David Nobbs

El regreso de Reginald Perrin
David Nobbs
Trad. Julia Osuna
Postfacio: Kiko Amat
Edit. Impedimenta

  "Una magnífica muestra de humor inglés, agridulce e inteligente, ideal para estos tiempos de cólera."
Luis Matías López, Público

Reggie Perrin es un hombre gris, de mediana edad, que lleva una vida si cabe más gris: con una mujer insulsa, un trabajo alienante en una empresa de postres y nulas perspectivas vitales, decide simular su propio suicidio y comenzar de nuevo como una persona diferente. El regreso de Reginald Perrin el espíritu de la hilarante y agridulce Caída y auge de Reginald Perrin ofrece las nuevas aventuras de uno de los antihéroes más inolvidables de la literatura británica reciente. Tras diversas tribulaciones, incluida la temporada en que nuestro protagonista se ve obligado a cuidar gorrinos en una granja, Reggie abrirá una tienda, «Basura», en la que todo lo que se vende es completa y absolutamente inútil. Para su sorpresa, el proyecto se convierte en un éxito apabullante. Cuando Reggie decide destruir el monstruo que ha creado, se da cuenta de que hay criaturas difícilmente eliminables.

© Editorial

Marifé Santiago

La orilla de las mujeres fértiles
Marifé Santiago
Ed. Calambur 

Marífé Santiago, Doctora en Filosofía, ha publicado los poemarios Tres cuadernos de bitácora, Celebración de la esfera, Las constelaciones del Capitán y El día. Los días, a lo que hay que añadir las novelas El tiempo de las lluvias. Un ángel muerto sobre la hierba. El jardín de las favoritas olvidadas y La canción de Ruth. 
Hay varias formas de encarar su nueva obra: La orilla de las mujeres fértiles (Calambur 2010) para airear su salida. Una es leyéndola y recontándola para compartir el sabor de la palabra precisa, dejando que te habiten los versos que tallan figuras en el paisaje, Otra, escuchando el disco que viene con al libro, en el que recita Marifé Santiago, pone música, canta y acompaña al piano María José Cordero y toca la viola Sara Uriarte, Y otra manera más de sentir lo que dice y cómo lo dice es siguiendo con sus notas finales su camino expresivo. Opto por la última y leo: “Concibo la primera parte de La orilla de las mujeres fértiles como libro de versos; la segunda es una suerte de ensayo que elige el cuerpo poético para aparecer. Algunos poemas llegan de otro tiempo, de otro lugar, pero deciden estar aquí. El fragmento VII es de Pili Rodríguez y va con El despertar de los fósiles”. Dice: “Acepto exhumar lo íntimo / con la templanza / que tiño mis cabellos / o dejo mi boca / entre los dedos ajenos / de un médico. Comienzo, entonces, por la mugre, la que sustituye a la pierna, la que es sustituida por una tormenta de arena infinita. / Es verdad: / la pobreza pesa tan poco como la sombra de una araña, y la memoria de la pobreza pesa tan poco como el sueño de aquella viuda que habría cumplido nueve años en diciembre”.
“El fragmento VIII es de Ramón Pérez Garrió, y cerraba El Ilibre a recer de l’art”. Dice: “Un velo abandonado / sobre esta mesa líquida: / de cada sombra se desprende / polvo y memoria. / Las palabras liban la hora, ¿lo sabías? Liban, crecen, / se levantan del suelo como guitarras saciadas. / Se puede decir que, entonces, / el libro no oculta su exultante desnudez, / y que la página deja de ser barco para hacerse cometa: / comienzan las nupcias del Canto y el Pintor, / da comienzo el banquete de la fuente / que lleva versos en las alas”.
“El fragmento IX se lo escribí a Áurea Álvarez cuando dejó las clases”. Dice: “Generación de círculos: un faro / manantiales ardidos / barcos arrastrados por gorriones / claridad de los bosques que no se parecen a nada / países deshabitados que el sol sigue llamando por su nombre. / Así llego yo a ti, amiga mía, con una lucerna en la palma de la mano, alumbrando recuerdos que te ofrezco para que tú los deposites en el sagrado río de la Memoria”. 
“El fragmento X me lo pidió Rose para que acompañara las fotografías de Jean Duroux. Lo tradujo al bengalí Subhro Bandyopadhyayí”, y dice: “La Diosa danza y escribe con los pies versos de musgo. Silencioso, el corazón del bosque los canta. / Un manantial de savia: una gota de dulce sudor: es Perséfone, la niña que enamora a las tinieblas. Ese era su juego: saltas de huella en huella sin mancillar tanta piel, de puntillas. / En la corteza de mi mano palpita el árbol: breve, la luz: autorretrato de la Diosa: soñemos, digo: escuche el alma la madera y no abandone nada, y nada olvide”.
Algunos versos del fragmento XIII fueron escritos en gallego y publicados en Poetas con Rosalía (Compostela, 2007). Traducidos al castellano, la autora los trae aquí “como un salmo”. Dicen: “Halló a la extranjera orando en el templo de arena; vio la ceguera de sus ojos y cómo le caían, torpes y silentes, memorias en vez de lágrimas. / Le dijo: Extranjera, ¿has orado en el templo de arena? / Le dijo: La memoria de un Poeta se mide en templos. Como la arena / (Poeta nómada: tu templo es de arena y la leche de tus palabras amamanta a la vida) / Extranjera: Sin nombre. Sin memoria. Palabras silentes y torpes en el vano de la sonrisa, en una canción”. 
Los previos perfilan el libro como un “cuaderno de bitácora de quien se niega al olvido: la celebración de la esperanza. Escrito desde la orilla eterna de las mujeres fértiles, es un canto a las niñas de ojos sin infancia, cuya vejez llega antes de su hora. Este poemario enlaza con la obra de la autora en la revelación del sonido de la sabiduría femenina, que al cabo sustenta la realidad y la poética del mundo”.

