Entrevista
de
Juan Ignacio Pérez
a
Manuel Garrido Palacios
Juan Ignacio Pérez: Manuel Garrido Palacios nos ha acercado a la tradición oral desde la realización de programas de televisión, los estudios etnográficos y la literatura. Sus series televisivas (Raíces, Todos los juegos, La duna móvil, El bosque sagrado, La Primavera en Doñana, Rasgos...) premiadas en medio mundo, obtuvieron un gran número de seguidores (entre los que nos encontramos, y sus libros, dotados de una expresiva fuerza poética, nos muestran gentes que encuentran sentido a sus vidas en la armonía con su entorno, utilizando la expresión oral artística, la literetura oral, como eficaz medio de comunicación y aprehensión del mundo.
Refiriéndose a la tradición oral hemos leído en sus libros distintas expresiones, como “arqueología del alma”...
Manuel Garrido Palacios: Lo es cuando tanto la mueve y busca dentro de ella.
JIP: ...y “poesía fugaz”.
MGP: Todo es fugaz menos la Poesía.
JIP: ¿Quizás estamos trabajando con imágenes del pasado?
MGP: De un pasado sin fecha. Hay cosas que están ahí desde que el neocéfalo dio su paso adelante y habría que pensar si no están desde antes de ese suceso.
JIP: ¿Qué significa para usted, en suma, este mundo de palabras lanzadas al viento?
MGP: Una fuente de todo valor. Primero, se habla. Después, se hace la Gramática. Primero se siente. Después, se analiza ese sentimiento. Significa la base de nuestro entendimiento con nosotros mismos y con los demás.
JIP: En Andalucía, esta tierra que tenemos en común varios millones de personas, encontramos diferentes manifestaciones orales muy conocidas, pero ¿existen elementos característicos de la tradición oral andaluza de los que no se suela hablar?
MGP: Andalucía es un saco grande en el que ha cabido de todo, en especial, los tópicos. Cierto que estos responden a elementos que están ahí, pero no son lo único. Digamos que los tópicos representan lo más visible y amable pues se nutre de secuencias vitales que da lo mismo que se entiendan como que no. Se va a una romería multitudinaria y al romero, en general, le da lo mismo si los actos responden a algo que pudo pasar un día lejano en los más lejanos orígenes. Lo que le va en ese momento es unirse a la sensación colectiva de gritarle a la imagen de turno, beber, como en la antigua Eleusis, para que el mito tome forma, es decir, para que ocurra fuera lo que en él es un dentro, y cantar y bailar hasta el agotamiento para consumir ese tiempo de acercamiento al Ser superior que preside la fiesta. Naturalmente, lo vive al mogollón, como cuando una banda de música bullanguera toca en medio de la multitud y no se aprecia el fondo de la melodía y mucho menos el mensaje que puede aportar al alma.
JIP: De sus viajes por el mundo, ¿qué similitudes y divergencias encuentra entre la tradición oral de unos y otros pueblos?
MGP: Los pueblos -aún los hay ágrafos- intentan contar que vienen de algún sitio y que van a otro. Vienen de un pasado en el que existía un “mundo feliz” y caminan hacia la incertidumbre, pero caminan inexorablemente, van sin remedio. Mientras andan en pos de ese horizonte que a veces abre la creencia religiosa diciendo que hay algo más allá de lo que vemos y que la razón niega, se preocupan de nutrirse, comer y de reproducirse (le llaman amar), que son las dos bases sobre las que se apoya el estar por este mundo. Lo demás, todo lo demás, pasa a un plano secundario en comparación con esto. Eso, para todos los pueblos, significa una fuente inagotable de expresión, una búsqueda de razones (inútil búsqueda) para llenar ese vacío. Expresiones que buscan los ángulos fuertes: el amor, que nos retrotrae siempre a unos orígenes felices, a una sensación perdida, y que nos lleva a la duda del muro que se levanta al final de nuestras vidas, con las dos actitudes ante él que dije antes.
JIP: ¿Qué nos puede decir sobre ese hilo invisible que une la tradición oral de unos pueblos y otros, convirtiéndola en un patrimonio universal revestido de mil y una formas?
