Diego Ropero Regidor

LOS DÍAS CUMPLIDOS
Diego Ropero Regidor
(Poesía 1977-2010)
Ediciones La Isla de Siltolá



“Creemos entender la tristeza / del amante, los sinsabores de la turbación, / el contenido de una carta de amor / que atrapada llega por suerte del destino / en el interior de una botella, / y no la procedencia / ni el significado de la pérdida. / Solo un instante cierta corazonada / que regresa ya sin nombre”.
Diego Ropero-Regidor (Moguer, 1955) es poeta. Evito añadir que es historiador, que enriquece con sus ponencias los congresos americanistas, que dirige el Archivo Histórico, la Biblioteca Iberoamericana de Moguer, las colecciones Biblioteca Nueva Urium (investigación) y La Columna Quemada (verso) y que ha editado Poesía reunida, de Miguel Teurbe (1820-1857), Tierra de secreta transparencia, de Serafina Núñez (1913-2006), cubanos, y Finís vitae: testamento y codicilo, de Felipe Godínez, en el 350 aniversario de la muerte de este dramaturgo del Siglo de Oro.
Así que no lo digo; lo callo porque ante su último libro hasta ahora: Los días cumplidos, lo único que me apetece decir es eso tan complicadamente simple: que es poeta, que parece poco porque se suelta de tirón, de puro impulso tras la lectura serena de sus páginas. Un poeta, por cierto, tallado en el yunque de la mágica fragua moguereña:
“Nunca he visto desbordarse / el río de mis horas, / y siento que se enfurece / bajo la ciénaga y el matorral; / hilo de sangre en la penumbra / de una ciudad fingida, / irrelevante para los obtusos. / Nunca lo he visto, en verdad, arrasando / las orillas que le hurtaron / impúdicos vestigios de polvo, / escombros que lapidan la vida, / cacharros inútiles para la despensa; / un pecio convertido en obra de arte, / casi un espejo hecho añicos / que desdobla el perfil del cauce enmohecido; / esplendor en la hierba que mi corazón / procuró a modo de acertijo / y, finalmente, silenciaron las rapaces / que sobrevuelan la marisma. / Ya solo queda un mástil / atravesando cual pértiga el pecho / escurridizo de la serpiente / que un argonauta dejó de centinela / a las puertas del infierno”.
La obra, que reúne una selección de poemas de su bibliografía (Canto a Perseo, 1977-1983; Dioses –plaquette-, 1986; Bethesda, 1988; Vieja herida el río, 1998; Anoche me visitó la luna, 2001; La realidad velada de la lluvia, 2004; Restos del naufragio, 2005; El bosque devastado, 2006) más tres títulos inéditos (Pacto con un extraño. El pájaro imposible -Poemas de Cuba- y Estando la casa en llamas), se ha presentado en Seattie (USA), Huelva y Moguer y en otoño se hará en Sevilla y Madrid, quizá porque “La ciudad en otoño es más eterna, / se desgrana como música de pétalos / a la caída de la tarde / y yo la tomo como si fuera una novia / pudiente, un sortilegio, aventura / cálida por el costado del río. / Todo su cuerpo late tremendo, fanal / y lúdico, apasionado, casi desnudo, / por la osamenta de la marisma / más resistente y amable del mundo”.
En la nota que acompaña al libro dice el poeta que, “en principio pensaba publicar solo los libros inéditos, pero finalmente reuní casi toda la poesía”, lo que para Antonio Molina Flores, prologuista, representa “casi unas Obras Completas, si no fuéramos tan jóvenes”.
Dice el poeta: “Ansia de tu tiempo / y tu voluntad. / Ninguno de los dos obtuve; / solo palabras huecas / me llevaron al hastío”.

© Manuel Garrido Palacios