Tavira · Secuencias





TAVIRA

Dedicado
a
María José Rico 'CHE'






Secuencia 1

Una lata vacía de refresco navega por el río Gilão. Los puentes parecen estirar sus dedos para unir las dos orillas. Unos mariscadores levantan piedras para buscar no sé qué. Nunca lo he sabido y prefiero seguir imaginando que hallarán un día un tesoro. Las gaviotas se posan en los leves promontorios atentas al paso descuidado de un pez. En el muelle un marinero ofrece su barca por una hora para ver el Algarve desde el mar. Si hay más visitantes, cobrará menos. Un camarero dice a media voz a quien pretende captar como cliente que su restaurante tiene de plato del día una caldereta de atún muy buena. Afina: buenísima. Y añade como bendito reclamo que la casa obsequia con media botella de vinho verde bien fresquito. El sol brilla como sólo el sol es capaz de hacerlo y su caricia se suma a la bondad del ambiente. Quizás un perro ladre a algo que no entiende mientras tres o cuatro figuras se perfilan por el malecón del puerto. Es Tavira.
En un extremo del Puente Viejo un mosaico celebra la Batalla de Aljubarrota. En el otro hay una sastrería que hace la ropa a medida, en especial, camisas. A primer ojo, poca tela tiene que cortar el sastre cuando está al sol de mediodía, con la puerta abierta, mirando el trasiego humano. Pero no es eso. Tiene su trabajo. Él corta la tela que tiene que cortar y ni un centímetro le sobra.
Los turistas alemanes –todos los turistas son alemanes, aunque sean ingleses o belgas– se paran en mitad del trayecto a hacerse lo que se conoce como fotos mutuas. Ahora te pones tú y luego yo. Córrete más a la izquierda. Ya está. Ha salido muy bonita. Un joven toca el acordeón sin mucha variedad de melodía, siempre la misma, como un mantra, pero puebla el aire de notas que saben a románticas o a lo que cada uno quiera. Es voluntad del paseante echarle o no un par de monedas en el platillo que tiene en el suelo. En una de las terrazas se pide el aperitivo, que puede ser un pastel de bacalao, para luego enfilar la cuesta suave del Castillo, recinto abierto desde cuyas almenas se contempla la ciudad, además de Cuatro Aguas y el mar de fondo. La gente que goza de la visión comenta que se destacan en el panorama urbano muchas iglesias. Para otros, no son tantas. La relatividad sale a flote. Lo que para unos es demasiado para otros es casi nada.
En el Palacio de la Galería hay tres exposiciones. El arte contemporáneo se retrotrae al siglo XIV y nos presenta unas esculturas de gran belleza en su aparente tosquedad; son obras tan avanzadas para su tiempo que han llegado hasta nosotros como si todo el sentimiento artístico empezara hoy mismo. Es el Arte con mayúscula. Lo demás son intentos, aproximaciones, cuentos chinos. El Arte es pura sensación o hay que llamar a lo que nos ofrecen con otro nombre. Es como lo que vemos en la gran pantalla. El cine es América. Lo demás son sólo películas.
Un arroz de longuerones en cazuela humeante cierra tanta reflexión y se convierte en objetivo, sin olvidar unas ricas almejas a las que pone colofón una tarta almendrada. Es buen momento para preguntarse si la lata vacía que navegaba por el río Gilâo llegó a su destino.

