LOUVRE

LOVRE

En el patio central del gran complejo, allí donde casi se tocan ambas pirámides como estalactitas y estalagmitas de nuestro tiempo, había una veintena de pianos rodeando la luz cenital que lo iluminaba todo. Cualquiera que se acercara, sin filtros de edad, procedencia o facultades para hacerlo, podía tocar cuanto quisiera y como le permitieran sus fuerzas, su saber. Incluso si dos coincidían en el mismo piano, uno o una interpretaba o desinterpretaba en los registros graves y una o uno en los agudos; no vi que se diera el caso de tres pianistas en el mismo instrumento. Y en ese estado sonoro, nunca caos, más bien nuevo cosmos, podían escucharse ruidos, ecos, sugerencias, insinuaciones de obras de Beethoven, Bach, Mozart, McCartney o Rolling Stone en su fecunda insatisfacción, todo mezclado, todo a la vez. Era el ir de un pianista cansado y el venir de otro ávido. Bastaba poner las manos sobre las teclas para que la magia se manifestara en el templo del Arte, que eso es el Museo del Louvre.
© Manuel Garrido Palacios

Juan Rulfo / Arturo Azuela / La Rábida

Juan Rulfo y Arturo Azuela en La Rábida

Se cumple el centenario de la presencia de Juan Rulfo en este patio de vecinos llamado mundo, o Mundo, o MUNDO, según cada cual. A mediados de los 80, Juan Rulfo estuvo en La Rábida con Arturo Azuela, escritor que nos dejó en 2012. Poco antes tuve ocasión de hablar con él sobre Rulfo. Grabé sus palabras y las traigo aquí en memoria de estos dos gigantes de la Literatura. Aunque se citan obras hoy ya publicadas, en ciernes por entonces, he respetado el texto, como si en vez de dar lo que se dijo, mostrara una fotografía sonora. Precisamente.

