CARTAYA
Manuel
Garrido Palacios
Lunwerg.
Barcelona
Foto: Carlos
Ortega
Capítulo
dedicado a José 'El Pollo'
Cap.
Cap.
Viene al
recuerdo este tamborilero de rango, un figura en lo de endulzar el aire con su
son, un sabio para todos los toques de danzas (dice un Acta Capitular de 1697
que había danzantes en la procesión del Corpus de Cartaya), ceremonias y
fiestas romeras de la Sierra, el Andévalo, la Tierra Llana y la Marisma. El
arte del Pollo era la ofrenda que Cartaya hacía a los demás pueblos cada año.
Parece poco. Un día de 1974, el mismo en el que una anciana llamada María
sacó del olvido el romance sobre don Juan de Vallinas y la cautiva, el Pollo me
dijo: ‘...hay dos clases de flauta, o de gaita, la gallega y la mía, que es de
adelfa; la gallega tiene pulmón aparte; la que yo toco tiene el mío. La tocaba
mi padre y ahora la tocamos mi hermano y yo. Lo de Pollo me viene de familia.
Se dice en Cartaya Pepe González y nadie da norte; se dice el Pollo y lo que
sea viene derecho. Vengo como el Pollo en la guía de teléfonos. Hago la flauta
como mi padre, aunque él era un maestro y yo no paso de alumno. Me dio
lecciones de los toques del Rocío; el resto lo aprendí escuchándolo a él y a
otros tamborileros; pero si no es por él, no hubiera sabido nada. Más que
enseñarme nota a nota me decía de qué manera podía encontrarlas yo solo. El día
que me dijo que lo que estaba tocando no era así, y que si no lo hacía de otro
modo, no llegaría a ser tamborilero, me enfadé, pero lo hice, y aquí estoy. Me
gusta en especial el toque del Alba rociero porque fue lo primero que supe.
Todos lo tocan, pero como lo tocaba él, no lo he sentido en la edad que tengo.
En el año trabajo en el campo o en lo que cae; acudo a las fiestas que me
llaman. En tiempo de romerías no hago otra cosa más que tocar. Sé toques
únicos... los rocieros, las danzas de cada sitio, el toque de caballería, el de
coger los pendones en la Peña, el de Espadas de San Benito, del Alosno, las
Cruces, San Bartolomé, Piedras Albas... Estoy enseñando a un hijo a ver que
sale de ahí; de momento aquí ando yo hasta que Dios disponga...’.
Aquel año el
viajero estudiaba el mundo alosnero y, al hilo de lo dicho, le entonó una copla
acabada de recoger en aquel pueblo:
Tengo una flauta de fresno
que me
regaló mi padre,
la quiero
como un tesoro
que no se
mide en caudales,
y es de
madera, no es oro.
El Pollo
cerró: ‘Los alosneros lo han dicho siempre casi to’.
Sobre el
padre, Julio Caro Baroja, en su viaje en 1949-50, al citar la danza de Espadas
de la Puebla, escribe que ‘...el tamborilero se llama José González Cano, y
vive en Cartaya. Aparte de ser el músico de la danza de la Virgen de la Peña
desde hace veinticinco años, ahora tiene 48, le contratan para la romería del
Rocío y las de San Silvestre, El Granado, Sanlúcar de Guadiana y Castillejos,
donde le dan cien pesetas diarias. A la Puebla viene veinte días antes de la
fiesta a tocar por las calles y ensayar. Le dan cuarenta pesetas al día, más
gratificaciones y comidas. [...] La gaita que toca está hecha por él de madera
de fresno, con embocadura y final de cuerna. La talla a navaja primorosamente.
Conoce todos los toques de las danzas de los demás pueblos, así como otras
melodías protocolares; por ejemplo, el toque de caballerías para arriba y el
toque de caballerías para abajo, que ejecuta según la comitiva vaya o vuelva de
la ermita...’.
© Manuel Garrido Palacios