Secuencia 2

Conforme atravieso el pasaje llamado Borda D’Agua da Asseca, en Tavira, dejando el río Gilão a la derecha y a la izquierda la Plaza de la República, llego a la calle dedicada al Dr. Antonio Cabreira, que fue matemático y escritor. A medio andar me topo con uno de los últimos talleres artesanos que quedan en este sur de encanto: el del maestro Anibal da Silva Bandeira, nacido hace cuatro décadas mal contadas en São Brás de Alportel y venido aquí a ejercer su oficio de «Funileiro», a sacar bellas figuras de informes trozos de lata, como quien saca la música del viento, como quien saca las palabras del silencio, como quien saca un «algo» de la pura «nada». Cuando voy a Bica a mediodía a probar su arroz de longuerones siento, nada más doblar la esquina, un leve martilleo en el yunque y puedo observar que hay en la puerta del taller tres veletas con su gallo, seis aguamaniles de colores, juguetes elementales, dos candiles y un bando de pájaros de latón volando. Todo un mundo en miniatura salido de sus manos hábiles. Cuando vengo de Bica después de haber dado cuenta del arroz de longuerones, veo que el escenario sigue intacto, pero sin el artesano Anibal da Silva Bandeira, del que alguien me informa que habrá ido a su casa a lo mismo, al almuerzo, para regresar en media hora.
Me paro ante el taller abierto y solitario, del que nadie osa tocar nada, en el que preside el respeto más absoluto, y me pongo a leer algunos elogios escritos por otros que pasaron y quisieron dejar su impronta, como el letrero que declara que entre aquellas paredes habitan «latas con alma», o el que lo pinta como «hombre de latón».
Cuando está Anibal le suelo comprar alguna pieza y lo escucho: «El plástico vino a estragarlo todo. Antes, los tiestos que yo hacía eran útiles. Ahora sólo son adorno». Y cuando no está, sigo mi camino, cruzo el puente y al tiempo que doy cuenta en el Romano de un café expreso con su dulce de mazapán, medito sobre el mundo que desaparece con estas personas talladas en la artesanía, aunque tanto luchen porque así no sea. Si «el plástico vino a estragarlo todo» para los artesanos, el plástico forma parte de una evolución natural, y ya decía Marx (don Carlos) que la «evolución no hay quien la pare».
He visto desaparecer en España mucha artesanía. De cualquier ámbito geográfico puedo nombrar los talleres que cerraron. La gente nueva se desentendió de los viejos oficios en su etapa agónica. Pero no hay que poner el gesto solemne ni el tono nostálgico. Fue así. Ahí está Cortegana, un centro alfarero de primer orden en formas útiles y en métodos decorativos. ¿Qué queda?.
Durante décadas me afané en retener en películas todo esto que encontraba al paso para que un día no lejano, hoy mismo, pudieran saber los nuevos cómo de una pellá de barro nace un búcaro. Cuando entendí que todo estaba fielmente recogido para un mañana, dejé de hacerlo. Al panal de rica miel de la imitación acudieron otros mientras yo me retrasaba en estos mundos de la artesanía hasta dar con talleres como el de Anibal, que cada vez que paso por su puerta me remueve algo por dentro que creía olvidado.

© Manuel Garrido Palacios / © Fotografias: Curro Vallejo

Carilda Oliver Labra

DESAPARECE EL POLVO
Carilda Oliver Labra
El Parnasillo
Simancas Ediciones
Fotografía: Héctor Garrido


Como no quiero descubrir la nada,
como me gusta el aire de esta escena,
ignoro si enmudece o si resuena,
el corazón de tórtola cazada.
Como no admito golpe ni embajada
pues creo que la muerte nunca es buena,
la pobre que alimento casi cena
una tonta merienda, enamorada.
A veces conversando con el plomo:
arráncame —le digo— trapos viejos,
y volveré del vino este que tomo
en ceremonias con el no y el lejos;
terca en mi eternidad, porque soy como
la ciega que se mira en sus espejos.

Carilda Oliver nace y vive en Matanzas, Cuba. Héctor Garrido trae su imagen y su apasionante Poesía en esta obra y un soneto suelto que saldrá en su libro de fotografías Cuba Iluminada, soneto al que Edgar Riquelme puso música en Chile y Lisette en Norteamérica, joyas cantadas que se integraron en el repertorio de otros artistas:

Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.
Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.
Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mala promesa de veneno;
y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.

Carilda Oliver abre su bibliografía con 20 años -1943- con Preludio lírico. Habría que anotar: “y ya no para”. Su cosecha es tan fértil que sólo cabe aquí una sombra mínima de ella: Catorce poemas de amor. Los huesos alumbrados (Matanzas); Ver la palma abriendo el día; Sonetos (Letras cubanas); Calzada de Tirry 81 (Chile); Antología poética (Colombia); Dust desappears (Nueva York); Noche para dejarla en testamento (Episteme. Valencia); Discurso de Eva (Hiperión, Madrid); Antología poética (Visor. Madrid); Con tinta de ayer (Capiro); Biografía lírica de Sor Juana Inés de la Cruz (Campeche, México), Libreta de la recién casada y The lighted bones (Matanzas); Se me ha perdido un hombre(Fund. "Jorge Guillén", Valladolid); Memoria de la fiebre y Antología de versos de amor (La Habana); Al sur de mi garganta (Gener), algunos de cuyos poemas graba en París Ivés Montand;Canto a Martí; y más si quisiéramos agotar el folio. Leamos antes otro soneto:

