Revista de Folklore nº 385

Urueña

Editorial
Joaquí­n Dí­az

La ceremonia de la Expiración en la Semana Santa de Linares: realidad y leyenda
Andrés Padilla Cerán

Singularidad y genética del romance de "Rico Franco"
Nicolás Asensio Jiménez

El habla femenina: estereotipos, estudios y expectativas
Ana Marí­a Fernández Poncela
El molino del Soto de Abajo en Bernuy de Porreros
Pascual González Galindo

PARPALACIO nº 75


PARPALACIO nº 75
Urueña

La labor de un museo representa mucho mas de lo que se ve. Sólo un tanto por ciento mí­nimo de todo un trabajo de equipo aparece en las exposiciones permanentes y poco más en las temporales. No se puede valorar un recinto museí­stico sólo por el número de visitantes que recibe,  sino por la oportunidad del mensaje, el alcance del mismo, su adecuada transmisión y sus aportaciones al desarrollo de un deseado cultivo personal.

Editorial (frag.)

Francesco Pesellino









The Anunciation
Francesco Pesellino
(1422-57)
Around 1450-55
Tempera on panel

Alexis Diaz-Pimienta

CUENTO
Alexis Díaz Pimienta

Venía yo en una ruta 23 repleta hasta los bordes. Cinco de la tarde, o cinco y media. Venía soñoliento y cansado, cimbrándome aún en el oído la voz del director. Al principio me molestó que se me estrujara así la guayabera blanca, que me pisaran los mocasines rojos, acabados de estrenar, pero qué remedio. Me dejaba sostener entre un matrimonio de viejos rollizos e inquietos, una muchacha negra y pelirroja, y un tipo alto, de espejuelos, que a ratos me incrustaba el codo en la frente obligándome a mirar hacia otra parte o bajar la cabeza. Baches, frenazos, empujones, permisos, levanta un pie, entra una cadera, baja el brazo, no le mires la teta a la que está justo delante, inclinada y mostrando un pezón oscuro y arrugado. Hay un sopor indescriptible. De pronto, ese proyecto de la..., un baño tibio ahora qué..., no empujen, coño..., el director no sabe si..., qué buena teta..., estos dos viejos gordos..., ese proyecto es una... uff... Estoy candado. Parece que nunca llegará mi parada. Sudo. La viejita se ve que está incómoda, pero dónde carajo meto yo la rodilla. Cierro los ojos para no oír nada, para escaparme. Oiga, oiga, contrólese la mano, mire a ver dónde mete la mano. Es la voz del viejo. Sólo le veo el perfil, sudado y agrio, pero lo sorprendo mirándome de reojo, ladeando la boca para hablarme. Sí, tú mismo, tú mismo, deja tranquilas las manos esas. ¿Decía usted?, dije yo, como si la voz fuera de otro, sorprendido. La viejita lo tomó del brazo, indagando. Qué fue, qué fue. Y dale el viejito con que yo le había metido la mano en el bolsillo. Perdóneme, mi padre, pero usted se