IMMANUEL KANT

IMMANUEL KANT
Antropología en sentido pragmático
Versión española; José Gaos
Alianza Editorial

La antropología kantiana, más que en lo diverso y relativo de las culturas, se centra en los rasgos específicos de la especie humana, si bien para «ensanchar el volumen de la antropología» se recomiende viajar -o leer libros de viajes y prestar atención a las obras literarias y a las biografias, pues aunque en ellas la ficción invente, viene a ser un extracto de la observación de lo que los hombres hacen debido a personas de inteligencia penetrante.

AE.

PAUL AUSTER

PAUL AUSTER
CIUDAD DE CRISTAL
Traducción: Maribel De Juan
Editorial Anagrama
Barcelona 

DIEGO LOPA GARROCHO

LAS CARAS DE HUELVA
presentación

LOUVRE

LOVRE

En el patio central del gran complejo, allí donde casi se tocan ambas pirámides como estalactitas y estalagmitas de nuestro tiempo, había una veintena de pianos rodeando la luz cenital que lo iluminaba todo. Cualquiera que se acercara, sin filtros de edad, procedencia o facultades para hacerlo, podía tocar cuanto quisiera y como le permitieran sus fuerzas, su saber. Incluso si dos coincidían en el mismo piano, uno o una interpretaba o desinterpretaba en los registros graves y una o uno en los agudos; no vi que se diera el caso de tres pianistas en el mismo instrumento. Y en ese estado sonoro, nunca caos, más bien nuevo cosmos, podían escucharse ruidos, ecos, sugerencias, insinuaciones de obras de Beethoven, Bach, Mozart, McCartney o Rolling Stone en su fecunda insatisfacción, todo mezclado, todo a la vez. Era el ir de un pianista cansado y el venir de otro ávido. Bastaba poner las manos sobre las teclas para que la magia se manifestara en el templo del Arte, que eso es el Museo del Louvre.
© Manuel Garrido Palacios

Juan Rulfo / Arturo Azuela / La Rábida

Juan Rulfo y Arturo Azuela en La Rábida

Se cumple el centenario de la presencia de Juan Rulfo en este patio de vecinos llamado mundo, o Mundo, o MUNDO, según cada cual. A mediados de los 80, Juan Rulfo estuvo en La Rábida con Arturo Azuela, escritor que nos dejó en 2012. Poco antes tuve ocasión de hablar con él sobre Rulfo. Grabé sus palabras y las traigo aquí en memoria de estos dos gigantes de la Literatura. Aunque se citan obras hoy ya publicadas, en ciernes por entonces, he respetado el texto, como si en vez de dar lo que se dijo, mostrara una fotografía sonora. Precisamente.

