HISTORIAS DE UN DESTIEMPO

HISTORIAS DE UN DESTIEMPO
(Cuentos)
Manuel Garrido Palacios


Desde que en 1998 Manuel Garrido Palacios diera a las imprentas mallorquinas 'El clan y otros cuentos', libro en el que ya daba cuenta de un mundo personal e intransferible que se encontraba en los límites de lo real, su autor ha ido escarbando en un universo que tiene tanto de onírico como de real, tanto de cotidiano como de mágico, todo ello localizado en un tiempo que es a la vez destiempo, donde muerte y vida no forman nociones distintas de lo real, sino que se imbrican, se funden, forman parte de un entramado que tiene mucho más que ver con los intramundos que con el mundo conocido propiamente dicho. No otra cosa ocurre, por ejemplo, en sus novelas del ciclo de Herrumbre, lugar que sólo existe a través de los hilos, los desórdenes y las trabazones de la memoria, y donde el tiempo se convierte en un pasado continuo que ni empieza ni acaba porque su transcurrir es del todo indiferente, puesto que las cosas suceden en un pasado ajeno al tiempo, es decir, en el más puro destiempo.En la escritura narrativa de Manuel Garrido Palacios, el tiempo, o el destiempo, como prefiera, aparenta jugar un papel residual, ajeno al conflicto que una y otra vez aqueja a los personajes, pero aceptemos que es esta cierta ausencia temporal, la que determina la atmósfera pasmosa y pasmada en la que se desenvuelven las vidas de estos habitantes del destiempo, que parecen moverse como cautivos, como fantasmas atrapados en una botella de cristal, abombados por la distorsión de ese lente, lo que inevitablemente nos acerca a los espejos del callejón de los gatos de Valle. Y es que el mundo de Manuel Garrido Palacios, que tanto tiene de rulfiano precisamente en la acotación mágico-temporal y en esa cierta obsesión por el destiempo, se sostiene sobre un mundo esperpéntico, pues cuanto Manuel nos propone está visto desde la deformación de una realidad que unas veces nos parece extrañamente cómica, trufada de obsesiones variopintas, escatológicas, entre cuyas bambalinas se esconden Bocaccio o nuestro Arcipreste, mientras que otras veces se muestra trágica, si bien la tragedia, al deformarse, presenta rasgos que la suavizan, humanizándola.
Pero centrémonos en la deformación de la realidad, capítulo en el que Manuel Garrido Palacios ha encontrado su horma. Tal deformación habría que atribuirla acaso a su larga trayectoria como hombre de cine, a esa impronta de maleabilidad que el cine impone sobre lo real, pero también, claro es, a que Manuel, procede de un territorio mental donde las cosas no eran exactamente lo que aparentaban y la razón se sostenía a duras penas y sólo en zonas muy concretas de la existencia, porque todo giraba sobre una cierta proyección mítica, legendaria, ficcional, en el que el hombre era un simple muñeco sojuzgado por los hilos del destino y la naturaleza. Hoy, cuasi desaparecido ese universo que aún nos unía umbilicalmente a lo mítico, nos queda la escritura de Manuel que pervive y persevera en ese universo mágico y cotidiano en el que voluntad es todavía destino y en el que Naturaleza es todavía razón.
Manuel Garrido Palacios es un escritor puramente atmosférico, que sitúa a sus personajes más en el espacio que en la cronología, más en sus arduos conflictos y en sus extravagantes derivas a que les arrastran sus recovecos internos. Las acciones que traza el libro que nos ocupa, discurren en trazados temporales, pero lo interesante de los personajes y las acciones no está tanto en el discurrir como en el ser de cada uno de los personajes que aparecen por estas páginas que se esfuerzan en seguir una partitura descabalada, que es en realidad una sucesión de pequeñas luces en la vastedad alucinada de la conciencia.Como lectores poco nos importa en qué lapsus temporal o espacial se las arreglen los personajes de estas Historias de un destiempo, sino la luz que proyectan sobre nosotros, así como la capacidad de penetración que atribuimos a unos seres que al ser fruto no de una realidad exterior sino de un universo interior, nos llegan de una manera más subrepticia, pero más intensa. Porque hay escritores que cuentan, que fijan una historia y la van bordando, mezclando y anudando los hilos con precisión, componiendo un tapiz en el que somos meros espectadores de una historia o de un prodigio; son escritores sedativos que todo lo dirigen a la narración de una anécdota más o menos compleja y más o menos ilusoria y previsible, pero que son incapaces de bucear en ese pozo de luces inquietantes que es el hombre. Sin embargo, Manuel Garrido Palacios nos deja en los apeaderos de una región desconocida, ajena al tiempo y sus miserias, donde uno se reencuentra con su memoria genealógica, con los tablones de un hemisferio apolillado, sí, en tenguerengue, sin duda, pero que aún corre por nuestra sangre.

© Manuel Moya
© Portada: Héctor Garrido