equivoca... en la guagua, imagínese... Sí, sí, yo seré viejo pero no comemierda... échese pa'llá, pa'llá, y como única opción de movimiento me lanzó tres culazos. Traté de explicarle: mire, mayor, ¿cómo usted cree que yo...?, discúlpeme, discúlpeme, pero si lo rocé fue sin querer... qué va, qué va... Y sonreí nervioso, mirando a todas partes. Los demás pasajeros, no sé hacia dónde y cómo, se habían replegado, se habían encogido para rozarme lo menos posible y me miraban haciendo cálculos para dar su voto a favor o en contra. Antes de que yo pudiera imaginarlo, ya el viejo había hecho un escándalo de aquello, con improperios de la vieja y miradas de odio. Y la gente comenzaba a hablar de ‘especialistas’, de hombres con los dedos de seda, hay que tener cuidado. Yo sonreía como mejor podía, como si la sonrisa incrédula fuera una buena excusa, sin saber dónde meter la cara en aquel lío tremendo. El tipo grande de los espejuelos se hizo a un lado (el mismo tipo que después haría el cuento en su casa y diría, qué va, ese muchacho no tenía cara de eso, na', na', ese viejo está chocho), se apartó levantando las cejas en un gesto de resignación cómplice y logré alejarme de la espalda rolliza del viejo, que seguía contando cómo están los ladrones, los delincuentes en la calle. Una señora (que después le diría a su esposo, refiriéndose al caso, que al ladrón se conoce en la cara, que fue un abuso de los viejos con aquel muchacho) me preguntó si me quedaba en aquella parada. Mecánicamente le respondí que sí, sin ser mi parada ni un carajo, y ella se apartó mirándome con lástima o recelo. El viejo seguía rumiando su acusación, y yo ardía de fiebre, creo, sudaba frío, sentía un leve temblor en la rodilla. Ya desde la puerta gagueé: Pe-pe-pero, señor... Se me hacía un nudo en la garganta, me dolían los ojos. Sólo me ayudaban algunas miradas de comprensión, de apoyo, alguna voz que oía explicándole al viejo que la guagua estaba llena, llenísima, que ese compañero (es decir, yo)... Pero a mí ya comenzaba a no importarme aquello, a darme más bien risa, tal vez por los nervios, o por la pena, o por lo absurdo que era llegar después (es decir, ahora) y entregarle a mi mujer los ochenta y siete pesos que llevaba el viejo en el bolsillo, y un collar, un reloj y diez pesos que tenía la vieja, pobrecita, en la cartera. ¿Cómo ha ido?, fue la único que dijo ella. Como a todos la primera vez, supongo, fue lo único que dije.
(Este cuento, publicado en Cuarto de Mala Música el 3/23/2014, 05:42:00 am se publicó originalmente en Los visitantes del sábado, Letras cubanas, 1994; ahora forma parte de mi nuevo libro "La guagua y otros cuentos sobre ruedas")

