Héctor Garrido / Museo Nacional Ciencias Naturales

Héctor Garrido
DE ESA AGUA NO HEMOS DE BEBER
Exposición fotográfica
Museo de Ciencias Naturales  Madrid
Preparando el milagro
de caminar sobre el agua
y el resto de los sueños
de las dolencias del alma,

vino a rajar la noche

un emisario del alba.

(Silvio Rodríguez)

AGUA, de Héctor Garrido, nos convida a deleitar nuestros ojos con un caudal de abundantes y sugerentes fotografías del potencial pictórico del agua. Nada más cierto que el razonamiento de Oscar Wilde, cuando apuntaba: "la Naturaleza imita al arte" con respecto a las posibilidades creadoras del agua. El agua es un heterogéneo baluarte para la creación que transmuta todo cuanto toca. El agua es incolora, pero su paleta contiene todos los colores del arco iris. Con sus juegos refractivos multiplica la seducción del universo. Con sus ondulaciones y destellos se deduce en una suerte arte cinético, de arte abstracto, de escritura. Una mera secuencia de agua que emerge de una fuente produce diversísimas imágenes para un ojo vigilante. Si una fotografía congela ese u otro movimiento, el resultado puede ser una obra de arte, que en cada frecuencia sería distinta. Y es que el agua es mística e inconmensurable como el dios griego Proteo, se transfigura constantemente en otros seres y formas. Escritores y poetas, también han recreado la lírica del agua; pero a propósito de esta exposición siento que Jorge Luís Borges, no erró su apuesta poética al decir:

Vi las aguas de la Tierra.
Vi los mares, lagos, fuentes y ríos que salpican de vida
y belleza los paisajes de este mundo.
Y miré a través de esas aguas,
y vi que en su seno se escondía otro mundo paralelo a éste,
poblado de figuras mutantes y evanescentes como las que transitan por los escenarios
de nuestros sueños.
Era un laberinto de oro y plata, de brillos irisados,
en perpetuo movimiento.
Y en sus turbulentas galerías,
inundadas por las lágrimas de Ariadna,
me pareció entrever la figura de Teseo
y sentí la presencia del temible Minotauro.
Y descubrí que esas aguas se carteaban con las Musas
y que, con su paleta de reverberantes colores,
recreaban el arte de la pintura.


Muchos hemos creído ver en el agua acentuadas similitudes con algunas obras de arte, o mejor dicho, con algunos estilos pictóricos. Por supuesto no con todos los estilos, porque algunos, como el realismo o el hiperrealismo, o efectos como el escorzo, persiguen más el efecto de la fotografía. En otro sentido, las probabilidades técnicas que brinda la cámara fotográfica digital consienten aproximarse, o remedar, algunas técnicas de la pintura y este referente coquetea con la expresión de Garrido, incluso sin proponérselo. El fotógrafo entona en la luz y el color y plasma fragmentos de sus sueños, desvelos y preocupaciones ecológicas y por ello elige el agua: lo más parecido a la materia que, fuera de uno mismo, conforma el mundo onírico. No queda solo ahí, es el camino de entrada, hacia una conciencia de una perspectiva medioambientalista que se pretende más profunda, menos incisiva a nuestros recursos naturales. Otro recurso utilizado por Héctor Garrido es la ubiquidad conográfica; elemento que refuerza la universal del discurso fotográfico. No podemos acertar de qué lugar se trata, de manera que el mensaje es válido para cualquier latitud.

El agua es incolora: cierto, es cuestión absolutamente admitida y científicamente probada; pero no es menos cierto que es un excelente vehículo de transmisión de la luz, y por consiguiente, del color. Sin dejar de tener en cuenta un instante el factor de oscuridad y sombra. Pero aquí debemos reparar en otro principio substancial: El agua en movimiento altera la percepción retiniana del individuo sobre la realidad creando un efecto de abstracción, que obliga a considerar aspectos no convencionales, y abre un camino a interpretaciones diversas.

Las 20 imágenes que se presentan no muestran más que otras existencias que Garrido se detiene a resaltar y no están manipuladas, que son absolutamente naturales; cabe mencionar aquí que no se ha efectuado modificación sobre ninguna de ellas. Son realidades que están ahí, que fueron captadas en el instante de registro fotográfico, y se nos brindan para el disfrute estético, aún cuando nos están alertando sobre el peligro inminente que se cierne sobre la humanidad por la propia indolencia del hombre. La significación del agua se ha puesto de manifiesto en la actualidad con las políticas ambientales a nivel mundial, como secuela de su participación de los procesos que se desarrollan en los ecosistemas. Cotidianamente el hombre contamina el agua sin advertir que este es un recurso indispensable para la vida de todos los seres vivos del planeta. Cada día arrojamos basura a los ríos, lagos, residuos humanos son depositados en los ríos como también los desechos de muchas fábricas que desembocan en el mar. El hombre ha cambiado el color traslúcido del agua a un indeterminado castaño rojizo. Con sus desechos químicos y derrames de petróleo han muerto cientos de especies y tal vez algunos de ellos se desarrollen en exceso provocando un desequilibrio ecológico. Por eso Héctor Garrido se pregunta y nos cuestiona a todos; ¿Cuándo cesará está barbarie?,



© Lic. Félix A. Hernández
Comisario exposición para Cuba

Penélope Carrasco / Concierto


CONCIERTO PARA TRES NOCHES

Ludwig van Beethoven
Concierto nº 1, Do M, Op. 15 
para piano y orquesta
Penélope Carrasco, pianista
Orquesta Sinfónica Joven del Aljarafe
Director: Pedro Vázquez Marín

