Revista de Folklore 426

Revista de Folklore 426

LO DICHO Y LO ESCRITO


CULTURA DE VOCES Y DE LIBROS

          En un cortijo de la Axarquía me dice la señora Dolores que el poleo es “mano de santo para las almorranas”. Y Sebastián de Covarrubias anota en 1611 que la flor del poleo, mezclada con tuétanos de ternera, resuelve admirablemente las almorranas y les quita el dolor”.
En un viaje por pueblos de los montes de Málaga, Mateo, labrador, me dicta esta receta, aprendida de su abuela, para equilibrar humores del cuerpo: “se dejan macerar en agua durante la noche dos dientes de ajo, un cuarto de cebolla y medio limón. Por la mañana se cuela todo y se toma en ayunas”, noticia que plasmo en mi libro “Álora la bien cercada”. Casi al mismo tiempo recojo la misma receta en la Plaza del Coso de Fuenteheridos, en una noche mágica, documento que queda en mi libro “Viaje a la Sierra de Aracena”.
Son ejemplos transmitidos por la tradición oral. Lo curioso es que en “El libro de la almohada”, escrito muchos siglos atrás, se describe la misma fórmula, con leves variaciones: “Se toma el ajo, se le quita la cáscara, se tritura perfectamente, se echa en agua, se deshace, se pasa por un tamiz tupido, se agrega miel, en cantidad dos veces superior a la del ajo, y se pone a cocer hasta que alcance consistencia”. A veces abres una obra y aparecen en tu lenguaje interno las palabras de Fray Luis de León: ‘Decíamos ayer’. No importa de qué traten sus páginas, ni qué fecha tenga su edición príncipe. Lo cierto es que se referirá a nosotros en cualquier secuencia temporal, a aquello que iniciamos en un entonces lejano: en su lectura descubrimos las huellas de lo que hacemos hoy. Vienen al hilo las palabras del sabio: ‘Sólo sé que no sé nada’, a las que cabría añadir ‘o casi nada’, ya que, al menos, se sabe que no se sabe. O las más cercanas de León Felipe, cuando confiesa en su Antología rota: ‘Yo no sé muchas cosas, es verdad; / digo tan sólo lo que he visto’.
          Estos elementos majados en la marmita diaria vienen a cuento porque ando en un estudio que me lleva a consultar textos de cierta edad, como el “Macer Floridus” de 1477 o el antes citado “El libro de la almohada”, recetario médico árabe del siglo XI escrito por Ibn Wafid de Toledo. En estos y en otros me he llevado la agradable sorpresa de encontrar recetas que también he recogido de viva voz en trabajos de campo por pueblos de España, materiales que, aparte de quedar fijados en las obras en fechas más o menos lejanas, han permanecido en la memoria colectiva y en la práctica diaria como parte de una cultura que nunca se fue ni tuvo por qué hacerlo.

© Manuel Garrido Palacios
                     



HISTORIA DE LAS MUJERES

HISTORIA DE LAS MUJERES
En Occidente · 1 · La Antigüedad
Bajo la dirección de Georges Duby y Michelle Perrot
Ed. Taurus

LA RAMA DORADA


SIR JAMES GEORGE FRAZER [1854-1941]
LA RAMA DORADA
Traducción: Elizabeth y Tadeo I. Campuzano
Fondo de Cultura Económica
México · Madrid · Buenos Aires

Obra que figura con justicia entre las grandes investigaciones de nuestro siglo. Poco dice el solo título para quien no esté familiarizado con el libro, que constituye una de las exposiciones más claras, completas y sistemáticas que se hayan publicado acerca de las costumbres y el folklore de todo el mundo. La índole de la investigación llevó a su autor a hacer hincapié en los pueblos primitivos, y, por ello, esta obra constituye también, desde otro punto de vista, una especie de mitología comparada; a través de ella pueden apreciarse extrañas supervivencias espirituales de nuestros antepasados. El autor inicia su estudio buscando los fundamentos del misterioso culto de Nemi, cuyo sacerdote se mantenía como tal hasta que otro lo mataba y ocupaba su lugar; y después de recorrer un largo trecho por el mundo de las religiones primitivas, encuentra la razón de tan extraño rito en el hombre hecho Dios debía morir al acercarse a su ocaso, para garantizar así un dominio eficaz del viento, la lluvia y la fructificación. Sir James George Frazer fue uno de los primeros que intentaron sistematizar el mundo aparentemente abigarrado de la magia, y su clasificación de magia homeopática y magia contaminante tiene aplicación universal y señala el punto de partida de posteriores investigaciones. Fue él quien rescató para la cultura el origen de muchas costumbres vigentes en los pueblos occidentales, señalando que se derivan de un antiquísimo culto del árbol y de las fuerzas naturales. Junto a ello hizo ver cómo la creencia en los principios sobrenaturales, predominante en quienes no disponen de una explicación científica, funciona con sorprendente regularidad en todas las latitudes y constituye el antecedente lógico de la religión y la ciencia modernas. 

Rafael Moreno



Rafael Moreno
PERSEGUIDOS
1 Un sastre contra el rey
2 El infierno en la isla de Saltés
3 Miguel Hernández: libertad frustrada
Prólogo: Francisco Espinosa
Edita: RMHSA. Sevilla