© Alexis Díaz-Pimienta.

Dibujos de Violeta





Consagración  de la  Primavera


Inma Luna

Inma Luna
Las mujeres no tienen que machacar con ajos
su corazón en el mortero
Editorial Baile del Sol

PREGUNTA: Converso con la escritora Inma Luna, que ha publicado “Las mujeres no tienen que machacar con ajos su corazón en el mortero”, título también del primer relato de la obra.
RESPUESTA: La expresión me pareció adecuada para el conjunto. Muchos personajes buscan el modo de escapar de situaciones en las que son infelices, así que intentan que la vida nos les machaque del todo, ni con ajos ni sin ellos. Hay varias mujeres en el libro y creí que era una buena recomendación para todas.
P: Hay quien escribe cuentos para descansar de los largos discursos literarios y quien lo hace porque cree en esa forma.
R: Lo interesante es que se transmita lo que se quiere transmitir. Cualquier género tiene ventajas e inconvenientes; depende de las cualidades del escritor. A mí me gusta escribir relatos cortos porque me permiten aprovechar los primeros impulsos creativos y ver el resultado de inmediato. En la novela el autor maneja ciertas concesiones, pero también corre un peligro de dispersión. Precisamente ahora trabajo en mi primera novela y esa es la mayor dificultad que estoy encontrando, aunque a la vez me deja desarrollar reflexiones más profundas o con un tempo más pausado.
P: Te pones a escribir y lo ves como una catarsis, un tormento, un disfrute, un privilegio, una necesidad.
R. Según el momento. La catarsis quizás sea más terreno de la poesía. Muchos de mis poemas han sido terapéuticos; me he dado cuenta después de haberlos escrito; tengo que agradecer a esos versos que me contaran cosas sobre mí misma que me costaba ver. El tormento y el disfrute se alternan. Si las palabras están más cariñosas, todo fluye y te dejas llevar; si se esconden y las ideas se resisten, es un tormento. El gran privilegio de escribir es la posibilidad de crear, comunicar. Inventar historias tiene algo de magia, dejar nacer a personajes que son fascinantes y sorprendentes incluso para quien los imagina.
P: Se presentó tu obra en el Centro de la Mujer “Rosa Luxemburgo” de Leganés; la expusiste ante los demás para bien o para mal.
R: Lo más interesante en estos casos es la respuesta del público. La gente escucha tus relatos y se siente dentro, sobre todo las mujeres, que se acercan y te cuentan las historias que viven y sufren y que necesitan expresar. Esto me emociona y me crea responsabilidad. Por eso muchos personajes de los relatos son de carne y hueso.
P: Dante Medina escribe sobre tu libro "Los amores extraños, los incomprensibles (¿hay de otros?), la ternura sórdida y la desesperanza, la simulación y la mentira para sobrevivir a corazón abierto, la fantasía como refugio y escondite, el vómito psicoanalítico, el amor desmedido que acaba en un abrazo fúnebre, el panteón en que se ama en la miserable ciudad”.
R. Sus palabras son un regalo. Le pedí el Prólogo porque me parecía interesante la lectura que podía hacer un hombre con una visión de la vida tan diferente a la mía. Percibió la mayoría de los matices de las historias y los describió con acierto. Le puso todo su cariño.
P: Sigue Medina: “El sabor del cuerpo, la identidad perdida y buscada, y el recorrido por el interior femenino como si se tratara (¡que sí!) de un campo minado de cicatrices, contradicciones, entumecimientos, monotonías, desilusiones, en un laberinto donde todos los senderos conducen a la palabra "escape", una forma de muerte o la muerte misma: sopa de a diario, menú único. Y detrás de todo, una clave a la que nos conduce el olor que permite llegar al sabor: el hogar: : casa, familia, amor, fuego, fogón: alimento". ¿Qué dice la autora de este análisis?
R. Leído de golpe podría parecer un menú empachoso, pero todo forma parte de la vida y de las historias que cuento. Los sabores están presentes y los personajes buscan su camino, dejan a la vista sus debilidades, sus contradicciones, sus anhelos. A veces son más valientes y se atreven a dar el salto. Es un libro con mucha cocina, con aromas que trufan las acciones, con comida como sustituta de afectos que no se encuentran, como forma de acercamiento. Mi intención es que los lectores encuentren en los cuentos estos aromas y sientan los impulsos vitales de los personajes, que van desde lo ingenuo a lo despiadado; todos capaces de despertar ternura.

© Manuel Garrido Palacios

Alfonso Brezmes



Alfonso Brezmes
‘Alguna vez en ninguna parte’
Exposición . 26 marzo 2014 . 8 tarde
Galería Blanca Berlín
Calle Limón, 28. Madrid
www.blancaberlingaleria.com

Martín Rowson

Martín Rowson
Vida y opiniones de Tristram Shandy, caballero
Trad, J. Gabriel López Guix
Editorial Impedimenta

¿Me cuentas otro cuento?




