Carnavales y Fiestas de Locos

Jacques Heers
Carnavales y Fiestas de Locos
Ediciones Península
Traducción de Xavier Riu

Reflejo brillante de civilizaciones y culturas, la fiesta no se libera en ningún caso de su entorno social y político. Es en sí misma testimonio de preocupaciones, ambiciones, relaciones de fuerza. ¿Fiestas populares? ¿Cabalgatas locas y protestas burlescas? Quizás. Pero es difícil hablar de las fiestas de locos, de sus extravagancias, sin ver en ellas. a la vez, las estrategias del bajo clero y la disputa de influencias. ¿Cómo describir los fastos del Carnaval sin evocar la voluntad de contener sus impulsos destructivos y de encaminarlo hacia posiciones conservadoras? Al principio simples juegos, esas diversiones alegres derivan poco a poco hacia fiestas de relaciones, lecciones de obediencia, sensatez política. ¿Fiestas de locos o fiestas de sensatos?

© Editorial.

El último dragón

El  último  dragón
(dedicado a Violeta)

Me cuenta un pescador en el Cabo de San Vicente, Algarve ─donde Europa termina o empieza─, que una dragona cruzaba el Atlántico buscando un lugar oculto para parir porque unos arponeros habían matado a su familia. En su huida desesperada vio la colosal esquina rocosa y se refugió en las cuevas naturales en las que el mar entraba y salía libremente. Allí trajo al mundo a su vástago, un dragón como todos los dragones; lo peor fue que, agotada del largo viaje y del esfuerzo del parto, mermó tanto su salud que murió pronto dejando solo al hijo, uno de los últimos dragones. O el último. Ya que no conocía más mundo que la cueva, el dragón nuevo creyó que todo se reducía a ella, y vivió en sus entresijos manteniéndose del pescado menudo que la habitaba; y creció y creció cuanto crecen los dragones hasta que un día quiso salir del refugio y ya no encontró hueco lo suficientemente grande para liberarse. En la cueva vive todavía y, aunque nadie lo vio jamás, se le siente ir y venir por las misteriosas galerías; sólo hay que estar atento a su respiro bronco, que no es aire solamente, sino un lamento secreto por si una dragona deambulara cerca del Cabo y lo escuchara.
De relatos así nacen las leyendas; una fantasía rumiada en soledad por el pescador de Sagres para justificar el respiro hondo que brota de las rocas finales del continente. También podía tomarse por una alegoría de la pérdida de especies, de su desaparición silenciosa, a las que vamos aniquilando para siempre, cuya larga lista no cabe en la razón ni en la breve crónica de viaje.

© Manuel Garrido Palacios