La música está en el aire.
El músico abre un surco, la siembra y la da al mundo. Este proceso, que por
hacerse a diario parece fácil, es el germen de toda creación. Cuando veo al
niño empinado ante el piano para medio rozar una tecla, digo que está aprendiendo
a sembrar belleza. Cuando veo a músicos moldear esa energía invisible que ellos
perciben, sonidos que para los demás no existen hasta que ellos los atrapan,
digo que están sembrando belleza. Esto me sugieren las imágenes de Luis Delgado
ante el teclado y David Garrido con su bajo beatleliano. El último concierto al
que asistí de Luis fue en un templo. El de David, en la banda sonora de un
film. La música de estos músicos sonó en ambos casos a esa siembra de la
belleza. Traducida a palabras: a verso, a puro verso.