L'ABANDONNOIR

L'ABANDONNOIR
Manuel Garrido Palacios
Traduc. al francés: Isabelle Toledo
Edit, L’HARMATTAN. Paris

Novela de Manuel Garrido Palacios construida como las antiguas tragedias griegas. En vez del carro sobre el cual el primer dramaturgo declamaba la historia de los héroes míticos para concurrir al premio representado por un bode (tragos), estamos en presencia de un muerto en su ataúd durante la vigilia que le hace el último vecino, mudo de soledad, en un pueblo perdido. En su soliloquio, el muerto hace desfilar a todos los habitantes que hubo en dicho pueblo con las anécdotas cotidianas, las intrigas, amores, odios y alegrías posibles de un lugar extinguido. La simplicidad brutal de los eventos, la unidad de tiempo y de espacio, las voces de los muertos que suben como un coro, parecen los elementos de una tragedia mediterránea que bien podría ser de Esquilo. Igual que en la vida, se reflejan también los momentos crueles o divertidos, las escenas burlescas, el humor corrosivo, la amargura, la pobreza y el hambre conocidos por tantas criaturas de la posguerra civil española. Ese pueblo escondido, llamado Herrumbre, es un microcosmos pero abarca toda la vida y la vida de todos nosotros. Conociendo el pasado del autor, escritor especializado en la etnografía, viajero y cineasta, el lector podría pensar que se trata de una obra de recopilación de cuentos, leyendas o anécdotas cosechadas durante toda una vida en contacto con los pueblos más rancios de España. Pero no. Pasa por la obra un soplo épico, una grandeza que solamente una experiencia vivida puede desenlazar y ofrecer. En efecto unas confidencias del autor confirman que muchas escenas son trasposiciones de su infancia en un pueblo similar a Herrumbre. Reviven los sonidos, los sabores, los rumores de ese mundo que hoy se desvanecería en el olvido si el autor no lo hubiera conservado en su memoria para nosotros.Hay en la novela El Abandonario unas invenciones lingüísticas que harán las delicias del lector. La riqueza del vocabulario, a veces inventado o inspirado en el lenguaje hablado, de los refranes, de los insultos, de las canciones populares, hace del texto una enciclopedia de la sabiduría del mundo rural, de un universo en desaparición. Existen escenas muy innovadoras en literatura, tal vez por influencia de la técnica cinematográfica, como por ejemplo, cuando se mezclan en el texto todas las conversaciones sobre la plazoleta del pueblo, como un rumor de fondo, donde respira la vida trivial de los habitantes. O cuando se entrecruzan los comentarios de las personas que preparan los pestiños en la cocina, escuchados por el niño desde su alcoba, donde fue recluido para que no incomodara los preparativos. Ese niño de ayer es el autor que escucha hoy las reminiscencias de estas voces de la felicidad simple.El lector francés entrará sin preámbulo en ese mundo mediterráneo ya familiarizado por sus lecturas de las novelas de Marcel Pagnol o Jean Giono. El Abandonario, de Manuel Garrido Palacios, no necesita de reflexiones metafísicas o escatológicas en ese contexto de vigilia mortuoria donde flota el espíritu colectivo resignado tanto a la vida como a la muerte.

© François-Luis Blanc (Francia)