Tres capítulos esenciales contiene Perseguidos, obra escrita por el periodista Rafael Moreno (Cumbres Mayores, 1964). En el primero: Un sastre contra el rey, indaga en la biografía del republicano José Domínguez «El Sastre» (Puebla, 1918), que con doce años de edad participa en el levantamiento de Galán y García Hernández contra la monarquía de Alfonso XIII. Luego, en los años de plomo. la represión franquista se ceba con su familia hasta hacerla perder cinco miembros, incluidos sus padres. José recuerda en su manuscrito el asesinato de 15 mujeres en el pueblo, infamia histórica conocida como Las Rosas de Guzmán. Sus trabajos de campo sirven para documentar 100 asesinatos en su entorno. El capítulo se completa con el manuscrito de Rodrigo Miguela, al que las circunstancias obligan a vivir como un topo cinco años en un zulo de un par de metros cuadrados hecho por su padre en su casa. Allí siente morir a sus progenitores sin poder darles el último beso. Una dramatización basada en estas experiencias cierra este viaje por la represión franquista entre 1936 y 1939.
El segundo capítulo se centra en el campo de concentración de la Isla de Saltés, entre Huelva y Punta Umbría, siniestro lugar al que el ejército de Franco traslada a miles de presos republicanos capturados tras la caída de Cataluña. Basado en los testimonios de vecinos de Punta Umbría, Moreno revive el discurrir en aquella isla de los horrores y documenta la metodología represiva de las autoridades carcelarias. La obra describe a Saltés y el Muelle Pesquero como una ciudad infernal ubicada a tiro de piedra de Huelva y visible desde las mismas calles de Punta Umbría. donde malvivían miles de presos en lamentables condiciones. El diario del Tomás Gento Álvarez y el testimonio de Emilio Fernández «El Platero» sirven de base a la narración de unos hechos un tanto dispersos en la memoria colectiva onubense.
El tercer capítulo del libro está dedicado al periplo carcelario del poeta Miguel Hernández Gilabert, en los nueve días transcurridos desde que el poeta es detenido en Moura (Portugal) al intentar vender el reloj de boda que le regaló su fiel amigo Vicente Aleixandre y entregado en Rosal a las autoridades franquistas en mayo de 1939. Sus cartas a Josefina. el recuerdo de su hijo. las torturas que sufre en lo que es su primer calabozo. el paisaje y los versos de los campos secos de mayo están presentes en el libro.
El libro sabe a memoria triste. Es memoria triste. Necesaria de sacar a la luz, como ha hecho Rafael Moreno, escribiéndola soberanamente, además. La memoria nos corresponde a todos, y la tristeza. No en balde, como decía el muerto a Tasio: sólo somos memoria más un sueño.

EL PÁMPANO ROTO

EL PÁMPANO ROTO
(Apuntes etnográficos)
Manuel Garrido Palacios
Calima Edit. Palma de Mallorca. 492 pgs.

La rica mirada etnográfica

MGP reúne aquí un conjunto amplio de apuntes sobre la Etnografía española, una muestra de su rica tradición popular y del mejor hacer etnográfico. Rezos como la oración a San Antonio "pra que guarde o ganado", recetas de medicina popular, frases y refranes recuperados de la memoria de los viejos lugareños, artesanías ancestrales vivas como los encajes de bolillos de Camariñas o a punto de desaparecer, canciones y romances con regusto antiguo, ritos, manifestaciones peculiares de fervor religioso como el descuelgue del Cristo Articulado de Barcianos de Aliste, entre otros muchos materiales del saber ancestral español, y que aquí se presentan en una prosa viva, plena de matices.
© María Luisa Regueiro. Revista RyF.
© Foto de portada: Héctor Garrido

ÍNDICE:

