tessa Nicholson. Diría que desde su primer concierto a los once años en la Igreja da Misericordia de Tavira, Portugal, hasta estas fechas, no ha perdido el tiempo, que es lo único que tenemos y no tenemos a la vez. Ha tejido su futuro desde que aquel día iniciático en el Algarve tocara algo tan bello y breve de Beethoven como Para Elisa.
A grandes rasgos esto es lo que se ve. Lo demás, lo que por no verlo suena a fácil, es su esfuerzo, su tesón, su perseverancia en lo que ha querido hacer desde el principio: compartir la belleza de la música desde los escenarios con un público cada vez más amplio, capaz ya de llenar una sala de conciertos para sentirla tocar; no verla o escucharla, sino sentirla, porque Penélope transmite lo que lleva dentro, eso que encanta, un enfrentarse a la complejidad de una obra y dominar el cuadro en el que aparece como solista o arropada por la orquesta, ese convencimiento que irradia su presencia ante el piano; en suma, esa entrega: milagro que los que la siguen bendicen.
En aquel primer contacto con el público portugués tocó a Beethoven y en su primer concierto con orquesta programado para tres noches de este verano (Iglesia de San Pedro de Sanlúcar la Mayor, Teatro Cardenio de Ayamonte y Teatro del Mar de Punta Umbría), vuelve a hacerlo como si su sensibilidad buscara en su obra misterios no revelados. En el caso de Tavira fue lo que Beethoven inició con el oído pegado a la tapa del piano para poder percibir el sonido físico, que era la traducción del espiritual que atesoraba. En el caso de 2012 Penélope ha querido que sea su Concierto nº 1, en Do M, Op. 15, junto a la Orquesta Sinfónica Joven del Aljarafe, dirigida apasionadamente por Pedro Vázquez Marín en un periplo más trazado en su rumbo fijo. Sabe Penélope que habría que inventar un término que ajustara lo que representa la música de Beethoven o Beethoven para la música; o resumirlo en las palabras de Daniel Barenboim: “Beethoven lo es todo para la música, menos una cosa: superficial”.
Este concierto nº 1, escrito entre 1796 y 97, y estrenado por él mismo en Praga en el 98, está dedicado a su alumna, la condesa de Keglevics. Parece ser que, más que el primero, es su tercer intento en el género. En sus movimientos Allegro con brío, Largo y Rondó. Allegro scherzando, pueden advertirse rasgos de estilos que recuerdan a Mozart, su referente y a Haydn, su maestro, aunque Beethoven despliega aquí su trazo firme, su poética, sus quiebros, su bonanza y su tormenta, como fenómeno de la Naturaleza que es. Cada obra es la voz de su alma que se asoma.
El Allegro se inicia con una larga introducción, densa y alada de la orquesta. La pianista espera siguiendo mentalmente el desarrollo de la belleza que se crea y que desembocará en su intervención. Se le nota que tocar a Beethoven es su sueño, dialogar con la orquesta, frasear, modular, sumar la técnica al latido para conseguir momentos sublimes en los que los instrumentos parecen desaparecer, quedar como fondo lejano para que el piano cante el tema principal en un sin fin de variaciones. La preparación del final suena a una gran marea que se acerca, llega y cierra.
El Largo lo abre el piano y es una de esas perlas melódicas y armónicas que nos da Beethoven (recuerda al 2ª tiempo del Emperador). Penélope se luce en su interpretación, se gusta cuando siente en la sala el silencio más profundo para degustarlo a tope. La lejana tonalidad con el primer tiempo ─Do M-La b M─ crea aquí  un contraste delicioso en el que la pianista se crece hasta fundirse en un mundo sonoro sublime junto a la orquesta.
En el tercer movimiento el piano propone el tema principal y la orquesta se hace eco. Es el más corto de los tres, el más potente y enérgico, con un final de apoteosis. Tanto orquesta como la pianista parecen haberlo tocado juntos toda una vida, cuando en realidad se han visto las caras una sola vez, como mandan los cánones profesionales.
Alguien le dijo que no le habían dirigido ningún foco y que su cara se veía en sombra. Ella respondió que “mejor así porque hubiera pasado calor”. Y es que cuanto tiene que decir Penélope Carrasco lo dice ante el piano; por el río del teclado va su corriente expresiva cuya madurez interpretativa talla día a día sin dar opciones a que su arte baje de nivel, convencida de que es el auditorio el que ha de elevarse para alcanzarlo. Penélope posee ese poder de atracción nada más subir al escenario. Y lo ejerce. Su brillante estreno con orquesta da fe de ello.
Hay obras que te hacen permanecer quieto mientras duran. Es una magia, un instante eterno, una convulsión que paraliza. Pasa con los segundos movimientos de los conciertos de Beethoven. Ya iniciado el tema parece que te dicen labios invisibles que atiendas y calles en nombre de la belleza. Es posible que Beethoven habite en nuestro subconsciente y sólo lo sintamos cuando se manifiesta. Por eso tengo el piano abierto a todas horas, sin importarme que el polvo se meta entre las teclas o que el marfil amarillee si le da la luz. El piano no se cierra. Espera porque ¿y si una tarde el que pasa y se para es Beethoven? ¿A quién estorba un sueño en mitad del misterio de la vida? Sin ir más lejos, en los tres conciertos de Penélope Carrasco he sentido su presencia, que parece poco.