Penélope Carrasco cursa sus estudios elementales de música en 2003 en el Conservatorio de Valverde y los termina en el de Huelva. Los de grado medio los hace en el “Cristóbal de Morales” de Sevilla y en el de Sanlúcar la Mayor. El profesorado está en lo mejor de su memoria: Rodrigo, Floristán, Torner, Vázquez. En 2010 abre etapa y amplía su formación en la Royal Academy of Music de Londres con Patsy Toh y en 2011 pasa a ser pianista titular de la Orquesta Joven de Andalucía. Ahora disfruta de una beca de estudios en The Purcell School de Londres bajo la dirección de Tessa Nicholson. Diría que desde su primer concierto a los once años en la Igreja da Misericordia de Tavira, Portugal, hasta estas fechas, no ha perdido el tiempo, que es lo único que tenemos y no tenemos a la vez. Ha tejido su futuro desde que aquel día iniciático en el Algarve tocara algo tan bello y breve de Beethoven como Para Elisa.
A grandes rasgos esto es lo que se ve. Lo demás, lo que por no verlo suena a fácil, es su esfuerzo, su tesón, su perseverancia en lo que ha querido hacer desde el principio: compartir la belleza de la música desde los escenarios con un público cada vez más amplio, capaz ya de llenar una sala de conciertos para sentirla tocar; no verla o escucharla, sino sentirla, porque Penélope transmite lo que lleva dentro, eso que encanta, un enfrentarse a la complejidad de una obra y dominar el cuadro en el que aparece como solista o arropada por la orquesta, ese convencimiento que irradia su presencia ante el piano; en suma, esa entrega: milagro que los que la siguen bendicen.
En aquel primer contacto con el público portugués tocó a Beethoven y en su primer concierto con orquesta programado para tres noches de este verano (Iglesia de San Pedro de Sanlúcar la Mayor, Teatro Cardenio de Ayamonte y Teatro del Mar de Punta Umbría), vuelve a hacerlo como si su sensibilidad buscara en su obra misterios no revelados. En el caso de Tavira fue lo que Beethoven inició con el oído pegado a la tapa del piano para poder percibir el sonido físico, que era la traducción del espiritual que atesoraba. En el caso de 2012 Penélope ha querido que sea su Concierto nº 1, en Do M, Op. 15, junto a la Orquesta Sinfónica Joven del Aljarafe, dirigida apasionadamente por Pedro Vázquez Marín en un periplo más trazado en su rumbo fijo. Sabe Penélope que habría que inventar un término que ajustara lo que representa la música de Beethoven o Beethoven para la música; o resumirlo en las palabras de Daniel Barenboim: “Beethoven lo es todo para la música, menos una cosa: superficial”.
Este concierto nº 1, escrito entre 1796 y 97, y estrenado por él mismo en Praga en el 98, está dedicado a su alumna, la condesa de Keglevics. Parece ser que, más que el primero, es su tercer intento en el género. En sus movimientos Allegro con brío, Largo y Rondó. Allegro scherzando, pueden advertirse rasgos de estilos que recuerdan a Mozart, su referente y a Haydn, su maestro, aunque Beethoven despliega aquí su trazo firme, su poética, sus quiebros, su bonanza y su tormenta, como fenómeno de la Naturaleza que es. Cada obra es la voz de su alma que se asoma.
El Allegro se inicia con una larga introducción, densa y alada de la orquesta. La pianista espera siguiendo mentalmente el desarrollo de la belleza que se crea y que desembocará en su intervención. Se le nota que tocar a Beethoven es su sueño, dialogar con la orquesta, frasear, modular, sumar la técnica al latido para conseguir momentos sublimes en los que los instrumentos parecen desaparecer, quedar como fondo lejano para que el piano cante el tema principal en un sin fin de variaciones. La preparación del final suena a una gran marea que se acerca, llega y cierra.
El Largo lo abre el piano y es una de esas perlas melódicas y armónicas que nos da Beethoven (recuerda al 2ª tiempo del Emperador). Penélope se luce en su interpretación, se gusta cuando siente en la sala el silencio más profundo para degustarlo a tope. La lejana tonalidad con el primer tiempo ─Do M-La b M─ crea aquí  un contraste delicioso en el que la pianista se crece hasta fundirse en un mundo sonoro sublime junto a la orquesta.
En el tercer movimiento el piano propone el tema principal y la orquesta se hace eco. Es el más corto de los tres, el más potente y enérgico, con un final de apoteosis. Tanto orquesta como la pianista parecen haberlo tocado juntos toda una vida, cuando en realidad se han visto las caras una sola vez, como mandan los cánones profesionales.
Alguien le dijo que no le habían dirigido ningún foco y que su cara se veía en sombra. Ella respondió que “mejor así porque hubiera pasado calor”. Y es que cuanto tiene que decir Penélope Carrasco lo dice ante el piano; por el río del teclado va su corriente expresiva cuya madurez interpretativa talla día a día sin dar opciones a que su arte baje de nivel, convencida de que es el auditorio el que ha de elevarse para alcanzarlo. Penélope posee ese poder de atracción nada más subir al escenario. Y lo ejerce. Su brillante estreno con orquesta da fe de ello.
Hay obras que te hacen permanecer quieto mientras duran. Es una magia, un instante eterno, una convulsión que paraliza. Pasa con los segundos movimientos de los conciertos de Beethoven. Ya iniciado el tema parece que te dicen labios invisibles que atiendas y calles en nombre de la belleza. Es posible que Beethoven habite en nuestro subconsciente y sólo lo sintamos cuando se manifiesta. Por eso tengo el piano abierto a todas horas, sin importarme que el polvo se meta entre las teclas o que el marfil amarillee si le da la luz. El piano no se cierra. Espera porque ¿y si una tarde el que pasa y se para es Beethoven? ¿A quién estorba un sueño en mitad del misterio de la vida? Sin ir más lejos, en los tres conciertos de Penélope Carrasco he sentido su presencia, que parece poco.