CONVERSACIONES EN LA RÁBIDA

Entre clase y clase del Curso de Literatura en la Universidad Internacional de Andalucía, sede de La Rábida, junto a Arturo Azuela, viene bien el café y la palabra distendida. Entre los diversos ángulos desde los que se ha estudiado la obra de Juan Rulfo, vale un paseo hasta el Monasterio, un escuchar los cucos por la tarde, un preguntar, un responder. Un platicar de dos viejos amigos.
Manuel Garrido Palacios: Venir a España para ti es como volver a casa...
Arturo Azuela: ...a los orígenes, a las raíces, a la recuperación de una identidad; ese vacío que se tiene a veces, viene uno a llenarlo, a revivirlo, a resucitarlo. Ya ves, vine a La Rábida, en el 61 o 62, siendo estudiante en París. Luego volví en el 78 o el 79 al Festival de Cine y mientras pueda…
MGP: Viniste a España en esos años con Juan Rulfo.
AZ: Fue la primera vez que viajamos juntos por Madrid, Canarias...
MGP: ¿Al Congreso de Escritores en Lengua Española?.
AZ: En efecto, y tengo viva la presencia de Juan Rulfo, muy lacónico, muy serio, muy callado, pero al mismo tiempo, muy amigo, leal y buen viajero. Años después ya vinimos a La Rábida.
MGP:   Sería por el año 83, 84...
AZ: Sí, un par de años antes de su muerte.
MGP: Al escuchar hablar ahora a las voces del sur, ¿qué diferencias notas en cuanto a giros, fraseo, palabras nuevas...? ¿Qué hay de extraño y qué hay de propio?
AZ: Todo me suena familiar pero siempre encuentro novedades, porque el lenguaje en esta zona es rico, está en movimiento, en una especie de renovación, de invención. El andaluz de Huelva, Sevilla, Cádiz suma al habla cotidiana como una carga poética. ¡Qué grandes poetas ha habido aquí de dimensión universal... Cernuda, Prados, hasta llegar a esa cumbre que es Juan Ramón. ¡Qué maravilla ir a Moguer y ver sus expresiones poéticas en los muros!
MGP: De la belleza del idioma bien manejado, bien dicho, bien usado, surge la cuestión de si una lengua hace una nación.
AZ: La lengua puede ser una base, pero no es el único vínculo. Ya sabes que hay aspectos históricos, etnográficos, que tanto te gustan... hasta gastronómicos, festividades patrióticas, religiosas...
MGP: Toda esa complejidad se amasa y puede acercarse al concepto, pero el lenguaje, sin duda, es fundamental. Pienso que el enriquecimiento mutuo ha sido grande, como un milagro cultural. Es más, creo que España hubiera sido más pobre de no haber existido una aventura llamada Descubrimiento.
AZ: Ya ves, ¡quién lo dijera!. Colón, que fue rechazado por la corona portuguesa y aceptado por los Reyes Católicos, aun fue a dar aire al idioma español. ¿Que hubiera sido del idioma portugués?.
MGP: Preguntémonos, inventemos un poco si Colón hubiera sido llamado por los portugueses y no por los españoles.
AZ: Claro. Entonces ahí hay una grandeza de concepción, de ideas, y hay que ver cómo el idioma español fue caminando, caminando...
MGP: Nunca fue impuesto.
AZ: Nunca. Los misioneros, a través de los diccionarios, o de los índices de los glosarios querían que los indígenas aprendieran la religión... Pero, es verdad, no fue impuesto. Con los siglos, el español fue tomando su camino y en las independencias, ya en el siglo XIX, domina esa región maravillosa.
MGP: El idioma que fue hacia allá en un tiempo se nos devuelve desde entonces enriquecido con las obras de la gran oleada de escritores que surgen...
AZ: Exacto. En cada país de América se van dando enriquecimientos muy distintos, tonos, ritmos, la respiración del lenguaje...
MGP: He notado en los viajes, en las lecturas, que palabras que aquí están en desuso, entre otras cosas, por la agresión de otros idiomas, allí permanecen pujantes, frescas.
AZ: Es verdad. Hay arcaísmos que para nosotros son una presencia viva. Esta influencia, fruto del acarreo de uno a otro continente, es importantísima. Cada país tiene su diversidad, pero mantenemos una unidad lingüística formidable.
MGP: Si vamos a la última novela que he leído tuya, se me ocurre preguntarte si el Infierno tiene tamaño, si se puede medir algo así.
AZ: Yo creo que nunca termina uno de medir el tamaño del Infierno, o sea, que tiene sus meandros infinitos.
MGP:   ¿Y qué hace un matemático como Azuela en el Infierno?
AZ: Va destruyendo esa problemática de la continuidad, esa armonía que puedes encontrar en ciertas estructuras matemáticas; de pronto en el Infierno se rompe esa armonía y viene un caos espléndido donde se busca la salvación también. Se sale del Infierno hacia el Paraíso.
MGP:   Caos que es una catarsis más.
AZ: Una limpieza más.
MGP: En estos días hablaste de una novela nueva…
AZ: Ahorita la terminé; y tiene que ver con toda esta región del sur; surgió a raíz de la invitación que tuve en Lisboa. Me pidieron un cuento, una narración marítima y un trabajo sobre los navegantes portugueses. Poco a poco me fui replanteando la unidad de estos dos textos y ahora ya está la novela. Su nombre, Extravíos y maravillas, donde se describe la zona de las Columnas de Hércules, Lisboa y las grandes rutas de los navegantes portugueses... el mar está presente en todas sus páginas...
MGP: Cosa curiosa si se ve que vienes de tierra adentro.
AZ: Sí, pero el mar ha sido siempre lo otro, la gran incógnita.
MGP:   ¿Por qué extravío?
AZ: La novela tiene muchos elementos de los siglos XVI y XVII; extravío, porque es un salirse de la ruta, perderse.
MGP:   ¿Y maravilla?
AZ: Por el asombro, por lo insólito...
MGP: Ha sido una semana intensa en la Universidad. Leer, escribir. Un placer para los sentidos.
AZ: Y hablar en este paisaje, un auténtico placer. Un privilegio.