© Manuel Garrido Palacios

Juan Saldaña

Gobernador Alonso:
El hombre que salvó el Monasterio de La Rábida 
Juan Saldaña
Presentación del libro:
Francisco José Martínez López
Catedrático de la UHU

Juan Saldaña Manzanas, doctor en Medicina por la Universidad de Salamanca, su ciudad natal, ejerció en Huelva en el Hospital Manuel Lois, luego en el Juan Ramón Jiménez, donde fue jefe del Servicio de Otorrinolaringología (1974-2003) Fruto de sus investigaciones sobre Historia de la Medicina son sus libros “Organización sanitaria en las minas de Río Tinto” (1989) y “Médicos y Hombres” (2004), es Miembro de número de la Academia de Ciencias, Artes y Letras de Huelva, de  la Real Sociedad Colombina Onubense y de la Sociedad Nicolás Monardes de Médicos Escritores y Artistas.

VQ.(Imagen: año 1855)

Juan de Aviñón · Galaroza ·Aracena

SEVILLANA MEDICINA (1380-1384)
Impreso en Sevilla, 1545 por Andrés de Burgos para Nicolás de Mohardes

...los peros son malos de moler que la mançana y esfuerça el coraçon y el estomago / y el meollo con su buen olor / los peros mejores de aqui son de Aracena y de Galaroça...

© Juan de Aviñón
© Foto MGP. Calle antigua de Aracena

François Luis-Blanc

LA RÁBIDA

Unos creen en la reencarnación, otros hacen la experiencia de pasar al otro lado del espejo. Llegando delante del monasterio de La Rábida, me siento como Colón tocando a la puerta con su hijo, el portulano secreto en la mano, lleno de ilusión. Todas mis fibras íntimas vibran al eco de un mundo visitado sobre otros continentes -iberoamericano y asiático-, en el Perú, Guatemala y en las lejanas Filipinas. La descubierta del Nuevo Mundo, la época de la Conquista, el siglo de Oro, los he vivido en Tasco en México, o Cusco en los Andes, ciudades que parecían salir del siglo XVI, apenas alteradas. Allende del Océano Atlántico, de regreso al Viejo Mundo, descubro a mi vez el otro lado del espejo en ciudades como Salamanca, Toledo, Sevilla y hoy, Huelva, en La Rábida.
A lo largo de la peregrinación por el claustro del convento es imposible no sentir una emoción al imaginar los siete años de Colón, recorridos en la lucha tenaz del hombre portador de una idea revolucionaria: viajar por una ruta marítima al Occidente para atingir el Oriente y sus fascinantes riquezas. La entrevista con el Padre franciscano en la humilde celda para exponer ese gran proyecto se torna palpable. En la sala capitular, es tentador ver detrás de los balcones, en la luz ofuscante, deslizarse las carabelas sobre las aguas unidas de los ríos Odiel y Tinto, zarpando hacia mares desconocidos para dar inicio al mayor vuelco de la historia.
Ecos de músicas antiguas surgen en mi mente... las glosas y los tientos de Antonio de Cabezón, las canciones y villanescas de Francisco Guerrero. Una voz de soprano eleva el canto sagrado del compositor, llevado por la peste en el final de este siglo mítico, y el himno a la ‘Virgen Santa’ recuerda imágenes pintadas por El Greco, versos del poeta andaluz Góngora. Los fabordones resucitan el Jardín del Edén de El Bosco, donde el misticismo de Juan de la Cruz se une a la explosión profana del Renacimiento.
Colón es ejemplo para todos de una aventura solitaria, de un paciente trabajo de convicción frente a la vida suntuaria y fútil de la nobleza, frente a la rapacidad de los negociantes, a la sospecha de los jueces de la Inquisición, defensores del dogma y de la única verdad. Ejercicio de fe en su valor propio del hombre obcecado por un mundo, animado por una vocación vista como locura por muchos.
Mi admiración no acompaña al gran navegador más allá de su primer paso en las islas descubiertas. No existe para mí tal hazaña como el descubrimiento ex nihilo de un nuevo continente. Era más bien el reencuentro de los europeos con las civilizaciones Inca y Azteca, tan ricas como nuestro Renacimiento. No es tampoco admiración, sino pena que siento al contemplar los altares rutilantes de oro de las catedrales andaluzas. El oro, lágrimas de los dioses incas; también sangre y sudor de los pueblos indios. ¿Cómo olvidar la extirpación etnocida de las idolatrías, los genocidas, la esclavitud que envilecieron esos tiempos?
Una divagación en el Museo de Huelva alrededor de las poblaciones radicadas en las tierras andaluzas y algarvías me administra su brutal verdad. Brillantes civilizaciones aparecen solamente a través de sus artefactos, piedras esculpidas, cerámicas, armas, fundaciones de edificios, estigmas humillados de los tartessos, fenicios, griegos, romanos, visigodos, almorávides... Si tantas civilizaciones perecieron bajo los golpes de invasores o bárbaros, ¿cuánto tiempo queda a la nuestra?
Frente a la estatua gigante de Colón, erecta delante del océano como un desafío al tiempo, contemplo el Siglo de Oro: es una quintaesencia de todas las edades de una vida humana. La adolescencia es el paso de la Edad Media al Renacimiento, tiempo del amor platónico de una mujer inaccesible, sublimado en la vida mística de Teresa de Ávila, tiempo del camino de purificación por el desprendimiento de todos los lazos terrestres. Viene entonces el regreso a las experiencias humanas de la vida adulta, cuando el hombre se rinde a sus deberes cotidianos sociales y familiares. La idealización de la naturaleza y el estoicismo del período barroco corresponden a la edad madura, al desánimo que nos invade frente a los horrores cometidos por la Humanidad. ¿Cómo explicar a un discípulo de la cultura francesa que la ‘náusea’ de Sartre o el sentimiento de absurdo de Camus ya lo expresaban los poetas del Siglo de Oro? Llevados por su desengaño, su deseo de retiro en ermitas solitarias, se refugiaban en la naturaleza para cultivar el estoicismo, como los clásicos romanos, el poeta Horacio, el filósofo Séneca, que por ventura era andaluz. Así, bajo el reino de un soberano absolutista, Felipe II, heredero de un imperio europeo y de todas las riquezas del Nuevo Mundo, han desfilado todas las edades y los destinos del hombre. Como delante de mis ojos, los fantasmas de un pasado glorioso.

