Félix Grande · Libro de Familia


LIBRO DE FAMILIA
Félix Grande
Colección Palabra de Honor
Visor Libros
Madrid 2011
  
Félix Grande es poeta cuando habla y cuando calla. Las veces que he asistido a sus decires en este o en aquel foro -Madrid, Trigueros, Granada, Sevilla…- parecían sus elocuentes silencios pausas para digerir cuanto bueno había dicho y preparación para lo que quedaba por decir.
La última vez fue en la Casa Colón de Huelva, presentado por un malagueño brillante, José García Pérez, y me dolió la sed del poeta cuando preguntó desde el estrado: ‘¿No habría por ahí un poco de agua?, tengo la garganta seca’. Esta vez, 'agua sin peces ni barro, agua, agua, agua agua'. Pasó esto nada más empezar, cosa que al público ya le sonó a verso. Pero no había agua para el poeta y hubo que buscarla primero en los lavabos, donde no se encontró un vaso, y después en un bar cercano. No mermó el interés del público (por cierto, 4 personas) por esta circunstancia ‘tan natural, por lo visto, en los actos culturales’, sino que se acrecentó por escuchar lo que el poeta dijo después de beber:

‘tu agua lujosa lleva bajo el ala
el vuelo popular de la corrala’

Nada desentonó con la sed porque se acordó de Alosno, pueblo cantado y cantaor por excelencia, al que tanto quiere el poeta, donde reza un fandango:

Dame agua de tu noria,
que vengo muerto de sed; 
Jesucristo, por beber,
le dio a una mujer la gloria;
yo te daré mi querer.

Aquella noche, Félix no quería cantar sus versos, sino decir el motivo por el cual traía seco el paladar, que no era otro sino que a Francisca Aguirre, con quien se casó dos veces, le acababan de conceder el Premio Nacional de Poesía. Sed. Sed tenía el público de la sala de escucharlo, pero él sólo quería hablar de Paca y de las circunstancias que marcaron su vida desde la guerra civil. Sólo al final habló brevemente de esta obra propia recién horneada: ‘Libro de Familia’, de cuyas páginas entresacó algunos poemas para, de inmediato, retomar la copla que le copaba el sentimiento. 

Este fauno verbal mete la boca
entre los muslos de las sílabas
y ahí las tienes a las palabras:
húmedas. Vivas. ¡Qué te parece!

Félix hubiera sido cantaor, y lo es, o guitarrista, y lo es, pero en el momento de decir ‘este es mi sitio’, escogió ser poeta, o la poesía lo escogió a él para estar presente y humedecer de emoción tanta sequedad, tanta atonía, tanto destemple, porque él conoce

...el lenguaje, el universal,
el susurro de Dios, el alba
del mundo, el abogado santo
de la humillación y la pena.
Félix recitó:
[La mujer de mi vida
Duerme lucha en la cama a tos partida, contra
su catarro septuagenario.
Amor mío cúrate cúrame.
Tu tos brama en el cráter de mi miedo.
Oh cráter de mi culpa.
¿En qué barranco de mi infancia
rodeé de perros tu inocencia, todos
rabiosos? Ah tus pulmones: mira
cómo señalan con su dedo neumónico hacia
mi pasado materno. Y ahora qué
con esa tos, esa tos juez, esa ventana irreparable
tan abierta como mis ojos, tan cerrada
como este nudo de perdón en la mitad del cuello?]

El poeta se interna en el túnel del origen y ya nadie es quién para jugar con fechas ni datos de costumbre. Su biografía se resume en que nace al crear su primer poema, crece con el eco y no muere nunca porque la estela lo lleva a los confines del túnel cabalgando sobre sus palabras. La sed de Félix frente a los que lo escuchábamos se convirtió en sed de abrir este bello libro a ver de qué verbo estaba hecho, quizás de ‘soplos de materia y secretos de evidencia cósmica’.

© Manuel Garrido Palacios
En la imagen: Félix Grande, Garrido Palacios y Domingo Prieto.