EL RÍO DE LOS AMIGOS
Calambur Ed.
A veces recuerdo lo que aún no ha sido, como el haber leído antes el libro El río de los amigos (Calambur 2009) dedicado a Antonio Gamoneda, título también de un poema suyo, como el que da nombre a este artículo: eco de la obra compuesta en su honor por un grupo de escritores reunidos por Rafael Saravia para cantar a quien mereció, entre otros, el Premio Cervantes; digamos para un poeta de los que marcan huella.
Saravia, “guiado por la conciencia despierta de Gamoneda y la impregnación emotiva que suponen sus poemas”, ha editado este homenaje al maestro con una nómina procedente de varias generaciones. Así, Tomás Sánchez dice que llegó “hasta Gamoneda con la sensación de quien se entera tarde de una fiesta”. Miguel Casado se pregunta “¿Córno aparece un gran poeta? Resulta difícil no sentirlo como un fenómeno misterioso”. Antonio Colinas: “Llegó a mis manos Sublevación inmóvil, libro de Gamoneda, que me abrió al campo de su poesía”. Niall Binns: “Ha de llover es una rara y estremecedora incursión de Antonio en la poesía civil”. Amalia Iglesias: “Gamoneda es un poeta transparente, universal”. Gonzalo Rojas: “Entre tantos y tantos que habré leído en español hermoso / estoy por este Antonio / del Machado para acá / que dice y entredice el Mundo”. Jorge Riechmann: “Lo ha indicado Gamoneda: La escritura no debe ser ‘explicación, referencia, adorno, rasgo de ingenio’, sino ‘ella misma realidad’”. María Nieves Alonso: “Escritura de seducción es la de Gamoneda, el autor de libros que siempre fluyen hacia lo otro”.
Guadalupe Grande: “¿Qué sucede en la mirada cuando Antonio se detiene a ver? Sucede el acontecimiento del testigo”. Lourdes de Abajo: “En esa quietud del pájaro en el deshielo, de la sombra precisa que el tiempo ahuyenta, no se envilece la soledad”. Luis Luna: “Gamoneda se apoya en su puño. Sé que piensa o descansa”. Eduardo Moga: “Leí Edad atravesado por el rayo, asombrado de no haber conocido a un poeta de tanta envergadura. Fanny Rubio: “Es la certeza que nos lleva a tantos a leer a contados poetas, entre ellos, Antonio Gamoneda”. Diego Jesús Jiménez: “Aparente quietud, tiempo herido de sombras”. Ildefonso Rodríguez: “Cada uno en su silencio, estábamos viendo los rostros invisibles (Antonio Gamoneda)”. María Ángeles Pérez López: “Es difícil salir de Descripción de la mentira. Algunos poemas tienen la cualidad de convertirse en casas, hospitales. morgues”. Antonio Marín Albalate: “La verde escritura de su mano de nieve poco antes de que pusiera en las mías el Libro del frío”. Marifé Santiago Bolaños: “Sólo un jardín o un poema vigilarían el latido”. Ángel Luis Prieto de Paula: “Hay dos momentos en la existencia de Gamoneda caracterizados por el abandono de la palabra, tras los que se produjo una suerte de restauración de la voz creadora”. Eloísa Otero: “’Que tus manos sean tan generosas como la tierra’. Parecen versos de Gamoneda. ¿Lo son?”. Juan Carlos Mestre: “Las palabras de Gamoneda ‘como una madre sobre su pequeño que sueña con cuchillos’, me protegieron durante el tiempo de las heridas”. Viktor Gómez: “Su poesía me sacudió. Abrió en mí una trocha a la extrañeza y el estupor”. José María Parreño: “Coloco una palabra detrás de otra / como pasos de equilibrista”. Lawrence Breysse-Chanet: “Desde el primer poemario, sobrecoge al lector la voz de quien Ha venido de noche”. Antonio Méndez Rubio: “¿Cómo hablar al mismo tiempo de o desde la realidad inmediata (en este país) y de o desde la desaparición de lo real (la realidad se ahuyenta)”? Eduardo Milán: “El que vive de visiones no se alimenta de cerezas”. Alexandra Domínguez: “La gente trafica con lo que significa”. Pilar Blanco: “La poesía transforma el interior de quienes la sirven”. Cecilia Quílez: “No hay canción de cuna que me despierte”. Pablo de la Varga: “Legaba la avioneta a Antonio. / Nunca se presentó a reclamarla”. Jaime Siles: “Lo sido se trasmina / en nacarada frente”. Jordi Doce: “Perfecta conclusión / que no concluye”, aunque hace pausa Ignacio Escuín: “Nunca he conocido a Gamoneda, o quizá lo conozco de toda la vida”.
Vuelvo a memorar lo que no pasó conmovido ante tanto amor escrito para el poeta, que cierra con voz quebrada: “Todos los árboles se han puesto a gemir dentro de mi espíritu”.
© Manuel Garrido Palacios
© Manuel Garrido Palacios