© Arturo Azuela / M. Garrido Palacios

AÚN EXISTEN PUEBLOS

AÚN EXISTEN PUEBLOS
Manuel Garrido Palacios
Centro Cultura Tradicional. Salamanca
(1ª y 2ª ediciones)

Empecemos por el título. Es verdad: de vez en vez nos preguntamos si todavía existen pueblos. En el siglo XXI, al parecer la vida nace y muere en las grandes ciudades. ¿Por qué nos olvidamos de las patrias profundas, allá donde todos los días, el pasado -aún el más distante- es una auténtica presencia viva?. En esos mundos de lugares dispersos, ahí donde nuestras raíces son más profundas, Manuel Garrido Palacios camina sin descanso; estudia vetas antiguas y modernas, recoge lo mejor de la sabia popular y la lleva con su ingenio a la palabra escrita.
Así, esta etnografía de lugares dispersos nos lleva por muchas aldeas y nos ubica en el centro mismo de los sentimientos del alma. Al recrear un cancionero, el artista del lenguaje nos va invadiendo con sus múltiples intenciones. Jamás se olvida de la dialéctica de la vida y la muerte. Desde el introito, las causas santas y los pecados capitales van y vienen sin conocer la tregua. El amor y los celos van de la mano. A las coplas dedicadas a los santos, a la virgen, a la puerta de una iglesia, se suman los bailes acompañados de panderetas, de alharacas, de las antiguas voces que hablan de los tiempos en que Dios no andaba por el mundo.
En Todavía existen pueblos Manuel Garrido Palacios continúa su trabajo infatigable. Sabe que la vida está hecha de muchos rostros, gestos y voces. Y por ello va de un lugar a otro recogiendo romances, anotando bandos municipales, dicharaches y loas; sabe también que ‘con mula, pan y companage se hace el viaje’. Entre marchas, malagueñas, jotas y seguidillas, va tomando sus apuntes de campo. Él mismo nos habla de la necesidad de una fonoteca de costumbres, de cuentos y música; de un archivo de leyendas, juegos y ritos; una fonoteca que un buen estudioso se verá necesario a consultar en un futuro.
Pero no es sólo la tarea de un acucioso investigador. Es también la entrega a los goces sensoriales y de la fantasía. La satisfacción interior conlleva un auténtico sentido lúdico. Además, la prosa poética corre por las venas del autor; no se cansa; es como un río profundo que nos lleva a los orígenes, a esas tierras tan lejanas de los suntuosos escaparates del poder.
Este libro es un culto a los viejos pueblos, y, por lo tanto, es también un culto a la vida. Al recrear tantos cantos perdidos se rinde culto a la vida misma. Bien se ha dicho que ‘las ánimas no perdonan’; por eso, tal como lo hace Manuel Garrido Palacios, hay que arrancarles palabra a palabra a los testigos que guardan su sabiduría. Así, esas ánimas caminarán con dignidad; irán hacia el camino de salvación sin premura alguna.

© Arturo Azuela
México
AÚN EXISTEN PUEBLOS
Reseña en
CUADERNOS HISPANOAMERICANOS. España

