ALOSNO Y GERINELDO

 
La última memoria que conservaba el romance en Alosno

Aparte de programas de radio y televisión, de discos, de libros dedicados al pueblo y de su presencia en foros de Etnografía, Alosno tiene asiento fijo, ganado por su saber estar y guardar, en las recopilaciones que surgen sobre estas disciplinas. La última que conozco es la Antología sonora del romancero tradicional panhispánico, donde se citan como fuentes el disco La voz antigua (Guimbarda 1981) y el libro Alosno palabra cantada (FCE 1992), obras bien conocidas por las voces que narran el amor de Gerineldo y la infanta, tema que se mezcla con el de La boda estorbada, sin que uno tape al otro. El romance me lo dictó Rosario Correa ‘Tiralé’ (en la imagen), que lo cantaba con la pasión como si hubiera sido testigo del lance. Era de las pocas personas que lo sabían, quizás la única, por lo que un día retomó la música y le aplicó letras de seguidillas alosneras, con lo que la belleza creció hasta salirse de lindes. Después la han cantado las mozas de los escaños de las Cruces de Mayo, lo que significa que la siembra no cayó en baldío. Nunca pierde Alosno lo valioso; siempre distingue entre la paja y el grano, pueblo que, por si era poco, parió la voz de Paco Toronjo para dar un rasgo al fandango, tan bello como copiado. 
Hoy traigo aquí el romance tal como me lo cantó Rosario, dedicado A quien pudiera interesar . Dice así: 

 Gerineldo, Gerineldo
 mi camarero pulido
 quién te cogiera esta noche
 tres horas a mi albedrío.
 Como soy vuestro criado
 os queréis burlar conmigo.
 No me burlo, Gerineldo,
 que de veras te lo digo.
 A las diez se acuesta el rey,
 a las once está dormido,
 a eso de la media noche
 oye la niña un ruido:
 ¡Oh! ¿Quién ronda mi palacio?
 ¡Oh! ¿Quién ronda mi castillo?
 Soy el Conde Gerineldo,
 que vengo a lo prometido;
 traigo zapatos de seda
 para no formar ruido.
 Le ha cogido de la mano
 y lo ha metido en su nicho,
 con palabras amorosas
 se han quedado dormiditos.
 Levántate, Gerineldo,
 mira que estamos perdidos
 que la espada de mi padre
 ha servido de testigo.
 Se levantó Gerineldo
 más muertecito que vivo:
 ¿Por dónde me iré ahora
 para no formar ruido?
 Tú te vas por el jardín
 cogiendo rosas y lirios.
 ¿De do vienes, Gerineldo,
 tan triste y tan abatido?
 Vengo del jardín, buen rey,
 de coger rosas y lirios,
 la fragancia de una flor
 me ha puesto tan amarillo.
 No lo niegues, Gerineldo,
 tú con la infanta has dormido.
 Dame la muerte, buen rey,
 que bien me la he merecido.
 No te mato, Gerineldo,
 que te crié desde niño.
 Se ha formado una gran guerra
 entre España y Portugal
 y nombran a Gerineldo
 de Capitán General.
 Si a los tres años no vengo,
 niña, te puedes casar.
 Pasa uno, pasan dos
 y han pasado los tres ya.
 Se vistió de peregrina
 y lo ha salido a buscar.
 En los medios del camino
 se ha encontrado una vacá:
 Vaquerito, vaquerito,
 por la Santa Trinidad,
 que me niegues la mentira
 y me digas la verdad,
 ¿de quién son estas vaquitas
 de tal hierro y tal señal?
 Son del Conde Gerineldo,
 que hoy está para casar.
 Un niño de oro te doy
 si me llevas al lugar.
 La ha cogido por la mano
 y la ha puesto en el umbral.
 Ha pedido una limosna
 y él se la ha salido a dar:
 ¡Oh! ¿Qué limosnas son éstas
 para las que solías dar?
 Eres el demonio humano
 que me vienes a tentar.
 No soy demonio ninguno,
 soy tu esposa natural.
 Que dispense todo el mundo,
 la boda queda pará,
 que los amorillos viejos
 son muy malos de olvidar .

En la versión de Pidal dice ella:

 Rey y señor, no me mates
 y dámelo por marido,
 y si lo quieres matar,
 la muerte será conmigo .

La de Dámaso Alonso cierra con la certeza de

 Que la espada de mi padre
 yo me la he bien conocido .

En la de Cossío, el rey ordena a Gerineldo que se case para borrar la falta, a lo que él se niega:

Al pícaro Gerineldo
le cortaron la cabeza.

La tía Petra, de Miranda del Castañar, mezcla a Gerineldo y al Conde Flores. no así Carolina Geigo, de Val de San Lorenzo. A Rosario Correa, de Alosno, le parece bien que, después del susto que sufrió, el muchacho haga carrera. 

© Manuel Garrido Palacios

Exposición de Héctor Garrido

Fractales, la marisma y Doñana
Exposición de fotografías de Héctor Garrido
Lucernario del Ministerio de Agricultura, Atocha, Madrid
 Abierta hasta el 30 de septiembre 2015

Johann Nepomuk Hummel

Hummel · Bratislava

En esta casa de Bratislava nace en 1778 Johann Nepomuk Hummel, considerado en su tiempo uno de los grandes pianistas europeos. Alumno, entre otros maestros, de Mozart y Salieri, este compositor sustituye a Haydn como director de la orquesta de la familia Eszterházy. Marcha a Alemania a trabajar en diversos palacios. Muere en Weimar en 1837.