MGP: Las expresiones orales tienden a ser las mismas que intentan decir lo que bulle dentro de nuestras dudas y que la diferencia sólo está en la forma de hacerlo: idioma (Poesía) y música para elevar las palabras a un nivel más poético, si cabe. El fondo permanece intacto.
JIP: ¿Sigue el ser humano necesitado de expresar con las mejores palabras de que dispone lo que sufre, lo que disfruta, lo que vive?
MGP: Sigue y seguirá porque es su vía de escape. Es un dentro que se hace un fuera y que quiere romper el valladar de incomunicación que se establecería si callara.
JIP: ¿Y sigue buscando el cara a cara, la oralidad, como forma de hacerlo?
MGP: La oralidad, en su forma tradicional, puede bajar de nivel conforme las generaciones próximas pasadas van desapareciendo. Pero la sociedad se preocupa de que no decaiga por falta de oralidad. La tecnología ha venido a suplir algo. Las luchas, el amor, todo aquello que antes se cantaba y que se trasmitía de una generación a otra, sale quizás en forma de juegos, por poner un ejemplo, aparte de que mucha oralidad ha ido a parar a los libros como si fuera el baúl, el último reducto que le queda. Lo cierto es que volver a tener el protagonismo que tenía no lo hace.
JIP: En uno de sus libros nos dice que los textos de tradición oral facilitan señas de identidad que unen a sus depositarios frente a los miedos humanos. Habiéndose perdido gran parte de estas costumbres de contar, cantar y recitar lo heredado, ¿por qué otras formas las hemos sustituido? ¿Qué hacemos ahora para protegernos de esas incógnitas eternas?
MGP: Estamos en un campo de batalla y, lo peor, a merced de vendedores de púlpito y estrado. Al no poder volver, como dije, cuando miramos atrás nos sentimos más perdidos que nunca, sin nada a lo que agarrarnos. No es nunca una antigualla un romance. Es, quizás, la noticia que hoy traería en primera página el diario de mayor tirada. Pero ahí entramos ya en si se lee lo que se escribe o lo que la publicidad manda que se lea. En ese campo de batalla tenemos la sensación de que nuestra huida hacia ningún lado la dirigen los cuatro “de siempre” desde sus cómodas torres instaladas a pie de liza. Lo que queda de tradición oral es seña de identidad, sin duda, pero ¿qué puede el cuento susurrado del abuelo, que contenía poesía y belleza concentradas, frente a los megavatios de potencia que nos llueven a diario? Es difícil sustraerse a que nos moje, y mucho menos, los que se incorporan al camino de la vida, que vienen ya con ello para llenar ese vacío al que me refería antes.
JIP: ¿Considera importante que la gente conozca los textos que proceden de la tradición oral de su entorno? ¿Y ponerlos por escrito es la mejor opción para mantener la tradición oral?
MGP: Es bueno que se conozcan los documentos orales; antes estaban vivos en la tradición boca a boca; al escribirlos se fijan, no son fácil pasto del olvido, pero también mueren un poco. Y así hasta que sólo sean pasto de estudiosos.
JIP: ¿Qué le parecen otras iniciativas como los grupos folk, los cuentacuentos, los festivales, la divulgación en los medios de comunicación, esta misma web?
MGP: Me parecen muy bien. Son guerreros solitarios, o en grupos leves, que salen al campo de batalla porque ven que la guerra se pierde, no la batalla, sino la guerra. Hay que agradecerles lo que hacen. Siento admiración por ellos.
JIP: ¿Se hace lo suficiente para que las obras de folklore lleguen a la gente no especializada? Y si se hace, ¿cómo casar modernidad, progreso y mirada hacia atrás?
MGP: Con respeto. Si la oralidad va a pasar a los estantes y no a las cocinas o a los patios, respeto para lo que fue y para lo que viene, aunque lo de la voz susurrante y los megavatios jueguen una partida desigual de fuerzas. Tendría que haber ya en la docencia algo que se llamara "Ciencias de la Tradición".
JIP: ¿Es el investigador un eslabón más de esa cadena de transmisión oral o la señal de que esta ya forma parte del pasado?
MGP: Es un luchador con los músculos cansados de tirar de la cuerda que aguanta lo que queda. Si lo hace honradamente y disfruta con ello puede ser útil su labor a él mismo y a la colectividad.