Acostumbrados, sin remedio, a caminar por espacios de entrevistas de trabajo, cursos, cursillos, sermones, charlas, disertaciones o reuniones laborales, un día recibes el encargo más difícil: Contar un cuento a un grupo de niños.
Entre el frenético sonido de dedos tecleando y conversaciones telefónicas que manejan fechas límite y gestionan proyectos, la mente empieza a soltar amarras y nota que le van llegando ecos de Nunca Jamás: Bombardeos de piratas, tribus de indios, risas de sirenas, diminutas luces tintineantes…
Y de repente, alguien, “al otro lado”, reclama tu atención. Te reprocha estar en una nube y caes en picado. Retomas la rutina, el estrés y la pose madura, mientras te preguntas si aún te quedará algún retazo de esa “nube” para poder conectar con el nuevo público asignado.
La palabra infancia emana frescura, sinceridad. Los niños son mentes abiertas, sin filtros. Si no logras captar su atención, te abandonan en medio de tu discurso, bostezan o preguntan, sin contemplaciones, si falta mucho para acabar. En contraste, en el mundo de los adultos, cada cual aguanta la vela según sus cánones de convivencia, procurando la condescendencia o simulando el interés.
Un conferenciante no suele invadir la intimidad de los asistentes; los mantiene enfrente sin necesidad de invitarles a completar su plática. Lo lleva todo preparado. Ruegos y preguntas al final. Sin embargo, en la escuela, decenas de deditos se alzan constantemente pidiendo la palabra, queriendo contar las experiencias propias y respondiendo absolutamente a todo, sin miedo a errar. Los mayores nos hemos vuelto reservados. Se nos fue buena parte de la espontaneidad. No nos gustan las preguntas directas, nos sentimos más cómodos de oyentes en la penumbra del patio de butacas y preferimos contestar cuando tenemos una alta probabilidad de acierto. Si al subir al estrado un disertador tropieza, los asistentes intentarán socorrerlo y aliviarlo del posible ridículo. Los niños lo solucionan con risas. ¿No se nos han perdido cosas por el camino?
Volviendo al encargo de contar un cuento, ya que el trabajo es lo que suele ocupar más horas del quehacer diario, precisaría entonces de hacerle a los niños un hueco en la agenda y -¿por qué no?- considerar la tarea parte de mis ocupaciones de adulto.
Por eso, para hacerlo lo mejor posible, me preparé a conciencia: dediqué tiempo a elegir el tema más adecuado, el tono y el ritmo de la narración, la selección de palabras que lo hicieran más entendible e incluso ensayé y calculé la duración. No quería cansar a mi auditorio.
Encontré registros de sonidos que podrían darle más ambientación a ciertos pasajes del relato y los añadí al repertorio.
Cuando casi lo tenía todo dispuesto, me permití el lujo de construir unas sencillas marionetas para ilustrarlo con toda la precisión posible. Rompí con la rutina, rememoré mi infancia y, sinceramente, me divertí.
Y llegó el día. Nunca vi un público tan entregado, tan concentrado en mis palabras, tan analítico y tan participativo. No me quedo tanto con el ‘si salió bien o mal’, pero sí con algo maravilloso que me dejó sin palabras: Cuando empezó a despejarse la sala, una mano diminuta tocó mi espalda y me dijo: ‘¿Me cuentas otro cuento?’.

© Selene Garrido Guil
Imagen: Los primeros pasos. G. Neale. Walker Art Gallery. Liverpool

Baltasar del Alcázar

Baltasar del Alcázar (1530-1606)
Obra Poética
© Foto mgp

Persuasoria de Mundo a una dama
Usa en tu comida y cena
pollas roncas, perdigones,
gazapillos y jamones
de los montes de Aracena.

José Manuel de Lara



VESTIGIOS
José Manuel de Lara
Huelva 2014


(pág. 272)

MEDIA VIDA

Media vida buscándote en silencio
por veredas y atajos y caminos.
Media vida esperando que llegara
la imposible presencia que no vino.

Lunes y martes, miércoles y jueves,
y viernes y sábados y domingos,
mañanas, tardes, noches, madrugadas,
semanas, años, décadas y siglos ...

y ahora que ya el tiempo va alejándose
y anochece en los versos que te escribo,
me da miedo pensar que te encontrabas
sentada justamente al Iado mío.