© François Luis-Blanc

León Millán · Martínez López

Huelva, Serranía de la Luz
Ed. Surcos
Ramón León Millán: fotografía
Francisco José Martínez López: textos

El libro se compone de un generoso centenar de impactos luminosos sobre el patrimonio paisajístico serrano resaltando los perfiles de su carácter. 
Hace años coordiné la obra “Una mirada a Huelva” en la que 180 viajeros ofrecían la visión de su paso por este sur tan al sur. Todos valoraban la luz con entusiasmo, algo, como se ve, común a cuantos arriban a estas tierras donde la luz se siente, se palpa, se goza. Martínez López dice: “Si yo fuera un lugar, me gustaría ser la Sierra de Huelva, donde descubrí la luz”. Sierra “sensual” donde la “vida mana como un prodigio fecundo, la tradición se viste de fiesta, los avatares se inmortalizan en un fandango, los pueblos maduran a ritmo de castaño, encina y alcornoque, las estaciones danzan al son de las tonalidades y la naturaleza obsequia con todos los matices” posibles de luz; añade los versos del gran poeta Juan Delgado: “…donde los patios y brocales / se encuentran con la luz a la medida; / donde el sendero de la huida / se le niega a la luz y sus cristales”. León Millán retrata y Martínez López describe una serranía a la que llegan “los vientos húmedos que viajan desde el Atlántico”, lugar que posee “una vegetación plagada de alcornoques, melojos, quejigos castaños, sauces, robles, chopos, álamos, fresnos, nogales o madroños, lo que convierte al bosque en fortaleza impenetrable a la que sólo es posible acceder con los sentidos”. Benito Arias Montano “recluido idílicamente en la Peña de los Ángeles”, insiste en ello: "Habiendo viajado por todos los lugares, no hallé sitio comparable a éste, por su amplitud de cielo, limpieza de aire y alcance de vistas”.
Al hilo del paladar, el libro recoge que, al crear Dios el mundo, viendo qué guinda colocar en esta serranía, “puso el dedo en los sabores”, coronando la idea con el del jamón y cuanto el cerdo da, pasando por la sutileza micológica, la castaña, el tomate, la fruta, el agua y la luz, siempre la luz, radiante y sorpresiva o nimbada por el gran bosque sagrado, “confín del mundo, donde los dioses acudían a mostrar sus destrezas: Hércules vino a raptar los toros de Gerión, que pastaban en las dehesas, y por ser un dios no vencido fue patrón de Arucí”, según dice una leyenda de estos “pueblos –todos iguales, todos diferentes– de casas encaladas, vida serena, de comunión con una tierra” que atesora alimentos para el cuerpo y para el alma, porque del jamón igual goza el alma que el cuerpo como manjar de los manjares que es. El libro recorre la sierra en la que se solapan Huelva, Sevilla y Badajoz, sacando a oreo las esencias: “Santa Olalla, crucero, castillo; Cala, dehesa soñada; Arroyomolinos, molienda de la historia; Cañaveral, encomienda empedrada; Hinojales, donde baila la tórtola; Cumbres Mayores, Corpus; Cumbres de San Bartolomé, frontera, defensa; Cumbres de Enmedio, tres calles de ensueño; Encinasola, sembrada de ermitas; Rosal, monolito en honor de lo divino; Aroche, batallas, espadas; Cortegana y su castillo; Almonaster, convivencia de culturas; Santa Ana, huellas de artistas rupestres; Castaño del Robledo, catedral que vence la niebla. Campofrío, coso y mina, mi tierra bendecida; La Granada, madre del río Tinto; Higuera, cruce de caminos; Zufre, mirador del tiempo; Puerto Moral, noches calmas; Corteconcepción, remanso, calle evocada; Aracena, corazón, Cátedra de letras, maravilla de gruta; Linares, museo de los llanos; Alájar, empeño en rozar el cielo; Fuenteheridos, donde la naturaleza es templo; Los Marines, gallego y serrano; Cortelazor, Rey Azor, Virgen Coronada; Valdelarco, tradición construida; Navahermosa, aldea que agranda el sol; La Nava, melocotón en arte; Galaroza, caños de agua, y Jabugo, sabor universal”. Libro bello de imágenes y de palabras, que no quiere abarcarlo todo; sólo señalar a los sentidos un ámbito mágicamente iluminado por la naturaleza, lugar donde la luz se fragua en el yunque del sol, del agua, de la nieve, de la niebla.

© Manuel Garrido Palacios

Antonio J. Sánchez

EL RASTRO DE SU VOZ
(novela)
Antonio J. Sánchez
Edit. Abecedario

«El mundo es un lugar extraño lleno de gente a la que antes de conocer es mejor olvidar» 

El Rastro de su Voz es una intriga de luces y sombras ambientada en el espejismo de una Huelva de fachadas blancas y viejos palacetes modernistas, desde las tinieblas de la posguerra hasta los albores de una ciudad devorada por espirales de vapor y ceniza.

Feria Internacional del Libro

 
La Academia Norteamericana de la Lengua Española
en la Feria Internacional del Libro (FIL)
Guadalajara. Jalisco (México)