Este libro es el resultado de la observación del caminante, del amor por la cultura popular y la curiosidad permanente. Es suma, inquietud y talento. Antes nos había dado el autor otro libro singular, “Alosno, palabra cantada”, pleno de sabiduría y hondura en el canto de las tierras del Andévalo, Sur de España, pegado a Portugal, dentro del que fue reino de taifa de Niebla. Con la preocupación por dejar reflejada la cultura singular de nuestros pueblos, empieza ahora su caminar y entra por un pueblo de Lugo, y a través de la realidad viva apuntalada por el mito y la leyenda, deja hablar a los que llevan consigo toda el saber de siglos: la canción, el romance, la leyenda repetida y variada, la palabra que define situaciones. Tiene el autor una virtud que nunca he visto comentada y es la habilidad en la selección de almas capaces de acumular todo el peso del tiempo a través de lo oral o lo escrito. Garrido Palacios lo sabe bien porque carga lo mismito en su desasosiego, conoce la inquietud insistente de lo que los sensibles atesoran en sus recuerdos. Es por eso que anda, pulsa, se detiene, convive, deja hablar, insinúa, espera, inicia el fragmento para que lo completen, ve los ojos iluminados de los que hablan su lengua espiritual porque caminan hacia el mismo objetivo: mantener o recuperar la verdad de los pueblos y de las almas que en ellos revolotean. Ahí está el eje del libro. Va en busca de la realidad que presiente, está siempre en tensión para el hallazgo, predispuesto, como manera natural de su temperamento, al misterio, al logro repentino, al diamante y la mina milagrosa que entra por los ojos: rezos perdidos, liturgia popular, medicinas caseras, cuentos de aparecidos, conjuras, procesiones, refranes, cantos insinuados que el tiempo deshilacha, cuentos de brujas, leyendas de la trashumancia y de arrieros, pregones metidos como almas vivas, versiones de romances, variantes de leyendas y canciones de ciegos que dan la amplitud en la inocencia de seres inmersos en nuestra geografía que vivieron con una historia sencilla, intensa, con unos pálpitos definidos, Manuel Garrido Palacios da, como subtítulo del libro, “Etnografía de lugares dispersos”. Como español de alma dividida, norte y sur, puede sentir el pulso de los pueblos de Galicia, Asturias, León, Extremadura, Murcia, Andalucía. Y ahí está lo hermoso. Poesía dos veces: por lo natural de la esencia y por la de la lengua que la expresa. Así la leyenda, mito y misterio se presentan, de repente, ante la tensión del que lee. Música e instrumentos que la airean: gaita, tambor, birimbao, pandereta; bailes aldeanos; noches de invierno alrededor del fuego; sencilleces que se hacen entrañables; reuniones, adivinanzas, carnavales, costumbres campesinas, curanzas, artesanía. La riqueza de ese ir y venir del autor por nuestros pueblos nos pone delante de un material de singular importancia por el que podemos adentrarnos en el alma antigua y en su evolución forzada. Riqueza que poco a poco se va diluyendo en la uniformidad de lo intrascendente o en el olvido y no sabría decir cuál de las dos realidades es la peor. Garrido Palacios va por derecho a quienes tienen en su gracia habladora y en su recuerdo la configuración de vidas y moldes de su tierra, síntesis de un sentir y unos hechos guardados como oro en paño. La paciencia del autor para oír, recomponer, sugerir a su tiempo, aportar un hilo por donde la madeja se desenrolle. Visión abarcadora de un pulso que se fragmenta pueblo a pueblo, braña a braña, casa a casa. Un pilar básico es la fidelidad al transmitir lo que oye o le cuentan. Respeto casi sagrado por esos recuerdos que se dicen con el alma de puntillas. De ahí, de ese decir guardado parte, a mi manera de ver, la propia prosa del autor, seria, medular, cadenciosa, que al expresar esencias de hechos va como en un vaivén acariciador. Sabe, como estudioso, que está ante lo raro: un filón de riqueza. La estructura se amolda a su caminar. Tiene el libro una introducción corta y penetrante del autor, con una isla mítica del Tartessos real como fondo y un prólogo definidor del escritor mexicano Arturo Azuela. El estilo es pausado, de buscador de mitos y verdades, pues ambas singularidades se dan porque entran como partes de su preocupación. Prosa concisa que va con la poesía, la canción, el refrán o el dicho que se recupera e intercala. Escritor nacido para eso y he ahí otra verdad sencilla y universal: de vocación. Por todos los ángulos que se le mire, libro singular y autor entregado a su misión, misión importante porque es nada menos que la de mirarnos como éramos. ¿No estaremos mirando como nación hacia el lado que no es? Por lo pronto, Garrido Palacios se adentra hacia lo nuestro y se aferra a su verdad esencial. Y es el caso que por temperamento y vocación también me quedo con la esencia de esa verdad.