1 . ISLAS CANARIAS
EL PÁMPANO ROTO. Barranco de Guayadeque. Las Palmas / REQUIEM POR EL BARRO. Hoya Pineda. Las Palmas / EL ZORROCLOCO. Santa Lucía. Las Palmas / LA PESCA DE LA ZALEMA. Hierro.Tenerife / TABLAS, TAJARASTE y HACHITOS. Icod de los Vinos. Tenerife / LA SOMBRA DEL SIRINOQUE / EL CALABAZO / EL REGATÓN. La Palma. Tenerife
2 . GALICIA
LA ÚLTIMA ALDEA. Fonfría. Lugo / EL LATIR DE LOS BOLILLOS. Camariñas. Coruña / UN PUEBLO MÁGICO. San Andrés de Teixido. Coruña
3 . LEÓN
LA HISTORIA DE FAUSTINITA. La Vecilla. Nocedo de Curueño / NACÍ MARAGATA. MARAGATA MUERO. Val de San Lorenzo
4 . ASTURIAS
ARTO BENDITO, HUMEIRO MALDITO. Boal / LA GAITA DE AGAPITO. Caborana. Moreda / TODOS LOS CAMINOS SON EL CAMINO / UNA VAQUEIRA ENCONTRÉ. Luarca / CESTEROS. Avalle. Arriondas / A PIE DE CAMINO. Sama de Langreo. Pola de Siero / EL GRAN AMOR DE ALMALINDA. Covadonga
5 . CANTABRIA
MASIO EL TROVADOR. La Hayuela / LOS FEOS CRÍMENES DE GRANADA Y SALAMANCA. Casar de Periedo / UNA PARTIDA DE BOLOS. Santillana del Mar
6 . ÁLAVA
EL CACHIMORRO. Labastida / LEYENDA DE LA PRINCESA MIRA. Desde Vitoria a Miranda
7 . NAVARRA
EN ITZEA CON JULIO CARO BAROJA. Lanz. Zubieta-Ituren
8 . RIOJA
TODO UN GLOSARIO. Villoslada de Cameros / LA GALLINA Y EL AHORCADO. Santo Domingo de la Calzada / LOS GIGANTES PICUEZO Y PICUEZA. Autol / LOS DANZADORES CON ZANCOS. Anguiano / EL GAITERO. EL CRISTO DE LA CAJA. Albelda
9 . SORIA
LA PINOCHADA. Vinuesa
10 . SALAMANCA
ANTOLINA, FLOR DE LINA. La Garganta / RETRATO DE EL GUINDA. La Alberca / EL CANCIONERO DE LA TÍA PETRA. Miranda del Castañar / LOS BANASTEROS. Montemayor del Rio / PARADA Y FONDA. Monsagro / SÓLO QUEDAN LOS ECOS. Peñaparda
11 . VALLADOLID
EL ÁNGEL QUE BAJA. Peñafiel
12 . ZAMORA
LA LEYENDA EN SUS VOCES. Sanabria / POR UNA TRUCHA, UNA VIDA. Zamora / EL ZANGARRÓN. Sanzoles / EL TORO ENMAROMADO. Benavente / EL CRISTO ARTICULADO. Bercianos de Aliste
13 . SEGOVIA
EL ÚLTIMO CANTAR DE CIEGO. Carbonero / LOS SANTOS MOJADOS. Caballar
14 . GUADALAJARA
EL BAILE DEL PALOTEADO. Majaelrayo / LOS BOLOS EN LA MONTAÑA. Valverde de los Arroyos
15 . CUENCA
LA ENDIABLADA. Almonacid del ;Marquesado
16 . TOLEDO
EL ROMANCERO AL PASO. Gamonal
17 . ÁVILA
EL GIGANTE MAQUILANDRÓN. Piedralaves
18 . CÁCERES
NOVIAZGO, BODA Y TORNABODA. Piornal / LA ROSCA A SAN ROQUE Y OTRAS ROSCAS. Piornal / LAS COSAS. LA CASA. EL PUEBLO. Garganta la Olla / LA BELLA CAUTIVA. Montánchez / PRINCIPIO O FINAL DEL CAMINO. Las Hurdes / LA ENCAMISÁ. Torrejoncillo / LOS CULTOS AL NIÑO-DIOS. Galisteo / EL VÍA CRUCIS DE LOS EMPALAOS. Valverde de la Vera
19 . BADAJOZ
LA MORA ENCANTADA. Cabeza del Buey
20 . CATALUÑA
A QUIEN BIEN BAILA POCO SON LE ES MENESTER. La danza
21 . HUESCA
EL SALTERIO DE FAUSTINO. Yebra de Basa / LA TRAGEDIA DE AGUSTINICA. Pueblos altoaragoneses / EL DANCE. Sariñena / LA RONDA, EL DANCE, EL JUSTICIA. Almudévar
22 . TERUEL
DOS ANCIANOS MÚSICOS. Albarracín / LA SAETA. LOS TALLERES CALANDINOS. Calanda
23 . CASTELLÓN
TARDE DE DANZAS. Vinaroz / EL NIÑO GUISADO. Morella
24 . ALICANTE
LAS CANCIONES DE PANDORGA. Villena
25 . BALEARES
UNA VOZ EN LA MOLA. Formentera / MATEIXA DE NA MARÍA Y OTRAS DANZAS. Son Servera. Mallorca / APUNTES MEDITERRÁNEOS. Ibiza / CANCIONES CAMPESINAS. Sa Pobla. Mallorca
26 . CÁDIZ
EL TORO EMBOLAO. Vejer de la Frontera / DE CORTIJO EN CORTIJO / LA BAMBA. El Gastor
27 . MÀLAGA
EL PATIO DE JIMENA. Coín / CANCIONERO VIEJO. Churriana / LA BIEN CERCADA. Álora
28 . ALMERÍA
HECHO A MANO. Níjar / LA CUADRILLA DE ÁNIMAS. Vélez Blanco
29 . GRANADA
TROVEROS DE LAS ALPUJARRAS. La Rápita. Albuñol
30 . HUELVA
LA MEMORIA DE ESPIRI Y AMELIA. Santa Ana la Real / LA VOZ TALLADA DEL PASTOR. Valdelarco / CALLE BOMBA, SIETE. Valdelarco / TIEMPO DETENIDO. Valdelarco / UN JUGLAR INESPERADO. Alosno / UN LEGADO DE FANDANGOS. Alosno
31 . ALBACETE
LA TORTA CENCEÑA DEL PASTOR. Sierra de Alcaraz / EL ÁNIMA MUDA. El Ballestero / BOCHAS, BOCINAS Y ALFARES. Chinchilla / DÍA DE NEVADA. Nerpio
32 . MURCIA
JUEGOS DE ALDEA. La Risca y La Pava
Bibliografía

VINCENT VAN GOGH

VINCENT VAN GOGH
Autorretrato con caballete (1886)
MUSEO VAN GOGH · Amsterdam

La tumba donde reposa Vincent van Gogh está en Auvers sur Oise, pueblo que queda a hora larga al norte de Paris, cruzando los paisajes testigos del tramo final de su trágica historia. Parece que el caminante entrara y saliera de continuo de algunos de sus cuadros cuando va. La tumba está junto a la de su hermano, rozando una de las tapias del recinto sagrado, ambas cubiertas por una densa capa de hiedra de la que sobresalen los fríos datos tallados en las lápidas: Vincent (1853-1890), Theodore (1857-1891). Sobre las reticencias surgidas para que Vincent fuera enterrado aquí por las circunstancias de su muerte, se impuso la razón. El cementerio de Auvers sur Oise, de extensión media, sin tapias blancas, sino pardas, coronadas de musgo, acoge a diario, desde temprano hasta el ocaso, una discreta peregrinación de sensibles. Si se deja atrás la última casa del pueblo, para llegar a la verja hay que atravesar trigales que se infinitan a ambos lados, tapices ocres sajados por el sendero, y si luce una luz de otoño y el caminante encara sin prisas el grandioso marco, éste le dirá a sus sentidos que esos trigos maduros son los mismos que el artista pintó. En los meses finales de los treinta y siete años que estuvo entre nosotros, creaba constantemente: testamento artístico de setenta pinturas, treinta dibujos y un solitario grabado. No se sabe qué hubiera sido del pueblo de no haberlo habitado Vincent van Gogh y de no poder contar ahora cuanto se cuenta. Lo cabal es que Auvers le debe al pintor ese hormigueo humano que no cesa así llueva, truene o resplandezca la luz atenuada de esta comarca francesa. Auvers sur Oise agradece al artista la llamada de atención que hace al plasmarla en la tersura del lienzo, apasionadamente además. Por eso el pueblo ha respetado el paisaje tantas veces pintado y no ha consentido que se edifique nada que lo rompa, enturbie o manche, para que siga como él lo vio y lo amó. En una cuesta suave hay una venta cuyo dueño muestra orgulloso el cuarto en el que vivió Vincent, cuyos pinceles expresaron con tanta intensidad lo que veía: colores, formas, macizos, vacíos; y hasta puede que te cuente la desazón de sus amores no correspondidos como quien da a probar una amargura, y el mal que lo envolvió en un sudario de silencios, y el disparo que acalló sus latidos. Y la soledad: eso que nadie escoge. Una nube suelta deja caer cuatro gotas en el camino de vuelta del cementerio al pueblo, ocasión para que el caminante, refugiado bajo la fronda de un árbol, observe cómo el mar de trigo tiembla merced al soplo inesperado del viento que pasa. E imagina que llega la hora mágica en la que el espíritu inquieto de Vincent van Gogh, pasea por estos campos conservados para él mientras busca el encuadre ideal para pintarlos. Es como si el trigo, al saberlo, se estremeciera.
© Manuel Garrido Palacios