© José Manuel de Lara

Enrique Dupuy / Pedro de Novo





Enrique Dupuy de Lôme y Pedro de Novo
Confines  de la provincia de Huelva
con el Alemtejo en Portugal
Boletín Instituto Geológico de España
(t. XLIII, III, 3ª serie) Madrid 1923





...terminadas nuestras investigaciones en Portugal, casi desprovistos de fósiles, y, por lo tanto, sin niveles fijos que nos sirviesen de guía segura para cotejar las formaciones a un lado y otro de la frontera, modificamos nuestro plan primitivo de pasar a España siguiendo los niveles fosilíferos, y emprendimos una tarea mucho más penosa, cual era reconocer detenidamente en Huelva la formación paleozoica desde el macizo arcaico del Norte hasta el carbonífero. Algo facilitó nuestra empresa la disposición del suelo, que se compone de una serie de colinas achatadas, separadas por valles arrumbados al NE., este o SE., según la dirección de las capas paleozoicas, que determinan la red fluvial secundaria de la comarca, y cortada por otros valles transversales (más bien collados) de menor importancia. En este pais montuoso es poco espeso el manto de tierra vegetal y con mucha frecuencia deja al descubierto la roca viva, lo que facilita mucho las observaciones. En vista de tales circunstancias adoptamos el método de dar varios cortes transversales, casi de norte a sur, o sea normalmente a las capas, buscando entre éstas los niveles de nereites y acaso alguna inclusión de las calizas con fósiles devonianos. [...] Desde el borde meridional de este macizo los varios cortes que seguimos nos mostraron que hasta la zona del carbonífero, que se extiende ya casi sin interrupción desde El Granado y El Almendro hacia el sur, el suelo se compone de capas de pizarras lustrosas, grauvacas y pizarras arcillosas que suelen buzar al norte, y que de norte a sur se arrumban sucesivamente al NE., al este, al SE. y acaso al sur como si las capas de la zona portuguesa de S. Domingos se desplegasen en haz al penetrar en España.

© Los autores.

Ernesto Cardenal

VERSOS del PLURIVERSO
Ernesto Cardenal

SALMO 1
Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido
ni asiste a sus mítines
ni se sienta en la mesa con los gangsters
ni con los generales en el Consejo de Guerra.
Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano
ni delata a su compañero de colegio.
Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales
ni escucha sus radios
ni cree en sus slogans
Será como un árbol plantado junto a una fuente. 

El poeta estuvo en Huelva, visitó a quien quiso, leyó versos en una librería, habló de lo divinamente humano, o al revés, del Uni-verso (un verso) y del Pluri-verso (su obra) (ya plagiado el título por algún aficionado a estas cosas), lo escucharon unos cuantos y se fue de vuelta a Nicaragua: “Todo en el universo gira. ¿Y el universo gira también? ¿Y gira en torno a quién?” No sólo dejó su palabra en el aire salobre de los cabezos, sino escrita en unos libros a la mano de todos: “Esfera es el deseo de un ser de ser lo más pequeño y simple que pueda ser” Ahí está su obra para quien quiera compartir con él que “Nuestro ciclo es el de las estrellas. Con la creación comenzó la expansión. Y tiritan azules los astros a lo lejos”. Me conmovió la noche de la lectura (quince asistentes): fue la atmósfera creada con su presencia: “Cada vez más inadecuado pensar como individuos”. Aquello era el libro sobre el libro, el gusto y el regusto, el pararse a escuchar una voz sin más bandería que la de los versos: “Todo se interpreta con todo”. Era su verbo sólido, tallado, en paz consigo, en guerra permanente con las circunstancias. Era el proyecto de un joven talludo nimbado de blanco de querer conocerlo todo y reconocerse en ello: “Materia viva y no viva son lo mismo”. Era apartar a cada momento la paja del grano para llegar a los centros de las cosas: “Si el espacio-tiempo se viera tendría forma de espuma”. Era una lección improvisada para un puñado de personas atentas, que no pretendían salir en la foto para enseñar mañana. “Mira, aquí está Ernesto Cardenal conmigo”. Era, fue, lo será en la memoria silenciosa un acto emocionantemente simple, pura sensación, curso acelerado de muchas disciplinas, fruto de un respeto imponente a la experiencia de una vida, cuya expresión brota en la poesía desnuda, más que nunca desnuda: “Cuando no tengas respuesta, mira las estrellas”.
Su voz no le venía del hoy agotador de tanto viaje, sino del ayer recio cuya esencia lo acompaña como pícaro destrón: “Solentiname. Suelo constelado de luciérnagas y cielo con millones de reacciones nucleares. Alcé una semillita de zacate. De zacate pará que cubre todo el postrero y entendí que el tamaño no es importante”. Su mirada interior estaba situada a la justa distancia para que el árbol no le impidiera ver el bosque, y él entraba y salía del bosque, y llevaba y traía al leve auditorio al bosque y la librería era un hermoso bosque de libros, de palabras, de ideas, de saber que “Todo está conectado con todo”. Una luminosa noche de Poesía con mayúscula: “Entropía es el tiempo que se va y no vuelve nunca para atrás. Las curvas exponenciales de sus cuerpos: todas las muchachas que yo amé se las llevó la entropía. Cada encuentro de dos unifica el universo”. Lo expresé allí: me gusta esto, me emociona que hayamos vivido esto, me parece que lo que hay que hacer es esto, un ‘esto’ mágico más allá de la palabrería y la vaciedad que nos inunda como el peor de los sunamis. Un ‘esto’ que subraya lo que dice el poeta: “Todo lo posible es real en algún sitio”.

