Manuel Garrido Palacios
1ª
Edición: AR. Sevilla
2ª Edición: Calima.
Mallorca
3ª Edición: L'Harmattan.
Paris
Portada e ilustraciones de Héctor Garrido
Manuel Garrido Palacios se
ha consagrado como uno de los narradores con más proyección del
panorama español. Al margen de sus libros de estudio, en los que jamás ha
descuidado un ápice el ángel de la escritura, y que a la postre le han servido para
aquilatar un estilo tan propio como brillante, el autor ya había publicado un
excelente libro de relatos que merece la pena leer y hasta releer: EL CLAN Y
OTROS CUENTOS. En él, MGP, nos sorprendía con un desparpajo y una retranca poco
habituales en el vademecum narrativo de este lado del Atlántico, tan metido en
gravuras y realismos de cartón piedra. EL CLAN Y OTROS CUENTOS (Calima. Palma
1998) guardaba una singular atención a la palabra oída, y en ella, como suele
ocurrir siempre, al son, si se quiere mágico, de lo verdadero. Porque en MGP,
como en Rulfo, a cuyo magisterio no es ajeno, encontramos el polvo
turbio y enfebrecido de los caminos, la desfiguración de quien intuye tras los
rostros el rostro calvo y sarmentoso de la muerte. De sus campavías por el
mundo MGP se ha traído la voz, el gusto por la plática y el filanderío. Porque sus textos poseen la virtud de poder ser contados en voz alta, frente a
la chimenea encendida, esa especie de numen cuya virtud es despertar lo oscuro y
lo dormido. A veces he tenido la impresión de que sus relatos se
trataban en realidad de meras transcripciones magnetofónicas, hábilmente
retocadas y llevadas a la embocadura de la palabra escrita. Por eso su obsesión
rítmica, la natural cadencia de un discurso veteado de coloquialismos que, como
ocurre con ciertos autores del otro lado del charco, transmiten todavía el peso
de lo mágico. Como sucediera con Carpentier, su relación íntima con la música
lo ha metido de sopetón en los médanos de la palabra, entendida ésta como
respiración, como pálpito, como voluntad, si se quiere, convirtiéndose no sólo
en el soporte, sino también en la razón de ser de una escritura minuciosa y
rica, atenta a lo pequeño y siempre desdeñosa con lo grave y enjundioso, en la
que no falta el gesto hilarante (pero no sometiéndose tramposamente a él), la
observación canalla, la visión descorazonada del mundo: de ahí, quizás, sus
muchos arrebatos de ternura, esa especie de air bag que en Garrido Palacios
reviste el pesimismo. NOCHE DE PERROS, que abunda en todos estos referentes, es
un libro de fábulas contadas al revés. Su eje central son, como se deja
entrever en el título, los perros. Los perros desde su doble papel de
observadores y protagonistas de la realidad. Los perros como inmaculados
periscopios de nuestros dislates, de nuestra estupidez, acaso como su más
rabioso contrapunto. Los perros que jalonan cada uno de estos cuentos algunos
de ellos antológicos, como La forja de un lider, La canción del hambre, o los
chispazos de La piel o Poemario, sin olvidar El lazo mortal, uno de esos
relatos inolvidables, son perros perplejos, perros llenos de ternura, simples
víctimas de nuestras veleidades e inquinas, perros esquineros, adosados y
tiernos perros sinvergüenzas. Los perros que sobreviven en estos cuentos son
perros cosidos a nuestras vidas y son, en realidad, la ropa con que nos
vestimos, los ojos que nos asisten, la patria que hemos perdido. Arrobas de
conmiseración y de ternura las que irradian estos personajes convertidos en
sombras asombradas, que Garrido Palacios encuadra para hacer más plausible el
banal atrezzo. El autor respira a través de estos perros de oscura procedencia
y claro proceder. A ellos (y a todos esos nosotros que transpiramos en la piel
de esos perros) ha querido entregar este libro ciertamente hermoso, escrito con
el resplandor, pero también con el asombro de quien en el fondo de sí no deja
de ser ciertamente un perro.
© Manuel Moya