NUEVA MÚSICA ESPAÑOLA
Agustín Garcia Zurro produjo hace años un disco que
recogía la obra inédita de varios músicos señeros españoles, disco no para
vender sino para llevar gratis parejo a la revista especializada Nueva Música.
Fue un apoyo a una aventura limpia para estos tiempos, secundada por los
músicos al cederle licencia gratuita para la edición, de la que Zurro escribió
entonces: ‘Estos músicos han demostrado ser de una materia especial, para que
luego digan algunos que son egoístas, raros y peseteros'. Los 73 minutos de
duración se los repartieron autores como Luis Delgado, Michel Huygen, Luis
Paniagua, Javier Paxariño, Suso Saiz, David Garrido, Villavicencio, Pep Llopis,
Finis Africae, Jesús Auñón, David Salvans, Esteban Millares, César Fornés y
Gualberto. Este lujo sonoro no traía vocación de quedar en una escueta lista de
autores, sino en retomar su esencia con el tiempo, hoy mismo, crecer y abrazar otra
dimensión, no con dividendos a devengar, que jamás existieron, repito, de
común acuerdo, sino con la confianza, la creencia, la fe en una corriente
musical cuya divisa fue la calidad por encima de la cantidad. Las obras, lejos
de ser coreadas por una masa como letanías facilonas, más lejos aún de
destrozar obras para ponerles un insoportable tambor debajo, y mucho más lejos
aún de justificar mamarrachos diciendo que al público hay que darle lo que pide
(lo que es pura demagogia), fueron unos ‘dentros’ artísticos que ssalieron
fuera al dictado de la sensibilidad, lo que cuajó en una joya discográfica hoy
buscada como antológica.
Había quien encasillaba esta música llamándola New Age. Daba igual New Age que Viento de Bacuta. La belleza no estaba en el nombre, sino en el espíritu de artistas que sentían la fragancia de la música y la daban a los demás. La New Age no fue New ni Age, sino, como cualquier novedad que se precie, una mirada a las fuentes, que nunca se secaron, sino que a veces bajaban turbias hasta no saber qué manaban. En este caso, los músicos del disco advirtieron con sus obras que el manantial seguía vivo, fructífero, generoso, brillante y claro, sin arrimarle añadidos porque, como decía Gualberto: 'a la gente que entiende el lenguaje de la música, a la gente que sabe lo que hay detrás de las notas, no necesitas explicarles nada'. Estos músicos tomaron el sonido de su tiempo, sin más, sin menos, con toda la dignidad artística de las obras creadas para durar. Si tuviéramos que hablar de una New-New quizás habría que empezar unos años antes, en Mozart, por ejemplo.
Había quien encasillaba esta música llamándola New Age. Daba igual New Age que Viento de Bacuta. La belleza no estaba en el nombre, sino en el espíritu de artistas que sentían la fragancia de la música y la daban a los demás. La New Age no fue New ni Age, sino, como cualquier novedad que se precie, una mirada a las fuentes, que nunca se secaron, sino que a veces bajaban turbias hasta no saber qué manaban. En este caso, los músicos del disco advirtieron con sus obras que el manantial seguía vivo, fructífero, generoso, brillante y claro, sin arrimarle añadidos porque, como decía Gualberto: 'a la gente que entiende el lenguaje de la música, a la gente que sabe lo que hay detrás de las notas, no necesitas explicarles nada'. Estos músicos tomaron el sonido de su tiempo, sin más, sin menos, con toda la dignidad artística de las obras creadas para durar. Si tuviéramos que hablar de una New-New quizás habría que empezar unos años antes, en Mozart, por ejemplo.
© Manuel Garrido Palacios