Noche de perros · Nuit de chiens

NOCHE DE PERROS / NUIT DE CHIENS

Manuel Garrido Palacios

1ª Edición: AR. Sevilla.
2ª Edición: Calima. Mallorca
3ª Edición: L'Harmattan. Paris

Portada e ilustraciones interiores de Héctor Garrido


Manuel Garrido Palacios se ha consagrado últimamente como uno de los narradores con más proyección del panorama español. Al margen de sus libros de estudio, en los que jamás ha descuidado un ápice el ángel de la escritura, y que a la postre le han servido para aquilatar un estilo tan propio como brillante, el autor ya había publicado un excelente libro de relatos que merece la pena leer y hasta releer: EL CLAN Y OTROS CUENTOS. En él, MGP, nos sorprendía con un desparpajo y una retranca poco habituales en el vademecum narrativo de este lado del Atlántico, tan metido en gravuras y realismos de cartón piedra. EL CLAN Y OTROS CUENTOS (Calima. Palma 1998) guardaba una singular atención a la palabra oída, y en ella, como suele ocurrir siempre, al son, si se quiere mágico, de lo verdadero. Porque en MGP, como en Rulfo, a cuyo magisterio no es ajeno el onubense, encontramos el polvo turbio y enfebrecido de los caminos, la desfiguración de quien intuye tras los rostros el rostro calvo y sarmentoso de la muerte. De sus campavías por el mundo MGP se ha traído la voz, el gusto por la plática y el filanderío. Porque todos sus textos poseen la virtud de poder ser contados en voz alta, frente a la chimenea encendida, esa especie de numen cuya virtud es despertar lo oscuro y lo dormido. Es más, a veces he tenido la impresión de que sus relatos se trataban en realidad de meras transcripciones magnetofónicas, hábilmente retocadas y llevadas a la embocadura de la palabra escrita. Por eso su obsesión rítmica, la natural cadencia de un discurso veteado de coloquialismos que, como ocurre con ciertos autores del otro lado del charco, transmiten todavía el peso de lo mágico. Como sucediera con Carpentier, su relación íntima con la música lo ha metido de sopetón en los médanos de la palabra, entendida ésta como respiración, como pálpito, como voluntad, si se quiere, convirtiéndose no sólo en el soporte, sino también en la razón de ser de una escritura minuciosa y rica, atenta a lo pequeño y siempre desdeñosa con lo grave y enjundioso, en la que no falta el gesto hilarante (pero no sometiéndose tramposamente a él), la observación canalla, la visión descorazonada del mundo: de ahí, quizás, sus muchos arrebatos de ternura, esa especie de air bag que en Garrido Palacios reviste el pesimismo. NOCHE DE PERROS, que abunda en todos estos referentes, es un libro de fábulas contadas al revés. Su eje central son, como se deja entrever en el título, los perros. Los perros desde su doble papel de observadores y protagonistas de la realidad. Los perros como inmaculados periscopios de nuestros dislates, de nuestra estupidez, acaso como su más rabioso contrapunto. Los perros que jalonan cada uno de estos cuentos algunos de ellos antológicos, como La forja de un lider, La canción del hambre, o los chispazos de La piel o Poemario, sin olvidar El lazo mortal, uno de esos relatos inolvidables al que, sin embargo, MGP no saca todo el inmenso partido que tiene en sí son perros perplejos, perros llenos de ternura, simples víctimas de nuestras veleidades e inquinas, perros esquineros, adosados y tiernos perros sinvergüenzas. Los perros que sobreviven en estos cuentos son perros cosidos a nuestras vidas y son, en realidad, la ropa con que nos vestimos, los ojos que nos asisten, la patria que hemos perdido. Arrobas de conmiseración y de ternura las que irradian estos personajes convertidos en sombras asombradas, que Garrido Palacios encuadra para hacer más plausible el banal atrezzo. El autor respira a través de estos perros de oscura procedencia y claro proceder. A ellos (y a todos esos nosotros que transpiramos en la piel de esos perros) ha querido entregar este libro ciertamente hermoso, escrito con el resplandor, pero también con el asombro de quien en el fondo de sí no deja de ser ciertamente un perro.

© Manuel Moya

Pieter Brueghel

La torre de Babel (1563)
Pieter Brueghel

Pierre de Belay

Couple au café
(Huile sur carton)
Pierre de Belay
(Quimper 1890-Ostende 1947)
Musée de Montmatre Jardins Renoir
Paris

