Niño Miguel

Reproduzco el artículo que publiqué en 1976. La foto la hice en Fuentepiña (Moguer) lugar de Juan Ramón Jiménez, durante el rodaje del capítulo que dediqué a Miguel en la serie RAÍCES (Premio Arpa de Oro en el Festival Internacional Golden Harp, de Dublin)

Miguel, un ensayo


La guitarra más creativa que ha parido este sur ha sido la de Miguel de Vega, Niño Miguel. Hablo en pasado porque la referencia que hoy tengo de él es la de una sombra buscando quien lo escuche en plena calle con una improvisación a cambio de “dame algo”. Improvisación que cuaja en genialidad, dicho a lo llano, de la que más tarde ni se acuerda porque otras músicas acuden a su cabeza, en cabal comunión con sus manos, para que la sorpresa ensanche toda capacidad de admiración. No lo piensa. Es puro impulso. Decir esto no va en detrimento de los grandes guitarristas que ha habido y hay aquí. No los nombro; tanto sabemos sus nombres como que, seguramente, comparten esta opinión sobre quien tuvo la guitarra como juego impuesto y hoy la tiene como estela que lo sigue por la ciudad. Miguel no aprendió a tocar la guitarra. Nació con el don. Los mayores atrevimientos armónicos que puedan experimentarse en los conservatorios de música vienen a quedar en pañales al lado de los que Miguel crea sin el menor esfuerzo. Lo que pasa es que cuando toca sólo persigue agradar un rato y ser recompensado con un euro o lo que caiga, sin saber que si su música se extendiera más allá de la guitarra y se ampliara a la orquesta estaríamos hablando de lo más novedoso, fresco y limpio que se ha hecho últimamente. En tiempos seleccioné varios de sus temas con idea de integrarlos en un concierto para guitarra y orquesta con él de solista; aún guardo los bocetos. El caso es que cuando le pedía que repitiera una pieza para perfilar el trabajo, la tocaba de modo diferente, como una variación sobre la primera, por lo que llegué a la conclusión de que lo suyo era tocar solo, si acaso, con un par de guitarras hábiles de acompañamiento, que se las podían ver y desear para no perder puntada. Tan claro está su perfil creativo, que Miguel tendría que ocupar una especie de cátedra permanente, activa y práctica, en un local de su ciudad, un lugar al que él fuera cada día a tocar unas horas para que cada alumno pillara lo que su capacidad le permitiera, trabajo que le daría, de paso, un dinero mensual que le evitara tan lamentable estado. Puede que reciba una pensión; lo ignoro; lo que no quitaría para que tuviera su sitio enseñando o tocando ante un público nuevo que apreciaría al creador de tan bellas sensaciones. Miguel no va a leer esto. Le trae al fresco si se comprende o no su situación, cosa que sí debe importarle a una ciudad en la que no abunda la gente con brillo propio. No todos los días nace entre el gris ambiente un color que rompa el monocromo. Miguel haría muchas de las cosas que hacemos los demás, pero nadie llegaría jamás a una mínima porción de su arte. Nació con el don con el que nacen los genios. Unos lo desarrollaron. Miguel no pudo. Es la diferencia, aunque la emoción sea la misma, regalo que él hace por la calle, en estado puro, a cambio de “dame algo”. 

© Manuel Garrido Palacios



LA SOMBRA DE LAS CUERDAS
Una película sobre Miguel de Vega
de Annabeile Ameline, Benoft Bodlet, Chechu G. Berianga.
Premio ‘Mostra de Valencia’ 

Miguel Vega Cruz (Huelva 1952), conocido como "Niño Miguel" es uno de los más grandes guitarristas flamencos de la historia y, sin duda, el más desconocido de todos. En los años 70, con apenas 22 años, grabó dos discos que revolucionaron la guitarra flamenca. Su frescura, su sentimiento, su agilidad, sus armonías, su fuerza, su técnica le hacían único y diferente. Un adelantado a su tiempo. Un guitarrista excepcional elevado a la categoría de genio, que debido a una enfermedad no volvió a grabar ningún disco y poco a poco fue dejando de actuar hasta que su único y principal escenario fueron las calles de Huelva, donde tocó día y noche con guitarras ─que no solían tener las seis cuerdas─ por bares y terrazas durante 20 años... Por eso, cuando le preguntamos al Niño Miguel qué título le daría al documental que rodábamos sobre él nos dijo sin dudarlo: "La sombra de las cuerdas". La sombra de las cuerdas, producido por Anabenche (Benoft Bodlet, Chechu G. Berianga y Annabeile Ameline) con la colaboración de la UJ.I (Universidad Jaume I), repasa la trayectoria de la vida del genio, su música, su pensamiento y cuenta como en dos años (2007-2008) Miguel pasó de estar en una situación crítica, tocando en la calle a la de tener una esperanza.

