Raquel Rico

RESPLANDOR
Raquel Rico
Ed. Renacimiento
Sevilla

“Nada tengo que hacer / mientras tú no me llames. / Me esfuerzo cada día / y cumplo diligente / horarios y tareas, / mas ese hacer es nada. / Cuando al fin tenga un nombre / que salga de tus labios / y sepa que me esperas, / cada paso del viaje / será por fin camino / y destino / y certeza, / pues sólo a ti me debo”.
Raquel Rico, Profesora de Historia del Derecho de la Universidad de Sevilla, obtuvo el Premio Nacional María Espinosa con poemas de su obra Conciencia del instante y el Luis Cernuda con Miradas. Luego publicó De par en par, en Pre-textos. y Miscelánea italiana, en Signum Edicioni d’Arte.
Resplandor es un poemario dividido en tres partes: 1, A dos voces, 2, Dos amores me habitan y 3, Lugares. En el propio enunciado de estos capítulos se encuentra la esencia de toda la obra: paisajes con el amor de fondo. En cuanto a la forma, la autora cuenta que en 1999 tuvo acceso a una edición de los Sonetos de Shakespeare en la versión de Carlos Pujol, publicada por La Veleta de Granada. Conocía otras traducciones que la habían acompañado en el viaje de su vida, pero fue esa la que despertó en ella la emoción iluminada, inexplicable, que se produce cuando palabras ajenas enseñan a identificar con precisión los sentimientos:
“Las palabras que escojo, / las que buscan nombrarte, / me tiemblan en la pluma, / no quieren escribirse. / Se retuercen dramáticas, / temen ser desmedidas, / excesivas, inútiles, / mi amor las avergüenza. / Y yo, también cobarde, / trivializo la hoguera / que me reconcilia con el mundo, / renuncio a describir cupidos / que enrojecen mi corazón / con la inocencia de la felicidad, / a la aventura / de nombrar un instante / que es tempestad y puerto, / delirio y armonía”.
Todos los poemas incluidos en el primer tramo: A dos voces, son, además, el resultado del reto de utilizar versos de Shakespeare como temática y punto de partida de sus propios poemas; versos, palabras que se integran en el texto o aparecen como cita que lo justifica. Se advierte, por tanto, ecos de los sonetos 10, 17, 52. 57, 58, 65, 71, 92, 97 y 147.
El poema ‘Oscuro, herido, insomne y memorioso’ tiene su historia aparte. Escribe Felipe Benítez Reyes en su libro Vidas improbables que “al endecasilabita Servando Meana, su ambición por concebir una obra memorable le impedía terminar unos poemas que, en el mejor de los casos, se agotaban en un par de versos”. Raquel Rico propuso a los alumnos de un Taller de Poesía que intentaran continuar algunos, y ella escogió éste:
“Oscuro, insomne, herido y memorioso... / vaga el amor que tuve y ya no tengo. / Oscuro porque es negro el laberinto / en el que busca hallar la luz de entonces. / Insomne porque el sueño ya no logra / que mis ojos descansen en los suyos / y herido el corazón late despacio / aguardando que el día por fin llegue. / Memorioso, el recuerdo no abandona / a quien tuvo la dicha de tenerle, / a quien vivió con él en la esperanza”.
Una cita de Natalia Ginzburg: “La única verdadera riqueza del hombre es una vocación”, late a lo largo del libro en el sentido de amar y de expresarlo con la más bella herramienta humana: la palabra. Raquel Rico escribe:
“Porque es tuya mi vida / y tuyo este presente / sin ti, sin mí, sin nada, / te espero cada día. / La ciudad es la misma. / Tiene calles sagradas / que demoran mis pasos, / renacen los jazmines / y la luna suaviza / la noche y la distancia. / Cada rostro es el tuyo. / Hay quien dice palabras / que un día me dijiste, / misteriosas sonrisas / que me enseñan tus dientes / y otros ojos me miran / como tú me mirabas. / Porque sé, porque creo, / porque viví contigo / la certeza más alta, / esperar es lo mío / y en ti mi confianza”.
En suma, “nombradas las palabras”, convencida de que “como un cofre es el tiempo / en que tú estas ausente”, Raquel Rico ofrece en su libro esa porción de misterio poético que hace visible el amor dentro de cada alma, ese no sé qué tan único que contiene la poesía y que ella comparte quizás para “que esta tinta tan negra / pueda hacer que mi amor resplandezca por siempre”.

© Manuel Garrido Palacios