Sin querer me he comido tu fantasma,
tu montón de perdices en la aurora,
tú no te escapes que te mato ahora,
y aquel perfume que te daba asma.
Ya no pareces todo, ya no pasma
mi soledad tu burla jugadora;
ya no eres esa luz que se empeora:
me he arrancado por fin tu cataplasma.
Quédate en los asuntos y en la esperma.
Busco mi libertad como una enferma,
Por ser tan tuya me volví muy mía.
De aquel balazo resucito hoy.
Estreno un ala por la tierra: soy
los párpados que se abren con el día.

Presente en el Diccionario de la literatura cubana, conoce a Gabriela Mistral, Alicia Alonso, Mario Benedetti, Isabel Allende, Emest Hemingway, a quien entrega la Llave de la Ciudad, Carilda ha obtenido premios y galardones como el Internacional de Poesía de la National Broadcasting Co. de Nueva York, el Nacional de Cárdenas, el  Hispanoamericano del Ateneo de Washington (tricentenario de Sor Juana Inés de la Cruz), el Nacional de la Crítica "Orlando García”, el Nacional de Literatura, el Nacional de Poesía, el “Federico García Lorca” de la Asociación Andaluza de La Habana o la Medalla "Alejo Carpentier". Volvamos a sus sonetos:

Es una carta donde digo: amado,
y después otras cosas en que exploto.
Es una carta simple, con un loto
y la letra del ángel dominado.
Es una carta donde digo: usado
por este corazón que juega roto.
Es una carta azul donde te boto
y más tarde te encuentro enamorado.
Es una carta, sí, con que te entrego
esta ilusión (palabra mentecata).
Es una carta donde digo: luego;
pero entonces abjuro en la postdata,
y firmo de inmediato con el fuego
porque es mucha la vida que me mata.

Sus poemas están presentes, entre otras, en las antologías Cincuenta años de poesía cubana (Vitier), Las mejores poesías de amor cubanas (Laurel), Poetas en Matanzas (Ateneo), Eros en la poesía cubana (Marilyn Bobes), Poesía cubana de hoy (Grupo Cero); Panorama de la poesía cubana moderna (Feijóo); Poetisas cubanas (Rocasolano); Poesía social cubana (Mirta Aguirre); Breaking the silences. An Anthology of 20 Century Poetry by Cuban Woman (Randall. Vancouver); Poesía hispanoamericana (Bruguera); Poetas, poemas sociales, humanos y eternos (Sanjurjo); Poesía cubana contemporánea (Humberto López); Antología de jóvenes y viejos poetas de vanguardia (Monreal); Poesía cubana de amor (Nogueras); La generación de los años 50 (Suardíaz/Chericián); Poeti Cubani: la generazione deglio anni cinquanta (Firenze Atheneum, Italia); Cantar al amor y Poesía para ti (Pueblo y Educación); Las mejores décimas hispanoamericanas. Siglos XIX-XX (Orta Ruíz-Indio Naborí); No me dan pena los burgueses vencidos (Suardiaz); La ciudad de los poetas (Espino); La décima en Matanzas (D.P. Cultura)Para vivir como tú vives (W. González), o Soneto Hispanoamericano (Mirta Yáñez). Un estudio sobre su obra se incluye en el Dictionary of Twentieth Century Cuban Literature (Grenwood Press, EE.UU.). Un último soneto:
El semen no ha venido. Te está dentro
como una soledad atravesada
y casi que te huye y da emboscada
a la mujer que soy cuando lo encuentro.
El semen no ha venido, (siembra viva,
germen de eternidad para mis venas)
pues tú me lo discutes, lo enajenas
de esta doliente sangre pensativa.
El semen no ha venido. Fiera llave
le pones a su ala frenética de ave,
a su amoroso corazón que rijo
con este vientre de magnolia humana,
y se me va pudriendo hasta la gana
de que se vuelva carne de mi hijo.