© Manuel Garrido Palacios
© Foto: Héctor Garrido

Juan Francisco Blanco








En el primero de los cuentos, que el autor titula Acerca de la vida, ya va la clave del manojo narrativo que nos ofrece en una -¿simple?- pregunta: “¿Y eso?”. El protagonista expresa así su asombro ante “aquella manchita roja en la yema de un huevo”, según le dijeron: “porque el gallo ha montado a la gallina”. Poco pudo añadir a lo largo de los años, siglos o milenios el niño que supo tamaño secreto a voces. Su respuesta fue la de no comer huevos en un mes, hasta que asumió su parte de ignorancia y habitó en la normalidad del misterio de la vida.
En el último de los cuentos del libro, Pantallas imposibles, alguien –él mismo– pregunta: “¿Qué es eso?” como final de un bucle que regresa al principio después de rodar leguas con la cuestión encima, incluso de haber descubierto “una isla virgen que no aparece en ningún mapa”. No le vale el poseer el “portulario más completo del mundo”, ese “mapa de todos los puertos posibles e imposibles”. Bien sabe que de los caminos trazados en ese portulario, ninguno lo llevará a la respuesta, no ya del sentido de la vida, sino de la simple galladura de la yema del huevo. 
Un portulario no es más que un papel en blanco que repite los caminos que se hicieron buscando la misma cosa, intentando explicar lo inexplicable. Estos cuentos componen el cuaderno de bitácora íntimo, las travesías en pos de una respuesta, llámese faro en la niebla o ternura de sor Benedicta, madre vicaria, origen por el que pregunta Fabio, el usurpador en nombre de todo latido humano. ¿Se arriba a éste o a aquél puerto? En Margaritas para Gilda sugiere el autor la respuesta: “Por un momento dudó”. ¿Cuánto dura un momento? ¿cuánto una duda? El poeta Dabrio se acercó a la medida al hablar en sus versos de la “breve eternidad de un instante”, y una duda puede ocupar una toda una vida, las trescientas sesenta y cinco albas de cada ciclo. 
Un libro de cuentos sincero como éste es una relación de secuencias ordenadas a impulsos, sin rellenos; una narración continua con la vida y la muerte de fondo, sin perderse en caminos vanos, rica en esquinas de sorpresas; un largo “cuento de cuentos” en el que, a poco que hurguemos en sus páginas, nos dice que sólo mientras estemos frente al tablero de este ajedrez que es la vida, es posible mover ficha, hacer algo, sentir, aunque al final la partida venga siempre a ganarla la dama negra. 
En La búsqueda siguen las preguntas elevando el rango: “Tú, ¿qué quieres ser de mayor?” “Feliz”. Si apenas sabríamos responder a la duda planteada al inicio de El gallo de la torre: “¿Soplará del norte mañana?”, ¿cómo hacerlo a la del asombro ante una “manchita roja en la yema de un huevo”, o ante la obsesiva “¿qué quieres ser de mayor?” “Mayor”, parece ser que diría cualquiera que leyera estos Cuentos del desván, “espacio mítico” para el autor, que declara, frente a esta suposición, consciente de la duda, como si pretendiera revestirse de silencio, que no sólo “es el sobrado de sus abuelos [sino el de] la edad de la inocencia, un tiempo que, de haber podido elegir, hubiera deseado no superar”. 

© Manuel Garrido Palacios.

Revista de Folklore nº 364


Revista de Folklore nº 364
Urueña - Valladolid
Director Joaquín Díaz



Sumario


Editorial
Joaquín Díaz

Los niños expósitos en tierras de Zamora durante el antiguo régimen
José Luis Hernando Garrido

La cultura popular: los refranes hoy
Anna M. Fernández Poncela

Las ferias tradicionales de Galicia en la obra del pintor Abelardo Miguel
María Fidalgo Casares

Las cabañuelas. Pronóstico popular del tiempo climático
José R. López de los Mozos

III Simposio de Literatura Popular

III Simposio de Literatura Popular
Urueña
EL MUNDO AL REVÉS

Desde tiempos remotos, el asombro, la sorpresa, el miedo a algo insólito, parecieron servir de impulso al individuo cuando necesitaba salir de su rutina y alcanzar cotas de conocimiento más elevadas. El desorden, lo inverso, lo desacostumbrado, son circunstancias capaces de sacarnos de nuestra aparente seguridad y descubrirnos una parte de nosotros mismos que no conocemos y que sin embargo existe. La incertidumbre que siempre produjo el pensar en cómo quedaría el mundo si las cosas y las personas perdieran su lugar quedó plasmada desde hace siglos en imágenes que se fueron imprimiendo en un tipo de estampas populares cuya iconografía ha llegado hasta nuestros días “contaminando” campos como la literatura, el teatro o la música.
EL MUNDO AL REVÉS O LA LOCURA DE LOS HOMBRES.
Tópico, utopía y realidad