Todo comenzó en el año 2007, cuando Berlanga y Bodlet realizaron, "Huelva Flamenca", un viaje histórico y geográfico en busca del flamenco que se respira en la provincia onubense, con dos protagonistas de excepción, el Fandango de Huelva y el Niño Miguel. Dos años después de la producción de "La sombra de las cuerdas", esa esperanza fue una realidad: El día 29 de noviembre de! 2011, el Niño Miguel recuperado física y psicológicamente actuó en el Teatro Central de Sevilla, concierto organizado y producido por Anabenche, en colaboración con el Instituto Flamenco Andaluz. Aquel hombre que tocaba con tres cuerdas por las calles de Huelva, levantaba al auditorio del Teatro Central de Sevilla en el concierto flamenco más importante de los últimos años, dando una verdadera lección de música, de superación y lucha humana.

© AnaBenChe.
www.anabenche.es

Diego Velázquez

Diego Velázquez
Vieja friendo huevos (h. 1618)
Óleo sobre lienzo 100,5 x 119,59 cms.
National Gallery of Scotland · Edimburgo


Diego Velázquez
La fragua de Vulcano (1630)
Óleo sobre lienzo, 223 x 290 cm.
Museo del Prado · Madrid 

El español en los Estados Unidos

El español en los Estados Unidos:
E Pluribus Unum? Enfoques Multidisciplinarios
Ed. Domnita Dumitrescu / Gerardo Piña-Rosales
(Col. Estudios Lingüísticos · Spanish Edition)
Academia Norteamericana de la Lengua Española
Nueva York

Escrito en español, con resúmenes en inglés, el libro reúne 17 estudios sobre diversos aspectos del español en los Estados Unidos, incluyendo temas como: un análisis socio-demográfico de la población hispanounidense, la adquisición dual del bilingüismo inglés-español, la trasmisión transgeneracional de la lengua española, una propuesta de dialectología del español estadounidense, el contacto de dialectos, la convergencia conceptual entre el inglés y el español, el problema del espanglish como marcador de identidad, la política lingüística en el sector de la atención sanitaria, y varias perspectivas sobre la alfabetización de los hispanos y la enseñanza del español como lengua de herencia en los Estados Unidos en el siglo XXI. 

