La última memoria que conservaba el
romance en Alosno
Aparte de programas de radio y televisión, de discos, de libros dedicados al
pueblo y de su presencia en foros de Etnografía, Alosno tiene asiento fijo,
ganado por su saber estar y guardar, en las recopilaciones que surgen sobre
estas disciplinas. La última que conozco es la Antología sonora del romancero
tradicional panhispánico, donde se citan como fuentes el disco La voz antigua
(Guimbarda 1981) y el libro Alosno palabra cantada (FCE 1992), obras bien
conocidas por las voces que narran el amor de Gerineldo y la infanta, tema que
se mezcla con el de La boda estorbada, sin que uno tape al otro. El romance me
lo dictó Rosario Correa ‘Tiralé’ (en la imagen), que lo cantaba con la pasión como
si hubiera sido testigo del lance. Era de las pocas personas que lo sabían, quizás
la única, por lo que un día retomó la música y le aplicó letras de seguidillas
alosneras, con lo que la belleza creció hasta salirse de lindes. Después la han
cantado las mozas de los escaños de las Cruces de Mayo, lo que significa que la
siembra no cayó en baldío. Nunca pierde Alosno lo valioso; siempre distingue entre
la paja y el grano, pueblo que, por si era poco, parió la voz de Paco Toronjo
para dar un rasgo al fandango, tan bello como copiado.
Hoy traigo aquí el romance tal como me lo cantó Rosario, dedicado A quien
pudiera interesar . Dice así:
Gerineldo,
Gerineldo
mi
camarero pulido
quién
te cogiera esta noche
tres
horas a mi albedrío.
Como soy vuestro criado
os
queréis burlar conmigo.
No
me burlo, Gerineldo,
que
de veras te lo digo.
A
las diez se acuesta el rey,
a
las once está dormido,
a
eso de la media noche
oye
la niña un ruido:
¡Oh! ¿Quién ronda mi palacio?
¡Oh! ¿Quién ronda mi castillo?
Soy
el Conde Gerineldo,
que
vengo a lo prometido;
traigo zapatos de seda
para no formar ruido.
Le
ha cogido de la mano
y
lo ha metido en su nicho,
con
palabras amorosas
se
han quedado dormiditos.
Levántate, Gerineldo,
mira que estamos perdidos
que
la espada de mi padre
ha
servido de testigo.
Se
levantó Gerineldo
más
muertecito que vivo:
¿Por dónde me iré ahora
para no formar ruido?
Tú
te vas por el jardín
cogiendo rosas y lirios.
¿De
do vienes, Gerineldo,
tan
triste y tan abatido?
Vengo del jardín, buen rey,
de
coger rosas y lirios,
la
fragancia de una flor
me
ha puesto tan amarillo.
No
lo niegues, Gerineldo,
tú
con la infanta has dormido.
Dame la muerte, buen rey,
que
bien me la he merecido.
No
te mato, Gerineldo,
que
te crié desde niño.
Se
ha formado una gran guerra
entre España y Portugal
y
nombran a Gerineldo
de
Capitán General.
Si
a los tres años no vengo,
niña, te puedes casar.
Pasa uno, pasan dos
y
han pasado los tres ya.
Se
vistió de peregrina
y
lo ha salido a buscar.
En
los medios del camino
se
ha encontrado una vacá:
Vaquerito, vaquerito,
por
la Santa Trinidad,
que
me niegues la mentira
y
me digas la verdad,
¿de
quién son estas vaquitas
de
tal hierro y tal señal?
Son
del Conde Gerineldo,
que
hoy está para casar.
Un
niño de oro te doy
si
me llevas al lugar.
La
ha cogido por la mano
y
la ha puesto en el umbral.
Ha
pedido una limosna
y
él se la ha salido a dar:
¡Oh! ¿Qué limosnas son éstas
para las que solías dar?
Eres el demonio humano
que
me vienes a tentar.
No
soy demonio ninguno,
soy
tu esposa natural.
Que
dispense todo el mundo,
la
boda queda pará,
que
los amorillos viejos
son
muy malos de olvidar .
En la versión de Pidal dice ella:
Rey
y señor, no me mates
y
dámelo por marido,
y
si lo quieres matar,
la
muerte será conmigo .
La de Dámaso Alonso cierra con la certeza de
Que
la espada de mi padre
yo
me la he bien conocido .
En la de Cossío, el rey ordena a Gerineldo que se case para borrar la
falta, a lo que él se niega:
Al pícaro Gerineldo
le cortaron la cabeza.
La tía Petra, de Miranda del Castañar, mezcla a Gerineldo y al Conde
Flores. no así Carolina Geigo, de Val de San Lorenzo. A Rosario Correa, de
Alosno, le parece bien que, después del susto que sufrió, el muchacho haga
carrera.
© Manuel Garrido Palacios
© Manuel Garrido Palacios