Aunque una nota sobre un libro dicen que ha de ser fría, yo busco ahora el calor de una palabra que exprese mi admiración por Carilda Oliver, cuyos poemas he dado a otros para compartir el gozo de leerla. Pero sé que cualquier cosa que dijera quedaría en nada. Pasa a veces que te sientes mudo ante tanta belleza.

© Manuel Garrido Palacios

Rubén Martínez Villena



PRESAGIO DE LA BURLA FINAL

Yo tengo la absoluta seguridad que un día,
cuando ya no me resten fuerzas para marchar,
cruzará mi camino la verdadera vía
orientada a la gloria que pude conquistar.

En ella estará todo: (alguien que me quería,
mi ensueño, mi destino, mi gozo y mi pesar;
la vocación ignota). ¡Oh, ruta que era "mía"!...
¡Y ya será muy tarde para poder andar!

Entonces, abrumado bajo mi propio ocaso,
ante la burla horrenda que agrave mi fracaso,
comprenderé lo inútil de todo lo que fui;

me punzarán la frente recuerdos como abrojos,
me tragaré la lengua, me cerraré los ojos,
¡y en un olvido largo me olvidaré de mí!

© Rubén Martínez Villena
(Alquizar. La Habana. 1899-1934)

Cascos históricos de Galicia




El corazón de las ciudades
Cascos históricos de Galicia

Textos:
Ramón Villares
Celestino Gª Braña
José L. Gómez
Fotografía:
Xurxo Lobato

Marta Agudo

28010
Marta Agudo
Calambur



“Me llamo Marta. Me llaman Marta. Fui bautizada en escenarios sin dueño hasta que mis ojos fueron, poco a poco, dilatándose en ficciones”.
Entresaco de la nota de la editora (Calambur 2011) que Marta Agudo (Madrid, 1971. Doctora en Filología Hispánica) “se vale en su primer libro: Fragmento (Celya 2004) de un tú despersonalizador para metaforizar el vínculo con el lenguaje, las servidumbres del cuerpo y el dolor de la conciencia”. 
En 28010 el yo se adueña del discurso desde la cita inaugural: “Sitiada en el cero, en la mañana más blanca del mundo, rebosa la contradicción. Bastaría con urdir nuevas coordenadas: fonética, sintaxis... Suena un timbre”. La autora “responde al desafío de una realidad que le exige actuar”, para lo que necesita “unas coordenadas a las que asirse”: una fonética (idioma o lengua): “«A» de estructura, «i» de orgullo, «e» de inicio, la célebre «u» de las madres extenuadas y una «o» que no alcanza a despedirse. Por eso en todo lo que rechazo palpita mi postura; y entre lo que fui y no fui, mis frustraciones; y entre lo que soy y seré, una bandada de verbos. Deletreo a fin de recomenzarme: eme, a, erre, te, a; y todo sigue igual: obediente, naufragando...”; una sintaxis (las relaciones sociales): ”... sintaxis de los prodigios, la relación del yo con sus restantes. Se desgastan las aceras y plagas acorraladas, infecciones aún por explorar, avalancha de vidas que sustentan el engranaje de este mecano de hombres bruscamente verdaderos. Milagro o astucia, ignoro las reglas y voy dando tumbos hasta casa. Cuando llegue patios abandonados, memorias de oscuros exterminios, aunque, paredes adentro, hexágonos de miel”; una geografía (un lugar en el que poder re-conocerse): “El mundo y el yo, inicio y fin, la inverosímil coordinación entre el tiempo y las venas. A cada segundo los centímetros se imponen y la edad convoca a las excusas. La madre y el bulto del lenguaje. La gran, la grande y más grande quebradura”; y una secuencia (el tiempo): “Y miro mis dedos porque sólo desde la bruma se avista la montaña. Fracasa la luz en los balcones. Pronuncio mi nombre: fonética, sintaxis, geografía, pero todo se altera. Arruga incipiente que no te dejas nombrar...”. 
Marta Agudo penetra así en un túnel personal “con el propósito de crear la ficción de sí misma, de concebir un sujeto en el que re-conocerse”. 
La esencia del libro 28010 está en ese pulso que la autora mantiene consigo: “Si resisto es sólo por constancia”, en saber que no hay “zanja sin cuerpo vivo”, en que más allá de la patria-idioma: “las pausas, las curvas, sus ritmos informales, habré de callarme para recomenzar”, en “no excederse en el recuerdo”, en la “ansiedad de tener que vivir todos los días”, en el “salitre de los cielos”, en el “croquis de lo presente”, en el “trazo que no ciñe ni termina”, en los vergeles “en los que el uno equivale solamente a uno”, en asumir, más allá o más acá de los versos, que el ser humano no “está” solo, sino que “es” solo. En suma, la esencia de 28010 está en su sitio: en la Poesía que destila cada página, que es, en suma, su afán, para lo que pide: “Dadme mis letras para recomenzar. Dadme aunque sea un cero, pero uno completo, cuadrado y sin fisuras”. 
Emocionante.