Ana Pérez Cañamares

EN DÍAS IDÉNTICOS A NUBES
Ana Pérez Cañamares
Ed. Baile del Sol. Tenerife

Cree el escritor Hipólito G. Navarro que los novelistas se equivocan cuando dicen que escriben cuentos para descansar de las largas travesías literarias. Se equivocan, es cierto. Aparte de ejemplos notorios en los que se ha recurrido a rellenar huecos con descripciones prestadas para conseguir el número de páginas deseado porque se quedaban a medio camino, lo verdaderamente difícil es contar una historia en tres folios, en dos, en uno, en cuatro renglones sin que la esencia se diluya alargando los tiempos hasta hacer cansino el andar entre palabras.
Podía haber sido cualquiera de los relatos que componen su libro “En días idénticos a nubes”, pero Ana Pérez Cañamares ha elegido “El sol de noche”, que aparece en quinto lugar en el conjunto, para estamparlo en la contraportada y decirle al lector: así escribo. Haya sido o no esa la intención, el proceso sugiere una vez más que lo propio es seguir a la autora en su selección personal en vez de ponerse uno a hacerla. El lector comparte o no lo que se le ofrece, pero no es quién para alterarlo. Y ese es el orden propuesto por Ana.
El título de la obra, celofán que envuelve la veintena de historias que contiene, lo saca Pérez Cañamares de un poema de Luis Cernuda, que inserta al principio como lema, cuya primera estrofa canta: “Adolescente fui en días idénticos a nubes, / cosa grácil, visible por penumbra y reflejo, / y extraño es, si ese recuerdo busco, / que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy”.
El texto de referencia, “El sol de noche”, quizás el más breve de cuantos traen sus páginas, es como sigue:
“Ella es de esa gente que fuma en las cuestas, que se bebe un litro de coca-cola de un trago, que sonríe cuando la expulsan de clase y se tira vestida a la piscina; ella es la amiga-vendaval, ésa que te arrastra y te asusta, que adoras y temes, que te dice ven y sabes que algo va a pasar.
-Ven -me dice.
Y voy, esta vez a la fiesta que hace Pablo, porque sus padres se han ido, y cuando llegamos todos nos saludan y nos ofrecen porros y la música sube de volumen, y ella grita y salta, y dice ‘esto es guay, qué de puta madre’, y tira de mi brazo y lo sacude al ritmo del chunda chunda, y me hace sentir que bailo bien, pero luego me suelta y el ritmo se me escapa y cuando me vuelvo a buscarla no está; pregunto por ella y está en el baño, preparando una sangría en un barreño; remueve con el brazo el vino, la fruta, el hielo que los demás van echando y luego saca la mano y me mete los dedos en la boca, ‘pruébala, qué le falta’, y yo no encuentro que nada le falte, más bien diría que se ha pasado con el vino, pero no me atrevo a decírselo, porque ella ya está sorbiendo asomada al borde del barreño. Luego, a la hora de ‘qué mala estoy, todo me da vueltas’, soy yo quien la sostengo en medio de la calle, y sus vómitos me huelen siempre a lo mismo, como si no comiera otra cosa que hígado empanado y coliflor; se lo digo y se ríe, y luego sigue vomitando, y quisiera taparla de las miradas de ese señor que no nos quita ojo, pero mi cuerpo no da para tanto y ella dice ‘joder, siempre igual’, y siento que está cansada, pero la animo a seguir caminando, casi cargo con ella; entre las dos no juntamos para el taxi y el metro la marearía más; así que caminamos y caminamos por la ciudad de noche, bajo la luz de las farolas y de una luna tan brillante que parece una bombilla desnuda, y entonces recuerdo que la luna no tiene luz propia, que el sol le presta su reflejo, y qué, me encojo de hombros, ahora es el momento de la luna, brillará toda la noche hasta que el sol salga de nuevo, pero eso no será hasta mañana”.
En tres trazos retrata a la amiga: “la otra yo”, la sitúa en la escena ante el libreto de la obra: su vida, y carga con su circunstancia a ciegas bajo la virtual “luz de las farolas” cuando lo que debe iluminar el cuadro: “luna tan brillante”, no tiene luz, sino que se la presta el sol. Pero no es oportuno ahondar en ello hasta que el ímpetu se queme y el vómito cese o decaiga. Es justo el instante vital -¿será el límite de la adolescencia?- para decir aún: “me encojo de hombros. Es el momento de la luna”. El brillo durará un presente hasta que el sol encienda el futuro: “pero eso no será hasta mañana”.
Sí; lo difícil es contar una historia en un folio, como hace Pérez Cañamares, soberanamente, además.