SEGUNDA CELESTINA


SEGUNDA CELESTINA
Feliciano de Silva
Edición: Consolación Baranda
Cátedra

JUAN VILLA

EL AÑO DE MALANDAR
Juan Villa
Ed. Paréntesis

A Juan Villa lo vi una tarde en una librería buscando algo de Villalón, no de Cristóbal, el de El Escolástico o El Crótalon, sino de Fernando, nacido tres siglos más tarde: el de La Toriada o Andalucía la baja. De todas formas, ambos parecen –o lo son– antepasados suyos en aumentativo: Villa, Villalón. Después coincidimos en el jurado de un Festival de Cine en el que teníamos que premiar “una película con valores positivos sobre el medio ambiente”. Toma ya. Más adelante –me remito a la época medieval- lo encontré en Doñana buscando eslabones sueltos de viejas culturas y de una historia que le rondaba desde siempre. Por último, nos hemos visto como miembros de otro jurado, esta vez, literario y todo eso. Podría decirse que no es Juan Villa el pícaro de Quevedo, pero sí el buscador, el buscón, a su modo, de huellas de un pasado del que se le enredaron flecos en la memoria, y añadir, que con hallazgos dignos de mentarse. Por ejemplo, procurando documentos para un estudio de derecho comparado en la Europa de los siglos XVI y XVII en la Biblioteca Colombina de la Catedral de Sevilla, topa con un curioso libro de asientos con una nota de la época en la que reza que había sido requisado por la justicia en una casa del Compás del Arenal, que, como después supo, fue corazón de la germanía y pulmón de truhanes y buscones durante el siglo XVI.
Tras dos relatos publicados: El lobito (1998) y Última estación (1999) surge en 2005 el Juan Villa novelista con Crónica de las arenas, obra que tuvo una excelente acogida por estos y por otros pagos. Luego vino una segunda novela: El año de Malandar, que podría considerarse o no continuación de aquella primera. Y lo que iba a ser un monólogo se convierte en una grata charla.
Pregunta: ¿Es como digo?
Respuesta: Más que una segunda parte de Crónica de las Arenas, yo diría que El año de Malandaremana del mismo magma, de ese mundo que delimitan el Guadalquivir y la Ría de Huelva, las marismas y la playa de Arenas Gordas; lo que en un sentido amplio conocemos por Doñana.
P: Se dice que por muchas novelas que se escriban, cada autor sólo escribe una con varias entregas, pero una.
R: Certifico la aseveración; al menos en mi caso es así, y pienso que de alguna manera en todos, por mucho que se travista un escritor siempre es él el que habla y única su historia, o su tono, que es en definitiva lo que lo caracteriza.
P: Leo El año de Malandar y tiene forma de Diario.
R: Es un diario mezclado con cartas, historias intercaladas e intervenciones directas de voces técnicamente amañadas. Trata de mantener la coralidad de Crónica de las arenas, aunque el lector entre o no en ese juago.
P: Ya que salen personajes y temas de la primera novela, ¿podría convertirse todo al final en una trilogía al uso?
R: Confieso que en un momento dado diseñé una trilogía, pero tengo que añadir que la trilogía se me ha ido de las manos. Como decía, ahora me nutro en una suerte de magma del que emanan novelas, dos hasta ahora, relatos y una nouvelle que estoy terminando: Los almajos.
P: Decía Don Julio Caro Baroja que escribir era fácil comparado con encontrar editor. No creo que se refiriera a él.
R: Considerando las penalidades que escucho en boca de algunos buscadores de editor, tengo que decir que, hasta ahora, me ha ido bien. Paréntesis, mi actual editorial, reúne las condiciones que un autor busca, sobre todo el buen trato y la buena distribución.
P: Pienso que el escritor escribe, en principio, para sí mismo, y si luego alguien comparte sus palabras, mejor. Lo cierto es que es un trabajo duro.
R: La novela, frente a otros géneros, tiene la poco literaria exigencia del horario: o te sientas a trabajar unas horas todos los días como el que fabrica tornillos o va a coger fresas o la cosa no sale; de un golpe de inspiración no nace una novela, y de esas horas gastadas en escribirla, las hay de gozos y de sombras, no sabría decir si más de una cosa que de otra.
P: Además del gozo estético de toda obra bien hecha, ¿por qué se debería leer El año de Malandar?
R: Porque aporta luz sobre dos cuestiones que, desde mi punto de vista, han tenido siempre el máximo interés: la llegada de la II República y el mundo antiguo de Doñana.

