LA CELESTINA

LA CELESTINA
(1499)
Fernando de Rojas
(1465-1541)

La Plaza Mayor de Salamanca es un mar interior en el que desembocan y se universalizan los ríos humanos del entorno. Mar no de agua, sino de piedra en asombroso equilibrio de belleza; mar marco de serenas proporciones en el que late una representación de la vida con personajes que van desde quien barre al alba para que todo brille, hasta quien da su brillo para que ese todo luzca más, si cabe. Su aire sabe a confitería, a café de las cinco de la tarde, a eco tallado del saber antiguo. Por los soportales pasea un enamorado, de nombre Calixto, que dice como un rezo a la moza que pretende: «En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios». Repara en la pareja un tal Fernando de Rojas, que escucha la frase y decide iniciar con ella el argumento del primer auto de una tragicomedia que marcará una muesca maestra en la tarja de la literatura española. Y a lomos de su idea traslada a los protagonistas a una huerta cercana para componer la trama entera. Aunque la escena sucede varias centurias atrás, se repite cada día en este espacio de privilegio como un íntimo homenaje a un autor, que, por no andar a bombo y platillo, suele pasar a veces desapercibido. De su obra, La Celestina, escribió Juan de Valdés en  Diálogo de la lengua:  ‘soy de opinión que ningún libro hay escrito en castellano donde la lengua esté más natural, más propia ni más elegante’.

© Manuel Garrido Palacios