© Odón Betanzos
© Fotos: Héctor Garrido

JUAN RULFO

JUAN RULFO
ANTOLOGÍA PERSONAL
Alianza Editorial


Asisto a un congreso en el que se habla de Juan Rulfo, escritor que regala a quien lo lee la sensación de haberlo conocido antes de leerlo. Juan Rulfo me pareció siempre un enviado del verbo; su imagen memora la del pregonero del pueblo que él mismo describe gritando que se han perdido un niño, una muchacha… Rulfo pregonó unas señas de identidad que en gran parte perdieron parte de su son nítido. Llegó su voz para tallarse hecha palabra entre nosotros, y quien quiso puso voluntad en escucharlo porque traía ecos que no se opacaban; ecos serenos de sonoros silencios llenos de las desafinadas notas del Zopilote Mojado; sólo quedaba cerrar los ojos, abrazar el libro y decirse bajito: ‘Este es. Aquí está’.
Es mágico el marco donde encaja las historias, el trato con los personajes extremos, su andar por los yermos solitarios, su estar y no estar, el hablar simple de andar por casa elevado a rango de categoría. Gentes de los cuentos pueden entrar o salir de la novela o del guión cinematográfico en un impulso. No hay en sus páginas imágenes confusas; tras la bambalina de cada una lo que cabe ver es un mundo por descubrir, un patio brumoso de arriates con plantas de sonidos, un bosque de expresiones que vienen a conectar con los clásicos, un viaje hacia atrás para recoger lo que quepa en la memoria y seguir luego por donde se iba. En su obra la belleza se abre paso sin entender de fronteras físicas o temporales; sólo para saber de tormentas humanas.
Juan Rulfo posee el inefable poético, cualidad que permite que el lector analice, interprete y se interne en toda suerte de hipótesis sobre su obra. Después de habitar durante años en los anaqueles de la espera, conmueve ver que haya sido traducido a un centenar de idiomas, aunque sería desventaja no leerlo en el suyo, el rulfiano, más allá o acá de las gramáticas; idioma real con virtud de hacer mejor a quien lo lee.
La obra de Juan Rulfo forma parte de la llamada literatura de la revolución porque es un avance en el conocimiento humano, un sacar fuera los ocultos dentros bondadosos, un intento de justicia, un ansia de verdad, un ser y no sólo parecer. Vivimos instalados sobre lo que parece evitar la reflexión para no ver que somos los primeros engañados. Pasa así hasta que entramos en esos espacios revueltamente ordenados y nos paramos a escuchar las voces propuestas por escritores como Juan Rulfo; voces venidas del misterio de la vida para decirnos que no pueden dejar de ser lo que fueron, que no podemos dejar de ser lo que fuimos. Con Juan Rulfo llegó la revolución del lenguaje -no digo idioma- la del color de las palabras -tantas que viajaron a México hace siglos-, la de su sentido hondo, lejano y cercano a un tiempo; palabras que en una orilla desvanecían –y desvanecen- ante la presencia de otras lenguas y en la opuesta se sumaban a la propia y permanecían frescas, capaces de decirlo todo. Los rasgos de la esencia mexicana en la obra de Rulfo están a la vista. Es esencia que llega de un limbo que se difumina en el pasado hasta sólo dejarnos ver lo que hay en primer plano, tras de lo cual está una identidad en parte borrada. Juan Rulfo la topa y nos la muestra desde su sentir cuando dice: ‘un señor que se pone a platicar con la soledad, se pone a platicar con su alma’.
Se habla de la modernidad de un autor que destaca por recuperar su esencia; esencia que ya Aristóteles señala en su Política, donde invita a ir al origen de las cosas si queremos comprenderlas. A las raíces. En Juan Rulfo es posible rastrear la modernidad cuando enseña el alma colectiva a través de los perfiles, de los gestos, de los labios sellados, de la llama del llano. Enseña el alma porque él la ha buscado en el más atrás para hallarla, aunque herida, maltrecha de tanta revolución quedada, de tanta apariencia.
Cualquiera puede ser el enterrador, Dionisio, Bernarda o el Colmenero. Pero cualquiera no puede ser Juan Rulfo; él es esencia desde su propio universo, un clásico nacido en México para enriquecer esta bella lengua que hablamos millones de personas. Estudiarlo en congresos aquí o allá no le dará premio ni despremio; sólo ayudará a conocerlo más y mejor. El premio será siempre para ese aquí o allá donde suene su nombre.

© Manuel Garrido Palacios

NUIT DE CHIENS

NOCHE DE PERROS • NUIT DE CHIENS
Manuel Garrido Palacios
1ª Edición: AR. Sevilla
2ª Edición: Calima. Mallorca
3ª Edición: L'Harmattan. Paris
Portada e ilustraciones de Héctor Garrido


Manuel Garrido Palacios se ha consagrado como uno de los narradores con más proyección del panorama español. Al margen de sus libros de estudio, en los que jamás ha descuidado un ápice el ángel de la escritura, y que a la postre le han servido para aquilatar un estilo tan propio como brillante, el autor ya había publicado un excelente libro de relatos que merece la pena leer y hasta releer: EL CLAN Y OTROS CUENTOS. En él, MGP, nos sorprendía con un desparpajo y una retranca poco habituales en el vademecum narrativo de este lado del Atlántico, tan metido en gravuras y realismos de cartón piedra. EL CLAN Y OTROS CUENTOS (Calima. Palma 1998) guardaba una singular atención a la palabra oída, y en ella, como suele ocurrir siempre, al son, si se quiere mágico, de lo verdadero. Porque en MGP, como en Rulfo, a cuyo magisterio no es ajeno, encontramos el polvo turbio y enfebrecido de los caminos, la desfiguración de quien intuye tras los rostros el rostro calvo y sarmentoso de la muerte. De sus campavías por el mundo MGP se ha traído la voz, el gusto por la plática y el filanderío. Porque sus textos poseen la virtud de poder ser contados en voz alta, frente a la chimenea encendida, esa especie de numen cuya virtud es despertar lo oscuro y lo dormido. A veces he tenido la impresión de que sus relatos se trataban en realidad de meras transcripciones magnetofónicas, hábilmente retocadas y llevadas a la embocadura de la palabra escrita. Por eso su obsesión rítmica, la natural cadencia de un discurso veteado de coloquialismos que, como ocurre con ciertos autores del otro lado del charco, transmiten todavía el peso de lo mágico. Como sucediera con Carpentier, su relación íntima con la música lo ha metido de sopetón en los médanos de la palabra, entendida ésta como respiración, como pálpito, como voluntad, si se quiere, convirtiéndose no sólo en el soporte, sino también en la razón de ser de una escritura minuciosa y rica, atenta a lo pequeño y siempre desdeñosa con lo grave y enjundioso, en la que no falta el gesto hilarante (pero no sometiéndose tramposamente a él), la observación canalla, la visión descorazonada del mundo: de ahí, quizás, sus muchos arrebatos de ternura, esa especie de air bag que en Garrido Palacios reviste el pesimismo. NOCHE DE PERROS, que abunda en todos estos referentes, es un libro de fábulas contadas al revés. Su eje central son, como se deja entrever en el título, los perros. Los perros desde su doble papel de observadores y protagonistas de la realidad. Los perros como inmaculados periscopios de nuestros dislates, de nuestra estupidez, acaso como su más rabioso contrapunto. Los perros que jalonan cada uno de estos cuentos algunos de ellos antológicos, como La forja de un lider, La canción del hambre, o los chispazos de La piel o Poemario, sin olvidar El lazo mortal, uno de esos relatos inolvidables, son perros perplejos, perros llenos de ternura, simples víctimas de nuestras veleidades e inquinas, perros esquineros, adosados y tiernos perros sinvergüenzas. Los perros que sobreviven en estos cuentos son perros cosidos a nuestras vidas y son, en realidad, la ropa con que nos vestimos, los ojos que nos asisten, la patria que hemos perdido. Arrobas de conmiseración y de ternura las que irradian estos personajes convertidos en sombras asombradas, que Garrido Palacios encuadra para hacer más plausible el banal atrezzo. El autor respira a través de estos perros de oscura procedencia y claro proceder. A ellos (y a todos esos nosotros que transpiramos en la piel de esos perros) ha querido entregar este libro ciertamente hermoso, escrito con el resplandor, pero también con el asombro de quien en el fondo de sí no deja de ser ciertamente un perro.