EL MUNDO AL REVÉS es uno de los temas iconográficos más fascinantes y profundos de los repertorios de imaginería popular impresa, ya que  posibilita la visualización de uno de los tópicos sociales más potentes creados a lo largo de la historia de la humanidad. Un tópico que no sólo se mostrará en dibujos y grabados sino también en los textos de autores como Erasmo de Rotterdam en su Elogio de la locura, Gracián o Quevedo. Todo se ha trocado ya; / todo al revés está vuelto… escribirá este último al comienzo de su poema Los borrachos en La hora de todos y la fortuna con seso. Así, en estas hojas de papel se reflejarán como en un espejo, la ambigüedad y ambivalencia de lo cotidiano del mundo real y el irreal en el que los miedos ancestrales (sol y luna por la tierra) se unen al humor y divertimento que surge de la contemplación de las escenas grotescas y el deseo al temor por el cambio y transgresión social que sugieren, en unos repertorios icónicos que entroncan con las manifestaciones carnavalescas en las que, por unos días, se hace real otro mundo posible de aparente caos y locura para después volver a la real virtualidad de la lógica social tradicionalmente impuesta y aceptada. La locura de los hombres, será también el título de algunos de estos pliegos europeos a principios del siglo XIX, y es que, en efecto, los locos y los bufones sostienen un mundo patas arriba o lo hacen rodar, mientras Minerva, personificación de la sabiduría, el conocimiento y la razón, dormita sobre su escudo, como se representa en el pliego alemán de Paul Wolfgang Schwarz (Nuremberg, c. 1815). Junto a esta simbólica y paradigmática imagen del mundo al revés, otras ilustraciones irán dando forma al tópico en una irreal sucesión de cambios de papeles en las jerarquías sociales, en las relaciones hombre-mujer, entre hombres y animales o animales entre sí, objetos e incluso seres figurados o metafóricos como la muerte o el diablo en Llegó mi hora y Dónde me llevas pícaro, en este caso, dos motivos exclusivamente españoles. Algunas de estas imágenes ya aparecen representadas en ostracas y papiros egipcios y más tarde en el mundo clásico y medieval, aunque no será hasta la segunda mitad del siglo XVI (c. 1560) cuando se impriman en Italia los primeros pliegos en los que, a través de distintas escenas, se desarrolla gráficamente el tema. A éstos, seguirán los publicados en Holanda, Francia, Alemania, Bélgica, Inglaterra o Rusia. En España no se documentan hasta los primeros años del siglo XIX (Laborda, Mompié, Estivill y Calle del Gato), si bien, ya en los siglos XVII y XVIII se registran algunos pliegos editados en Francia (J. Ganiere y J. Honervogt) e Italia (Remondini) con el texto en castellano, continuándose su publicación en  numerosas ediciones a lo largo del siglo XIX para concluir en los años treinta del siglo XX. El tema del mundo al revés y sus motivos no se circunscriben exclusivamente al ámbito de los impresos populares y pueden ser fácilmente detectados en un buen número de pinturas y otras obras de arte de distintas épocas, como puede verse en los mundos imaginarios del Bosco (El Jardín de las Delicias), en los costumbristas de Brueghel (Proverbios flamencos – Combate entre Carnaval y la Cuaresma) o, mucho más cercano, en los Caprichos de Goya quien aprovechará una parte de este imaginario para mostrar y denunciar a través de él las caras más amargas de la agobiante y atrasada realidad social de la España de finales del siglo XVIII. El tópico y realidad del Mundo al revés continúa hoy muy presente en el momento actual de cambios vertiginosos y agotamiento de los modelos tradicionales,  que contemplamos con la misma perplejidad, sentimiento de caos y desconcierto con los que siempre ha mirado el hombre muchos de los acontecimientos que le han  tocado vivir en cada época; esta pervivencia, junto a su universalidad, hacen de él un imprescindible lugar común y recurrente de nuestro imaginario colectivo a la vez que nos muestra que otro mundo también es posible. A través de los cuadros y textos de la exposición que se presenta, se ha procurado dar una amplia visión de las distintas manifestaciones impresas de este tema tanto españolas como del resto de los países europeos, agrupándolas en cinco apartados. En el primero, se recogen las imágenes del Mundo al revés desde sus representaciones más antiguas hasta las europeas del siglo XIX; en el segundo, los pliegos españoles y otros editados en castellano; el tercero es apenas una pincelada de los Caprichos de Goya como reflejo de recíprocas influencias en el mundo del arte; en el cuarto su transformación y presencia en otros formatos y, finalmente, en el quinto, el Mundo al revés visto hoy por el ilustrador Miguel Calatayud.

© Fundación Joaquín Díaz

Alexis Diaz Pimienta






PASAJERO DE TRÁNSITO






‘De los ojos de un niño despegan los aviones. / Si cerrase los ojos caerían. / Sólo su asombro los mantiene en vilo’. Así abre su libro Pasajero de Tránsito el poeta Alexis Díaz-Pimienta, una de esas voces que un día cualquiera te sorprenden con su brillo y miden tu ignorancia: ¡Qué poco sé si no supe antes que ‘un avión en el aire / son muchos niños mirando al horizonte!.
Todos somos pasajeros en tránsito que vamos de la nada a la nada por este algo al que llamamos vida. Todos llevamos nuestro latido como único equipaje y la mirada del alma pendiente del primer despegue. Mientras, en esa gran sala de espera que es el día a día, ‘llegas, te sientas, / pides una cerveza, / miras las piernas de la joven / que hojea el periódico’ y ‘piensas, de pronto / que La Habana es muy triste, / que ni siquiera tiene un sitio / donde sentarse así’.
El trayecto es largo o corto, según las lindes. No siempre es el vuelo el que te lleva o te trae. Puede haber ‘una muchacha / que llega al ascensor en el último instante / para que alguien, gentil, detenga con la mano / la puerta automática’. Pero no por ello parará el viaje, el exclusivo, apasionante viaje, cada cual con su billete invisible de destino arañando los dentros. En una de las paradas intermedias otra ‘muchacha espera bajo una sombrilla / y el amante no llega’. Posee la mirada en la que anidó el asombro, la duda en un paisaje de ‘llovizna sobre la impaciencia de sus ojos sin fondo’ porque ‘el amante no llega’. Y la esperanza le pintará una sensación nueva, ‘como si el mundo comenzara bajo este árbol / donde está el petirrojo / y nosotros fuésemos un grabado intemporal / sobre la hierba’.
Los libros son como los aviones: capaces de mantenernos en vilo mientras el párpado no cae y las palabras crean versos. Porque un ángulo de sus páginas se abrirá tras un recodo del camino y otro se parará ante lo que jamás abarcarán los sentidos. El poeta dirá entonces que ‘a la hora del crimen / yo estaba sentado a merendar / sobre los ojos de dos niños’. Ojos que no sabían cerrarse porque nada habían comprendido todavía. ‘A la hora del crimen / los niños continuaban allí, estáticos, mirando el crimen’. Tiempo hecho de pasión, sangre, verso y luto: ‘Luego nos levantamos, / nos sacudimos sobre la realidad / y nos marchamos con indiferencia / porque nadie se creía culpable’.
Alexis Díaz-Pimienta (La Habana, 1966) ha publicado esta obra y La sexta cara del dado, En Almería casi nunca llueve, Yo también pude ser Jacques Daguerre y casi un sinnúmero de libros más en ambas orillas de ese Océano que nos baña como brazos de un mismo cuerpo, de un mismo idioma. Y sabe, sereno pasajero en su tránsito poético, que Franz Kafka vio que ‘de un punto determinado no hay regreso’, y ‘que ese punto puede ser alcanzado’. En tanto el corazón late, se avanza; él es la aguja imantada que marca el rumbo en el armazón de huesos y pellejo que lo contiene. Corazón capaz de dictarle en silencio que ‘toda la felicidad puede estar en sentarme / en una esquina de la ciudad / a mirar el rostro multiforme de la gente. / La felicidad puede ser esta paz / contemplándolos’ en su ir de paso.