HISPANOUNIDENSE

Entrevista con Gerardo Piña-Rosales
Director de la ANLE
Nueva York

La Academia Norteamericana de la Lengua Española de Nueva York (ANLE), --que dirigió durante muchos años el Dr. Odón Betanzos Palacios (Rociana, Huelva)-- fundada en 1973, es una de las 22 academias de nuestro idioma en el mundo. Sin fines de lucro, tiene por misión fomentar el uso correcto de la lengua española en los Estados Unidos. Su Director hoy es el Dr. Gerardo Piña-Rosales (La Línea de la Concepción, Cádiz). 
PREGUNTA: Hace poco surgió en el seno de la Academia Norteamericana de la Lengua Española la palabra “hispanounidense”; ¿qué hay dentro de ella, a quién o a quiénes se aplica?
RESPUESTA: Este neologismo, del que soy “inventor” (de pura chamba, como decimos en nuestra Andalucía) describe a las personas de origen hispano –hablen o no español– que residen en Estados Unidos. Me parece un vocablo más acertado que los que se han venido usando hasta ahora: “Hispanic”, Latino, etc. 
P: ¿Cómo nace una palabra? ¿Se busca, se encuentra, se celebra su presencia en la Casa de las Palabras, es decir, la Academia?
R: Las palabras nacen, viven y mueren como cualquier organismo. Las hay que nacen porque se necesitan para nombrar algo nuevo, algo que antes no existía. La Academia no crea las palabras, sino el pueblo, gente, y de todos los estamentos sociales. Después, si el nuevo vocablo arraiga (sobre todo porque no atenta contra el genio de la lengua), si millones de personas lo usan, la Academia lo recoge en sus diccionarios. En Estados Unidos, muchos de los que hoy se consideran inaceptables anglicismos, al cabo de los años y de su uso frecuente por la población hispanounidense, acabarán siendo parte de la lengua española. 
P: ¿Qué piensa de la mezcla llamada spanglish?
R: Que es un fenómeno natural; una realidad. El español de Estados Unidos tendrá siempre características propias; la más relevante es la influencia del inglés. Pero esto no es el espanglish o espanglés. Lo que no podemos hacer, como han hecho y hacen algunos profesores y educadores (por llamarlos de alguna forma) es proponer el espanglish como una nueva lengua, como un idioma que incluso hay que aprender. Eso es decirles a los millones de inmigrantes que no se preocupen por mejorar su español ni por aprender inglés, lo que, a mi juicio, es un flaco favor. 
P: ¿Qué hace la ANLE en este sentido?
R: La Academia Norteamericana, con muy pocos fondos, con muy poco apoyo gubernamental (por no decir ninguno), hace lo que puede. Hemos firmado un convenio con GobiernoUSA, agencia del Gobierno estadounidense que informa y presta ayuda a los hispanos a través de sus páginas web. La ANLE asesora a esta agencia para que el español que utiliza sea lo más correcto posible. Acabamos de publicar el libro “Hablando bien se entiende la gente” (Ed. Santillana USA), con 300 consejos idiomáticos, que también son transmitidos por Univisión todas las semanas. 
P: ¿Cómo se defiende un idioma en esa primera línea?
R: La mejor defensa es hablarlo y escribirlo bien. En Estados Unidos es fundamental que las nuevas generaciones no olviden su origen, su cultura, su lengua. Hay que luchar para que las nuevas generaciones de jóvenes hispanos no abandonen la escuela, la universidad. Nos guste o no nos guste, la clase media educada es la que mejor conserva y defiende el idioma, por la sencilla razón de que posee una conciencia lingüística, una conciencia cultural; sabe que el español es una lengua universal, expresión de una rica y variada cultura, por no hablar de las ventajas económicas del bilingüismo.
P: Parece difícil hablar de un grupo homogéneo de hispanohablantes. 
R: El conocimiento de la lengua vernácula depende del grado de escolaridad del hablante. Una gran mayoría de los hispanos que viven en Estados Unidos (personalmente, me parece aberrante hablar de legales e ilegales) proviene de países pobres y de estamentos sociales muy humildes. Es comprensible que su nivel de habla y escritura no sea muy elevado. Por otro lado, hay ya una pujante clase media, educada, que se siente cada vez más orgullosa de su lengua y de sus orígenes hispánicos, personas para quienes el ideal es el bilingüismo, la biculturalidad.
P: Podemos decir entonces que la salud del español en Estados Unidos es… 
R: Muy buena.

© Manuel Garrido Palacioss

Amalia Rodriguez

Amalia Rodriguez
‘Fado’ 1964
Foto: João Martins
Fotógrafos portugueses
Arquivo Nacional de Fotografia

KLIMT

GUSTAV KLIMT
(Viena, 1862-1918)
'Bildnis Gertrud Loew' (1902)
La Vierge (1912-13)
Huile sur toile (190x200)
Narodni Galerie . Prague
République Tchêque

LEYENDAS DE LA PRAGA VIEJA

LEYENDAS DE LA PRAGA VIEJA
Recontadas por Magdalena Wagnerová
según las leyendas conservadas
Trad. Mgr. Roman
Tomo I de la edición Koreny (Raíces)
Ed. Nakladatelství Plot. Praha

Revista de Folklore nº 400

La Revista de Folklore es una publicación singular, específica, rigurosa sobre el inabarcable campo de la Etnografía. Desde 1980, fecha en que comenzó a publicarse en papel, ha convocado a los mejores especialistas en toda la gama de temas posibles, por lo que se la puede considerar como la gran Enciclopedia de la Etnografía en el ámbito del hispanismo. Más de 2.500 artículos y más de 650 colaboradores han contribuido durante todos estos años a convertir la Revista de Folklore en un medio de consulta imprescindible para todos.
www.funjdiaz.net

Música en Praga

TRIPLE CONCIERTO
DEMASIADO PARA UNA SOLA NOCHE

Azulejos de Portugal



AZULEJOS
de
Portugal
Nau portuguesa
© foto: Sandro Cabrita
Azulejos Século XVII
© foto: Antonio Henriques

Edith Wharton

Edith Wharton
Madame de Treymes
Traducción de Lale González-Cotta
Editorial Impedimenta

Una obra maestra de la brevedad y el estilo.
En ella la cuestión se une a la perfección.
(The Wall Street Journal)

Edith Wharton, de soltera Edith Newbold Jones, nace en Nueva York en 1862. Otros libros suyos: Santuario, La solterona y Francia combatiente.