© Manuel Garrido Palacios

Lagos · Algarve






LAGOS · ALGARVE



Presidiendo la piscina interior del Hotel Vila Galé Lagos, hay cuatro budas dorados, todos con su gesto intraducible, su indiferencia de dioses y su mirada perdida en la profundidad del alma de quien los observa. Al caer la tarde la estancia se puebla de una luz difusa, que entra en el agua a través de los grandes ventanales y la transforma en un espejo donde cada buda se refleja. Los cuatro parecen ajenos a cuanto pasa más allá de sus ámbitos inmediatos; sin embargo, mueven a miles, a millones de seres que creen en ellos. El que nada y flota, va y viene por el rectángulo limitado de la piscina, impulsando su cuerpo a brazo, tactando con sus manos la meta de llegada en un espacio fácil de salvar, aunque difícil de asumir si vemos en él una metáfora de la propia vida, tan limitada como la gran piscina que contiene el agua. Los budas no conocen estos límites donde se debaten los cuerpos. No conocen estos ni ningún otro límite porque jamás se impusieron pasar la linde que los separa de lo humano, distancia que los diviniza en sus pedestales; les basta con cruzar sus piernas de manera que la planta de un pie quede hacia arriba y una mano repose sobre la otra. Y pensar, meditar, que es lo mismo que platicar divinamente. La luz baja casi a ras de agua y el velo transparente que levanta el vaho aporta su grado de misterio a la visión de los cuatro budas silentes, diría que con sonrisa insinuada, como participando desde dentro y hacia dentro, no se sabe si de los movimientos del que los mira o moviendo un recuerdo, sin que nadie acierte a saber qué es lo que recuerdan los budas. El ir y venir incesante del que nada y chapotea cerca de ellos puede representar la cara activa de la vida, ese no estar nunca en ningún sitio creyendo que se está en todos, ese avance y retroceso continuos para acabar en el mismo sitio, siempre en el origen. La actitud pasiva de los cuatro budas puede significar el haber llegado al punto en el que no es necesario moverse porque se ha encontrado el lugar que posee el equilibrio, el fiel de la agitada balanza de los latidos. Lo cierto es que por más que se mueva quien está en el agua sólo conseguirá, además de cansarse, rozar la superficie, que volverá a quedar tersa en cuanto pare de agitar el cuerpo. Frente al que va y viene, por más siglos que haga que los cuatro budas están quietos, seguirán removiendo interiormente a miles, a millones de almas en la dirección que le dicten sus creencias. Y esto será así todos los días y todas las noches.


© Manuel Garrido Palacios

Johann Ketham

Johann Ketham
Fasciculus medicinae, 1493

Revista de Folklore nº 392


Revista de Folklore nº 392
El enlace en PDF): 

Sumario:

Editorial. Joaquín Díaz:
El abanico, ese complemento para el vestir que tanta tradición y significados conlleva, nos sirve de excusa para dedicar un número monográfico a uno de sus modelos más característicos —ventalle lo llamaba Covarrubias—, cuyo uso generó un tipo de papel impreso, de uso muy frecuente en Cataluña, en el que diversos motivos poéticos y literarios servían de adorno y de entretenimiento... +

Artículo monográfico, Jesús Mª. Martínez González:
Impresos populares del siglo XIX. Ventalls. II.- Las hojas filipinas de Miguel Sala y su producción editorial para abanicos +



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Disponibles en PDF los números anteriores así como la base de datos, desde el primer número de la revista, que puede ser consultada en formato web.

Louise Lavrut

Louise Lavrut
La fille de Montmartre (c. 1900)
Huille et aquarelle sur toile
Collection privée. Londres
L’Art nouveau
La Révolution decorative
Pinacotheque de Paris

CUDILLERO PARA UN VAGAMUNDOS



CUDILLERO PARA UN VAGAMUNDOS
Manuel Garrido Palacios

Cuaderno Literario nº VII
Edita Asociación Amigos de Cudillero
Prólogo: José M. Feito

Tavira · Secuencias





TAVIRA

Dedicado
a
María José Rico 'CHE'