© Manuel Garrido Palacios
© Foto: Héctor Garrido

Juan Francisco Blanco








En el primero de los cuentos, que el autor titula Acerca de la vida, ya va la clave del manojo narrativo que nos ofrece en una -¿simple?- pregunta: “¿Y eso?”. El protagonista expresa así su asombro ante “aquella manchita roja en la yema de un huevo”, según le dijeron: “porque el gallo ha montado a la gallina”. Poco pudo añadir a lo largo de los años, siglos o milenios el niño que supo tamaño secreto a voces. Su respuesta fue la de no comer huevos en un mes, hasta que asumió su parte de ignorancia y habitó en la normalidad del misterio de la vida.
En el último de los cuentos del libro, Pantallas imposibles, alguien –él mismo– pregunta: “¿Qué es eso?” como final de un bucle que regresa al principio después de rodar leguas con la cuestión encima, incluso de haber descubierto “una isla virgen que no aparece en ningún mapa”. No le vale el poseer el “portulario más completo del mundo”, ese “mapa de todos los puertos posibles e imposibles”. Bien sabe que de los caminos trazados en ese portulario, ninguno lo llevará a la respuesta, no ya del sentido de la vida, sino de la simple galladura de la yema del huevo. 
Un portulario no es más que un papel en blanco que repite los caminos que se hicieron buscando la misma cosa, intentando explicar lo inexplicable. Estos cuentos componen el cuaderno de bitácora íntimo, las travesías en pos de una respuesta, llámese faro en la niebla o ternura de sor Benedicta, madre vicaria, origen por el que pregunta Fabio, el usurpador en nombre de todo latido humano. ¿Se arriba a éste o a aquél puerto? En Margaritas para Gilda sugiere el autor la respuesta: “Por un momento dudó”. ¿Cuánto dura un momento? ¿cuánto una duda? El poeta Dabrio se acercó a la medida al hablar en sus versos de la “breve eternidad de un instante”, y una duda puede ocupar una toda una vida, las trescientas sesenta y cinco albas de cada ciclo. 
Un libro de cuentos sincero como éste es una relación de secuencias ordenadas a impulsos, sin rellenos; una narración continua con la vida y la muerte de fondo, sin perderse en caminos vanos, rica en esquinas de sorpresas; un largo “cuento de cuentos” en el que, a poco que hurguemos en sus páginas, nos dice que sólo mientras estemos frente al tablero de este ajedrez que es la vida, es posible mover ficha, hacer algo, sentir, aunque al final la partida venga siempre a ganarla la dama negra. 
En La búsqueda siguen las preguntas elevando el rango: “Tú, ¿qué quieres ser de mayor?” “Feliz”. Si apenas sabríamos responder a la duda planteada al inicio de El gallo de la torre: “¿Soplará del norte mañana?”, ¿cómo hacerlo a la del asombro ante una “manchita roja en la yema de un huevo”, o ante la obsesiva “¿qué quieres ser de mayor?” “Mayor”, parece ser que diría cualquiera que leyera estos Cuentos del desván, “espacio mítico” para el autor, que declara, frente a esta suposición, consciente de la duda, como si pretendiera revestirse de silencio, que no sólo “es el sobrado de sus abuelos [sino el de] la edad de la inocencia, un tiempo que, de haber podido elegir, hubiera deseado no superar”. 

© Manuel Garrido Palacios.

Revista de Folklore nº 364


Revista de Folklore nº 364
Urueña - Valladolid
Director Joaquín Díaz



Sumario


Editorial
Joaquín Díaz

Los niños expósitos en tierras de Zamora durante el antiguo régimen
José Luis Hernando Garrido

La cultura popular: los refranes hoy
Anna M. Fernández Poncela

Las ferias tradicionales de Galicia en la obra del pintor Abelardo Miguel
María Fidalgo Casares

Las cabañuelas. Pronóstico popular del tiempo climático
José R. López de los Mozos