Castigo al idioma

Castigo al idioma 

Si al entendimiento se le cruzan los cables cae en una maraña de nudos de la que resulta complicado salir. Al laberinto contribuyen, sin duda, las agresiones que sufre el idioma desde ciertos ángulos. Es lamentable el trato que se le da en algunos medios de comunicación. Por ejemplo, en un mismo día he escuchado en una emisora de radio estas tres frases antológicas: 1) “...el club ha sido multado con una multa”, 2) “...el cadáver permaneció muerto desde que lo mataron”, y 3) “...le disparó tres disparos”. Posiblemente quiso decir que el club fue sancionado con una multa, que nadie se atrevió a mover el cadáver y que le disparó tres tiros.Quiso decir, pero no dijo. Estas perlas, soltadas con el desparpajo habitual de quien parece querer descubrirnos el idioma (y la radio de paso) dan noticia del empobrecimiento que flota en la forma de expresarse de quien tendría que hacerlo correctamente desde un altavoz de privilegio. Estar detrás de un micrófono no autoriza a destrozar un idioma; más bien a animar a fijarlo, a construirlo; en suma, a respetarlo. Esto, que a medio oído suena a anécdota, a oído completo adquiere rango de categoría. Otros compañeros aportan ejemplos que se suman a los anteriores: 1) “...la fiesta se celebró en un ambiente festivo”, 2) “...el almacén ardió totalmente por culpa de las llamas del fuego”, 3) (aquí se muerde el verbo): “...el caballo y la yegua corrió por el campo”, 4) “..si yo sabiese que el míster me iba a alinear”, y 5) “...le dio tres muletazos con la muleta”. Etc. Hay libros que recogen frases dichas por alumnos en plena formación: disculpables a todas luces: quien está aprendiendo no tiene por qué saber todavía; pero también hay gramáticas y diccionarios que traen normas útiles para manejar el idioma, no sólo en cuanto a acentuación o entrecomados, sino en la mera expresión. Aparte, los medios cuentan con sus propios Libros de Estilo, de los que podríamos sacar la esencia en pocas palabras: Lo que no suena bien, no está bien dicho; es un instrumento de música destemplado. Lo confusamente dicho responde a lo confusamente pensado. Otras personas han anotado estos casos: 1) Le pregunta el camarero a uno si quiere el vino blanco o tinto. El otro contesta: “Me es inverosímil”. 2): Uno dice a su esposa en un teatro: “Voy al patíbulo a fumarme un cigarro”. Posiblemente quisieron decir “me es indiferente” y “al vestíbulo”. Cuando un listillo presentó a otro a un tercero, le soltó: “...este hombre tiene un hijo que es ornitorrinco”. El tercero en cuestión miró al padre y éste, ante su gesto de asombro, corrigió con ironía: “De momento, es sólo ornitólogo”. Y para remate (si cabe) se cuenta el caso de un entendido en terminología jurídica, que pregunta al abogado que sale de la sala en la que se acaba de celebrar una vista: “¿Qué ha pedido el fiscal para Mengano?” “Ha sido muy claro: o varios años de cárcel o cien mil euros”. El otro le aconseja: ¿Dígale que coja el dinero”. El idioma es la patria, dijo un sabio. Haciendo un símil, si el suelo, los ríos o el aire de la patria física los tratamos como un basurero abierto las veinticuatro horas del día, la patria hablada, el idioma para entendernos, se ve a las claras que venimos a tratarlo igual. Es como una inercia. Ya puestos...

© Manuel Garrido Palacios

EL ESPAÑOL EN U.S.A · Conferencia

El Director de la Sede de la
Universidad Internacional ‘Menéndez Pelayo’ invita
la conferencia de
D. GERARDO PIÑA ROSALES
Director de la Academia Norteamericana
de la Lengua Española (ANLE) Nueva York
EL ESPAÑOL EN U.S.A.: ACTUALIDAD Y FUTURO

y
Concierto en honor de
D. GERARDO PIÑA ROSALES
Hijo Predilecto de La Línea de La Concepción
por profesoras del
Conservatorio Profesional de Música ‘Muñoz Molleda’
María Alonso y María Victoria Ferre · Violines
Ángeles Alcalá y Laura Campos · Violas
Nieves García · Violoncello

I
Quinteto nº 4 en sol m. K. 516 (W. A. Mozart)
I Allegro
II Minueto
III Adagio ma non troppo
IV Adagio – Allegro
II
Quinteto op. 29 en Do M. ‘La tormenta’ (L. van Beethoven)
I Allegro moderato
II Adagio molto espressivo
III Scherzo. Allegro
IV Presto