JIP: ¿Existe colaboración entre las personas dedicadas al estudio y a la divulgación de la literatura oral?
MGP: Existe esa colaboración porque en un momento dado los que estaban en esa lucha en solitario levantaron las cabezas para conocerse y hubo un surgir de ese interés al ver que no estaban solos. La hay. Doy fe de que la hay. Lo que no sabes tú lo sé yo y lo que no sé yo lo sabes tú. Si sumamos lo que sabemos, sabemos más, reunimos más material.
JIP: ¿Qué le parece más importante en la transmisión de textos orales? ¿El individuo que ofrece su versión personal, el texto en sí?
MGP: El texto.
JIP: ¿Y las circunstancias y el lugar donde se desarrolla el acto de la transmisión?
JIP: Además de inspiración para la evocación literaria, ¿qué encuentra el poeta en la tradición oral?
MGP: Una fuente inagotable, mal utilizada a veces. Donde bebe el egoísta, el agua se envenena.
JIP: Tiene una obra dedicada a las canciones que niños y niñas han cantado al jugar en grupo. El paso de los juegos colectivos al juego individual que prima en la actualidad, ¿cree que podría influir en la formación emocional de los niños?
MGP: Esperemos que no, pero no soy adivino. Vamos todos caminando y se sea A o Z en la sociedad, ni A ni Z han vivido aún el mañana.
JIP: ¿Cuáles podrían ser los textos tradicionales de su infancia que quedan en su memoria y por qué cree que siguen ahí, qué significaron para usted?
MGP: Cuanto más atrás vamos, sea en canciones, olores, sabores, voces, más nos acercamos a un posible origen de todo. Cuanto hacemos en ese sentido se encauza siempre por un solo camino final: el que va al origen, que es donde se justificaría todo cuanto hacemos, por qué lo hacemos, para qué lo hacemos. Ahora sólo sabemos que lo hacemos.
JIP: ¿Qué queda por hacer sobre la literatura de tradición oral y sobre la cultura oral en general en nuestro país?
MGP: Seguir por donde íbamos. Si lo nuestro es “pasar”, dejemos al menos en los anaqueles la huella de lo que nos llegó con el tiempo.
JIP: Algunos de sus programas dejaron una huella imborrable: Raíces, La duna móvil... Sin embargo y a pesar de la buena acogida de este tipo de espacios, casi han desaparecido de la programación televisiva. ¿Cambian los gustos y hay que esperar a que entren a formar parte de próximas modas?
MGP: No. Podrá haber en un futuro miniespacios que traigan en píldoras lo que tanto costó hacer, pero ya no serán “Raíces” o “La duna”, sino espectáculos, a veces infames puntos de vista sobre algo tan emocionalmente serio. Esto sería largo de expresar. Sólo le diré que el hecho de poder hacer raíces me parece milagrosamente humano. La cosa es que salió. No lo hice para la televisión, sino para que esos anaqueles vacíos empezaran a tener sus propios documentos, aparte de alargar un poco más la agonía de los mismos en los pueblos. Siento envidia de ver estos documentos en vivo en Asia, por nombrar un ámbito. No sólo hacen lo que sea, cantan, bailan, comen..., sino que saben por qué lo hacen. Hoy es una estupidez que ante un público adiestrado en la grada televisiva, dispuesto al aplauso, lleven a una abuela a contar una gracia. Me resulta triste. Es triste. No quiero participar ya. Quede “Raíces” en su sitio y la televisión en el suyo. Cuando “Raíces” obtuvo el Arpa de Oro Mundial en Dublín yo le dediqué desde allí el premio a todos esos maravillosos seres que habían vaciado su alma para darme tamaña alegría. El premio era de ellos. Yo sólo puse el respeto por norma.
MGP: Llevo en paralelo mi labor literaria con los estudios en el campo de la Etnografía. En proporción, de los treinta y pico de libros que tengo en la calle puede decirse que veinte responden a la tradición oral y el resto a creación: novela y cuento. Lo curioso es que la novela "El abandonario”, ahora que se ha traducido a otros idiomas y he tenido que repasar las pruebas, contiene tanta tradición oral como cualquiera de los libros especializados en ella. Y es que la llevo dentro.
© Entrevista realizada para la Asociación LitOral
© Entrevista realizada para la Asociación LitOral