Directores, presidentes y delegados de las distintas academias del mundo hispánico participaron en actos ceremoniales, ponencias y reuniones en torno a las obras y tareas compartidas de las academias hermanas. La representación de la ANLE estuvo a cargo de Daniel R. Fernández, miembro de la Junta Directiva y coordinador de información. Entre los proyectos en marcha presentados en la feria figuraron el Diccionario fraseológico de la Lengua Española, la Biblioteca Clásica de la Lengua Española (BCRAE) de la Real Academia Española (RAE) a cargo de Francisco Rico y la colección de Clásicos de la Lengua Española de la Academia Mexicana de la Lengua (AML). Asimismo se aprovechó la ocasión para celebrar los 300 años de la Real Academia con una conferencia magistral titulada “La lengua que nunca termina” pronunciada por el escritor y académico nicaragüense Sergio Ramírez, seguida por una mesa redonda titulada “Unidad y diversidad de la lengua española”. No podía faltar a estos actos por supuesto la presentación de la vigésima tercera edición del Diccionario de la Lengua Española (DILE), acto en el cual intervinieron José Manuel Blecua, director de la RAE; Pedro Álvarez de Miranda, académico de la RAE y director de la obra; Jaime Labastida, director de la Academia Mexicana de la Lengua; José Luis Vega, director de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española; Alfredo Matus, director de la Academia Chilena de la Lengua; Juan Luis Cebrián de la RAE y Gonzalo Celorio, de la AML. Entre las muchas ponencias que se pronunciaron cabe destacar la de Humberto López Morales, secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española, en torno a la lengua de Cervantes en Estados Unidos. Según López Morales, el aumento y expansión del español en los Estados Unidos es muestra de su gran vitalidad y de su prometedor alcance en esta zona idiomática que cobra cada vez más relieve en el ámbito hispánico. De continuar así las tendencias demográficas observables hoy en los Estados Unidos, este se convertirá en el país con el mayor número de hispanohablantes del mundo dentro de unas décadas. Según el secretario general de la ASALE se trata de una comunidad de hablantes que cada vez se preocupa más por hablar correctamente su idioma como se desprende del éxito editorial de obras como los dos tomos de Hablando bien se entiende la gente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE)

© ANLE

Xerif Aledris, el Nubiense

Xerif Aledris, el Nubiense (1100-1171)
Descripción de España
(1ª ed. 1799: Trad. de Josef A. Conde, de la Real Biblioteca. Imprenta Real. Madrid MDCCXCIX. Facs. 1985
Medina Libla (Niebla: en el nombre árabe está menos desfigurado el antiguo de Ilipla, que sería 'tribu separada' [...] o 'agricultora', a la orilla de río Tinto, que los romanos llamaban Urium, y los árabes Saquia, azequia; y de éste proviene el de Aceche; tuvo Reyes desde que Abd el Aziz Albacri la ganó a Ben Jahya, Señor de Huelba y de Gezira Saltis’) es ciudad hermosa y muy antigua, y en la parte oriental de ella el río que viene de la parte del monte, y se pasa sobre él en puente a Libla; y entre Medina Libla y el mar Océano seis millas, y aquí está Medina Wlba (Welba, ahora Huelba, la antigua Onoba: 'abundante en racimos'; y si era voz compuesta: 'asilo de la tribu fuerte de la colonia'), y está a lo largo de la isla Saltix (Gezira Saltis, isla delante de la embocadura de los ríos Odiel, Tinto, y el de Cartaya, la que otros árabes llaman Isla de Huelba. [...] En el nombre de Shaltis me parece que desfiguraron el de Tartis, que sería el de la isla Tartisa o Tartessia [...] Saltis, según mi conjetura, de Tarsis, Tartis o Tartesia, donde reynó Argantonio; país felicísimo, donde creían que los hombres vivían 150 años; el país adonde Jonás huyó, a Tarsis; la isla de La Higuerita sería parte de ella’), que es isla extensa algo más de milla, y la ciudad de ella a la parte meridional, y aquí un brazo de mar llega a la caída del río Libla, y se va extendiendo hasta ser aquí de más de una milla: y desde aquí no se cesa de subir en él con barcos hasta que se estrecha aquel brazo, y llega a ser la extensión del río como medio tiro de piedra; y sale el río de la hondura del monte, en cuya cumbre está la ciudad Wlba, y de aquí pasa el camino a Libla; y de Medina Saltix a Gezira Cadés cien millas. [...] Desde Gezira Saltix por el mar Mara en la parte septentrional hasta Hisn Castala (hoy Castelar) sobre el mar diez y ocho millas; y entre ambas desemboca el Nahr-yana (El mismo que nuestros árabes llamaban Guadiana, conservando su antiguo nombres: Anas, de débil, tenue, que no se sostiene, apacible, manso) que es el río de Mérida. [...] Desde Mértola hasta Hisn al-Wlba (Fuerte de Huelva hacia El Cerro) dos jornadas cortas. [...] de Medina Batalyos a Medina Esbilia (La Hispalis de Ptolomeo. Sevilla) seis días por el camino de Aben Abi Chalid (Línea recta desde Badajoz a Gibraleón, y desde allí se inclinaba al Oriente por Escacena a San Lúcar), a Gebal-Oyún (ahora Gibraleón; Monte de las Fuentes, por ser como el Ida, abundante en fuentes; llamaban a éste y a las alturas cercanas Abuâb-Algarb, Puertas de Algarve), a Esbilia; y desde Batalyos (Badajoz; extraordinaria corrupción de Pax-Augusta) hasta Medina Mérida sobre Nahr-yana al Oriente treinta millas. 

Xerif Aledris

Thomas Boberg

Thomas Boberg
Los devoradores de caballos
Trad. del danés de Daniel Sancosmed
Colección Jardín Cerrado

El mundo entero y los mundos menores de pueblos y personas siempre están a un paso de desmoronarse, o ya desmoronados. No estará asegurado que de sus cascotes y cenizas resurja un mundo nuevo y mejor. Más bien lo contrario. Este es el trágico punto de partida de Los devoradores de caballos, del poeta Thomas Boberg (Roskilde, Dinamarca, 1960). Con un ritmo hipnótico y trepidante, el libro describe un mundo nacido tras la destrucción del mundo en que vivimos. Todo se cuenta con gran fuerza narrativa, con enorme desgarro y violencia verbal en muchos momentos. El autor no ahorra los detalles más duros. Recuerda en cierta medida algunas narraciones de Cormac McCarthy (La carretera) y de Shohei Ooka (Hogueras en la llanura). ‘Un libro hipnótico –escribe Raúl Campoy en el prólogo– que no puedes parar de leer pues fusiona distintos géneros literarios como el cuento, la novela y la poesía con un martillazo épico constante’. Thomas Boberg ha publicado más de veinte libros de poesía. nominado en dos ocasiones al Premio de Literatura del Consejo Nórdico, en 2012 obtuvo el Gran Premio de la Academia Danesa. Aunque traducido y editado en español en América Latina (Portadoras de agua y las antologías Constelaciones terrestres y Poesía), Los devoradores de caballos es su primer libro editado en España.

www.librosdelaire.com

Hindenburg ao Rio de Janeiro

Chegada do dirigível Hindenburg 
ao Rio de Janeiro
Gelatina/prata, ca 1936
Acervo Iconographia
Anónimo
www.fundacionmapfrehistoria.org

Helena Junyent

CUÉNTAME ENTRE LAS CEREZAS
Helena Junyent
Ed. Isla Varia


La autora le dice al río...