Universidad Internacional ‘Menéndez Pelayo’
Sese UIMP · Campo de Gibraltar
Clavel, 73 · La Línea de la Concepción · Cádiz
Miércoles, 1 julio 2015. 20:30 h.
Entrada libre

José Saramago

José Saramago. Premio Nobel
31 de marzo de 2009 - Geometría fractal
Texto recogido en:
EL ÚTLIMO CUADERNO
(escrito para el blog, marzo de 2009-junio de 2010)
Prólogo de Umberto Eco
Editorial ALFAGUARA


Así como el señor Jourdain de Molière hacía prosa sin saberlo, hubo un momento en mi vida en que, sin darme cuenta del fenómeno, me encontré metido en algo tan misterioso como la geometría fractal, de la que, excusado será decirlo, ignoraba todo. Eso ocurrió allá por el año 99, cuando un geómetra español, Juan Manuel García Ruíz, me escribió para llamarme la atención sobre un ejemplo de geometría fractal presente en mi libro “Todos los nombres”: “observado desde el aire […] parece un árbol tumbado, con un tronco corto y grueso, constituido por el núcleo central de sepulturas, de donde arrancan cuatro poderosas ramas, contíguas en su nacimiento, aunque después, en bifurcaciones sucesivas, se extienden hasta perderse de vista, formando […] una frondosa copa en que la vida y la muerte se confunden”. No pensé en mudar de oficio, pero todos mis amigos notaron que había una convicción nueva en mi espíritu, una especie de encuentro en el camino de Damasco. Durante aquellos días me codeé con los mejores geómetras del mundo, nada más y nada menos. A lo que ellos llegaron a costa de mucho estudio, lo alcancé yo gracias a un golpe de intuición científica, del que, hablando francamente, a pesar del tiempo pasado, todvía no me he repuesto. Diez años después, acabo de sentir la misma emoción ante un libro titulado Doñana y las marismas - Armonía Fractal del que Juan Manuel es autor, junto a su colega Héctor Garrido. Las ilustraciones son, en muchos casos, extraordinarias, los textos de una precisión científica en absoluto incompatible con la belleza de las formas y de los conceptos. Cómprenlo y regálense. Es una autoridad quien lo recomienda…

© José Saramago

L'ABANDONNOIR

EL ABANDONARIO
M. Garrido Palacios 
1ª Ed. Calima
Mallorca
  
L'ABANDONNOIR
M. Garrido Palacios
Trad. de l'espagnol
Isabelle Toledo et William Rozenblat
(Littérature. Europe)
2ª ed. L'Harmattan
Paris

Manuel Garrido Palacios nos entrega en 'EL ABANDONARIO' su apasionante novela. Dedicado profesionalmente al cine y a la etnografía, sólo en estos últimos años ha ido publicando libros de ficción literaria. El sorprendente EL CLAN Y OTROS CUENTOS (Ed. Calima, Palma de Mallorca) y esa variopinta fábula titulada NOCHE DE PERROS (Ed. AR, Sevilla) nos mostraban ya a un narrador premioso conocedor de su oficio y exhaustivo gozador de la alta, rica tradición castellana. En ambos libros latía el aliento de un hombre entrañado, investido en lo popular, en el que la ironía, el escepticismo, la retranca..., nos daban cuenta de un mundo personal, entretejido de realidad y ficción mágica, con un pie puesto en los estribos de la picaresca (con esa visión escéptica, amargosa del mundo) y el otro en ese prolijo mundo de lo escéptico y de lo soterráneo que encontramos también en la vasta tradición castellana, desde Cervantes a Rulfo, desde Quevedo a Valle o al Cela del Pascual Duarte. Pareciera que todos esos largos años emboscado detrás de la cámara, atento a las luces y a las penumbras, a las voces y al silencio, hubiesen propiciado en el autor un caudal vivo de sombras y máscaras que ahora, en su faceta más propiamente creativa, se nos revelan en toda su concertante, apabullada realidad. Estas tres coordenadas: la tradición escéptica, la visión mágica y el lenguaje popular , más que presentes en sus dos libros de relatos, constituyen ahora el soporte literario de este libro (EL ABANDONARIO) tan sorprendente como impagable. EL ABANDONARIO es un viaje hacia los médanos interiores de una memoria que se resiste a reconocerse en los parámetros realistas o mecanicistas, donde los hechos quedaban sepultados, envilecidos por un proceso de afirmación histórica o ramplonamente temporal. Muy al contrario, lo primero que sorprende en esta novela, es precisamente la ausencia del tiempo. El recuerdo, la memoria, ajenos a la contaduría de las horas, se superponen, se erigen, vivifican la realidad, construyendo una reconocible fantasmagoría de hechos simultáneos y envolventes que atrapan al lector ya desde sus primeras líneas, aventurándolo a un mundo de una sencillez, de una fantasía desaforada. En realidad, lo que Manuel Garrido Palacios, persigue a lo largo de esta obra inolvidable es recrear, alentar, producir una atmósfera interior reconocible, en la que vida y muerte, realidad y magia se entretejan de una manera creíble y lo que es más importante, natural, en torno a los pellizcos de la vida. Pero si ya en su larga obra cinematográfica Garrido Palacios trata de recoger la devastada memoria de los pueblos, afirmándolos en su identidad y sublimando precisamente aquellos elementos que hacían palpable esa identidad, aquí, en esta, su primera novela, se nos propone una vuelta de tuerca al introducirnos en un mundo de resonancias míticas que nos agarra desde la pura y abstracta identidad y donde el lenguaje, de una llaneza casi cegadora, consigue por sí mismo convertirse en el absoluto protagonista de esta historia en la que un muerto relata a quien lo vela la historia de un pueblo fenecido, atrapado en su propia fantasmagoría. Nos hallamos, pues, ante una novela sorprendente que consigue imantar al lector a las primeras de cambio, para mantenerlo en vilo durante toda la deslumbrante travesía. Y es que Garrido Palacios, seguro de su oficio, capaz de descubrir una atmósfera en unas pocas líneas, lejos de adentrarse en un discurso atolondradamente lírico, prefiere ponerse en manos de la naturalidad, de la fluidez de la palabra dicha, oída, metida en la matriz y en el estómago. Será, así, a través de los personajes que hablan a través del muerto, que se construya la peculiarísima memoria de Herrumbre, ese pueblo acosado por la nada, y cuya historia es la que se va enhebrando a lo largo de todo el libro. Mamuel Garrido Palacios se ha limitado, parece y aquí estriba gran parte del éxito del relato a dar sentido a todas esas voces, ordenándolas de manera que el lector se reconozca en cada una de ellas, removiendo en él los más dormidos soportales de la memoria. Una novela, en definitiva sugeridora y valiente, escrita con toda el alma, que se reconcilia con el arte de la prosa, tan demacrado, tan envilecido últimamente. Sin duda, y acabamos, una de las novelas más deslumbrantes escritas en los últimos tiempos en la lengua de Rojas, Cervantes o Rulfo.