FIESTA DE DISFRACES

“Parece que fue ayer”, dice Alexis Díaz Pimienta (La Habana, 1966) en el primer verso de su libro “Fiesta de disfraces”, Premio Internacional de Poesía Los Odres, de la Fundación López Rejas. Publicado en Calambur, el editor anota en la solapa que la obra es “una reflexión sentimental sobre la identidad, las caretas, el fingimiento”, con su pátina de “melancolía encubierta” dentro de un “festín poético de lenguajes y metros”. Y el poeta confiesa, --por cierto, ¿con quién se confiesan los poetas?--: “Yo tengo un rostro aquí y otro mañana; / tú tienes otra máscara debajo”. Es así que el rostro es la máscara que nos ponemos cada amanecer como foso a veces insalvable en la relación humana, algo que “nos protege de los otros y de nosotros mismos”, a sabiendas de que “cada hombre es él, y su continuación / y la continuación de otro”.
“A todos, todo, nos parece que fue ayer”. Y al decir “ayer” vemos que la palabra se diluye como azúcar en el café que reposa en el velador, en ocasiones, cabal confesionario. Nos atamos al ayer porque no hay otro amarre. A lo demás lo llamamos esperanza, pero la estela no está en la proa del camino, sino en la huella del paso, en el ayer, en el pasado. Hablamos del presente y el presente no existe. Lo que se dice ya no es presente. Hablamos del pasado y el pasado no existe. Lo dicho ya no se recupera. Hablamos del futuro y el futuro no existe. Nadie sabe si podrá decir algo mañana. Sólo tenemos sensaciones de lo vivido y las llamamos pasado; de lo que soñamos vivir y las llamamos futuro; de lo que se nos escurre entre los dedos y las llamamos presente. Al final la vida es 'eso' que pasa sin que percibamos que pasa. Y removiendo ese primer café que nos despierta nos sorprendemos al descubrir que sólo somos ese pasado más un sueño. Machado pone en la voz de Juan de Mairena que “hoy es siempre todavía” y otros, como Arcensio, hacen de este pensamiento copla para que se cante: “Vamos viviendo, / que tiempo habrá de sobra / para ir muriendo”.
Para Alexis Díaz Pimienta, “ayer es la categoría más exacta del tiempo”, porque “hoy es un sitio abstracto” y “mañana es conjetura”, un hablar por hablar, un a ver qué pasa. “Ayer es el sitio en el que todo / parece haber sido”. Ese ayer tiene sus recodos, matiz que él versifica diciendo que “hay una curva del destino / en la que se bifurcan los recuerdos / nadie sabe hacia dónde / en la que es necesario atarse al mástil”.
Alexis Díaz Pimienta estuvo en Huelva Ppara ofrecer una lectura de poemas del libro premiado. Uno de ellos dice: “Después de tantos años / diciendo que mis días favoritos son los jueves / que me gustan la lluvia, las palomas / los rones vespertinos, los boleros, / después de tanto tiempo confiando en el azul / y en las ventanas transparentes / resulta que amanezco con fotos rotas / en un charco de lágrimas / con las córneas llenas de colillas y cactus / con palomas muertas sobre los aleros / como si fuera viernes o domingo”.
Llueven lágrimas en todo tiempo a poco que se remuevan las nubes del alma, y le surge la pregunta: “las ganas de llorar cómo se quitan. / No el llanto, sino las ganas de llorar incontrolables, / cuando la soledad se llena de rostros ausentes, / de seres queridos que en algún sitio de otra ciudad / preguntan también cómo se quitan las ganas de llorar”. Ausencias; trozos de un pasado que talló al ser humano: hoy es lo que era, pero más crecido el cuerpo, igual de tamaño el alma: “De niños nos preguntábamos / dónde empezaban las líneas del tren, / siempre inabarcables con la vista. / Nos aburríamos de nuestros trenes de juguete / que daban vueltas y más vueltas / en el suelo del cuarto; / soñábamos con escaparnos algún día / en un tren verdadero, / hacia la nada. / Ahora sabemos que todo tren / parte de un pañuelito húmedo / que alguien agita en su memoria”.
Alexis Díaz Pimienta ha sacado a la luz otros libros de verso y prosa, como En Almería casi nunca llueve, Pasajero de tránsito, La sexta cara del dado, Los actuales habitantes de Cipango, Yo también pude ser Jacques Daguerre, Confesiones de una mano zurda, Prisionero del agua, Maldita danza o Salvador Golomón, que le han valido, aparte del Premio Los Odres, otros internacionales, como los de novela Luis Berenguer y Alba/Prensa Canaria, o los de poesía Emilio Prados o el Ciudad de las Palmas de Gran Canaria.
“Todo parece que fue ayer”, o que por pasar tan rápido, es como si no hubiera sido. En palabras del poeta: “pero si a todos, todo, nos parece que fue ayer, / entonces habrá sido ayer, / y punto”.