© Manuel Garrido Palacios

Villie Garvin


EL FANDANGO ES UN HAIKU


Manolo Garrido Palacios me llama Orson Welles y yo a él John Ford. Supongo que ambos caemos en algún tipo de herejía cuando utilizamos dioses del Olimpo con tanta frivolidad. Coincido con Welles en el sobrepeso y en la atracción por las femmes fatales como Rita Haywort en La Dama de Shangai. Ahí acaba cualquier parecido con el desmesurado genio. Sin embargo, Manolo no sólo me recuerda a John Ford con sus gafas redondas y su gorra gastada en mil batallas de 16 mm. No; Manolo es el cronista épico de la tierra roja de las minas de Tharsis. Si John Ford tenía Monument Valley, Manolo tiene Tharsis. Y por supuesto, Alosno.
El primer día que visité Alosno con Manolo y unos amigos, con ocasión de un rodaje, hubo un momento en el que consiguió conmoverme. Nadie se dio cuenta, ni siquiera el propio Manolo. Paseábamos por la calle en la que nació Paco Toronjo. Manolo se detuvo. Se quitó la gorra para dotar de mayor trascendencia a sus palabras y dijo: 'Vine al Alosno con mi padre cuando tenia diez años. Abre bien los ojos -me dijo-: aquí hay verdad. Vendrás a buscarla un día'. Los ojos de Manolo brillaban por la emoción. Me recordó la primera secuencia de Qué verde era mi valle, de John Ford, aquella película en la que un jovencísimo Rody McDowall pasea con su padre por un valle de mineros irlandeses. 
Manolo sabe que el Alosno ya no existe. Sólo vive en su recuerdo. La verdad de la que hablaba su padre es la verdad de las cosas auténticas. El fandango es un haiku pletórico de sabiduría eterna. El trabajo de Manolo, un esfuerzo épico por rescatar del olvido un mundo definitivamente perdido. ¡Qué verde era mi valle! ¡No lo sabéis bien! Él me anima a seguir contando historias mientras toma un té tibio. Ha leído mi guión titulado Compromiso. “Tú también tienes tu verdad -me dice-: si escribes bien para el cine podrás hacer tú mismo la película que llevas en la mente. Todo camino comienza por un paso; toda película empieza por un plano. Después viene lo demás”.  

© Villie Garvin (Director de cine)

© Foto: Héctor Garrido 

¿Para qué hacer cosas insustanciales?

Atar cordones en zapatos de cartón suena a algo anodino. Pero no es así. Recomiendo este post a quien esté dispuesto a bajarse de su tren y perder un rato, o ganarlo, en insignificancias:


Cordones de colores junto a zapato dibujado en trazos blancos. ©Selene Garrido Guil
©Selene Garrido Guil

Che







La vela arde en el estudio por
 María José Rico 




La llama da su luz, su calor, su vida y se renueva cuando tiende a agotarse para que no cese esa energía que ilumina la memoria. La cera es de un color o de otro ─tanto da─ como el aroma que esparce por la estancia. Al atardecer se confunde con la raya brillante del ocaso y si se alinea el pequeño fuego con el sol que se va, parece que Che está allí, en su concierto íntimo con el mar, figura leve, dama de la orilla. Hoy ella forma parte del misterio como un trozo de brisa, una bajamar, una espuma, una sombra fugaz, una ola distinta, aunque parezca la misma, o la misma, aunque parezca distinta, un rumoreo de gaviotas, una trasparencia salada. No son sólo palabras, sino la imagen que proyecta el sentimiento sobre un milagro de persona. Su ayuda en mis trabajos literarios quedó escrita en mi agradecimiento. Su encanto en el grupo de amigos se goza en el recuerdo: Olhão, Sanlúcar, Tavira ─su Tavira─, Algarve entero. Amado Nervo le pedía a la tierra que no pesara sobre quien no pesó sobre ella, y es que su presencia era como la llama del estudio: casi gota de alcohol ardiendo. Curro, su compañero, dice: ‘Esa llama la llevo dentro’.