…desde la cuna del agua
saltando a caballo sueños de juguete
tuyo es el cuenco de la mano niña
en las barbas blancas de la roca
tuyo el tiempo vago
vagando en los bolsillos de unos codos rotos
tuyo el temblor de las violetas
buscando un asa en la vasija del lago
tuyos los zapatos
mío el pantano
cuando el paso me cierras
en el esplendor de los helechos.

Las claves de un poema no flotan en la corriente; van por lo hondo, ancladas al cauce del sentir: llámale amor, infancia perdida, soledad, ausencia, sueños rotos, lejanía de ecos; si el sentimiento puede más que la razón es porque guarda estos secretos del alma:


…entre nubes pasando
incontables mariposas cifradas
en crisoles nos demoran
pasaron tantas lluvias
un carrusel de niño entre hojalatas
una ráfaga de sol entre el granizo
acaba de pasar
un olor a romero
y una niña entretanto
ya ha pasado
apenas todo
casi nada tanto. 

Helena Junyent ha publicado su poemario ‘Cuéntame entre las cerezas’ en Isla Varia, editorial ahora trasladada al Este andaluz tras haber sacado a oreo un buen número de autores y sembrado el Sur de libros de poesía. Del de Helena Junyent dicen los previos que es ‘contar el paso del tiempo desde una perspectiva de derrota hasta la voluntad recreadora de arrancarle ilusiones a la desesperanza, pasar del desengaño a esa-otra alegría en la que reconocerse con ojos renovados. Como si ese recorrido a través de derribos y ruinas, sólo salvables con la llegada de-vuelta a la inocencia, nos diera la posibilidad de andar-un desandar por los caminos de la remembranza, con sus surcos, con sus huellas solapadas entre los mirlos y las picotas de cuando el soñar daba pie a las primeras cerezas, y decirnos con ello, que pese a todas las limitaciones, ilusión y realidad no son entidades separadas. Tal vez por ello nos encontremos aquí con una voz distinta a la de otros poemarios, y sea ese vínculo con el tema que aquí aborda el que le pide a la autora una comunicación compartida. De ahí, que lo imperativo del título responda a la demanda de esa-otra oportunidad que nos brindan las pérdidas, cuando re-unidas en el frutal de la memoria optan por volver al país de la niñez. Un volver de lo conocido a lo desconocido, de lo cotidiano a lo asombroso, traspasando la rutina con el fluir de los afectos, los juegos, los sueños, sin olvidar que donde comienza la prudencia termina la sorpresa’. Cuéntame entre las cerezas es un apasionado viaje por los sentimientos en el tren de los versos, cuya vía bordea el río de la vida, cauce y escenario en el que las pulsiones que los hicieron posible perdurarán para siempre. Por eso la autora no dice nada que pudiera quedar en pura anécdota de la niña [‘con cintura de pulsera’ (Gerardo Diego)] sino que eleva su expresión a rango de categoría, la universaliza, hace que la compartamos, convencida de que en lo hondo del sentir apenas hay margen para disidencias. Se es o no se es. En el de la expresión, sí. Todas las imaginables. Dice Helena Junyent que…

…de todas las formas
que entre nubes de vapores encontrados
a través del río y su corriente
apenas si distinguen
de entre las ventanillas del mar y sus confines
la configuración de la rueda que mueve el agua
yo aprendo de la corriente
mirando pasar los trenes
con ese sabor a despedida
que aun sin noticias de adioses
conforma la espera en los andenes
en donde silbando el humo
me asomaré a las formas
de forma
que en vías al todavía por-venir
me cuenten las nubes ¿por qué
al paso del río a todo vapor a la redonda
en los ojos del niño se evaporan?

Tren de la vida, viaje sin pausa, río que no para, cada página es una ventanilla-ojo por la que el lector descubre los brillos del agua, su devenir desde las fuentes ocultas o los guijarros del balastro, en suma: las claves que nutren la poética de Junyent, que sabe que…

…a veces
cuando buscando en lo hondo
las palabras dejan de ser juego
logra que suene en clave de mar
su risa clara su canto de niña
la que pone en mi mano
la clave:
escribir como se calla
lo hondo de lo que habla
en el fondo ella era de agua
la que busca en las pérdidas
la que bebe del qué más
se llamaba Mar-i
cuando la llamo
un canto de fondo hace sonar ... las llaves.


© Manuel Garrido Palacios

Javier Pérez Walias

Javier Pérez Walias
Otrora
(Antología poética 1988-2014)
Prólogo de Eduardo Moga. Epílogo de Javier La Beira
Calambur Poesía
La poesía de Pérez Walias aúna el impulso narrativo y la representación simbólica, la construcción de un yo lírico coherente y la fulguración de lo incontrolado, el vislumbre de lo anómalo, o incluso de lo imposible. El cincelado metafórico atraviesa los poemas sin privarlos de su enjundia figurativa, pero repujándolos con una intensidad infrecuente. Si algo caracteriza su propuesta es la busca de una dicción sosegadamente desgarradora…

Valentina Hernández

Valentina Hernández
ASOCIACIÓN CULTURAL AMIGOS DE VALENTINA
Celebración del 124 aniversario de su nacimiento
Sabinosa, La Frontera–El Hierro

L'ABANDONNOIR · EL ABANDONARIO


EL ABANDONARIO ►
Manuel Garrido Palacios 
1ª Ed. Calima. Mallorca
  
L'ABANDONNOIR ◄
Manuel Garrido Palacios
Trad. de l'espagnol
Isabelle Toledo et William Rozenblat
2ª ed. L'Harmattan, Paris
(Littérature. Europe)