© Manuel Garrido Palacios

Juan Villa


LOS ALMAJOS
Juan Villa
Edit. Paréntesis 

Juan Villa continúa ahí, en las reseñas de los medios de comunicación y en las conversaciones sobre literatura que, milagrosamente, se producen. Que exista en este sur novelista capaz de romper lindes brillantemente, como es su caso, hay que valorarlo como un lujo.
No vendría a cuento andar desvelando aquí sus claves, sus secretos para quienes aún no la leyeron; a tiempo están. Estas líneas valen para dar fe de su vigencia y para despertar el interés por ella en quien llegó tarde a la noticia de su nacimiento en su día. Sus páginas serán las que cuenten al lector el contenido de su corazón de papel y tinta y lo conecte con el autor, en este caso, el almonteño Juan Villa.
A la vista de su biobliografia: El lobito (1998), Última estación (1999), Crónica de las arenas (2005) y El año de Malandar (2009), y de sus sabrosas crónicas ilustradas, la obra Los almajos (como ‘almarjo’ lo registra Corominas) ya anuncia que se trata de una rica, densa exposición de un tema apasionante con su dosis de sorpresa al fondo, por lo que dice, y de buena literatura, por cómo lo dice. No. No hay que desvelar la trama que se urde en sus páginas para que quien las lea se sorprenda por sí mismo. De entrada hay que señalar que la fragancia de las palabras vuelve a visitar a Juan Villa cuando se interna en el mundo mágico de Doñana y las arenas le hablan, y las voces que flotan le hablan, y las dunas le hablan, y los almajos le hablan. Si se le preguntara por qué titula su obra con ese nombre tan sonoro, seguro que intentaría el despiste hacia la definición del término; diría que son unas hierbas que crecen en las zonas pobres de la marisma y sobre las que se cuentan historias que son el alma de la novela.
Parece ser que en la tierra de Doñana encontró Juan Villa un territorio idóneo para sacar cosecha histórica y literaria con parsimonia de rito. En ese ámbito se instaló hace años y en la tarea sigue para gozo de lectores. Si inagotables son los caminos de ese trozo de Paraíso cuando se andan, también lo son las historias humanas que destila y le aportan vida. Se le podía preguntar al autor si Los almajos es novela independiente o forma parte de la estela de las anteriores, y es posible que dijera, al límite de correr la cortina de lo que contiene cada página, que lo que está escrito hay que leerlo, pero que, ciertamente, esta novela está íntimamente relacionada con Crónica de las arenas, que podría ser un episodio más de aquel mundo del eucalipto. Apurando, en un intento de llegar más cerca para que la cuente sin contarla, podría añadir que desde el punto de vista técnico, en Los almajos ha aplicado una fórmula narrativa poco utilizada en nuestras letras, que siempre tuvo interés en abordar por sentirse cómodo en esa expresión concentrada, intensa; seguro que encaja a medida con la historia.
Lo de Juan Villa es un enamoramiento con la tierra de Doñana, una insistencia de amante, un afán en hurgar en lo que guarda. Pero en este caso, podría decirse, sin exagerar, que más que ir a Doñana, Doñana lo ha buscado a él, se le ha impuesto de tal forma que ya no podrá dejarla nunca. Lo ha escogido. Le ha concedido ese privilegio. 
Puede que haya algo de invención en lo que cuenta en Los almajos, quizás más que en las anteriores obras en las que plasmó el pulso de estos cotos. Esta entrega la pueblan básicamente los latidos de los protagonistas, los conflictos que pueden nacer y crecer en cualquier lugar y en todo tiempo; por tanto, también en el seno de Doñana.
En su hacer literario, Los almajos es una parada en la ruta que emprendió Juan Villa, convencido de que, aunque será el tiempo el que lo diga, el proyecto tiene vida para largo. Toda obra trae en algún párrafo una clave que es la síntesis de lo que se ha querido contar. Digamos el espíritu. En Los almajos probablemente esté en la última página, a lo que hay que llegar a través de los caminos trazados en sus ochenta y siete anteriores. Y, ya digo, no es cosa de ponerse a desentrañarlo aquí, sino de descubrirlo. No hay más que abrir el libro y dejarse llevar. Lo demás vendrá a su tiempo, en su sitio justo.

© Manuel Garrido Palacios

Antonio García Barbeito

PALABRAS DE DIARIO
Antonio García Barbeito
Ediciones B

Es un libro que igual podía haberse llamado Diario de palabras. Trae un ciento largo de piezas literarias –joyas expresivas– que los clasificadores oficiales llamarían fríamente artículos o cuentos. Yo creo que hay que ver el conjunto como la cosecha de un Barbeito que pone sus manos sobre el papel inmaculado y traza en sus renglones invisibles signos que saben a poemas en prosa (también hay quien cree que la poesía se hace sólo en versos; hay quien lo cree todo) No sabemos qué laberintos le fluyen a un ser humano en la cabeza para que en el más mínimo comentario que haga en persona o en los medios –da igual, sigue siendo Antonio– nos dé una lección de lógica literaria, de anatomía del discurso y de la invención de la metáfora. Si existe el Señor de los Anillos, Antonio García Barbeito es el Señor de las Metáforas, porque son tantas y tan acertadas las que se agolpan en sus escritos, como a Sancho Panza los refranes, que bien podría construir historias sólo con ellas. Va otro posible título para el libro: Diario de metáforas. Ya desde el arranque de las páginas describe el mediodía como el buey capaz de secar una charca en un lengüetazo; y el sol es un pandero incendiado; y la noche calla como una culpa propia; y el aire era gordo como una poleá caliente; y el circo ambulante, una sonora mano pedigüeña a la que cuesta trabajo negarle una limosna; y los remolinos de arena duelen como perdigonadas; y un amplio escote delantero es un patio de media luna; y una cómoda postura que le divorcie las rodillas y muestre la oscuridad, carnes adentro, de un callejón de sombra donde uno imagina que mueren, inmolados, los deseos más hermosos; y el aire que sopla parece que llega después de atravesar un bosque en llamas; y viene cuando la tarde tiene hechuras de novia; y ella parece una diosa hallada, y viva, en cualquier excavación romana; y el paraguas es una reliquia colgada de la percha; y tiene en la mirada un velo de tristeza de exilio involuntario; y el otoño ni se inmuta. Las metáforas son cauces breves para intentar llegar a la inaccesible profundidad del alma de cada personaje: a la niña que tenía sus ojos en la voz; a Gabriela, alta, firme, derecha, incorpórea; a la amante fría al alba; a la Trotanoches; a la vieja dama; a la Poleo; al moro Cupido; a Segundo Manchado, al Brújula… y a él mismo, Antonio García Barbeito, a cuestas con la virtud de estar en cada una de las trescientas páginas sin quedarse en ninguna después de haberlas creado. Me gusta que se pueble este espacio con el nombre del poeta y de la fe de vida de un libro al que todo paladar sensible ha de hincarle el diente. Si como dice el autor, lo que se necesita para ello es la curiosidad, igual valen estas palabras para abrirla.