© Manuel Moya
Escritor

JAVIER SALVAGO

LOS MEJORES AÑOS
Javier Salvago
Ed. Renacimiento
Sevilla

POEMA DE AMOR

Mi madre, que me encuentra más delgado
y se preocupa porque tengo ojeras.
Mi padre, cada día más distante,
y, sin embargo, cada vez más cerca.
Mi hijo, que aparece con sus ganas
de vivir, y me rompe los esquemas.
Y, aunque lo dudes, tú,
que me soportas o que te rebelas
cuando reniego o callo, que compartes
mi malhumor y mis miserias.
Y poco más... Es todo lo que puedo
llamar amor a los cuarenta.

LA TENTACIÓN

El roce de su mano, en un descuido,
sobre mi mano, en la sudosa barra.
El roce de su cuerpo, en una curva.
Sus pechos, al cargar en la parada
el autobús. El roce de sus muslos
casi desnudos... Sin palabras,
bajamos. Por caminos diferentes
nos fuimos alejando, y no hubo nada.

© J.S.


L'ABANDONNOIR


L'ABANDONNOIR
Manuel Garrido Palacios
Traduc. al francés: Isabelle Toledo
Edit, L’HARMATTAN. Paris

Novela de Manuel Garrido Palacios construida como las antiguas tragedias griegas. En vez del carro sobre el cual el primer dramaturgo declamaba la historia de los héroes míticos para concurrir al premio representado por un bode (tragos), estamos en presencia de un muerto en su ataúd durante la vigilia que le hace el último vecino, mudo de soledad, en un pueblo perdido. En su soliloquio, el muerto hace desfilar a todos los habitantes que hubo en dicho pueblo con las anécdotas cotidianas, las intrigas, amores, odios y alegrías posibles de un lugar extinguido. La simplicidad brutal de los eventos, la unidad de tiempo y de espacio, las voces de los muertos que suben como un coro, parecen los elementos de una tragedia mediterránea que bien podría ser de Esquilo. Igual que en la vida, se reflejan también los momentos crueles o divertidos, las escenas burlescas, el humor corrosivo, la amargura, la pobreza y el hambre conocidos por tantas criaturas de la posguerra civil española. Ese pueblo escondido, llamado Herrumbre, es un microcosmos pero abarca toda la vida y la vida de todos nosotros. Conociendo el pasado del autor, escritor especializado en la etnografía, viajero y cineasta, el lector podría pensar que se trata de una obra de recopilación de cuentos, leyendas o anécdotas cosechadas durante toda una vida en contacto con los pueblos más rancios de España. Pero no. Pasa por la obra un soplo épico, una grandeza que solamente una experiencia vivida puede desenlazar y ofrecer. En efecto unas confidencias del autor confirman que muchas escenas son trasposiciones de su infancia en un pueblo similar a Herrumbre. Reviven los sonidos, los sabores, los rumores de ese mundo que hoy se desvanecería en el olvido si el autor no lo hubiera conservado en su memoria para nosotros.Hay en la novela El Abandonario unas invenciones lingüísticas que harán las delicias del lector. La riqueza del vocabulario, a veces inventado o inspirado en el lenguaje hablado, de los refranes, de los insultos, de las canciones populares, hace del texto una enciclopedia de la sabiduría del mundo rural, de un universo en desaparición. Existen escenas muy innovadoras en literatura, tal vez por influencia de la técnica cinematográfica, como por ejemplo, cuando se mezclan en el texto todas las conversaciones sobre la plazoleta del pueblo, como un rumor de fondo, donde respira la vida trivial de los habitantes. O cuando se entrecruzan los comentarios de las personas que preparan los pestiños en la cocina, escuchados por el niño desde su alcoba, donde fue recluido para que no incomodara los preparativos. Ese niño de ayer es el autor que escucha hoy las reminiscencias de estas voces de la felicidad simple.El lector francés entrará sin preámbulo en ese mundo mediterráneo ya familiarizado por sus lecturas de las novelas de Marcel Pagnol o Jean Giono. El Abandonario, de Manuel Garrido Palacios, no necesita de reflexiones metafísicas o escatológicas en ese contexto de vigilia mortuoria donde flota el espíritu colectivo resignado tanto a la vida como a la muerte.