Manuel Garrido Palacios nos entrega en 'EL ABANDONARIO' su apasionante novela. Dedicado profesionalmente al cine y a la etnografía, sólo en estos últimos años ha ido publicando libros de ficción literaria. El sorprendente EL CLAN Y OTROS CUENTOS (Ed. Calima, Palma de Mallorca) y esa variopinta fábula titulada NOCHE DE PERROS (Ed. AR, Sevilla) nos mostraban ya a un narrador premioso conocedor de su oficio y exhaustivo gozador de la alta, rica tradición castellana. En ambos libros latía el aliento de un hombre entrañado, investido en lo popular, en el que la ironía, el escepticismo, la retranca..., nos daban cuenta de un mundo personal, entretejido de realidad y ficción mágica, con un pie puesto en los estribos de la picaresca (con esa visión escéptica, amargosa del mundo) y el otro en ese prolijo mundo de lo escéptico y de lo soterráneo que encontramos también en la vasta tradición castellana, desde Cervantes a Rulfo, desde Quevedo a Valle o al Cela del Pascual Duarte. Pareciera que todos esos largos años emboscado detrás de la cámara, atento a las luces y a las penumbras, a las voces y al silencio, hubiesen propiciado en el autor un caudal vivo de sombras y máscaras que ahora, en su faceta más propiamente creativa, se nos revelan en toda su concertante, apabullada realidad. Estas tres coordenadas: la tradición escéptica, la visión mágica y el lenguaje popular , más que presentes en sus dos libros de relatos, constituyen ahora el soporte literario de este libro (EL ABANDONARIO) tan sorprendente como impagable. EL ABANDONARIO es un viaje hacia los médanos interiores de una memoria que se resiste a reconocerse en los parámetros realistas o mecanicistas, donde los hechos quedaban sepultados, envilecidos por un proceso de afirmación histórica o ramplonamente temporal. Muy al contrario, lo primero que sorprende en esta novela, es precisamente la ausencia del tiempo. El recuerdo, la memoria, ajenos a la contaduría de las horas, se superponen, se erigen, vivifican la realidad, construyendo una reconocible fantasmagoría de hechos simultáneos y envolventes que atrapan al lector ya desde sus primeras líneas, aventurándolo a un mundo de una sencillez, de una fantasía desaforada. En realidad, lo que Manuel Garrido Palacios, persigue a lo largo de esta obra inolvidable es recrear, alentar, producir una atmósfera interior reconocible, en la que vida y muerte, realidad y magia se entretejan de una manera creíble y lo que es más importante, natural, en torno a los pellizcos de la vida. Pero si ya en su larga obra cinematográfica Garrido Palacios trata de recoger la devastada memoria de los pueblos, afirmándolos en su identidad y sublimando precisamente aquellos elementos que hacían palpable esa identidad, aquí, en esta, su primera novela, se nos propone una vuelta de tuerca al introducirnos en un mundo de resonancias míticas que nos agarra desde la pura y abstracta identidad y donde el lenguaje, de una llaneza casi cegadora, consigue por sí mismo convertirse en el absoluto protagonista de esta historia en la que un muerto relata a quien lo vela la historia de un pueblo fenecido, atrapado en su propia fantasmagoría. Nos hallamos, pues, ante una novela sorprendente que consigue imantar al lector a las primeras de cambio, para mantenerlo en vilo durante toda la deslumbrante travesía. Y es que Garrido Palacios, seguro de su oficio, capaz de descubrir una atmósfera en unas pocas líneas, lejos de adentrarse en un discurso atolondradamente lírico, prefiere ponerse en manos de la naturalidad, de la fluidez de la palabra dicha, oída, metida en la matriz y en el estómago. Será, así, a través de los personajes que hablan a través del muerto, que se construya la peculiarísima memoria de Herrumbre, ese pueblo acosado por la nada, y cuya historia es la que se va enhebrando a lo largo de todo el libro. Mamuel Garrido Palacios se ha limitado, parece y aquí estriba gran parte del éxito del relato a dar sentido a todas esas voces, ordenándolas de manera que el lector se reconozca en cada una de ellas, removiendo en él los más dormidos soportales de la memoria. Una novela, en definitiva sugeridora y valiente, escrita con toda el alma, que se reconcilia con el arte de la prosa, tan demacrado, tan envilecido últimamente. Sin duda, y acabamos, una de las novelas más deslumbrantes escritas en los últimos tiempos en la lengua de Rojas, Cervantes o Rulfo.