© Manuel Moya (España)

El Abandonario es una novela de Manuel Garrido Palacios construida como las antiguas tragedias griegas. En vez del carro sobre el cual el primer dramaturgo declamaba la historia de los héroes míticos para concurrir al premio representado por un bode (tragos), estamos en presencia de un muerto en su ataúd durante la vigilia que le hace el último vecino, mudo de soledad, en un pueblo perdido. En su soliloquio, el muerto hace desfilar a todos los habitantes que hubo en dicho pueblo con las anécdotas cotidianas, las intrigas, amores, odios y alegrías posibles de un lugar extinguido. La simplicidad brutal de los eventos, la unidad de tiempo y de espacio, las voces de los muertos que suben como un coro, parecen los elementos de una tragedia mediterránea que bien podría ser de Esquilo. Igual que en la vida, se reflejan también los momentos crueles o divertidos, las escenas burlescas, el humor corrosivo, la amargura, la pobreza y el hambre conocidos por tantas criaturas de la posguerra civil española. Ese pueblo escondido, llamado Herrumbre, es un microcosmos pero abarca toda la vida y la vida de todos nosotros. Conociendo el pasado del autor, escritor especializado en la etnografía, viajero y cineasta, el lector podría pensar que se trata de una obra de recopilación de cuentos, leyendas o anécdotas cosechadas durante toda una vida en contacto con los pueblos más rancios de España. Pero no. Pasa por la obra un soplo épico, una grandeza que solamente una experiencia vivida puede desenlazar y ofrecer. En efecto unas confidencias del autor confirman que muchas escenas son trasposiciones de su infancia en un pueblo similar a Herrumbre. Reviven los sonidos, los sabores, los rumores de ese mundo que hoy se desvanecería en el olvido si el autor no lo hubiera conservado en su memoria para nosotros.Hay en la novela El Abandonario unas invenciones lingüísticas que harán las delicias del lector. La riqueza del vocabulario, a veces inventado o inspirado en el lenguaje hablado, de los refranes, de los insultos, de las canciones populares, hace del texto una enciclopedia de la sabiduría del mundo rural, de un universo en desaparición. Existen escenas muy innovadoras en literatura, tal vez por influencia de la técnica cinematográfica, como por ejemplo, cuando se mezclan en el texto todas las conversaciones sobre la plazoleta del pueblo, como un rumor de fondo, donde respira la vida trivial de los habitantes. O cuando se entrecruzan los comentarios de las personas que preparan los pestiños en la cocina, escuchados por el niño desde su alcoba, donde fue recluido para que no incomodara los preparativos. Ese niño de ayer es el autor que escucha hoy las reminiscencias de estas voces de la felicidad simple.El lector francés entrará sin preámbulo en ese mundo mediterráneo ya familiarizado por sus lecturas de las novelas de Marcel Pagnol o Jean Giono. El Abandonario, de Manuel Garrido Palacios, no necesita de reflexiones metafísicas o escatológicas en ese contexto de vigilia mortuoria donde flota el espíritu colectivo resignado tanto a la vida como a la muerte.