© Manuel Garrido Palacios

Revista de Folklore nº 384






Revista de Folklore nº 384
Urueña. Valladolid
Director: Joaquín Diaz




Sumario:


Editorial
Joaquín Díaz

El linaje de Roberto: diablos e imaginería festiva de fuego en la isla de La Palma (Canarias)
Manuel Poggio Capote y Belén Lorenzo Francisco

Fuentes bibliográficas para el estudio de la Música de Moros y Cristianos
Ana María Botella Nicolás

Diccionario de motivos amatorios en la literatura latina (Siglos III a.C. – II d.C.)
Manuel Garrido Palacios

Las caballerías en la etnomedicina española: remedios y simbolismos asociados
José Ramón Vallejo y José Antonio González

Abelardo Rodríguez

MARADENTRO
Abelardo Rodríguez

La palabra "Follecer" la sacó a oreo Abelardo Rodríguez en un texto de aquel memorable Columnario con el que nos deleitó durante un tiempo en la prensa. No sé por qué se fue de Huelva, a la que tanto amaba. Dicen los que lo saben que por una niebla blanda y anodina que hizo irrespirable la esencia: «voces del rumor libre». Lo seguro es que cuando regresaba traía un nuevo libro en las manos, fruto de la soledad, que tanto fortalece las facultades del alma. Venía como padre con el recién nacido en los brazos para mostrarlo a todos: Añilaire, Rala duna, Océano, Siderea Alife, Zinámbaro, Marismaire, Slachss, Esfera… Los santos, los grandes hombres y los poetas (como él) han comprendido lo de la soledad maravillosamente y es por lo que su naturaleza les ha llevado siempre a buscar a deshoras otros pagos, otras islas, a sabiendas de que el talento crece cuando el árbol no impide ver el bosque: «Siempre solo cruza la marisma cuando las luces son tenues, con su constante gaviota sobre un hombro, en dirección al poniente». El poeta nos miraba desde «la torre de vigía donde ya sólo anidan la soledad y la ternura, donde criaturas desconocidas se han ido refugiando en el espacio eterno, siendo aceptadas, incluso amadas, donde moran ángeles con sus concretos nombres y sus misiones»
Abelardo Rodríguez estará siempre presente con sus versos en Punta Umbría, lugar donde exprimió su porción de felicidad, donde sus cenizas fueron luciérnagas mustias cayendo a la hondura del mar un ayer mismo, cuando «las estrellas lloraron luz de luna, la más pálida y dorada de las luces»
El tiempo y la fuerza de su palabra serán las que marquen un tope al eco de su obra, pero cabe adelantar que Abelardo fue un poeta cuyos versos no se nutrieron sólo de un torrente de palabras, inventadas o por inventar, como este «Follecer»: morir en pleno éxtasis amatorio, o como dijo aquel: «En mitad del acto institucional». Sus versos se nutrieron también de sombras, de silencios y de compartir un par de tintos con chochos con sus amigos. Enemigos no tuvo. Nadie alcanzó ese rango porque todos carecieron de rango suficiente para serlo, aunque lo intentaron «los hacedores de ruidos, diseñadores de tormentas, grises transparentes, taciturnos, lánguidos, largos, serafines en corro –siempre en corro– bucinando el himno de la gloria, gordos de esféricos carrillos, en pose de ciclistas de la nada. Siempre en corro…»
Decía de Abelardo poeta, o editor, o pintor o tan gente entera que su perfil le falta al paisaje marco: «Lecho de lirios de duna». Ausente de resbalones por los pasillos de la mediocridad, Abelardo, «el Angelardo de Umbría» fue lo que quiso ser: poeta; un claro y reconocido poeta, que parece poco, pero hay que llegar a serlo. Su figura daba el tono de esos tipos singulares que uno se topa por la vida, no sacados con troquel de comités de sabios adocenados alrededor del pesebre, sino de los forjados a sí mismos en el viejo rito artesanal de crear piezas únicas, «gestándose en finas láminas». Es cierto que todos somos singulares. Tan cierto como que unos más que otros.