© Manuel Moya
España

El Abandonario es una novela de Manuel Garrido Palacios construida como las antiguas tragedias griegas. En vez del carro sobre el cual el primer dramaturgo declamaba la historia de los héroes míticos para concurrir al premio representado por un bode (tragos), estamos en presencia de un muerto en su ataúd durante la vigilia que le hace el último vecino, mudo de soledad, en un pueblo perdido. En su soliloquio, el muerto hace desfilar a todos los habitantes que hubo en dicho pueblo con las anécdotas cotidianas, las intrigas, amores, odios y alegrías posibles de un lugar extinguido. La simplicidad brutal de los eventos, la unidad de tiempo y de espacio, las voces de los muertos que suben como un coro, parecen los elementos de una tragedia mediterránea que bien podría ser de Esquilo. Igual que en la vida, se reflejan también los momentos crueles o divertidos, las escenas burlescas, el humor corrosivo, la amargura, la pobreza y el hambre conocidos por tantas criaturas de la posguerra civil española. Ese pueblo escondido, llamado Herrumbre, es un microcosmos pero abarca toda la vida y la vida de todos nosotros. Conociendo el pasado del autor, escritor especializado en la etnografía, viajero y cineasta, el lector podría pensar que se trata de una obra de recopilación de cuentos, leyendas o anécdotas cosechadas durante toda una vida en contacto con los pueblos más rancios de España. Pero no. Pasa por la obra un soplo épico, una grandeza que solamente una experiencia vivida puede desenlazar y ofrecer. En efecto unas confidencias del autor confirman que muchas escenas son trasposiciones de su infancia en un pueblo similar a Herrumbre. Reviven los sonidos, los sabores, los rumores de ese mundo que hoy se desvanecería en el olvido si el autor no lo hubiera conservado en su memoria para nosotros.Hay en la novela El Abandonario unas invenciones lingüísticas que harán las delicias del lector. La riqueza del vocabulario, a veces inventado o inspirado en el lenguaje hablado, de los refranes, de los insultos, de las canciones populares, hace del texto una enciclopedia de la sabiduría del mundo rural, de un universo en desaparición. Existen escenas muy innovadoras en literatura, tal vez por influencia de la técnica cinematográfica, como por ejemplo, cuando se mezclan en el texto todas las conversaciones sobre la plazoleta del pueblo, como un rumor de fondo, donde respira la vida trivial de los habitantes. O cuando se entrecruzan los comentarios de las personas que preparan los pestiños en la cocina, escuchados por el niño desde su alcoba, donde fue recluido para que no incomodara los preparativos. Ese niño de ayer es el autor que escucha hoy las reminiscencias de estas voces de la felicidad simple.El lector francés entrará sin preámbulo en ese mundo mediterráneo ya familiarizado por sus lecturas de las novelas de Marcel Pagnol o Jean Giono. El Abandonario, de Manuel Garrido Palacios, no necesita de reflexiones metafísicas o escatológicas en ese contexto de vigilia mortuoria donde flota el espíritu colectivo resignado tanto a la vida como a la muerte.
© François-Luis Blanc
Francia
Pocas veces me han dado algo tan interesante; en esta ocasión, además, muy especial porque al verlo me di cuenta que esa persona me daba una extensión de su pensar y su sentir, una obra apasionante de principio a fin, algo muy intimo. Comenzando por el tema, tuve que pensar en lo que el título quería decir. El Abandonario. Esta novela es la historia del pueblo de Herrumbre, un lugar olvidado y perdido en algún lugar de España, un espacio abandonado en el olvido, donde sólo queda un habitante vivo, Tasio, al que un muerto le narra la historia de su paso por la vida en Herrumbe sin tener a quien hablarle, sin oídos que le oigan, con tiempo de menos para narrar las aventuras y decepciones que marcaron cada uno de sus días; una narración colectiva de las memorias de un pueblo que la muerte y el tiempo ha ido borrando. Un monólogo de un muerto que piensa y un vivo que parece estar más muerto en vida y que parece no inmutarse ante las reflexiones de su amigo, que yace en el abismo desconocido de la vida después de la muerte. Amor, odio, tragedias, felicidad, enfermedades, amistad, tantas cosas que pueden ser dichas de un lugar donde las relaciones entre las personas luchan cotidianamente por la vida sabiendo que algún día llegará a su fin. Habría que inventarse unos lentes -dice el autor- para verse el interior todos los días, con sus vidrios de conciencia bien limpios. Y en la muerte poder ver su vida tal y como fue. “Todo esto no es más que la memoria de un muerto que lucha por salvar historias plenas de vida”. La memoria de un pueblo tan muerto como él, donde su último habitante no tendrá quien lo entierre. Esta es la primera parte de una serie de 3 libros escritos por mi amigo, el escritor español nacido en Andalucía, que nos invita a “vivir eternamente los días que nos quedan por vivir”.

© Karen Yrigoyen
México
A Herrumbre, petit village perdu au milieu d'un nulle part maudit, il ne reste plus personne, sauf un vieux corps allongé sur son lit de mort qui, en attendant son enterrement, raconte, à son vieil ami Tasio qui le veille, l'histoire de son village et de ses habitants. Sans même savoir si celui-ci, unique et dernier survivant, est capable de l'entendre, le mort se lance dans un interminable soliloque d'une vitalité extraordinaire et plonge dans les abîmes d'une mémoire collective peuplée de personnages pittoresques, d'anecdotes quotidiennes, d'intrigues, de tragédie, d'amour et de haine.

‘Laissons-nous vivre,
on pourra bien tout à loisirse laisser mourir.’ 
(Tante Carmélita)

Ce roman est le monologue sur les souvenirs d’un mort sur son lit de mort. Tasio le veille, mais ne parle pas. Situation : à Herrumbre, petit village de campagne, perdu au fin fond de l’Espagne, tout se sait, tout se voit et tout se transmet, rien ne se perd (anecdotes, superstitions, traditions, histoires de cocus, amourettes et friponneries, et bien sûr les différentes morts). Pour apprécier la vie, rien de telle que de passer de l’autre côté en compagnie d’un vieux garçon, rigolo et campagnard, mort mais souriant. Et puis, quand un mort parle, on a tendance à l’écouter.Il était un bon vivant, éduqué par sa tante Carmélita et ses livres. Ici, le mort se souvient d’antan et partage sa mémoire afin de la fixer éternellement quelque part. Par ce monologue, par ce roman aussi. Surtout que Tasio, dernier survivant du village, ne le pourra pas, car il n’y aura personne pour l’écouter, ni l’enterrer, après l’ultime point final de son ami. Donc dans ce livre, ça s’enchaîne rapidement, passant du coq à l’âne pour ne rien oublier, sur ce village et ses habitants hauts en couleurs avec le parlé patois et l’humour qui vont bien avec.
La vie fait renaître. Des personnages aux surnoms sournois ou collants (le Chardon, Sépulcro, la Veuve Ecclésiastique), les exploits, leurs trahisons, leurs passions (le passage sur la jalousie Séfito, le maire, pour son âne est fendard), leurs faims, leurs hontes, leurs morts, leurs peurs (comme le mois de mars qui fait pâlir Causette récitant : ‘janvier, février, l’autre et avril’). Tout y passe et c’est avec plaisir que l’on plonge au cœur du village, un genre de Voici peuple et non people. Le tout entrecoupé de chansons paillardes ou de citations, ce qui aère le texte qui n’a aucun paragraphe, avec par exemple l’histoire de Maria Piment qui fait ses besoins derrière un buisson, pète et disparaît emportée par le vent.
De la poésie grasse et un parler franc, où on imagine les sourires du conteur avec un regard pétillant (euh…) de malice. La mort ne semble pas dénaturer la vie, mais y apporte une certaine sagesse. Car le vieillard critique objectivement la religion ou la politique (‘ce qui se passe avec les religions, c’est qu’on naît dans un endroit où, dans les temples, il y a déjà des saints et on t’oblige à les accepter sans te demander ton avis’). Le tout dans d’un village pauvre rongé par la saleté, les superstitions assassines, les ventres vides et les dettes.
Du brut dans l’évocation des souvenirs, du témoignage de respect et de tradition, mais aussi des passages crus qui rappellent à l’ordre quand la une des magazines fait des dossiers sur l’augmentation des crises existentielles des Français.
‘une fois tous les chats exterminés, grand-mère a inventé un menu basses calories ; il s’agissait d’un dé de lard qu’elle appelait ‘nectar de porc’. Elle distribuait du pain à chacun de nous et le soupirant, toujours servi en premier selon le protocole, déposait le lard sur le sien, mangeait la mie enduite de graisse et déplaçait avec son pouce le porc intact jusqu’au bout du pain.’
J’ai beaucoup aimé ce livre, d’abord sur les positions du narrateur (son état vertical et sur ce qu’il raconte), puis pour Herrumbre. Ce livre est court, rigolo, pas prise de tête et terriblement humain, vivant et entraînant. En même temps, pesant d’atmosphère sous-jacente avec l’état d’abandon permanent et méticuleux, la dégradation douce et lente. Le village meurt un par un habitant, pour finir rayé de la carte, après Tasio, ce sera une ville fantôme. On le sait, mais on ne veut pas de cette fin inéluctable et définitive avec le mot fin. Petit à petit, j’ai appris à l’aimer ce village et maintenant le livre achevé, il est totalement mort, abandonné, comme le narrateur. Mais le souvenir, défi du narrateur, est vivant. Belle notion !
C’est pour ces raisons que je conseille cet ouvrage, il y a beaucoup de choses dedans. Un hic : le fait que le mort monologuant n’ait pas de prénom. J’me suis mise à l’appeler Jean Mouret, comme l’illustre résident du cimetière de Carrières sur Seine dans les Yvelines. Ne vous fiez pas à la couverture pas forcément folichonne, car le contenu qui mérite que vos yeux se posent dessus.
Allez soyons fous ! Je lui décerne un prix, celui de la meilleure phrase vivante dite par un faux mort : ‘pousse-toi au soleil du matin, à ce petit air bien sec, je ne te dis pas de sortir, mais de te pousser’.
© Anne Anyston
(Papercuts. Le webzine qui tranche. Paris)