CONVERSACIONES EN LA RÁBIDA

Entre clase y clase del Curso de Literatura en la Universidad Internacional de Andalucía, sede de La Rábida, junto a Arturo Azuela, viene bien el café y la palabra distendida. Entre los diversos ángulos desde los que se ha estudiado la obra de Juan Rulfo, vale un paseo hasta el Monasterio, un escuchar los cucos por la tarde, un preguntar, un responder. Un platicar de dos viejos amigos.
Manuel Garrido Palacios: Venir a España para ti es como volver a casa...
Arturo Azuela: ...a los orígenes, a las raíces, a la recuperación de una identidad; ese vacío que se tiene a veces, viene uno a llenarlo, a revivirlo, a resucitarlo. Ya ves, vine a La Rábida, en el 61 o 62, siendo estudiante en París. Luego volví en el 78 o el 79 al Festival de Cine y mientras pueda…
MGP: Viniste a España en esos años con Juan Rulfo.
AZ: Fue la primera vez que viajamos juntos por Madrid, Canarias...
MGP: ¿Al Congreso de Escritores en Lengua Española?.
AZ: En efecto, y tengo viva la presencia de Juan Rulfo, muy lacónico, muy serio, muy callado, pero al mismo tiempo, muy amigo, leal y buen viajero. Años después ya vinimos a La Rábida.
MGP:   Sería por el año 83, 84...
AZ: Sí, un par de años antes de su muerte.
MGP: Al escuchar hablar ahora a las voces del sur, ¿qué diferencias notas en cuanto a giros, fraseo, palabras nuevas...? ¿Qué hay de extraño y qué hay de propio?
AZ: Todo me suena familiar pero siempre encuentro novedades, porque el lenguaje en esta zona es rico, está en movimiento, en una especie de renovación, de invención. El andaluz de Huelva, Sevilla, Cádiz suma al habla cotidiana como una carga poética. ¡Qué grandes poetas ha habido aquí de dimensión universal... Cernuda, Prados, hasta llegar a esa cumbre que es Juan Ramón. ¡Qué maravilla ir a Moguer y ver sus expresiones poéticas en los muros!
MGP: De la belleza del idioma bien manejado, bien dicho, bien usado, surge la cuestión de si una lengua hace una nación.
AZ: La lengua puede ser una base, pero no es el único vínculo. Ya sabes que hay aspectos históricos, etnográficos, que tanto te gustan... hasta gastronómicos, festividades patrióticas, religiosas...
MGP: Toda esa complejidad se amasa y puede acercarse al concepto, pero el lenguaje, sin duda, es fundamental. Pienso que el enriquecimiento mutuo ha sido grande, como un milagro cultural. Es más, creo que España hubiera sido más pobre de no haber existido una aventura llamada Descubrimiento.
AZ: Ya ves, ¡quién lo dijera!. Colón, que fue rechazado por la corona portuguesa y aceptado por los Reyes Católicos, aun fue a dar aire al idioma español. ¿Que hubiera sido del idioma portugués?.
MGP: Preguntémonos, inventemos un poco si Colón hubiera sido llamado por los portugueses y no por los españoles.
AZ: Claro. Entonces ahí hay una grandeza de concepción, de ideas, y hay que ver cómo el idioma español fue caminando, caminando...
MGP: Nunca fue impuesto.
AZ: Nunca. Los misioneros, a través de los diccionarios, o de los índices de los glosarios querían que los indígenas aprendieran la religión... Pero, es verdad, no fue impuesto. Con los siglos, el español fue tomando su camino y en las independencias, ya en el siglo XIX, domina esa región maravillosa.
MGP: El idioma que fue hacia allá en un tiempo se nos devuelve desde entonces enriquecido con las obras de la gran oleada de escritores que surgen...
AZ: Exacto. En cada país de América se van dando enriquecimientos muy distintos, tonos, ritmos, la respiración del lenguaje...
MGP: He notado en los viajes, en las lecturas, que palabras que aquí están en desuso, entre otras cosas, por la agresión de otros idiomas, allí permanecen pujantes, frescas.
AZ: Es verdad. Hay arcaísmos que para nosotros son una presencia viva. Esta influencia, fruto del acarreo de uno a otro continente, es importantísima. Cada país tiene su diversidad, pero mantenemos una unidad lingüística formidable.
MGP: Si vamos a la última novela que he leído tuya, se me ocurre preguntarte si el Infierno tiene tamaño, si se puede medir algo así.
AZ: Yo creo que nunca termina uno de medir el tamaño del Infierno, o sea, que tiene sus meandros infinitos.
MGP:   ¿Y qué hace un matemático como Azuela en el Infierno?
AZ: Va destruyendo esa problemática de la continuidad, esa armonía que puedes encontrar en ciertas estructuras matemáticas; de pronto en el Infierno se rompe esa armonía y viene un caos espléndido donde se busca la salvación también. Se sale del Infierno hacia el Paraíso.
MGP:   Caos que es una catarsis más.
AZ: Una limpieza más.
MGP: En estos días hablaste de una novela nueva…
AZ: Ahorita la terminé; y tiene que ver con toda esta región del sur; surgió a raíz de la invitación que tuve en Lisboa. Me pidieron un cuento, una narración marítima y un trabajo sobre los navegantes portugueses. Poco a poco me fui replanteando la unidad de estos dos textos y ahora ya está la novela. Su nombre, Extravíos y maravillas, donde se describe la zona de las Columnas de Hércules, Lisboa y las grandes rutas de los navegantes portugueses... el mar está presente en todas sus páginas...
MGP: Cosa curiosa si se ve que vienes de tierra adentro.
AZ: Sí, pero el mar ha sido siempre lo otro, la gran incógnita.
MGP:   ¿Por qué extravío?
AZ: La novela tiene muchos elementos de los siglos XVI y XVII; extravío, porque es un salirse de la ruta, perderse.
MGP:   ¿Y maravilla?
AZ: Por el asombro, por lo insólito...
MGP: Ha sido una semana intensa en la Universidad. Leer, escribir. Un placer para los sentidos.
AZ: Y hablar en este paisaje, un auténtico placer. Un privilegio.


© Arturo Azuela / M. Garrido Palacios