© Manuel Garrido Palacios

TARTESSOS EN EL TIEMPO

TARTESSOS EN EL TIEMPO
Jesús Fernández Jurado

(Premio Ernesto Cardenal)

Muchas páginas históricas de Huelva podrían escribirse desde sus cabezos, gigantes amarillos que ya se erguían silenciosos ante los antiguos viajeros y que no han dejado de tener protagonismo a lo largo de los siglos. En las cuevas de los del Conquero, hoy allanadas y engullidas por mansiones de lujo, vivía la gente marginada que no tenía sitio en la ciudad. El de la Horca carga con su oscura leyenda. El de la Esperanza parió una tarde una urna funeraria y un diente de tiburón. El de la calle Aragón, trágico por el derrumbe, sostiene en su cima un milenario lienzo de muro. El del Pino ofrecía ramas y mesetas para el columpio y la comba. El de la Plaza de Toros daba la mejor lama para bolindros de butre y grada gratis a los que lo trepaban para ver torear al Litri. En el de la Morana se descubrían conchas por los pasadizos tallados por el agua. En todos estrenó el amor parte de una generación medianera entre un ayer de encanto pueblerino y un desasosiego de urbe. En la cornisa del que bordea la Cinta se reunían los pastores al atardecer para juntar las piaras y arrimarlas a los corrales; punto alto sobre el camino a Gibraleón, la marisma y el río, que puso a soñar a alguien con antiguas naves fondeadas en los esteros y soltar en voz baja que de la tierra, el cielo y el mar nació Tartessos, visión poética de quien sólo sabía de sueños ante una realidad en la que ni pedía juguetes a los Magos, sino un bollo, cinco higos, tres bellotas.Pero no hay sueño sin un pie en la tierra, aunque el soñador tenga la mente en las nubes y el mar de marco. No hay idea, por abstracta que sea, sin raíces prendidas al suelo, ni especulación que no parta de un suceso tangible, ni hecho que no guarde sus razones, como pasa con la petición del autor de ‘Tartessos en el tiempo’ a quien esto escribe de unas líneas previas para su obra. Un prólogo es el umbral por el que se accede a un edificio levantado con palabras; palabras que son sombra de hechos; hechos de los que afloran restos; restos que son fuentes materiales en las que el investigador bebe. Podría parecer extraño que Jesús Fernández Jurado confiara un prólogo a quien no tiene más actividad en esta disciplina que la de acercarse humildemente a ver qué es Tartessos, pero no es tan extraño si vemos que las razones que conforman su decisión se condensan en una sola: su generosidad. A sabiendas de que una historia es más bella cuando se cree que cuando se estudia, quizás el autor haya querido que abra las puertas de su libro la imagen idealizada que se grabó en la plastilina de mi generación, cuando de niños sólo sabíamos de Tartessos que su nombre flotaba en el aire salobre de esta tierra, Argantonio arriba o abajo. Desde el Santuario de la Cinta imaginábamos en la ría las naves fondeadas mercadeando lo que se terciara para con la primera marea regresar al horizonte. Veíamos, sin ver nada, cada nave como un puente que unía el mundo conocido con este sur de Europa, el medio de relación entre pueblos alejados entre sí, el vehículo para entender “los procesos económicos, culturales e ideológicos” que emergían a partir de que un vendedor y un comprador estrenaban comercio en una playa. Desde entonces, por más que he intentado hallar respuesta a si los tartesios eran los de la orilla, o los llegados de fuera o la mezcla de ambos, el esfuerzo sólo me ha dado la incertidumbre cierta de que los tartesios eran los de la orilla, o los llegados de fuera o la mezcla de ambos. Con tan preciso panorama fue fácil caminar por los ecos hasta la cornisa del cabezo, desde cuya altura todo tomó forma de mito, entendiendo por mito no una mentira, sino la verdad invertida que hace que sea fuera lo que sólo es dentro, para eso somos inasequibles al vacío que produce la ignorancia. Pero Tartessos no respondía del todo a la ambigua realidad del mito, ya que tanto las escasas fuentes escritas, que emitían latidos de su ser real y no imaginado, como los hallazgos habidos en las excavaciones merced al trabajo sistemático de los especialistas, eran datos tozudos, aunque propios para el análisis de los investigadores, no para el sueño de la generación que jugaba en los cabezos, o en las compuertas del Molino, o en la Vega o en la Merced, para la que la pobreza de noticias sobre Tartessos hacía que el vocablo sólo diera nombre al sueño, sin más respaldo que lo que cada cual imaginara en aquel colegio sotanero con maestro republicano. Sin embargo, casando lo que se le escapaba a don Enrique casi en susurro –no fuera a ser antialgo y lo estamparan contra el paredón– con el menudeo diario, se llegaba a comprender por qué las personas de aquel mundo –parientes, allegados, vecinos, artesanos, municipales, gruístas, embarcados, pescadores, rederos, constructores de chozas, criadores de cerdos, carpinteros de ribera, mineros de Tharsis o los que pasaban por allí camino del alfolí, el salaero o la mojama-, no soltaban prenda sobre Tartessos en sus conversaciones. Para la chiquillería de la época hubiera sido un cuento abuelero enriquecedor, justo para contrarrestar el protagonismo de héroes justicieros que se nos pegaban al alma como el Guerrero del Antifaz, Roberto Alcázar y Pedrín, Jabato... Hoy pienso que nadie decía nada sobre un pasado tartésico porque Tartessos no era para ellos un pasado, sino la continuación de un lejano ayer en el presente puro y duro, ya que vivían y actuaban en el escenario común representando idéntico drama desde milenios atrás, cuyo argumento era tan simple como gastar este algo entre dos nadas que es la vida según el ánimo de cada instante. Sin saberlo explicar, ellos se sentían a su modo parte de una cultura antigua, perdida en el laberinto de los orígenes, con sus dioses y diosas, sus hambres, sus hartazgos –menos–, sus mandamases –aunque no se llamaran Argantonio, vocablo que pobló el imaginario colectivo y del que aquel maestro nos dijo lo que sabemos ahora: que está hecho del nombre que los celtas daban a la plata, arganto–, y sus comerciantes, cambistas, navegantes, mineros, chipichangas de puerto..., o sea, un pueblo llano dándole al cedazo de los días para sacar la miga de la subsistencia mientras los jefes de turno cerraban tratos con los visitantes:
Las pastoras van solas
con el rebaño,
que los pastores
están ajustando cuentas
con los señores.