Susana Weich Shahak

Susana Weich Shahak
Música y Tradiciones Sefardíes
Centro de Cultura Tradicional
Salamanca

Concha Casado Lobato

Concha Casado Lobato
EL NACER Y EL MORIR
en tierras leonesas
Centro Cultura Tradicional
Salamanca


Una selección de esas costumbres y tradiciones que, en torno al nacimiento y a la muerte, eran vida en nuestros pueblos. Descubrirás algunas cosas curiosas, que responden a una forma de sentir acorde con esa sabiduría popular transmitida a través de las generaciones […] valores esenciales y permanentes que rezuma la tradición: vida solidaria, ayuda mutua. Valores y principios que se perfilan claramente en los capítulos de las Ordenanzas municipales y en los estatutos de las Cofradías. Nadie quedaba solo, ni en la enfermedad ni en la desgracia; se sentía arropado por vecinos o cofrades, por esas costumbres vecinales que se hicieron ley de vida.

(Presentación. Frag.)
Índice:

I . EL NACER · Ritos de fecundidad. Embarazo. Alumbramiento. Cuarentena y misa de parida. El recién nacido. 

II . EL MORIR · Viático y muerte. Velatorio y entierro. Ofrendas en la iglesia. - Mes de ánimas.

Manuel Crespo

BIOGRAFÍAS INTERRUMPIDAS
Goethe - Beethoven: una amistad imposible
Manuel Crespo


Un libro es como el pan, un pan especial que alimenta el alma; pan hecho de esa pasta incolora que resulta de amasar el saber y el sentir. Manuel Crespo, Catedrático de Dibujo, sacó en su dia a la luz un homenaje a un escritor alemán nacido hace más de doscientos cincuenta años, a quien valora como 'ave fénix' que sobrevuela sin oposición las letras europeas. Si se tuviera que trazar el perfil de Johann W. Goethe, en 'Biografías interrumpidas', con una frase de las que Crespo le dedica, ésta sería la de 'profundo descifrador de almas'.
Pero después de leer sus páginas, a uno se le queda la impronta de que Crespo, más que de Goethe, de Brentano, de Rollain y de otros de la época, de quien quería hablar era de uno de los dioses de su olimpo íntimo: Beethoven, músico al que conoce, al que ama, al que comprende con una especie de genial ingenuidad en el ver, oír y sentir. Y no sólo por las citas que enriquecen su libro, como la de la carta de Bettina a Goethe: 'Es de Beethoven de quien quiero hablarte ahora, en cuya presencia me olvidé de ti y del mundo entero', sino por su propia pasión por el músico, porque, sin leer una sola de sus partituras, Crespo ha sido capaz desde siempre de enseñarnos ese alma tanto en fondo como en forma, de descifrar el misterio creativo de aquel ser humano de excepción, artista y hombre bueno del que dijo Haydn que jamás sacrificaría un bello pensamiento a una regla tiránica.
Vienen al papel estas palabras porque ya en los tiempos del Santafé me preguntaba por qué Manuel Crespo no había estudiado música en vez de pintura, para internarse 'del todo' en los monumentos sonoros que, sin duda, constituían su gran alimento espiritual. La respuesta quizá la intuyera entonces, cuando yo me afanaba en el Conservatorio y él en Bellas Artes; respuesta que trae en su magnífico libro, no en su boca, sino en la expresión de otro dios: Mozart, cuando a punto de conocer a Beethoven dice: 'Ni la inteligencia, ni la imaginación, ni las dos unidas hacen al genio. Sólo el amor puede hacerlo'.
Este libro-pan de Manuel Crespo me suena, digo, más que a un homenaje a Goethe, o a una sinopsis de la obra de Beethoven, a un tratado de amor hacia quien se sentía enormemente desgraciado porque, según confesaba en una carta a un amigo, su órgano más noble era el oído, y éste se hallaba muy débil. Igual porque lo exterior era pura miseria frente al universo interior que lo poblaba.

© Manuel Garrido Palacios