© François-Luis Blanc (Francia)

EL ABANDONARIO

EL ABANDONARIO
Manuel Garrido Palacios
Calima Ed. Mallorca
Portada: Óleo de Seisdedos 


Manuel Garrido Palacios, poeta de las cosas profundas, viene con su última obra. la novela originalísima: 'El abandonario', (Ed. Calima. Palma de Mallorca). Como en los anteriores libros de este prolífico autor, en esta obra se encierra la esencia de muchas cosas. En realidad la esencia de lo popular en estado puro, sin populismo ni culteranismo. Una larga galería de personajes singulares, extraídos desde su propio ambiente, como el lenguaje, modos y maneras que les hacen ser fieles a sí mismos. Arquetipos entrañables que, desgraciadamente, ya parecen piezas invalorables de un museo etnográfico. Este libro está escrito con el corazón de un agudísimo observador que conserva, desde mucho tiempo atrás, el noble lirismo de un poeta vocacional. Fue en esta primera faceta literaria cuando conocí a Garrido Palacios y ambos compartimos tareas dentro del mundo artístico de la Huelva de entonces. Es de agradecer a Garrido Palacios la dedicación y el esfuerzo continuado que realiza para documentar las investigaciones antropológicas e históricas que le permiten llevar a sus libros el dominio del tema a tratar, con un innegable valor científico. Creemos sinceramente que su ardua labor cinematográfica, con documentales como 'Raíces' o 'La duna móvil', ha cincelado a 'fuego' su temperamento y su postura vocacional. Ello le llevó a ser considerado como discípulo destacado de la ingente obra de Julio Caro Baroja quien, personalmente, le diera a Garrido Palacios el espaldarazo de su amistad y reconocimiento.

© José Manuel de Lara



El Abandonario es una bella novela, construida a partir de la rica y dilatada experiencia antropológica y cinematográfica del autor, que se manifiesta, respectivamente, en el profundo y vivido conocimiento de costumbres, rituales, lenguaje, mitos populares y en la plasticidad de imágenes, o en muchos de los recursos narrativos empleados.
Resuenan, como en otras obras de Garrido Palacios, los ecos de Rulfo, con su concisiòn densa y expresiva, con ese uso siempre pertinente y significativo del lenguaje que caracteriza a la breve pero intensa obra del narrador mexicano; la presencia protagónica del espacio que ahoga a los vivos y sòlo pueden vivir los muertos: en Herrumbre, Abandonario, la única voz viva es la de un muerto. Pero también esa voz rememora, casi como un actuario de la realidad viva del pueblo muerto, en un decir que evoca al mejor Delibes, personajes, pesares, tragedias, suicidios... el latido de una vida condenada a la desaparición.
El Abandonario es también el símbolo de la desaparición de una forma de ser y de vivir que nuestro tiempo condenada al silencio. La galería de personajes muertos que viven solo en el recuerdo de ese lugar es rica, variada, aunque a todos ellos los envuelve el duro destino de una tierra desolada y de hambre.
Los planos fantásticos y reales se entrelazan en un universo mágico, en una dialéctica en la que las creencias y la razón riñen de continuo; en la que el espacio ahoga por esta soledad que todo lo abraza para hacerlo de su propia sustancia; y en la que el muerto cuenta las historias del pueblo para no sentir que desaparecieron del todo. Es el sentido de la narraciòn del protagonista, pero ademas del propio autor: Mi voz callada es el cauce de sus voces sin eco, voces que conforman este silencio....; no esta bien que me pregunten en el màs allà por la gente de Herrumbre sin haber puesto un poco de orden en los hechos (p. 45). Pero en el fondo, este discurso de muerte es una exaltaciòn de la vida y ademàs, una advertencia pare los vivos.
En síntesis, una forma nueva y antigua a la vez de narrar, en la que el lenguaje inmediato a los latidos más viejos del pueblo recobra una inusitada vitalidad.