¿Por qué las gentes de a pie del agua del Tinto o del Odiel iban a extrañarse de que siete siglos antes de este apaño de Era hubieran existido otros como ellos, que hacían las mismas cosas? No queda ahí la especulación de aquel tiempo, sino que al observar el patio de vecinos, el barrio, la ciudad entera o un amplio círculo alrededor, tampoco era raro ni nuevo que los jóvenes bajaran a las minas de la gran franja rica en yacimientos, ni que una parte del fruto extraído se fundiera para convertirlo en joyas menudas que las diteras vendían a plazos por los patios, ni que ese intercambio propiciara un comercio indeclarable –lo que puede la tradición–, ni que de los barcos fondeados en la bella y maltratada ría se alijaran prendas para el mercadeo en tierra, ni que no existiera escritura propiamente dicha, sino unos signos detrás del almanaque con el te debo me debes del panadero o del de la fruta, ni que las leyes se agarraran a la memoria porque lo de leer se resistía, ya que el alfabeto no era de dominio público. En cuanto a echar el corazón fuera cantando, a pregonar el sentir en versos, ¿valdría con decir Alosno, que aún no paró de hacerlo? El muro con el que se topaban al final de su vida era el mismo que el de ahora. Nadie sabe qué se cantaría entonces, pero su fondo no podía diferir mucho de...
Cuando la muerte se inclina
a llevarse a los mortales,
ya no valen medicinas
ni los grandes capitales;
mandan las leyes divinas.

Nada de esto era ajeno al ámbito que viví de zagal. Si el maestro José hacía formeros para enaguar vírgenes, ¿quién era el artesano tartesio y a qué imágenes tomaba medida? No lo nombro por buscarle clientela, sino por subrayar que todos estos ecos desafinados suenan en orden al asomarnos a este hermoso libro cuando el autor dice que en la “Andalucía atlántica, pronunciar la palabra Tartessos es desencadenar una tormenta de emociones, de sentimientos que rebosan de leyendas, de antigüedad, de mitos y de deseos, de riquezas mineras y de historias de una Historia cierta que aún desconocemos y que quizás nunca logremos aprehenderla, ni siquiera asumirla como propia. Tartessos es una palabra que pretende definir, y al tiempo encubre, la realidad que fue mitificada; una voz que antes fue muchas otras en la transmisión oral de los que aún recordaban quiénes eran y de dónde procedían, sin saber a ciencia cierta hacia dónde iban” La respuesta la tendrá siempre el arqueólogo, que, en su papel de “historiador en sentido estricto”, ante la penuria de otras evidencias para llenar el gran vacío, es capaz de aportar a nuestras vidas la reconstrucción de un tiesto a partir de un fragmento minúsculo, o de extraer una verdad de la entraña de un grano de trigo. Esto no quita sabor al mito, tesoro poético que embellece la historia de cualquier país “La de España –según García y Bellido– tiene el privilegio de comenzar con los dos enigmas más sugestivos de la historia del Occidente europeo: el de Atlantis y el de Tartessos” Y advierte que “la mayor desgracia que puede ocurrir a la historia de un pueblo es que un día lleguen a descifrarse sus enigmas, que sus leyendas se conviertan en historia, que sus héroes y semidioses se reduzcan a seres humanamente palpables. Si conociésemos lo que hay de real y verdadero tras estos entes creados por la fantasía de los pueblos, perderíamos al punto un rico tesoro de sueños y ensueños porque la verdad es a veces triste. El hombre prefiere a la posesión de la verdad absoluta el difícil pero bello camino sembrado de dudas, misterios y enigmas que conducen a ella y nunca la alcanzan” Por si el ánimo de soñar decayera, Jesús Fernández Jurado escribe en otras páginas que “la cocina de Huelva no es el resultado de un desarrollo de lo gastronómico que pudiéramos considerar reciente, sino de la evolución y afianzamiento de una tradición culinaria que, sin exagerar un ápice, consideramos al menos trimilenaria y enraizada en aquellas gentes tartesias...” Para Julio Caro Baroja todo se halla mezclado: “...fábulas inventadas por los marinos, trozos de leyendas indígenas, teorías mitológico-geográficas ideadas por eruditos..., son demasiadas las alusiones para despreciarlas, aunque tampoco conviene que nos dejemos fascinar por ellas” Si una leyenda es una historia no contrastada, una historia puede ser una leyenda contrastada. La historia se nutre de datos y de interpretaciones. A la leyenda le basta un soplo para tejerse y poblar los sueños. Y así vamos en el barco de la noche -como late en la Odisea-, sin renunciar al sueño y a la vez esperando que la aurora de lo real abra camino en plena marea. Mientras la proa avanza –sigue Caro Baroja– “para explicar y describir armónicamente la vida social andaluza de épocas tan remotas, parece lo más propio comenzar contando un mito y glosarlo después, porque, si estamos lejos del tiempo en que se aceptaba entre los eruditos e historiadores toda referencia mitológica como dato positivo, también lo estamos de aquellos tiempos en que se creía que las narraciones fabulosas habían de ser sistemáticamente rechazadas”. De la tierra, el cielo y el mar nació Tartessos. Ese fue el sueño de quien, sentado al borde del cabezo al lubricán, veía cómo el resplandor de los viejos dioses se ocultaba por Bacuta. Que toda historia haya de tejerse con hilos forjados en la investigación más rigurosa no quita para que en paralelo corra con vida propia la incertidumbre de la fábula, del mito, del sueño, porque, bien mirado, la Poesía nunca hizo daño a nadie.
© MGP · © Imagen de portada de Carmen García Sanz (Pluma de pavo real. Referencia a los productos exóticos que llegaban a Tartessos)

