Alfonsa Acosta

AL HILO DE LOS DÍAS
Alfonsa Acosta
Cuadernos de Almonte

Me llegan de Alfonsa Acosta, de Almonte, muchas páginas que recogen en título amparador, «Al hilo de los días», lo que será su primer libro: poesía y prosa o, por mejor decir, poesía dos veces: con ritmo y santo de poesía y con prosa en recuerdo donde la poesía se dice, anda, aletea y tiembla con el espíritu hecho palabra de Alfonsa, la bien hecha por formada y la bien dicha, de Almonte-Doñana-El Rocío. Todo su hacer creador lo ha metido Alfonsa en este su primer libro. No ha seguido la línea normal y aconsejable: redondear un libro con tema esencial y hacer girar chispas y sensibilidad sobre este tema esencial seleccionado.
Poesía y prosa. La poesía tiene ese sencillo y tierno temblor de lo auténtico. La palabra le brota esencial, quiero decir que por intuición redondea su sentir, se alza en su bien, recuerda en su geografía, se transparenta con cal de sus paredes, se anda y arremolina en su mundo, se dibuja en su alma en querencias. Todo esto tan sencillo y tan difícil a la vez viene a ser su pueblo en luz, su gente en el andar y decir, las almas de su entorno, el espíritu juguetón de una historia hecha costumbre que define una forma de ser y determina, en definitiva, unas maneras en convivencia. La sinceridad, eso es, la sinceridad hecha poesía; el recuerdo hecho esencia; la imaginación hecha andadura, pueblo, y bien, y día.
Voces de sí misma que, al repetirse, definen un estilo y marcan a una dama joven de quilates en aleteo creador. Y en su poesía, vida, muerte, luz, sol, mucho sol, angustia, día, noche, amor. Y en su respirar, el hálito de lo limpio y puro. Quiere y busca otro mundo diferente, más acorde con su respiración. Busca y halla lo natural; la anécdota que se hace realidad familiar; entra en el hilo de la poesía para encauzar y aclarar su propia vida. Ella, Alfonsa, se reparte en alas, mar, aire y esencias entre las purezas. «Hogar y cal», dice ella. Paz, bien, luz, vuelo, le digo yo. Amor. La vida con sus incógnitas, la puerta del tiempo. En su poesía -y en su prosa- voces coloquiales y para ser más acariciadoras, uso de diminutivos: «tarritos», «trenecitos». Lo diario, «botes», «sonajeros». Muerte, muerte siempre al canto o tras la luz, la muerte. Metáforas decidoras; conciencia; voluntad en la libertad; llamarada tras la belleza sencilla; vida y andar de Alfonsa en todo lo que dice y en todo lo que siente. Amor. Esto, el amor, va sumergido y es de tanta importancia que determina la esencia de su poesía. Por otro lado, perro, arrabal, ejido, pobreza cercada y criaturas hechas de sol pero al mismo tiempo simientes de su canto con espíritu de salvación.
La prosa, ya lo he dicho, busca y rebusca por entre el hecho mismo0 de vivir: por la anécdota, por el recuerdo, por los nombres singulares que son de ella, de Alfonsa, porque todo se enrosca y acurruca en acción con su palabra-recuerdo. Prosa en limpia sencillez, frontal, de humanidad, de bien que busca el mal para encararlo, para señalar caminos en idealidad. Hay, y esto es también básico en la creación de Alfonsa, una conciencia que hace conducir sus chispas intuitivas que la señalan con un dedo encendido que busca la justicia triunfal y a la injusticia, para que se le juzgue. He dibujado los males que señala la buena para que el bien gane. Alfonsa parece que habla por sus instintos de dama en juventud y de su tiempo; pide desde su conciencia para que la hermandad en bienes sea la que se imponga.
Como es el primer libro me hubiera gustado que esta salida hubiera sido con tema-raíz-pulso. Ella ha querido decirse con todo lo que tiene. Ha querido que todos sus hijos e hijas de la creación viajen con ella en este libro-aventura. Tiene el hecho sus inconvenientes pero los inconvenientes pueden saltarse con verdad poética. Yo, de Rociana, le deseo todo lo mejor a su autenticidad y seriedad. Bien sabe Dios y sabe Alfonsa de Almonte que el soplo del bien le va por su poesía honda y suya, es decir, auténtica. Alfonsa es ya esperanza conseguida en el hecho de crear.

© Odón Betanzos 

AL HILO DE LOS DÍAS

Alfonsa Acosta recoge en su libro ‘Al hilo de los días’ una selección de prosa y verso arrancados de su entorno vital: esa porción mágica del cuadro general llamada Almonte. Su voz bate los aires prologada por Odón Betanzos.
Es un convencimiento, una creencia que cada mujer es un mundo y cada hombre un proyecto, tal como alguien dice a Tasio en El Abandonario. Por eso leo con gozo el libro de Alfonsa de Almonte, como la llama Odón, porque dice lo que parece dicho pero que siempre está por decir: la poesía. Sin entrar en sus páginas lo presiento. Y ya abierto de par en par, lo confirmo.
Amanece el libro con una toma de aliento que Alfonsa Acosta necesita para decirse que ‘hoy es vida y canto de libertad’, que parece seguir la senda que traza Machado en Juan de Mairena: ‘Hoy es siempre todavía’, porque ella sabe que lo infinito es el deseo, no la vida, que la vivimos, como dijo el viejo maestro, bajo el señuelo del principio del placer. Se pregunta: ‘¿Quién dice que sea fácil sucumbir al vértigo?’. Y sigue: ‘¿De qué vive la vida y de qué vive?’ Sabe que las ilusiones fertilizan lo humano, que son ‘las cosas de verdad’, frente a las ‘salas solemnes donde el mundo se ordena a gusto de unos pocos’. Pide sensaciones ‘desde todos los ángulos de su cuerpo, porque ‘en la gran comitiva del color nos espera la vida’, que es lo único que tenemos.
Sabe, porque supo un día, que ‘la vida era algo inquietante’ que ‘todo era ya la otra orilla’, Vida de la que dice que ‘si lograra saber una pequeña parte de lo que ignoro de ella, sería yo un camino’. Sabe que al tren de sus versos se agarrarán muchas manos porque ella es ‘esperanza conseguida en el hecho de crear’. Contra la pobre cultura del crucigrama diario sabe que es verdad que tenemos que poner nosotros los valores, en palabras de Delibes. y que lo mismo que ‘el gorrión es el señor del alero’, el sentimiento reina sobre la razón.
Eso y más sabe Alfonsa Acosta. Y nos lo da a compartir en su libro ‘Al hilo de los días’, como quien se desprende de una porción de alma.

© Manuel Garrido Palacios