© Marisa Regueiro



No es verdad, claro, pero he visto el retrato de Manuel Garrido Palacios en un libro de texto de dentro de muchos años. Despeinado a lo escéptico, colgado de unas gafas de pequeños cristales que no necesita (porque no es con los ojos con lo que él mira), compartía página con don Antonio y don Julio, sin apellidos, en un descolorido Manual de Etnografía para desocupados que alguien subrayó alguna vez y en cuyo margen se apretaba el siguiente pie de foto o uno parecido: ‘Nacido en Huelva y fallecido en una isla del Pacífico en una fecha aún por dilucidar, vio, escuchó y escribió cuanto pudo. Habló más. Fue poeta, novelista y director de cine; hizo ensayo y televisión (la de entonces, la anterior al derribo), contó cuentos y verdades, amó las cosas y tuvo simpatía por lo humano. Publicó veinte, treinta libros, todos buenos. Resistió a la envidia, a la vanidad, a la estupidez, a la política. Dijo lo que quiso. Con palabras e imágenes construyó un mundo y ayudó a bien morir a otro. Perduró. Nunca se supo de dónde sacaba el tiempo’. A mí me ha dicho que se levanta muy temprano y, lo que es peor, que disfruta con la comparación. Mientras el universo nace y llora, desperezándose, Garrido Palacios se sienta en su mesa y, palabra a palabra, sin discursos ni aspavientos, da sentido a su carga de experiencia diaria: matutino fiat lux por el que, mágicamente, se ensamblan de pronto las voces y los ecos, las luces y las penumbras de muchas historias oídas por el camino, contadas, cantadas por gentes que ya no están, pero que nos parieron como somos. De él puedo decir, como se dijo de otro, que 'Adoró el ingenio, admiró las obras y la dedicación continua y virtuosa'. Andar y mirar: ésa ha sido, es, su dedicación continua, su virtud. Probablemente la vida auténtica, la sencilla, consista sólo en eso de andar y mirar, contándolo a los hijos. Cuánto siento no haber estado con él mientras andaba las veredas como un tomasillo, como una santateresa sin conventos, parándose a escuchar, girándose a saludar, sentándose a anotar o a registrar, según el momento, los perfiles de unas horas que, como decía Peter Laslett en un libro que ahora no viene al caso, componen ese mundo que hemos perdido, que acabamos de perder. No recuerdo qué mala lengua dijo que le hubiera gustado ver qué hacía Charles L. Dodgson, es decir, Lewis Carroll, en aquellas maravillosas meriendas campestres, con té y barcas, en las que éste hablaba y retrataba a Alice Liddell y a sus dos hermanas. Lo que me hubiera gustado a mí es estar en las expediciones de Manolo Garrido Palacios por las cocinas y corrales de las aldeas de la sierra, con el alma afilada para pillar el gesto y reconocer los acentos, que vienen volando desde los nidos de antaño. Garrido Palacios lo ha dicho: 'se me están muriendo los viejos; a veces llego un día tarde'. No es poca ni mala responsabilidad la de ser testigo de la agonía de ese mundo complejo de romances y cacharros que la televisión ha derribado de un manotazo impúdico.
Conozco pocos casos como el de Garrido Palacios de tanta velocidad mental. Habla y escribe sin dolor, como un parto de cuadrúpedo, invocando rapidisímamente con insultante naturalidad la expresión exacta para cada instante, la metáfora justa, el adjetivo completo, la ironía espléndida que es capaz de desmontar de un plumazo de ave toda la palabrería convencional. Alguien tendría que contar los megahercios con los que trabaja su cerebro, y decírselo a Microsoft. Y, sin embargo, con el escepticismo que mana de su propia velocidad, con todo lo vivido, soñado y contado, qué sorprendente es la visión que depara esa cabeza llena de proyectos, semejante a una olla panzuda, mejor, un perol cuya agua hirviendo levanta la tapa de vez en cuando. Me llama por teléfono: ‘Se me ha ocurrido una idea...’, que siempre realiza. En curiosidad, tengo que decirlo, se me parece hoy a mi hija Julia, de seis meses de edad, que ve interesantes todas las cosas del mundo, que mañana comenzará la prodigiosa aventura de nombrarlas, y que hoy las pasea de los ojos a las manos y de las manos a la boca. Como individuo, como personaje, Garrido Palacios es incansable. No se le puede seguir. Yo creo que no se fatiga, o que lo disimula. Está en el centro de su vida, y no damos a basto de leerle y de envidiarle el nervio que va de su mente a su mano, por el atajo de su espina dorsal.
Con todo, para ser justos, hay que aclarar que su mejor cualidad aún no está dicha. Garrido Palacios no es, como otros, un ser de papel que anda en dos dimensiones por las calles y plazas de lo intelectual, de lo literario. Ya he escrito en alguna otra ocasión que sus obras se ahondan en una tercera dimensión: la del pozo fresco en el que se vivifica. Su prosa, tan honda a fuerza de ser ligera, tan difícilmente fácil, aspira el aire de los hombres no como unos pulmones, ni como una chimenea, ni como un acordeón, sino como el cántaro que respira a través de los poros de la arcilla. Eso es: arcilla. Pero la mejor cualidad de Garrido Palacios, digo, es la densidad. Manuel Garrido Palacios es un hombre denso. Ya se darán cuenta cuando lo vayan a incinerar. Por eso escribe tan bien los cuentos. Para escribir bien un cuento hay que resumir la vida en unas pocas páginas y, si se puede, en unas pocas líneas. Hay que ir a lo universal prescindiendo de nuestras tristezas cotidianas, de nuestra vocación de poetas anecdóticos. Cuando se lee a Perrault y se ve que en dos páginas cabe una vida entera, sin concesiones, sin explicaciones, sin justificaciones, se comprende en un momento por qué esos cuentos han sido universales, antes de que Disney los destrozara saturándolos de azúcar. En Perrault, el lobo se come a Caperucita y ya está. En Collodi, el trozo de madera habla y ya está. En Barrie, Peter Pan no crece y ya está. Nos pasamos la vida dando explicaciones, sacando a Caperucita una y otra vez de la barriga del lobo. Garrido Palacios no lo hace: ha vuelto a la antigua economía de palabras, a la misteriosa densidad del argumento. En las poco más de cien páginas de El abandonario, la vida, la muerte y la inmortalidad dialogan tan sabiamente las tres, tan de verdad las tres, que a mí me asusta la segunda parte que, como Cervantes con La Galatea, ha prometido ya Garrido Palacios varias veces. No vaya a ser que Victor Laszlo e Ilsa Lund desciendan del avión en marcha.
Yo creo, en fin, que, cuando el viento levante y arrastre las hojas, Manuel Garrido Palacios será uno de los poquísimos que quedarán. A él y a dos o tres más, probablemente no los que parece, les toca la tarea de representarnos para el futuro y decir quiénes fuimos y de qué nos quejábamos. Ha rescatado un mundo y ahora tiene que rescatar otro. Los días huyen y mañana es hoy. Por ello estoy pensando que, en realidad, Garrido Palacios no está vivo, ni con nosotros. Es un personaje cuyo retrato está ya en los libros de texto de dentro de muchos años. Murió hace tiempo. Lo que vemos aquí es un reflejo.

© M. J. de Lara Ródenas