Marcos Gualda







‘Teoría del choquero trocho’ es un libro de Marcos Gualda que viene marcado con el sello de las buenas iniciativas que asoman por acá. La última -muy nombrada- fue la de Colón en su empeño por ir a un lugar complicado, aunque luego encontrara aparcamiento en otro y allí pusiera el chiringuito bajando de los barcos a un tiempo la cruz y la espada. No cayó en que con tres carabelas es difícil andar de mar en mar buscando un guardia de circulación con tridente al que preguntar: «Oiga, ¿llevo buen rumbo para las Indias?» Seguro que topó con uno que tenía el día malo y por eso lo mandó a otro sitio, como me cuentan que ocurrió la vez que hubo un escape en el Polo Químico de Huelva y el guardia, confundido el hombre, se puso a dirigir el tráfico hacia el peligro, hasta que lo avisaron: «¡Oye, que es al revés!» y por esa simpleza se salvó el personal.
No tan trocho, no sólo porque diga con la gracia de buen escriba lo que dice en sus páginas, sino por la oportunidad de hacerlo, que vaya si hacen falta obras así por estos lares, lo que ofrece Marcos Gualda es la crónica de muchas verdades agazapadas en el insufrible «Huelva es así» que se suelta para justificar tantas cosas. El libro es un excelente viagra para erectar la conciencia, para que sepamos que aún es tiempo de restañar el daño que hace esa torpe resignación. Apurando, parece decir con Juan de Mairena que «Hoy es siempre todavía» y romper la costra de conformidad que nos lastra. No tan trocho, ahí voy, no sólo por las verdades como puños que trae, sino porque si extrapolamos la esencia hacia la lamentable desnudez que padecemos, podemos sacar conclusiones que nos alegrarían el día más allá de esa alegre tristeza de la que no se sabe salir sino a golpe de carcajada, a borbotón de chiste, a espasmos que nunca acaban en algo, siempre en nada. Una vez presentado el libro de Gualda por Stabile y Pimentel, en un soplo de días no habrá ejemplares disponibles. Estábamos de acuerdo en esto ayer Manuel Moya y quien esto escribe. Y sucederá porque aún hay quien busca enjundia propia en los textos cercanos, claves del cómo y por qué se es, esencia más allá de las pajas mentales que se advierten en cualquier rincón. El libro es grano puro que moler en la trastienda de la mente, útil para despertar y cuestionarse si seguir siendo lo que se ha sido o empezar a ser lo que se puede ser. En suma, para tratar de avanzar a lomos de las denuncias travestidas de trocherías impresas en sus páginas. Por eso presume Isabela que será un best seller sureño. Bienvenida la idea, el autor y la obra. Bienvenida Almuzara, por revolver con su iniciativa la charca empantanada de publicaciones en esta ciudad, merced al ¿criterio? restringido para publicar a amiguetes y familiares, pero con fondos de todos; bienvenido Marcos Gualda, fiel a las tres cosas importantes que hay que hacer en la vida; y mejor venida la Teoría del choquero trocho porque es un libro-espejo donde mirarse por un módico precio. Espejo nada de trocho porque lo que se ve dentro no es sino la imagen de la realidad reflejada. Lo trocho es el modelo, el arquetipo, el prototipo, el tipo que se mira el ombligo ante el cristal. Seguro que su lectura no será del gusto de todos: eso es bueno. Recomendable para cualquier obra. Me mojo y digo que a mí me ha gustado, entre otras razones, porque no enlirica paisajes para situar calcomanías, sino que corta a tajo los perfiles para hacerlos más humanos, si cabe; ni rebusca a ver qué es lo que le gusta más a mamá, sino que tiene la virtud de encontrarlo todo en su sitio justo, sea áspero como lija o dulce como meloja, para darlo tal cual de pasto al azogue. Se me da que Marcos Gualda sólo ha tenido que mirar para ver y luego escribir lo que sentía, soberanamente además, por si fuera poco.

© Manuel Garrido Palacios