© Manuel Garrido Palacios

Revista de Folklore / nº 363







Revista de Folklore nº 363

Urueña


Sumario:

Editorial
Joaquí­n Dí­az, Director

La Semana Santa y el Corpus Christi en la Sierra de Lima (Andes Centrales Peruanos). Testimonios de los cuadernos de campo de Alejandro Vivanco (1963)
Juan Javier Rivera Andí­a

Unos mundos de papel: la imaginerí­a popular de Wissembourg
Jean-François Botrel

Apariciones marianas en Extremadura (III)
José Luis Rodri­guez Plasencia

Toponimia y tradición oral (Torre de Juan Abad. Campo de Montiel)
Carlos Villar Esparza

Leyendas yorubas
Luis Enrique Valdés Duarte

www.funjdiaz.net

Joaquín Díaz



ROMANCES DEL CID
Joaquín Díaz




La voz de Joaquín Díaz trae de los siglos pasados la flor: su poesía; y si poco necesita el hombre Joaquín para hacerlo, menos pide el artista Díaz para darlo; sólo eso, su voz, voz en tono preciso, que ni es vendaval ni aire quieto, justa para poner latido nada menos que al Romancero del Cid, voz que se adorna con los matices de un laúd medieval, un cello teclado, un oboe, la tromba marina, la zanfona, percusión lejana, su guitarra..., todo como marco donde encajar la voz que trae el verso, voz a la que España debe parte de su memoria. Ahora le debe más por este disco, nacido para crecer como modelo, fruto de toda una vida tallada en la búsqueda de la belleza, que eso es el artista: un buscador de lo que hay por aquí y que tan desapercibido pasa. Si el 'Cid es el héroe de nuestra historia antigua que representa el ideal caballeresco', los versos de sus andanzas parecían esperar a este Joaquín Díaz, referente para muchos de los que profesamos en la Etnografía, en el Folklore de a pie, en la grandeza de lo llano, en la pura Ciencia de la Tradición, para ser cantados. Por si no bastara su medio centenar de libros, su hurgar incesante en tanta raíz oculta, sus innumerables temas grabados, ahí están estos quince Romances del muy valeroso Ruy Díaz de Vivar, verso y música que disfruto mientras escribo y que me hacen pensar en que si fuera la única obra de Joaquín, sería suficiente para que su nombre quedara impreso (lo está desde hace años) en ese libro invisible del reconocimiento colectivo, que parece poco. Y resulta hermoso que, aún cargado con tan rico material de siglos, no se apalanque Joaquín en el pasado. El pasado lo hace presente con toda la fuerza de una obra magna, para colocarlo en el umbral del futuro que está ahí mismo, vigilante que aguarda a ver qué le traemos cada uno. Rodrigo Díaz de Vivar le trae su historia. Joaquín Díaz de Urueña la canta.

© Manuel Garrido Palacios.

Rima de Vallbona / ANLE

RIMA DE VALLBONA y GERARDO PIÑA-ROSALES
'Prerrogativas culturales de las mujeres durante el poderío azteca en Mesoamérica'
(Discurso de recepción en la ANLE como Académica)
New York University / New York City  

La profesora, investigadora y escritora de Costa Rica Rima Rothe de Vallbona, ‘una de las mejores narradoras de la literatura hispanoamericana’, en palabras de Enrique Anderson Imbert, fue incorporada como miembro Numerario de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE). En su discurso, ilustrado con proyecciones, difundió, divirtió y asombró con la revelación de la influencia que ejercían las mujeres en la civilización azteca, con ejemplos de cómo rivalizaban con los varones y los superaban en distintas facetas decisivas para su pueblo. Dijo: ‘la mujer en aquella época era precursora de lo que ocurre hoy […] mejoraba la comunidad con el descubrimiento de medicinas […] estaba a la misma altura que el hombre, que  prevalecía en las áreas política y militar y era algo así como un sostén cósmico’. En cuanto a su incorporación a la ANLE  declaró: ‘Significa haber llegado a la cumbre que nunca soñé lograr’. Rima de Vallbona se licenció en Costa Rica y se doctoró en el Middlebury College de Estados Unidos. Se diplomó en Filología hispánica por la Universidad de Salamanca y en Filología francesa por la Sorbona. Formó parte del cuerpo de profesores de la Universidad de St. Thomas en Houston, Texas. Ha obtenido los premios: Nacional de novela en Costa Rica; Jorge Luis Borges de cuento en Argentina; Agripina Montes del Valle de novela en Colombia; Profesora Lilia Ramos de poesía en Uruguay, entre otros. Fue condecorada en España con el lazo de Dama de la Orden del Mérito Civil. Gerardo Piña-Rosales, director de la ANLE, dijo que ‘entre sus numerosos estudios críticos hay que destacar La obra en prosa de Eunice Odio (1981) y la edición crítica de Vida y sucesos de la Monja Alférez. Esta obra de las supuestas memorias de Catalina de Erauso, con ocho apéndices documentales que verifican su existencia, contiene la bibliografía más completa hasta hoy sobre esta heroína trágica, quijotesca, compleja, capaz de matar y robar y hacerle una higa a la justicia, también fiel a sus afectos, valiente y arriesgada. Crítica perspicaz y novelista de talento, Rima de Vallbona seguirá colaborando con la ANLE en los proyectos de nuestra corporación: en los que se refieren a publicaciones como en la elaboración del Diccionario de la Real Academia’. La contestación la dio Carlos E. Paldao, de la Delegación de la ANLE en Washington D.C. y director de la RANLE, que dijo: ‘en esta panorámica visión de la obra de Vallbona encuentro que cada una de sus palabras, relatos, cuentos, ensayos, novelas o estudios han sido dichos como si su autora estuviese apremiada por dejarnos la señal de un mensaje donde las cosas efímeras no agregan nada […] todo su acto escritural es una marcha rápida pero llena de sustancia y expresada con maestría, talento y profundo humanismo’. La organización del acto estuvo a cargo de Patricia López L.-Gay, vocal de la Comisión de Publicaciones de la ANLE y representante de la New York University.


