Juan Delgado / Pablo Neruda


Entrevista a
Juan Delgado
sobre
Pablo Neruda


MGP: Escribe Neruda:

"Quiero llorar como los ríos,
quiero oscurecer, dormir
como tu antigua noche mineral."

...y pregunto a Juan Delgado cuántos Nerudas hay.
JD: Muchos, y todos en el mismo poeta. Creo que Neruda es una gran figura de la poesía en lengua española. Crepusculario lo escribió con 19 años. Luego vinieron más poemarios, como Canto General, lienzo de amor al pueblo y denuncia al imperialismo:

"La mina es sólo el hombre
no sale de la tierra el mineral,
sale del pecho humano."

MGP: Y más libros hasta la edición póstuma de Confieso que he vivido.
JD: En todos con palabra preciosa y precisa. Hizo de la poesía su destino y su modo de existir; la buscó en la balada, la elegía, la oda, la gesta, lo íntimo, lo colectivo, lo sencillo, lo cósmico.
MGP: ¿El poeta tiene algo de cronista de su época?
JD: Él lo fue; en España defendió la causa republicana y ejerció de cónsul en Barcelona y Madrid en los años 34 y 35.
MGP: Dice Neruda:

"Saldremos de las piedras y del aire
para morderte;
saldremos de la última ventana
para volcarte fuego;
saldremos de las olas más profundas
para clavarte con espinas;
saldremos del surco
para que la semilla te golpee como un puño;
saldremos para negarte el pan y el agua;
saldremos para quemarte en el infierno”.

JD: Sus versos ponen el dedo en la llaga de las injusticias, de la lucha por un camino de paz y concordia. Está viva su voz.
MGP: ¿Qué poema tuyo le leerías ahora?
JD: 

“Estamos en los días del miedo y la miseria,
Campofrío, son los años cuarenta,
y yo era un niño turbio que leía
para mejor disimular el hambre.
Estamos en el negro Palacio de la Noche,
Riotinto, son los años cincuenta,
y yo era un joven inseguro
que intentaba clarificar los pasos de su vida.
Estamos en un tiempo de paz comprometida,
Sevilla, son los años sesenta,
y yo era un estudiante oscuro
que quería descubrir el valor de la palabra.
Estamos en la lucha ilusionante y dura,
Andalucía, son los años setenta,
y yo era un hombre serio
que creía en la canción del horizonte humano.
Estamos en la siembra del pan de cada día,
España, son los años ochenta,
y yo era un labrador de sueños
que intentaba edificar su mundo de ilusiones.
Estamos en el final del siglo,
el final del milenio,
Europa, son los años noventa,
y yo soy un viejo niño turbio
que escribe sus poemas
para mejor disimular el Tiempo,
la soledad del hombre”.

MGP: ¿Qué es la poesía?
JD: Un desierto con fuentes que fluyen, insondables, de la raíz del alma. Es, según el Maestro: La luz con el tiempo dentro.
MGP: Hay quien ve en la poesía una medicina, ¿contra qué?
JD: Contra la imbecilidad, el pasotismo, la brutalidad, la injusticia, la mediocridad, el papanatismo… Hay males a los que les vendría bien.
MGP: El poeta flota en una cierta locura.
JD: Si es soñar, o creer en la utopía, o buscar la justicia y la verdad, o pensar que el sentimiento dignifica, o sufrir con los demás, o luchar por la libertad de la palabra, estamos locos.
MGP: Hablamos, recitamos…
JD: Tras el golpe militar que derriba a tiros a Allende y días después muere Neruda, todo es recuerdo.
MGP: Ir al encuentro de ese recuerdo en 1997 fue como escribir versos tristes.
JD: Crucé esas calles, respiré su aire, lloré las ausencias, canté sus versos y fui a Isla Negra, donde quedó el amor de Matilde y su eco:

"Enterradme en Isla Negra
frente al mar que conozco."

MGP: ¿De dónde se sentía él?
JD: Del antiguo reino de Araucanía, sagrado lugar de los mapuches.
MGP: ¿De dónde te sentías tú?
JD: De la rosa profunda de Tartessos, donde las leyes se escribían en verso; de donde partieron velas a cruzar el Océano.
MGP: Amor a las palabras.
JD: Él dice: 

“Qué buen idioma el mío,
qué buena lengua heredamos
de los conquistadores torvos.
Éstos andaban a zancadas
por las Américas encrespadas
buscando papas, butifarras, frijolitos,
tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos,
con aquel apetito voraz
que nunca más se ha visto en el mundo.
Todo se lo tragaban con religiones, pirámides, tribus,
idolatrías iguales a la que ellos traían en sus bolsas.
Pero se les caían de las botas,
de las barbas, de los yelmos, de las herraduras… 
las palabras. 
Nos dejaron el tesoro: las palabras”.

MGP: Cierro aquí este 

“...pregón de sinceridades,
hilvanada y sencilla y loca conversación,
como una bandada de pájaros sonoros”.


© Manuel Garrido Palacios / Juan Delgado