LA HIJA DE CELESTINA

ALONSO JERÓNIMO DE SALAS BABADILLO
LA HIJA DE CELESTINA


LA DAMA CULTA

LA DAMA CULTA
Manuel Jesús Soriano Pinzón
Editorial ABECEDARIO

Don Quijote va de viaje


Don Quijote va de viaje

Acabo de conocer en el tren a una persona tan sincera que ha tenido el valor de confesar a los que compartimos con ella el viaje que no ha leído el Quijote. Tal como suena. Con un par. “Impresionante documento”. Y ha añadido, por si faltara sal, ajo o pimentón: “Si yo dijera esto en público seguro que me llevarían como bicho raro a una de las televisiones para que los del sofá casero se rieran de mí con la suficiencia que da la ignorancia hasta terminar llamándome inculto, o político, mostrando por mí una gran lástima, aunque tampoco ellos hubieran abierto el libro jamás –caso de tenerlo- ni para quitarle el polvo”. Otro viajero le responde conmovido que comparte su arrojo de declarar esto tan llanamente porque ante la propaganda culturizante que asegura en este tiempo de moda cervantina que todo el mundo tiene su Quijotito en casa dispuesto a devorarlo en soledad o en familia, según costumbre, él piensa que no es así, porque una cosa es comprarlo para que luzca en el mueble-bar del espejo, junto al televisor, y las visitas digan: “Oh, el Quijote. Yo también lo tengo”, y otra, haber embuchado cada capítulo, palabra a palabra, sintiendo el texto como la obra cumbre de nuestro maltratado idioma. Añade: “Al final, todos presumirán de haberlo leído, releído, asimilado, incluso aprendido de memoria y otros hasta de haber colaborado en su redacción. Dale alas al osado y te asombrará con sorpresones como este o peores. ¡Qué cruz!” Interviene un tercer viajero: “Yo no voy tan lejos como usted; creo que si hiciéramos una encuesta en este vagón, quizás mentiría un porcentaje asegurando conocerlo, dudaría otro grupo medio justificando que lo empezó aunque aún ande por la mitad de la primera parte, otros dirían que no conocen el libro y una mínima parte declararía que le hincó el diente como Dios manda, suponiendo que Dios se meta en asuntos tan así” . Animado por los que estamos en conversación, los dos viajeros se atreven a hacer la experiencia y, sin dudarlo más que lo justo, recorren ceremoniosos fila por fila, libreta y lápiz en las manos, disparando la temible pregunta: “¿Ha leído usted el Quijote?”
Al final, de ser cabal el resultado obtenido sería un gozo, pero que los cálculos fallen a tope suena extraño porque no es posible que todos los encuestados hayan declarado saberse el Quijote al dedillo, excepción hecha de la persona sincera que va a nuestro lado, que removió el tema al decir que no lo había leído. Al saber las respuestas, dicha persona va a más. Igual es algún héroe que se entrena para Delegata de lo que Sea. Así que repite en voz alta: “Soy el único en este vagón que no ha leído El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de don Miguel de Cervantes Saavedra, y no me apura decirlo porque me prometo a mí mismo en este instante que lo empezaré a leer nada más llegue a mi destino esta noche” Como era de esperar, todas las miradas se vuelven buscando la suya con cuarta y mitad de sonrisa de Gioconda, tras de la que se advierte un sentimiento de admiración hacia quien también pudo mentir y no lo hizo.

© Manuel Garrido Palacios

© Dibujo de Gustavo Doré

L'ABANDONNOIR

L'ABANDONNOIR
Manuel Garrido Palacios
Traduc. al francés: Isabelle Toledo
Edit, L’HARMATTAN. Paris

Novela de Manuel Garrido Palacios construida como las antiguas tragedias griegas. En vez del carro sobre el cual el primer dramaturgo declamaba la historia de los héroes míticos para concurrir al premio representado por un bode (tragos), estamos en presencia de un muerto en su ataúd durante la vigilia que le hace el último vecino, mudo de soledad, en un pueblo perdido. En su soliloquio, el muerto hace desfilar a todos los habitantes que hubo en dicho pueblo con las anécdotas cotidianas, las intrigas, amores, odios y alegrías posibles de un lugar extinguido. La simplicidad brutal de los eventos, la unidad de tiempo y de espacio, las voces de los muertos que suben como un coro, parecen los elementos de una tragedia mediterránea que bien podría ser de Esquilo. Igual que en la vida, se reflejan también los momentos crueles o divertidos, las escenas burlescas, el humor corrosivo, la amargura, la pobreza y el hambre conocidos por tantas criaturas de la posguerra civil española. Ese pueblo escondido, llamado Herrumbre, es un microcosmos pero abarca toda la vida y la vida de todos nosotros. Conociendo el pasado del autor, escritor especializado en la etnografía, viajero y cineasta, el lector podría pensar que se trata de una obra de recopilación de cuentos, leyendas o anécdotas cosechadas durante toda una vida en contacto con los pueblos más rancios de España. Pero no. Pasa por la obra un soplo épico, una grandeza que solamente una experiencia vivida puede desenlazar y ofrecer. En efecto unas confidencias del autor confirman que muchas escenas son trasposiciones de su infancia en un pueblo similar a Herrumbre. Reviven los sonidos, los sabores, los rumores de ese mundo que hoy se desvanecería en el olvido si el autor no lo hubiera conservado en su memoria para nosotros.Hay en la novela El Abandonario unas invenciones lingüísticas que harán las delicias del lector. La riqueza del vocabulario, a veces inventado o inspirado en el lenguaje hablado, de los refranes, de los insultos, de las canciones populares, hace del texto una enciclopedia de la sabiduría del mundo rural, de un universo en desaparición. Existen escenas muy innovadoras en literatura, tal vez por influencia de la técnica cinematográfica, como por ejemplo, cuando se mezclan en el texto todas las conversaciones sobre la plazoleta del pueblo, como un rumor de fondo, donde respira la vida trivial de los habitantes. O cuando se entrecruzan los comentarios de las personas que preparan los pestiños en la cocina, escuchados por el niño desde su alcoba, donde fue recluido para que no incomodara los preparativos. Ese niño de ayer es el autor que escucha hoy las reminiscencias de estas voces de la felicidad simple.El lector francés entrará sin preámbulo en ese mundo mediterráneo ya familiarizado por sus lecturas de las novelas de Marcel Pagnol o Jean Giono. El Abandonario, de Manuel Garrido Palacios, no necesita de reflexiones metafísicas o escatológicas en ese contexto de vigilia mortuoria donde flota el espíritu colectivo resignado tanto a la vida como a la muerte.