© ANLE

Victor Fuentes / ANLE

VICTOR FUENTES Y SU INGRESO EN LA ANLE
(En la imagen con Gerardo Piña-Rosales y Nicolás Toscano Liria)

NUEVA YORK. Víctor Fuentes, doctor en lenguas y literaturas romances, profesor emérito de la Universidad de California (Santa Bárbara) y especialista en el entronque de la literatura con el cine y la literatura hispana en Estados Unidos, se incorpora a la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) con el discurso: “Vida y cultura de los californios y californias (1876-1889)” en el Hunter College de la City University of New York: “Es para mí un honor el ingreso en la ANLE y agradezco a sus miembros esta distinción de formar parte" de la misma. ·...son ya 50 años que cultivo el estudio de las letras y la literatura en español y varios de los últimos colaborando con las labores de investigación de la ANLE [...] El ingreso en su seno es un aliciente para seguir, con la conciencia de que en los años venideros la ANLE desempeñará un papel fundamental en el destino de la lengua española en la cultura y en la vida cotidiana de los Estados Unidos”. Lo presenta el director de la ANLE, Gerardo Piña-Rosales, quien destaca las publicaciones críticas más importantes de Fuentes: La marcha al pueblo en las letras españolas (1917-1936), El cántico material y espiritual de César Vallejo, Benjamín Jarnés. Biografía y metaficción, Buñuel, cine y literatura (Premio “Letras de Oro”, 1988), ediciones críticas de La Regenta, de Leopoldo Alas “Clarín”, y de Misericordia, de Benito Pérez Galdós. También señala su labor -junto a D. Luis Leal, fallecido- al frente de la revista Ventana Abierta. “Además de sus obras críticas -dice Piña-Rosales- Fuentes es autor de tres novelas: Morir en Isla Vista, Bio-grafía americana y Memorias del segundo exilio español (1954-2010), obras que por su variopinta y sugerente temática como por su voluntad de estilo, es de lo mejor que se ha escrito en lengua española en los Estados Unidos [...] Aunque somos de generaciones diferentes ambos hemos vivido experiencias similares, primero en la España de Franco, después en los Estados Unidos, siempre en pugna, quijotescamente, contra esos molinos de viento que con sus aspas amenazan siempre con segar el aliento de la libertad y de la vida”. En la contestación a Victor Fuentes, dice Nicolás Toscano Liria que “por su afinidad e identificación con el mundo del ‘californio’ y del chicano como manifestación y prolongación de España, por haber puesto su pluma al servicio de las causas perdidas y de su manifestación estética, por ayudar a la perpetuación en Norteamérica de una lengua hablada en ella desde 1512, y destinada a crecer, merecía con creces ingresar en la Academia Norteamericana de la Lengua Española”. 

© ANLE

Revista de Folklore nº 362




Director Joaquín Díaz
Valladolid

Sumario

Editorial
Joaquín Díaz

El bicentenario de Jovellanos y las danzas de palos en Asturias
Herminia Menéndez de la Torre

Los antiguos aguadores madrileños
Alejandro Peris Barrio

Los registros sonoros de Alan Lomax en El Val de San Lorenzo (León) en 1952 (y IV)
Concha Casado Lobato y Carlos A. Porro

Las Ventas de Calonge en Bercero (Valladolid)
Paloma Esteban Calonge

Mal de ojo y brujería en la comarca burgalesa del Arlanza
Jesús Borro Fernández

Patrimonio Inmaterial


LA VOZ Y EL INGENIO
SIMPOSIO SOBRE PATRIMONIO INMATERIAL
El humor, el chiste, la ironía, el gesto intencionado

Fundación Joaquín Díaz
Valladolid

ÍNDICE

El ingenio en la oralidad.
Deslindes sobre el ingenio y lo ingenioso en la literatura oral
Maximiano Trapero

Cuando el humor es cosa de dos: de la comprensión e interpretación de los chistes populares
 Luis Díaz Viana

 El hablar de manos, ¿es de villanos?
 Jean-Francois Botrel
El tiempo colonial y su desarticulación por la risa: ”Juan Verdejo, roto de Chile”
Maximiliano Salinas Campos

Trovos y cañuteros: ingenio y humor en Nuevo México
Tomás Lozano

La televisión y yo
Manuel Garrido Palacios

El gesto en la comunicación religiosa
Luis Resines

De la "Ínsula Barataría" a la "República de los Cocos"
(Voz e ingenio de una modernidad fronteriza)
Susan Campos Fonseca

Florencia | Santa Croce




◄ Entierro de San Francisco

(Giotto)






Claustro Mayor. Capilla Pazzi ►







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Fachada principal

Santa Croce está considerada como una de las iglesias góticas más bellas de Italia. Desde 1294 a nuestros días ha acogido testimonios espirituales. históricos y artísticos, legado del que conserva obras maestras. En las capillas laterales está la historia de la pintura florentina del tiempo de Taddeo y Agnolo Gaddi, Giovanni da Milano, Maso di Banco o Andrea Orcagna, muestra que culmina con los frescos de las Historias de San Francisco, de Giotto en las capillas Peruzzi y Bardi. Con la unificación de Italia en el s. XIX, Santa Croce se convierte en lugar de celebración de las glorias nacionales; pueden verse los monumentos fúnebres de Galileo Galilei, Maquiavelo, Michelangelo, Dante, Vittorio Alfieri, Rossini, Ugo Foscolo… sin dejar atrás las obras de Benedetto da Maiano, Donatello, Rosellino, Cimabue. Anexo a la Basílica está el claustro, a cuyo fondo se encuentra la capilla Pazzi, de Brunelleschi. La fachada de Santa Cruce preside la plaza de su nombre, considerada por muchos como el corazón popular de Florencia.

© MGP.