VENECIA

Vista de Venecia 
(A. Danti)
Galería de las cartas
Ciudad del Vaticano. Roma

La primera vez que vi Venecia fue en París. Fui a la sede de la Unesco a visionar material filmado para ilustrar un documental acerca del, por entonces, director, Mr. Baw, y sobre el progresivo hundimiento de la ciudad de los canales y, ya metido en harina de la espléndida filmoteca que posee la institución, gasté todo mi tiempo en escudriñarla bien. Entre lo adquirido que me traje a España repicado estaban las tristes escenas del exilio republicano por la frontera francesa, secuencias inéditas de Valentín González, El Campesino, en plena actividad en el frente, las mismas que después incluí en su película biográfica, y, sin pretender meterlo todo en el mismo saco, pero que también sumé al lote, un hermoso reportaje de la R.A.I. de la visita que hizo Paul McCartney a Venecia cuando fue a dar un concierto con su grupo Wings: alas con las que parecía distanciarse de The Beatles para remontar el vuelo a solas. 
Pero lo que me quedó de aquel día parisino después de manejar miles de fotogramas fue mi deseo, vehemencia, prisa por ir a la Venecia tierra/agua que había disfrutado en la sala de edición. Y fui. Al día siguiente tenía que regresar a Madrid y lo que hice fue cambiar el billete y presentarme en la plaza de San Marcos como quien no puede más. Desde entonces no he dejado de ir para descubrirme todo eso que, con marea alta o baja, deambulando por los pasillos de madera o calzando botas hasta las rodillas, sería inútil de intentar contar. Venecia no se cuenta. Se vive. Mi entusiasmo se desbordó cuando hice un trabajo sobre la ciudad y tuve que permanecer en ella más tiempo del previsto. 
Hoy regreso a sus calles sin más bártulos que mi cámara, mi libreta y mi lápiz. Anoche dormí en la orilla continental por embarcar en el primer vapor de la mañana y adentrarme en esa calima que flota sobre el muelle al pie del Puente de los Suspiros, que hace que creas que aún duermes por el sueño en el que te ves envuelto. 
Se sabe que Venecia es un archipiélago de ciento y pico de islas y que puedes recorrer en el vaporetto interno después del largo paseo por las fachadas de sus palacios. Antonio Vivaldi está presente en elegantes cartelones beiges y rojos que anuncian los Conciertos de Violoncello y los de Violín, aparte de otros sones que te retrotraen en el tiempo. Y previo a toda música, la campanella de la gran torre y su tañido, los bronces de la Catedral con los suyos y el corazón, que acelera los propios ante tanta emoción reunida en un solo marco.
En Venecia me viene a la mente lo que dijo el gran poeta de Denia, Manuel Vicent: «La Eternidad puede esperar un poco».

© Manuel Garrido Palacios

Leonardo da Vinci en el paro







LEONARDO DA VINCI
(posiblemente estaría en el paro)







“¿Sería Leonardo da Vinci un buen candidato según las pautas actuales de los reclutadores? 

Después de leer varios artículos escritos por técnicos de Recursos Humanos y reclutadores, termino con la impresión de que el nivel de exigencia en los curriculum vitae aumenta proporcionalmente conforme disminuyen las posibilidades de encontrar un trabajo. Hablo del momento actual, hablo de España.
Por una parte aconsejan organizar el CV, resaltar cualidades y lograr diferenciarlo de la inmensidad de similares. Una vez generado el contenido, nos sugieren darle el valor añadido del diseño: “ha de ser atractivo”. Atractivo como se sabe, es un concepto cargado de subjetividad, por lo que cabe cuestionarse si contará para el reclutador que el diseño sea propio, generado una aplicación automática o por algún buen amigo.
Dejando abierta la cuestión, quería centrarme en el paso previo a la ansiada llamada de teléfono para la entrevista, es decir, en el proceso de selección donde un CV es considerado candidato o es descartado directamente.
Leo la siguiente declaración de un técnico de selección: "Si en los últimos 4 años has estado enfocado en otro tipo de trabajo, eso me indica que has cambiado tus preferencias y que seguramente no tendrás, al 100%, las competencias requeridas". 
Y me pregunto: con el estrecho margen que dan las dos carillas de un folio, ¿cómo podemos demostrar que quizá antes de esos últimos cuatro años sí hemos desempeñado las competencias requeridas y que aún valemos para ello? Para determinados entornos tecnológicos es cierto que se necesita una constante actualización de conocimientos, por la rápida evolución de los lenguajes y sistemas. Pero no es generalizable.
Hay trabajadores que, desde un primer momento, se han especializado en un skill concreto o en un sector muy específico del mercado laboral. Ésos no van a tener problemas en ser rápidamente ‘clasificados’ por el sistema.
¿Pero qué ocurre con las vidas laborales que tienen varios frentes abiertos? En muchos casos es un factor que suele jugar en contra. A primera vista, el técnico de recursos humanos suele pensar que el trabajador no se ha encaminado ‘correctamente’ y que esos varios frentes son una muestra de dispersión en la búsqueda de objetivos.
¿Pero por qué un CV puede llegar a ser ‘disperso’?
En primer lugar puede ser cuestión de suerte o de necesidad. No estamos viviendo una época de oportunidades y a veces hay que aceptar trabajos de poca monta en un compás de espera (con el consabido 'enturbiamiento' del CV).
Pero por otra parte, puede ser cuestión de versatilidad o de inquietud interior. Quizá quien haya sido capaz de ponerse unas botas de agua o de manejar maquinaria pesada, si luego ha sido igualmente capaz de ponerse un traje de chaqueta y trabajar en la gestión de una empresa, esté reflejando unas aptitudes humanas que vayan más allá de las que describan dos folios llenos de tecnicismos.
Me pregunto si estamos encaminándonos a una sociedad sistematizada y rígida donde la esencia de las personas no tenga cabida.  ¿Sería descartado en nuestro siglo el CV de Leonardo da Vinci? ¿Aceptaría un reclutador que una misma persona pudiera ser igual de brillante como pintor, como científico, como arquitecto, como botánico o como ingeniero?”

© Selene Garrido (Bióloga)