© François-Luis Blanc (Francia)

EL ABANDONARIO

EL ABANDONARIO
M. Garrido Palacios 
1ª Edición. Editorial Calima. Mallorca
2ª Edición (en francés) Editorial Harmattan. Paris

Manuel Garrido Palacios nos entrega en 'EL ABANDONARIO' su apasionante novela. Dedicado profesionalmente al cine y a la etnografía, sólo en estos últimos años ha ido publicando libros de ficción literaria. El sorprendente EL CLAN Y OTROS CUENTOS (Ed. Calima, Palma de Mallorca) y esa variopinta fábula titulada NOCHE DE PERROS (Ed. AR, Sevilla, Calima, Mallorca y L'Harmattan, Paris) nos mostraban ya a un narrador premioso conocedor de su oficio y exhaustivo gozador de la alta, rica tradición castellana. En ambos libros latía el aliento de un hombre entrañado, investido en lo popular, en el que la ironía, el escepticismo, la retranca..., nos daban cuenta de un mundo personal, entretejido de realidad y ficción mágica, con un pie puesto en los estribos de la picaresca (con esa visión escéptica, amargosa del mundo) y el otro en ese prolijo mundo de lo escéptico y de lo soterráneo que encontramos también en la vasta tradición castellana, desde Cervantes a Rulfo, desde Quevedo a Valle o al Cela del Pascual Duarte. Pareciera que todos esos largos años emboscado detrás de la cámara, atento a las luces y a las penumbras, a las voces y al silencio, hubiesen propiciado en el autor un caudal vivo de sombras y máscaras que ahora, en su faceta más propiamente creativa, se nos revelan en toda su concertante, apabullada realidad. Estas tres coordenadas: la tradición escéptica, la visión mágica y el lenguaje popular , más que presentes en sus dos libros de relatos, constituyen ahora el soporte literario de este libro (EL ABANDONARIO) tan sorprendente como impagable. EL ABANDONARIO es un viaje hacia los médanos interiores de una memoria que se resiste a reconocerse en los parámetros realistas o mecanicistas, donde los hechos quedaban sepultados, envilecidos por un proceso de afirmación histórica o ramplonamente temporal. Muy al contrario, lo primero que sorprende en esta novela, es precisamente la ausencia del tiempo. El recuerdo, la memoria, ajenos a la contaduría de las horas, se superponen, se erigen, vivifican la realidad, construyendo una reconocible fantasmagoría de hechos simultáneos y envolventes que atrapan al lector ya desde sus primeras líneas, aventurándolo a un mundo de una sencillez, de una fantasía desaforada. En realidad, lo que Manuel Garrido Palacios, persigue a lo largo de esta obra inolvidable es recrear, alentar, producir una atmósfera interior reconocible, en la que vida y muerte, realidad y magia se entretejan de una manera creíble y lo que es más importante, natural, en torno a los pellizcos de la vida. Pero si ya en su larga obra cinematográfica Garrido Palacios trata de recoger la devastada memoria de los pueblos, afirmándolos en su identidad y sublimando precisamente aquellos elementos que hacían palpable esa identidad, aquí, en esta, su primera novela, se nos propone una vuelta de tuerca al introducirnos en un mundo de resonancias míticas que nos agarra desde la pura y abstracta identidad y donde el lenguaje, de una llaneza casi cegadora, consigue por sí mismo convertirse en el absoluto protagonista de esta historia en la que un muerto relata a quien lo vela la historia de un pueblo fenecido, atrapado en su propia fantasmagoría. Nos hallamos, pues, ante una novela sorprendente que consigue imantar al lector a las primeras de cambio, para mantenerlo en vilo durante toda la deslumbrante travesía. Y es que Garrido Palacios, seguro de su oficio, capaz de descubrir una atmósfera en unas pocas líneas, lejos de adentrarse en un discurso atolondradamente lírico, prefiere ponerse en manos de la naturalidad, de la fluidez de la palabra dicha, oída, metida en la matriz y en el estómago. Será, así, a través de los personajes que hablan a través del muerto, que se construya la peculiarísima memoria de Herrumbre, ese pueblo acosado por la nada, y cuya historia es la que se va enhebrando a lo largo de todo el libro. Mamuel Garrido Palacios se ha limitado, parece y aquí estriba gran parte del éxito del relato a dar sentido a todas esas voces, ordenándolas de manera que el lector se reconozca en cada una de ellas, removiendo en él los más dormidos soportales de la memoria. Una novela, en definitiva sugeridora y valiente, escrita con toda el alma, que se reconcilia con el arte de la prosa, tan demacrado, tan envilecido últimamente. Sin duda, y acabamos, una de las novelas más deslumbrantes escritas en los últimos tiempos en la lengua de Rojas, Cervantes o Rulfo.