© Manuel Garrido Palacios

Elio Alba Buffill · ANLE
















“Carlos Loveira y el debatido naturalismo de su novelística”


Discurso de recepción en la
Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE)
como Académico de Número de
D. Elio Alba Buffill
participan
D.ª Patricia López L.-Gay · ANLE y NYU
D. Daniel R. Fernández · Coordinador de información de la ANLE
D. Gerardo Piña-Rosales · Director de la ANLE
31 de octubre de 2014 · 7 de la tarde
Centro Rey Juan Carlos I · New York University
53 Washington Square South. Suite 201
New York City

José Manuel de Lara





JOSÉ MANUEL DE LARA






Estoy en el aeropuerto de Francfort camino de Calcuta. Me quedan once horas de vuelo, un aterrizaje, una ventanilla para sellar el pasaporte, un policía que verá si me parezco al de la foto, una llegada al hotel, un número de habitación y, durante unos días, poner la cámara frente a algo. Todo como ayer, quizá como mañana. Si vuelo en Air France, se comerá bien; si es en la Pan Am, estrenarán película.
Hace años estaba en el mismo sitio para hacer idéntico viaje; la noche antes recogí un libro de José Manuel de Lara: Plaza Nueva. Lo metí en mi bolsa y ahí ha ido conmigo de aquí para allá, sacándolo a veces para leer poemas en algunos sitios: Troia, Lagheri (en la casa de James Joyce), Benarés (en la de Raví Shankar), etc. Los versos de Lara me han acompañado siempre, como los de Machado, Hernández, Lorca, Juan Ramón, Bécquer, Gerardo Diego y otros. Han representado esa memoria grata que ha venido a sumar belleza al momento que vivía. Hace algún tiempo fuí al Dolmen de Soto con unos amigos. Era una tarde desapacible y se nos ocurrió darnos un recital de poesía en aquel seno de piedra. Cada uno recitó lo que quiso y yo cubrí mi turno con un poema de José Manuel de Lara.
Así que en este aeropuerto, al buscar la libreta para tomar apuntes, topo con el libro de Lara y me pregunto si la ciudad de Huelva sabe del gran poeta que alberga. No sé si porque es persona que vive piel adentro, sin saraos ni mandangas, no veo su nombre en recitales ni actos públicos. Y mi duda es si su obra ha tenido en los medios de información el suficiente eco. Frente a la imagen del sujeto que arrincona a la gente por la calle para leerle sus paridas y al margen de los poetas oficiales, José Manuel de Lara es un poeta tan entero como el trayecto que dentro de un rato voy a hacer, y bueno es decir que no surgen voces así todos los días, tan dejando el alma al aire, tan cercana a la fuente de la que brota la poesía.
Al abrir el libro puede verse que Lara lleva dentro una plaza diferente, idealizada por la distancia; plaza de colores tenues, silenciosa, a la que vuelve el poeta constante¬mente, donde los tiempos se solapan:

La Plaza Nueva tenía
el sol de la infancia dentro.
La Plaza Nueva tenía
todo lo que ya no tengo.

La voz del poeta se sumerge entre las sombras, en el olor a jazmín, en el pregón de la calle, en el anochecer, en la canción semidormida que le llegaba y le llega. Y este sentir lo vuelca al pliego: “me paso la vida coleccionando sueños, para ser como el niño que guarda sus estampas para romperlas un día, cuando esté solo y le falle la ilusión”.
La obra de Lara ha buceado en los hondos rincones del alma, sacando a flor magistralmente las esencias que nos conmueven: el amor y la muerte, constantes en su poesía. Sobre la muerte tiene un resumen: Sombra Infinita, escrito al filo de la pérdida del padre, asomado a ese abismo insondable. Sobre el amor, valga esa reflexión anterior hecha soneto donde lo auna con la muerte. Lara es poeta directo, llega sin más, sin que haya que descolgar manuales de interpretación para ver qué quiso decir:

Quiero pensar en tí desde este sueño
para poder decir lo que te digo.