© Manuel Garrido Palacios.


Héctor Garrido


Héctor Garrido
CUBA ILUMINADA
Fotografías

Sala de la Diversidad
La Habana. Cuba 

www.hectorgarrido.com
www.cubailuminada.blogspot.com
Enlace sobre Cuba iluminada en Telediario
 (tve, 2  enero 2014, 21h., min. 54)

http://www.rtve.es/alacarta/videos/telediario/telediario-21-horas-02-01-14/2277850/

Georges Pacheco

Georges Pacheco
Lisboa: Alfama 1999
Fotógrafos portugueses
© Edições 19 abril

Paula Oudman

Paula Oudman
Porto, 1992
Fotógrafos portugueses
© Edições 19 abril

Poesía española en Portugal






Joaquín, del Bar Trindade, Monte Gordo (Algarve), donde nacieron en 1990 los encuentros de poetas lusos y españoles en lo que se conoció como 
PALABRAS SIN FRONTERAS


Por entonces le pedí permiso a Joaquín para hacer en su establecimiento de Monte Gordo, Café Trindade (hoy se llama Océano) en el Algarve, una reunión de poetas de España y Portugal, algo así como practicar por un rato, a ver lo que daba de sí, lo que podríamos llamar poesía sin fronteras. No sólo ofreció el local, sino que dispuso una vitrina en la que colocó los libros publicados por los asistentes. Bien visto, siempre hubo buena convivencia entre el licor y los versos. En la imagen aparece con una obra de José Manuel de Lara y al fondo pueden verse las de otros autores... Stabile, Drago, Abelardo, Virella… por la parte española, y Lolita Ramirez y varios nombres más por la portuguesa. Siento no haber tomado nota de aquellas catorce personas que fueron a leer sus poemas tan generosamente. Ahí podía haber quedado todo, pero la reunión dio pie a que la Fundación Juan Ramón Jiménez, de Moguer, por entonces dirigida por Luis de la Prada, tomara el ritmo iniciado convocando unos meses después el segundo encuentro de poetas de España y Portugal, al que siguieron los de Faro, Ayamonte, Tavira, Sanlúcar de Guadiana, Alcoutín, etc., hasta convertirse el evento en cita semestral de poetas con su colofón de música incluido. Un disfrute para los sentidos. Hoy siguen haciéndose estos encuentros y han surgido intercambios de libros, publicaciones en revistas, traducciones y todo lo que trae consigo la palabra, siempre mágica, en ambos idiomas. Pero ahí empezó todo. 

© Manuel Garrido Palacios