© François-Luis Blanc (Francia)

BENITO A. DE LA MORENA

ENTREVISTA CON EL DR. BENITO A. DE LA MORENA
TRAS SU CONFERENCIA 
“UN PASEO POR EL CIELO. UN SEGUNDO EN LA VIDA DEL UNIVERSO”

Por Manuel Garrido Palacios

El nombre de su conferencia trae a la memoria un verso del gran poeta José Manuel de Lara, que habla de “la efímera eternidad de un instante”, y de lo que dice Steven Weinberg en “Los tres primeros minutos del Universo”. Como si el coloquio posterior continuara, me dirijo al Dr. de la Morena, un lujo de científico y de persona, levanto mi mano y hago las preguntas que no hice en el auditorio:
─MGP: Hay una profundidad en el verso, pura percepción del paso del tiempo, y una posible medida del inicio de todo: un instante, tres minutos. Su paseo por el cielo quiere describir un segundo de la vida del Universo. Cada voz da su visión. ¿Son tres caminos que buscan lo mismo?
─B de la M:  Si definimos la poesía como la parte etérea del pensamiento, esa  imaginación que describe lo que aparece en la mente del poeta, entonces me atrevería a decir que la visión de “un segundo en la vida del Universo” es un canto al romanticismo, a lo imposible, una loa al corazón y una sinrazón que le pide a la mente actuar en esa sintonía universal que nos recuerda lo sublime de la “creación”.
─MGP: ¿Qué sabemos de un Universo cuya medida desconocemos?
─B de la M:   Si pretendemos asociar el concepto Humanidad a un aspecto no─físico del ser humano, que es esencial e intrínseco de nuestra especie, dudo que ese vocablo que nos asimila con la naturaleza del género humano, sea una percepción correcta. En mi conferencia he querido resaltar nuestras imperfecciones comparándolas con  lo poco que sabemos de un Universo cuya medida desconocemos, como su origen y el motivo de su creación.
─MGP: Este vacío de medida, origen y motivo parece emparentar con el misterio del sentido de la vida y de la idea de que nos rige algo que tampoco controlamos.
─B de la M:  Dejarlo a la casualidad me parece muy atrevido, hablar de un Ser Superior me acongoja, pero lo acepto desde mi sinrazón. Mi mente no ha llegado a evolucionar tanto como para entenderlo, pero deseo saber y me esfuerzo en ello. Tampoco entiendo los genocidios, el proselitismo, el maltrato de género, la insolidaridad, el exceso de ambición, el comercio de armas, el hambre, las guerras y un largo etcétera con el que parece sintonizar el ser “humano”. Será que mi mente es joven aunque mi cuerpo envejezca.

© B. de la M. · © M.G.P.

MAUREEN GIBBON

MAUREEN GIBBON
ROJO PARÍS
Vaso Roto Ed.

París, 1862. Una joven vestida de harapos conoce a Édouard Manet. El encuentro cambia su vida y el mundo del arte. En esta novela apasionante, la autora reclama la figura de Victorine Meurent y le hace justicia no sólo como musa, amante y modelo de cuadros como Olimpia y Desayuno en la hierba, sino como mujer y artista (expone su obra en el Salón de París) consciente de su propio deseo. Victorine fue un espíritu libre que creció fiel al consejo de Manet: «No busques complacer a la gente, deja que ellos te complazcan a ti».
Según The New York Times Sunday Book Review, «Gibbon da un giro a la relación habitual entre artista y modelo, otorgándole voz al sujeto de la obra de Manet... Al detallar las dificultades que enfrentaron las mujeres de clase obrera en la Francia del siglo XIX, se revela la cantidad de valor y determinación que una pintora como Meurent necesitó para permanecer fiel a su propia visión».
Maureen Gibbon, escritora norteamericana, es autora de Swimming Sweet Arrow (2001), Thief (2010), Rojo París (2016) -novelas- y del poemario en prosa Magdalena (2007), además de relatos, ensayos y reseñas en The New York Times, The Daily Mail, Playboy, Byliner y otros medios.


Odón Betanzos Palacios


Odón Betanzos Palacios
o la integridad del árbol herido

Editor: Gerardo Piña-Rosales
Círculo de escritores y poetas iberoamericanos
de Nueva York

GERARDO PIÑA-ROSALES

GERARDO PIÑA-ROSALES
El secreto de Artemisia y otras historias
Vaso Roto Ediciones

Este libro es una colección de escritos íntimos de honda factura y prosa renovadora. El propio autor dice: “…pálidos reflejos de mi cosmogonía particular, estas fabulaciones ─sueños y visiones deletéreos, crónicas apócrifas, variaciones, viñetas, aguafuertes, retratos, instantáneas, momentos epifánicos y algún que otro desvaído relato─ (perpetradas en la cámara obscura de mi madriguera neoyorkina) aspiran, oh lector, quienquiera que seas, a servirte, nada más y nada menos ─y aunque sólo sea por unas horas─, de lenitivo, bálsamo o consuelo, en este diario morir que mal llamamos vida”

© Gerardo Piña-Rosales
(Fragmento de la introducción llamada Captatio benevolentiae) 

Touches blanches. Touches noires

TOUCHES BLANCHES. TOUCHES NOIRES
(Roman)
Manuel Garrido Palacios
Presentación en Biarritz










(Directora · Editora · Autor ·Traductor)