Secuencia 1

Una lata vacía de refresco navega por el río Gilão. Los puentes parecen estirar sus dedos para unir las dos orillas. Unos mariscadores levantan piedras para buscar no sé qué. Nunca lo he sabido y prefiero seguir imaginando que hallarán un día un tesoro. Las gaviotas se posan en los leves promontorios atentas al paso descuidado de un pez. En el muelle un marinero ofrece su barca por una hora para ver el Algarve desde el mar. Si hay más visitantes, cobrará menos. Un camarero dice a media voz a quien pretende captar como cliente que su restaurante tiene de plato del día una caldereta de atún muy buena. Afina: buenísima. Y añade como bendito reclamo que la casa obsequia con media botella de vinho verde bien fresquito. El sol brilla como sólo el sol es capaz de hacerlo y su caricia se suma a la bondad del ambiente. Quizás un perro ladre a algo que no entiende mientras tres o cuatro figuras se perfilan por el malecón del puerto. Es Tavira.
En un extremo del Puente Viejo un mosaico celebra la Batalla de Aljubarrota. En el otro hay una sastrería que hace la ropa a medida, en especial, camisas. A primer ojo, poca tela tiene que cortar el sastre cuando está al sol de mediodía, con la puerta abierta, mirando el trasiego humano. Pero no es eso. Tiene su trabajo. Él corta la tela que tiene que cortar y ni un centímetro le sobra.
Los turistas alemanes –todos los turistas son alemanes, aunque sean ingleses o belgas– se paran en mitad del trayecto a hacerse lo que se conoce como fotos mutuas. Ahora te pones tú y luego yo. Córrete más a la izquierda. Ya está. Ha salido muy bonita. Un joven toca el acordeón sin mucha variedad de melodía, siempre la misma, como un mantra, pero puebla el aire de notas que saben a románticas o a lo que cada uno quiera. Es voluntad del paseante echarle o no un par de monedas en el platillo que tiene en el suelo. En una de las terrazas se pide el aperitivo, que puede ser un pastel de bacalao, para luego enfilar la cuesta suave del Castillo, recinto abierto desde cuyas almenas se contempla la ciudad, además de Cuatro Aguas y el mar de fondo. La gente que goza de la visión comenta que se destacan en el panorama urbano muchas iglesias. Para otros, no son tantas. La relatividad sale a flote. Lo que para unos es demasiado para otros es casi nada.
En el Palacio de la Galería hay tres exposiciones. El arte contemporáneo se retrotrae al siglo XIV y nos presenta unas esculturas de gran belleza en su aparente tosquedad; son obras tan avanzadas para su tiempo que han llegado hasta nosotros como si todo el sentimiento artístico empezara hoy mismo. Es el Arte con mayúscula. Lo demás son intentos, aproximaciones, cuentos chinos. El Arte es pura sensación o hay que llamar a lo que nos ofrecen con otro nombre. Es como lo que vemos en la gran pantalla. El cine es América. Lo demás son sólo películas.
Un arroz de longuerones en cazuela humeante cierra tanta reflexión y se convierte en objetivo, sin olvidar unas ricas almejas a las que pone colofón una tarta almendrada. Es buen momento para preguntarse si la lata vacía que navegaba por el río Gilâo llegó a su destino.

Secuencia 2

Conforme atravieso el pasaje llamado Borda D’Agua da Asseca, en Tavira, dejando el río Gilão a la derecha y a la izquierda la Plaza de la República, llego a la calle dedicada al Dr. Antonio Cabreira, que fue matemático y escritor. A medio andar me topo con uno de los últimos talleres artesanos que quedan en este sur de encanto: el del maestro Anibal da Silva Bandeira, nacido hace cuatro décadas mal contadas en São Brás de Alportel y venido aquí a ejercer su oficio de «Funileiro», a sacar bellas figuras de informes trozos de lata, como quien saca la música del viento, como quien saca las palabras del silencio, como quien saca un «algo» de la pura «nada». Cuando voy a Bica a mediodía a probar su arroz de longuerones siento, nada más doblar la esquina, un leve martilleo en el yunque y puedo observar que hay en la puerta del taller tres veletas con su gallo, seis aguamaniles de colores, juguetes elementales, dos candiles y un bando de pájaros de latón volando. Todo un mundo en miniatura salido de sus manos hábiles. Cuando vengo de Bica después de haber dado cuenta del arroz de longuerones, veo que el escenario sigue intacto, pero sin el artesano Anibal da Silva Bandeira, del que alguien me informa que habrá ido a su casa a lo mismo, al almuerzo, para regresar en media hora.
Me paro ante el taller abierto y solitario, del que nadie osa tocar nada, en el que preside el respeto más absoluto, y me pongo a leer algunos elogios escritos por otros que pasaron y quisieron dejar su impronta, como el letrero que declara que entre aquellas paredes habitan «latas con alma», o el que lo pinta como «hombre de latón».
Cuando está Anibal le suelo comprar alguna pieza y lo escucho: «El plástico vino a estragarlo todo. Antes, los tiestos que yo hacía eran útiles. Ahora sólo son adorno». Y cuando no está, sigo mi camino, cruzo el puente y al tiempo que doy cuenta en el Romano de un café expreso con su dulce de mazapán, medito sobre el mundo que desaparece con estas personas talladas en la artesanía, aunque tanto luchen porque así no sea. Si «el plástico vino a estragarlo todo» para los artesanos, el plástico forma parte de una evolución natural, y ya decía Marx (don Carlos) que la «evolución no hay quien la pare».
He visto desaparecer en España mucha artesanía. De cualquier ámbito geográfico puedo nombrar los talleres que cerraron. La gente nueva se desentendió de los viejos oficios en su etapa agónica. Pero no hay que poner el gesto solemne ni el tono nostálgico. Fue así. Ahí está Cortegana, un centro alfarero de primer orden en formas útiles y en métodos decorativos. ¿Qué queda?.
Durante décadas me afané en retener en películas todo esto que encontraba al paso para que un día no lejano, hoy mismo, pudieran saber los nuevos cómo de una pellá de barro nace un búcaro. Cuando entendí que todo estaba fielmente recogido para un mañana, dejé de hacerlo. Al panal de rica miel de la imitación acudieron otros mientras yo me retrasaba en estos mundos de la artesanía hasta dar con talleres como el de Anibal, que cada vez que paso por su puerta me remueve algo por dentro que creía olvidado.