© Manuel Moya

EL CHAMANISMO

MIRCEA ELIADE
EL CHAMANISMO
y las técnicas arcáicas del éxtasis
Fondo de Cultura Económica
México

LEONARDO DA VINCI

AFORISMOS
LEONARDO DA VINCI
Óptima

SEMBLANZAS IDEALES


JULIO CARO BAROJA
SEMBLANZAS IDEALES
Maestros y amigos
con una del autor por Davydd Greenwood
de la Universidad de Cornell
Editorial Taurus

CANCIONERO DE POESÍAS VARIAS

CANCIONERO DE POESÍAS VARIAS
MANUSCRITO 2803
DE LA BIBLIOTECA REAL DE MADRID
Prólogo de Maxime Chevalier
Edición de José J. Labrador Herraiz / Ralph A. DiFranco
EDITORIAL PATRIMONIO NACIONAL · MADRID 1989 

JAMES JOYCE

JAMES JOYCE
ANNA LIVIA PLURABELLE
(Finnegans Wake, 1, viii)
Edición bilingüe y traducción: F. García Tortosa
Otros traductores: R. Navarrete Franco y J. Mª Tejedor Cabrera
CATEDRA · LETRAS UNIVERSALES 

EL DISCRETO


BALTASAR GRACIÁN
EL DISCRETO
Edición de Aurora Egido
Alianza Editorial

GERARDO DIEGO

GERARDO DIEGO
PRIMERA ANTOLOGÍA DE SUS VERSOS
Austral · Espasa Calpe · 1958



LAS TRES HERMANAS

Estabais las tres hermanas,
las tres de todos los cuentos,
las tres en el mirador,
tejiendo encajes y sueños.

Y yo pasé por la calle
y miré… Mis pasos secos
resonaron olvidados
en el vesperal silencio.

La mayor miró curiosa,
y la mediana riendo
me miró y te dijo algo…
Tú bordabas en silencio

como si no te importase,
como si te diese miedo,
y después te levantaste
y me dijiste un secreto

en una larga mirada,
larga, larga… Los reflejos
en las vidrieras borrosas
desdibujaban tu esbelto

perfil… Era tu figura
la flor de un nimbro de ensueño.
Tres eráis, tres, las hermanas,
como en los libros de cuentos.

LA DESPEDIDA

Aquel día -estoy seguro-
me amaste con toda el alma.
Yo no sé por qué sería.
Tal vez porque me marchaba...

-Me vas a olvidar -dijiste-.
Ay, tu ausencia será larga,
y ojos que no ven... -Presente
has de estar siempre en mi alma.

-Ya lo verás cuando vuelva.
Te escribiré muchas cartas.
Adiós, adiós... Me entregaste
tu mano suave y rosada,

y, entre mis dedos, tu mano,
fría de emoción, temblaba.
Sentí el roce de un anillo
como una promesa vaga.

Yo no me atreví a mirarte,
pero sin verte notaba
que los ojos dulcemente
se te empañaban de lágrimas.

Me lo decía tu mano
en la mía abandonada,
y aquel estremecimiento
y aquel temblor de tu alma.

Ya nunca más me quisiste
como entonces, muda y pálida.
Hacía apenas tres días
que eran novias nuestras almas.


© GD