Revista de
Folklore nº 361
Portada: La Ilustración Española y Americana.
Maravillas de la ciencia: una “prima donna” cantando en el receptor del fonógrafo de Édison
Director: Joaquín Díaz
Edición digital: Luis Vincent
Fundación Joaquín Díaz
Patrocinado por la Obra Social y Cultural de Caja España / Caja Duero
EDITORIAL
Portada: La Ilustración Española y Americana.
Maravillas de la ciencia: una “prima donna” cantando en el receptor del fonógrafo de Édison
Director: Joaquín Díaz
Edición digital: Luis Vincent
Fundación Joaquín Díaz
Patrocinado por la Obra Social y Cultural de Caja España / Caja Duero
EDITORIAL
Uno de los aspectos que mayor
interés suscitan en la sociedad actual, denominada generosamente “de la
comunicación”, es el de la precisión del lenguaje. Muchas veces ni sabemos lo
que significan nuestros nombres ni por qué se denomina de una u otra forma a
los terrenos en los que vivimos. La palabra “paisaje” viene de “pagus”, término
con el que los romanos designaban el terreno rústico en el que vivían o tenían
alguna propiedad, de modo que se acabó llamando paganos a quienes vivían en
zonas rurales y a quienes, precisamente por su menor proclividad a las
novedades y cambios propios de los núcleos habitados, aceptaban con notables
reticencias que la nueva religión cristiana viniese a sustituir su complejo
mundo de divinidades adscritas a la naturaleza por la creencia en un solo Dios.
Con el tiempo la palabra pago vino a designar a cada una de las tierras que
componían el término de un pueblo y a las que se nombraba de forma peculiar
para poder distinguirlas de sus vecinas, que probablemente mostraban otras
características. Esa época en que cada fragmento del paisaje tenía nombre y
además un nombre que significaba algo, pasó a la historia. El paisaje es hoy un
panorama abarcable, más o menos hermoso, más o menos degradado, que se muestra
como el resultado de multitud de aciertos y contradicciones históricas y
sociales cuya principal consecuencia ha sido una modificación paulatina de su
esencia. En la modificación del paisaje ha intervenido desde siempre la mano
del hombre pero también innumerables y sucesivas tecnologías agropecuarias que
han llegado a crear un medio ─que hasta ahora se denominaba rústico o rural
para diferenciarlo del generado en espacios donde se concentraba la población─,
cuyos patrones han cambiado con tanta celeridad en los últimos tiempos que ya
no se pueden denominar con el término habitual sin provocar equívocos. Desde el
momento en que el paisaje es el resultado de una serie de elementos
relacionados entre sí y abarcables para la vista humana, cualquier intervención
del individuo sobre aquél debería estar marcada por el respeto al estilo
resultante de la evolución histórica, a las características medioambientales o
ecológicas y al sociosistema. Observando el entramado de este último convendría
advertir además que el paisaje no es sólo la representación de una realidad más
o menos compleja, sino el conglomerado de sensaciones ─sentimientos estéticos y
emocionales─ que produce su visión en el ser humano, para quien el paisaje
viene a ser un libro sobre el que puede leer el pasado y el presente de aquella
misma sociedad en la que ha nacido y vive. Las intervenciones que se realicen
sobre el paisaje deberán responder en consecuencia a dos principios básicos, que
son el conocimiento histórico de la evolución y alteración sufridas por ese
mismo paisaje y la seguridad de que dichas intervenciones se realizarán en
beneficio de un desarrollo sostenible e inteligente del territorio, ajustándose
no sólo a técnicas sino a la valoración y al respeto ambiental. Sólo así podrá
decirse que la relación entre cultura y paisaje tiene verdadero sentido y se
ajusta a la lógica. Sin embargo, la mayoría de las normativas que han servido
para crear jurisprudencia en torno al territorio y a su uso por el ser humano
han ido deslizándose peligrosamente desde la defensa del patrimonio común hacia
la atención a intereses particulares, primando la realidad productiva sobre el
disfrute colectivo del paisaje y potenciando políticas socioeconómicas de corto
alcance por encima de visiones de conjunto con más amplio futuro. El resultado
de esas políticas es la creación de situaciones ficticias en las que ni
siquiera importan el desarrollo agropecuario o la economía local, sino los
vaivenes de intereses mercantiles o macroeconómicos cuyos orígenes o cuyas
consecuencias están muy lejos del ámbito en que se aplican.
© Joaquín Díaz
SUMARIO
Editorial
Toponomástica molinológica de la provincia de Burgos
Mario Sanz Elorza
Noticia de algunos exvotos desaparecidos de la ermita de la Virgen de la Granja de Yunquera de Henares (Guadalajara)
José Ramón López De Los Mozos
Las Rogativas
Modesto Martín Cebrián