© Manuel Garrido Palacios / © Fotografias: Curro Vallejo

Carilda Oliver Labra

DESAPARECE EL POLVO
Carilda Oliver Labra
El Parnasillo
Simancas Ediciones
Fotografía: Héctor Garrido


Como no quiero descubrir la nada,
como me gusta el aire de esta escena,
ignoro si enmudece o si resuena,
el corazón de tórtola cazada.
Como no admito golpe ni embajada
pues creo que la muerte nunca es buena,
la pobre que alimento casi cena
una tonta merienda, enamorada.
A veces conversando con el plomo:
arráncame —le digo— trapos viejos,
y volveré del vino este que tomo
en ceremonias con el no y el lejos;
terca en mi eternidad, porque soy como
la ciega que se mira en sus espejos.

Carilda Oliver nace y vive en Matanzas, Cuba. Héctor Garrido trae su imagen y su apasionante Poesía en esta obra y un soneto suelto que saldrá en su libro de fotografías Cuba Iluminada, soneto al que Edgar Riquelme puso música en Chile y Lisette en Norteamérica, joyas cantadas que se integraron en el repertorio de otros artistas:

Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.
Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.
Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mala promesa de veneno;
y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.

Carilda Oliver abre su bibliografía con 20 años -1943- con Preludio lírico. Habría que anotar: “y ya no para”. Su cosecha es tan fértil que sólo cabe aquí una sombra mínima de ella: Catorce poemas de amor. Los huesos alumbrados (Matanzas); Ver la palma abriendo el día; Sonetos (Letras cubanas); Calzada de Tirry 81 (Chile); Antología poética (Colombia); Dust desappears (Nueva York); Noche para dejarla en testamento (Episteme. Valencia); Discurso de Eva (Hiperión, Madrid); Antología poética (Visor. Madrid); Con tinta de ayer (Capiro); Biografía lírica de Sor Juana Inés de la Cruz (Campeche, México), Libreta de la recién casada y The lighted bones (Matanzas); Se me ha perdido un hombre(Fund. "Jorge Guillén", Valladolid); Memoria de la fiebre y Antología de versos de amor (La Habana); Al sur de mi garganta (Gener), algunos de cuyos poemas graba en París Ivés Montand;Canto a Martí; y más si quisiéramos agotar el folio. Leamos antes otro soneto:

Sin querer me he comido tu fantasma,
tu montón de perdices en la aurora,
tú no te escapes que te mato ahora,
y aquel perfume que te daba asma.
Ya no pareces todo, ya no pasma
mi soledad tu burla jugadora;
ya no eres esa luz que se empeora:
me he arrancado por fin tu cataplasma.
Quédate en los asuntos y en la esperma.
Busco mi libertad como una enferma,
Por ser tan tuya me volví muy mía.
De aquel balazo resucito hoy.
Estreno un ala por la tierra: soy
los párpados que se abren con el día.

