Un sábado cualquiera trajo una gloria añadida al paisaje del viejo pueblo de Punta Umbría. En honor de la belleza, tan cercana a lo divino, se congregaron en su Auditorio: Teatro del Mar de la Casa de la Cultura, los componentes de la nueva hornada de la Orquesta Joven de Andalucía, dirigida por Arturo Tamayo, curtido en el Conservatorio de Madrid, su cuna, y en las aulas de Boulez en Basel, Rowicki en Viena y Fortner, Traves y Huber en Friburg, donde se diplomó en Dirección de Orquesta en la Escuela Superior de Música. Sumemos a esto haber sido director invitado en los festivales de Salzburgo, Lucerna, Viena, Londres, Venecia, Florencia, Holanda, Paris, Berlín... aparte de estrenar obras de Cage, Xenakis, Rihm, Ohana, Bussotti, Castiglioni, Luis de Pablo, Kagel, Olavide, Manzoni, Manoury, y colaborar con Berio, Stockhausen, Messiaen, Petrassi, Nono, Lutoslawski, Feldmann, Lachenmann o Sciarrino.
Todo este lujo artístico ofreció en Punta Umbría una obra musical de excepción: la Séptima Sinfonía de Gustav Mahler, comenzada en el verano de 1904 y terminada un año después, cuyo estreno fue en Praga en 1908 bajo la dirección del compositor.
Bien dice Enrique Amodeo que esta obra, fascinante y difícil, cabalga recia entre el romanticismo y la modernidad. Su avanzada armonía, con disonancias y modulaciones abruptas, diluyen la tonalidad, y el uso del intervalo de cuarta juega tan gran papel, que es el que Schönberg reflejará después en su Sinfonía de Cámara, op. 9. Desde el elemento romántico por excelencia, la Noche, la marcha hacia la luz de la obra se produce por los constantes y sorpresivos cambios en cada movimiento: 1 Adagio-Allegro; 2 Nocturno. Moderato; 3 Scherzo. 4 Nocturno. Amoroso; y 5 Rondó. Finale. Allegro.
La Orquesta Joven de Andalucía ya ha roto lindes y ha actuado en Madrid, Barcelona, Segovia, Valencia o Murcia. En 1996, en memoria de Manuel de Falla, grabó El Amor Brujo y Noches en los jardines de España, bajo la dirección de Juan de Udaeta. Los actos realizados recibieron el Premio Español de la Música al mejor evento internacional, promovido por la SGAE y la Asociación de Intérpretes y Ejecutantes.
Pero más allá de los fríos datos biográficos del conjunto -aunque necesarios- lo emocionante en este caso es la constatación de una cantera de promesas. No todas las orquestas consiguen poner en vilo a un público con toda una Séptima Sinfonía de Mahler, que, como decía Tamayo entre bambalinas: “si toda la obra de Mahler es compleja, ésta se lleva la palma”.
Emocionante, porque no es la Andalucía que estaba en el escenario la de “charanga y panderetea, cerrado y sacristía”, sino la capaz de situar en primera fila cultural a lo más granado, a su juventud, para interpretar las ideas estéticas más vanguardistas; y, además, hacerlo tan soberanamente en Punta Umbría, pueblo que brilla con luz propia en su programación cultural, en la que tanto tiene que ver el poeta Uberto Stabile.
En este tipo de sucesos se vislumbran juntas la promesa y la esperanza de que se está trabajando un horizonte para un mundo mejor, que parece poco, cuyas señas de identidad las manejan ya “muchachas y muchachos” que, al decir de Miguel Hernández, “no dejarán desiertas ni las calles ni los campos”.
© Manuel Garrido Palacios
© Imagen de Hans Schliessmann (1901)