Directo y conciso de términos hasta este punto en el poema titulado Carta:


Ahora que no la esperas,
cuando crees que no hace falta
que te escriba, quiero hacerlo
en una imposible carta.
Poner tan solo una fecha,
un saludo y una postdata.
Huelva, catorce de abril.
Te recuerdo ... Me olvidaba
decirte que todavía
llevo tu ausencia clavada.

El altavoz hace la última llamada para volar físicamente y dejo este apunte sobre la Poesía con mayúscula de José Manuel de Lara. Llueve en la pista y a unas cinco de la tarde se anuncia la noche con tanta insistencia que el ánimo se queda parado en la nostalgia de uno de sus poemas: Agua de Otoño:

No sé qué larga sombra de silencio
entristeció la duda de tus ojos.
Aquella luz, aquel abril contigo,
ahora sólo es agua del otoño.

Desconfiada y triste me preguntas
por un amor que fue y quedó en nosotros;
y, sin quererlo, anidan en mi sangre
aquellos raros pájaros remotos.

Sé que la vida ha puesto, desde entonces,
un algo sobre tí, que no conozco.
Pero en tu modo inquieto de mirarme
contemplo tu niñez llena de asombro.

Guardo el libro junto a un guión en el que se finge esto y lo otro. Ahora volaré, daré el pasaporte en la ventanilla y un policía verá si me parezco al de la foto; igual se interesará por cualquier nadería. Inmerso en los versos que acabo de leer, espero que sea breve en sus preguntas, por no romper este claro momento de belleza.


© Manuel Garrido Palacios

Ilia Galán




ARS SACRA
Ilia Galán
Libros del Aire




Gredos, Candeleda, Laguna de Novalis
4 de julio de 2004

En agua plácida,
bajo la sombra de tus altos árboles
hallo la imagen de nuestro cielo
y en el espejo me zambullo,
al cristal me arrojo roto
donde mi alma también se refresca
y te releo.

El rugido de la lejana cascada,
espuma blanca y nueva
es la corriente transparente de mis plegarias;
las rocas moldeadas por milenios,
islas donde me apoyo, silencios
donde se posan mis olvidos.

Reposo y afino el oído
con el canto de las aves
para atrapar alguno de tus murmullos,
una palabra que resuene en mis hoquedades,
vacío de todo.

Vengo después de sufrir los ojos torcidos,
yerros que se clavan en la carne del alma
con un afilado hierro,
peregrino con el rumbo perdido,
sin ganas de cantar, triste,
caído en este paraíso
donde me miran los peces
y te aguardo desde el recuerdo,
forzada la imaginación,
porque donde hay tanta belleza
no puedes faltar.

Vendrás a mí.
Lo sé.
Te espero
aquí sentado
secándome con leves rayos
de tu sol en apariencia lejano.

© Ilia Galán

 “... poesía emparentada con la de maestros como Coleridge o como Hölderlin, que ardieron en la hoguera de la Otra Realidad y escribieron sus versos al dictado de ese fuego.” 


© Luis Alberto de Cuenca.

“Ilia Galán sabe que es el rayo el que conecta las moradas de dioses y hombres, y la iluminación conlleva el peligro. La poesía es una senda de valientes.” 

© Diego Valverde Villena

Marine Morot · Frédéric Zamochnikoff

ADÈLE HUGO
Ecrit et mis en scène par
Frédéric Zamochnikoff et Marine Morot
Préface de Francis Huster

18 juin 1863. Après huit ans d'exil avec sa famille, Adèle Hugo, la seconde fille de Victor Hugo, s'enfuit seule au bout du monde pour rejoindre un officier anglais dont elle est éperdument amoureuse. Ensevelie par sa passion qui confine à l'érotomanie, tourmentée par le deuil de sa soeur Léopoldine, Adèle ira jusqu'au bout de sa destinée en tentant de s'affranchir de son illustre père pour exister par elle-même... (Une adaptation théâtrale écrite d'après les authentiques journaux d'Adèle Hugo).

L’Harmattan. Paris

http://editions-harmattan.fr