Presente en el Diccionario de la literatura cubana, conoce a Gabriela Mistral, Alicia Alonso, Mario Benedetti, Isabel Allende, Emest Hemingway, a quien entrega la Llave de la Ciudad, Carilda ha obtenido premios y galardones como el Internacional de Poesía de la National Broadcasting Co. de Nueva York, el Nacional de Cárdenas, el  Hispanoamericano del Ateneo de Washington (tricentenario de Sor Juana Inés de la Cruz), el Nacional de la Crítica "Orlando García”, el Nacional de Literatura, el Nacional de Poesía, el “Federico García Lorca” de la Asociación Andaluza de La Habana o la Medalla "Alejo Carpentier". Volvamos a sus sonetos:

Es una carta donde digo: amado,
y después otras cosas en que exploto.
Es una carta simple, con un loto
y la letra del ángel dominado.
Es una carta donde digo: usado
por este corazón que juega roto.
Es una carta azul donde te boto
y más tarde te encuentro enamorado.
Es una carta, sí, con que te entrego
esta ilusión (palabra mentecata).
Es una carta donde digo: luego;
pero entonces abjuro en la postdata,
y firmo de inmediato con el fuego
porque es mucha la vida que me mata.

Sus poemas están presentes, entre otras, en las antologías Cincuenta años de poesía cubana (Vitier), Las mejores poesías de amor cubanas (Laurel), Poetas en Matanzas (Ateneo), Eros en la poesía cubana (Marilyn Bobes), Poesía cubana de hoy (Grupo Cero); Panorama de la poesía cubana moderna (Feijóo); Poetisas cubanas (Rocasolano); Poesía social cubana (Mirta Aguirre); Breaking the silences. An Anthology of 20 Century Poetry by Cuban Woman (Randall. Vancouver); Poesía hispanoamericana (Bruguera); Poetas, poemas sociales, humanos y eternos (Sanjurjo); Poesía cubana contemporánea (Humberto López); Antología de jóvenes y viejos poetas de vanguardia (Monreal); Poesía cubana de amor (Nogueras); La generación de los años 50 (Suardíaz/Chericián); Poeti Cubani: la generazione deglio anni cinquanta (Firenze Atheneum, Italia); Cantar al amor y Poesía para ti (Pueblo y Educación); Las mejores décimas hispanoamericanas. Siglos XIX-XX (Orta Ruíz-Indio Naborí); No me dan pena los burgueses vencidos (Suardiaz); La ciudad de los poetas (Espino); La décima en Matanzas (D.P. Cultura)Para vivir como tú vives (W. González), o Soneto Hispanoamericano (Mirta Yáñez). Un estudio sobre su obra se incluye en el Dictionary of Twentieth Century Cuban Literature (Grenwood Press, EE.UU.). Un último soneto:
El semen no ha venido. Te está dentro
como una soledad atravesada
y casi que te huye y da emboscada
a la mujer que soy cuando lo encuentro.
El semen no ha venido, (siembra viva,
germen de eternidad para mis venas)
pues tú me lo discutes, lo enajenas
de esta doliente sangre pensativa.
El semen no ha venido. Fiera llave
le pones a su ala frenética de ave,
a su amoroso corazón que rijo
con este vientre de magnolia humana,
y se me va pudriendo hasta la gana
de que se vuelva carne de mi hijo.

Aunque una nota sobre un libro dicen que ha de ser fría, yo busco ahora el calor de una palabra que exprese mi admiración por Carilda Oliver, cuyos poemas he dado a otros para compartir el gozo de leerla. Pero sé que cualquier cosa que dijera quedaría en nada. Pasa a veces que te sientes mudo ante tanta belleza.

© Manuel Garrido Palacios

Rubén Martínez Villena



PRESAGIO DE LA BURLA FINAL

Yo tengo la absoluta seguridad que un día,
cuando ya no me resten fuerzas para marchar,
cruzará mi camino la verdadera vía
orientada a la gloria que pude conquistar.

En ella estará todo: (alguien que me quería,
mi ensueño, mi destino, mi gozo y mi pesar;
la vocación ignota). ¡Oh, ruta que era "mía"!...
¡Y ya será muy tarde para poder andar!

