EL RUMOR DEL PATIO
En la otra calle
los aceros de la muerte apuntan
a la cabeza del niño.
De todos los niños.
La mano de fuego consuela a la madre,
mientras
la tierra muerde sus tiernas carnes.
CORRE, CORRE, NIÑO DE ARENA
Con los días de la tragedia,
la mirada del verdugo
a nada humano se parece;
su belleza
de trasparencias engañosas,
se alimenta del apetito
y la sumisión al amo.
El señor de las verdades
es ignorado
mientras se ahoga
en los meandros
de un mar de mazmorras.
SENDEROS
“Estoy / aplaudiendo / en la esfera de los verdeazules / el tiempo / no recuerda esta sonrisa / mi descuido / ha impreso en la portada / una huella sin nombre / una rareza / escribe alborozada / en mi interior / vientos blancos / vientos”.
Son versos de Senderos, libro de Antonio Martínez i Ferrer
(Alzira 1939), obrero de artes gráficas, luchador contra la dictadura
franquista, represaliado hasta el despido laboral y el exilio. Martínez i
Ferrer ha publicado en castellano, valenciano o portugués El rumor del patio,
2003; El soroll del pati, Angoixa y Corre corre xiquet d'arena, 2006, Editorial
Germanía; el último también en Baile del Sol, 2009, libro que obtuvo mención especial en el Premio de Poesía Julio Tovar. En Ateneo Obrero de Gijón,
El grito del oasis, 2007; y en Canto Escuro (Portugal) Efectos Secundarios /
Efeitos secundarios, 2008.
Esta antología, que edita la Asociación Crecida, de Ayamonte
-dice Antonio Orihuela en su prólogo- va “destinada a dar cuenta de las muchas
voces, registros y confesiones con las que el poeta ha tratado de iluminar
estos Senderos con los que es nuestra pretensión mostrar las huellas, las
trazas y los desvelos que asedian la obra poética y la visión” de su mundo.
Analiza la obra desde cuatro ángulos y empieza con los poemas que “parten del
asombro del hombre que, casi en el tramo final de su vida, descubre la poesía.
En ellos vuelve la mirada hacia donde el tiempo apenas recuerda las sonrisas y
se hace consciente del descuido en el que ha vivido una vida entregada a un
proyecto de transformación social y que, si bien también ha abierto surcos
hacia un esperanzador barbecho para su cultivo interior, no había sabido
conjugar, en la misma medida, ese afán”: “Retiro los escombros / desde aquel
beso / sin huella / escupes / en la raíz y no crece el desprecio / rehaces / el
guante del calvario / para asombro del sueño / escondes el báculo / en la
orfandad / la agonía / reposa / junto al vuelo de los engaños / grazna desde el
negro / acude al desorden / el deseo / es un horizonte / con enredaderas / de
viento y distancia”.
Siguiendo el prólogo de Orihuela, el segundo ángulo nos deja
ver “la otra raíz que anida en el ser para el mundo del poeta. La raíz
materialista y dialéctica es también raíz histórica y sobre ella, el poeta
construye un tiempo de ignominia, de las transacciones entre los grupos de
poder del tardofranquismo en su adaptación al modelo de la democracia formal”:
“Ese desierto / quebrado de golpes / ese dolor oceánico / ese rojo / mordiendo
las arterias / esa soledad / hundida en sus raíces / esa inmovilidad / pesada /
dura / ese restablecer / en la mirada / el gesto / ese andar por lugares /
donde la mano / desnuda / se abre / y espera”. […] “El torrente compone / con
sus volúmenes rotos / un nuevo artificio / de gritos / el final escaso /
descompone los azules / seguir desnudo / seguir cayendo / seguir vacío”.
El tercero se abre “con una promesa de libertad individual,
de fina y agreste rebeldía que quiere, desde lo personal, abrazar lo colectivo,
recuperar el tiempo de las miradas, las sonrisas, la asamblea, el vértigo, los
vínculos en los que volver a enredarnos para ganarnos en humanidad”: “Un verbo
de columnas / sosteniendo / mañanas y tardes / espera en las hogueras / del
hambre / yo trasiego / entre brotes jóvenes / la rebeldía / un tiempo / de
revoluciones / espera en los sueños / un tiempo / de pan / espera en el camino
/ un tiempo / de muchedumbres / espera en las plazas / un tiempo para ellos /
un tiempo para nosotros / las manos libres / esperan / esperan”
Por el cuarto ángulo de esta mirada paralela prólogo/versos
entran “los poemas del consultante, del que espera, inquieto, lo excepcional
por llegar, la revolución a la que el poeta no renuncia, siempre con su puerta
abierta”: “Siento / la voz mordiendo / en el vientre / un volcán vomita /
después / del miedo / están las esquinas / clavadas en el grito / me agarro / a
la soledad / la ventisca recita sangrenegra”.
El libro me lo da Eladio Orta en Punta Umbría el día en el
que Uberto Stabile estrena su documental sobre la poesía fronteriza
México-EE.UU., marco idóneo para estas cosas que tanto calan en el sentir y que
salen por los versos. Los poetas Augusto Thassio y Ramón Llanes, presentes en
el acto, lo saben bien.
© Manuel Garrido Palacios