Poemas, canciones y reflexiones
Manuel Silva
En lo cotidiano hay siluetas sin nombre
contraluces de apariencia.
Y detrás se trazan puentes,
rutas hacia lo desconocido,
escaleras que suben desde el fondo
hasta el infinito azul del cielo.
Son versos de Manuel Silva (Lepe 1966-Ronda 2007), autor del libro ‘Dulce Viento’ (poemas, canciones y reflexiones), y del CD ‘La brújula del amor’, obras que conforman su último proyecto, al que familia y amigos han querido vitalizar en homenaje y recuerdo al ser querido que se fue tan temprano.
A veces busco la Vida
por el alto de los cerros,
por lejanas latitudes,
perdido por los desiertos.
Y a veces buscando la Vida,
cuando más lejos me encuentro,
de pronto caigo en la cuenta
de que no estaba tan lejos,
de que siempre estuvo ahí,
y no la sentía en mi pecho.
Dice J. M. Rodríguez en el prólogo que Manuel Jesús Silva Álvarez “con once años manifestaba muchas cualidades artísticas para la música y la poesía, a la vez que emanaba de él una calidad humana poco habitual para un niño tan pequeño […] Fue quinto de seis hermanos nacidos en el seno de una familia humilde […] en la que Rosario, la madre, fue la gran heroína, vencedora de todas las batallas […] mujer que bien podría tener un lugar reservado en cualquier altar, ya que el única arma que utilizó en su lucha con los avatares de la vida fue el amor […] Manuel, a quien cariñosamente llamábamos Manolíto, fue desarrollando poco a poco esas aptitudes que nacieron con él; el hecho de que tuviera que vivir su infancia y adolescencia fuera del seno familiar, lo hizo madurar rápidamente, experiencia que él supo asumir con sabiduría poniendo música y verso a cada lágrima, a cada "quejío" que arrancaba desde lo más profundo de su alma. Dedicó su vida a cultivar la paz interior y la armonía con la naturaleza, canalizándolo todo a través de su arte”. “Si en realidad lo que deseas es encontrar el sentido de la vida, entonces ve y pregunta a los más grandes maestros, lee y busca en los textos sagrados de oriente y occidente, practica sus rituales y sus oraciones, esfuérzate en su disciplina y haz todo lo posible. Pero si aún así, después de intentar todo esto, no has encontrado la respuesta a tu pregunta, entonces, párate un momento, deja de buscar y siéntate junto al río y mira el agua pasar”. Juan Carlos Chans escribe que Manuel Silva supo reflejar en sus letras “una relación humana con el mundo y los sentimientos”. Sus canciones vienen cargadas de mensajes, “de movimiento perpetuo”, traen el afán de “buscar y buscarse”, sorprendiendo su “talento especial para la comunicación” y su “deseo de ser desbordante, cantautor de temas humanos, acaso humanismo musical, emotividad a flor de piel, cantando respuestas donde no siempre las hay”.
Llega el otoño del día,
llega la tarde y se va,
llega la noche y me envuelve
en su plena oscuridad.
Llegan las horas perdidas
de tanto pensar y pensar,
luego se acerca la Vida,
dando pasos a escondidas,
me besa, me abraza y se va.
Leído el libro tras escuchar el disco, creo que tenían razón David, Héctor y Selene en profesar un especial cariño por el amigo y artista Manuel Silva. En realidad, ellos nunca se equivocaron al internarse en el bosque sagrado de los afectos. Escribe él: “Lo más importante que tiene el arte es la capacidad de despertar la sensibilidad de las personas. El corazón despierta para contemplar, sentir, gozar y respirar la belleza que envuelve la vida. Si creo en lo que soy también estoy creyendo en lo que somos. Ser uno mismo es la forma más fácil de convivir con los demás. Cuando tenemos miedo a que nos vean tal como somos nos escondemos detrás de máscaras de falsas apariencias, y nos hacemos la vida más compleja, llena de estrategias por asegurar la atención y la estima. Cuando más nos quieren y uno más quiere es cuando se muestra como es. Es la magia de la transparencia, donde el otro está más cerca y vibra con nosotros”.
En este ahora en el que la voz calla y la música desvanece, surge como cierre el eco de sus versos, que anuncian que “cuando se hace el silencio de las palabras / es más fácil escuchar los mensajes del corazón”.
© Manuel Garrido Palacios