Entonces, abrumado bajo mi propio ocaso,
ante la burla horrenda que agrave mi fracaso,
comprenderé lo inútil de todo lo que fui;

me punzarán la frente recuerdos como abrojos,
me tragaré la lengua, me cerraré los ojos,
¡y en un olvido largo me olvidaré de mí!

© Rubén Martínez Villena
(Alquizar. La Habana. 1899-1934)

Cascos históricos de Galicia




El corazón de las ciudades
Cascos históricos de Galicia

Textos:
Ramón Villares
Celestino Gª Braña
José L. Gómez
Fotografía:
Xurxo Lobato

Marta Agudo

28010
Marta Agudo
Calambur



“Me llamo Marta. Me llaman Marta. Fui bautizada en escenarios sin dueño hasta que mis ojos fueron, poco a poco, dilatándose en ficciones”.
Entresaco de la nota de la editora (Calambur 2011) que Marta Agudo (Madrid, 1971. Doctora en Filología Hispánica) “se vale en su primer libro: Fragmento (Celya 2004) de un tú despersonalizador para metaforizar el vínculo con el lenguaje, las servidumbres del cuerpo y el dolor de la conciencia”. 
En 28010 el yo se adueña del discurso desde la cita inaugural: “Sitiada en el cero, en la mañana más blanca del mundo, rebosa la contradicción. Bastaría con urdir nuevas coordenadas: fonética, sintaxis... Suena un timbre”. La autora “responde al desafío de una realidad que le exige actuar”, para lo que necesita “unas coordenadas a las que asirse”: una fonética (idioma o lengua): “«A» de estructura, «i» de orgullo, «e» de inicio, la célebre «u» de las madres extenuadas y una «o» que no alcanza a despedirse. Por eso en todo lo que rechazo palpita mi postura; y entre lo que fui y no fui, mis frustraciones; y entre lo que soy y seré, una bandada de verbos. Deletreo a fin de recomenzarme: eme, a, erre, te, a; y todo sigue igual: obediente, naufragando...”; una sintaxis (las relaciones sociales): ”... sintaxis de los prodigios, la relación del yo con sus restantes. Se desgastan las aceras y plagas acorraladas, infecciones aún por explorar, avalancha de vidas que sustentan el engranaje de este mecano de hombres bruscamente verdaderos. Milagro o astucia, ignoro las reglas y voy dando tumbos hasta casa. Cuando llegue patios abandonados, memorias de oscuros exterminios, aunque, paredes adentro, hexágonos de miel”; una geografía (un lugar en el que poder re-conocerse): “El mundo y el yo, inicio y fin, la inverosímil coordinación entre el tiempo y las venas. A cada segundo los centímetros se imponen y la edad convoca a las excusas. La madre y el bulto del lenguaje. La gran, la grande y más grande quebradura”; y una secuencia (el tiempo): “Y miro mis dedos porque sólo desde la bruma se avista la montaña. Fracasa la luz en los balcones. Pronuncio mi nombre: fonética, sintaxis, geografía, pero todo se altera. Arruga incipiente que no te dejas nombrar...”. 
Marta Agudo penetra así en un túnel personal “con el propósito de crear la ficción de sí misma, de concebir un sujeto en el que re-conocerse”. 
La esencia del libro 28010 está en ese pulso que la autora mantiene consigo: “Si resisto es sólo por constancia”, en saber que no hay “zanja sin cuerpo vivo”, en que más allá de la patria-idioma: “las pausas, las curvas, sus ritmos informales, habré de callarme para recomenzar”, en “no excederse en el recuerdo”, en la “ansiedad de tener que vivir todos los días”, en el “salitre de los cielos”, en el “croquis de lo presente”, en el “trazo que no ciñe ni termina”, en los vergeles “en los que el uno equivale solamente a uno”, en asumir, más allá o más acá de los versos, que el ser humano no “está” solo, sino que “es” solo. En suma, la esencia de 28010 está en su sitio: en la Poesía que destila cada página, que es, en suma, su afán, para lo que pide: “Dadme mis letras para recomenzar. Dadme aunque sea un cero, pero uno completo, cuadrado y sin fisuras”. 
Emocionante.

© Manuel Garrido Palacios