Suena el teléfono en la casa. Uno, dos, tres timbrazos, tiempo en el que ella imagina que la esperanza de un trabajo circula por los cables, flota, viene de camino. Así que baja el volumen de la radio y descuelga.
-Dígame.
-¿Es usted tal y tal y tal?
-Sí.
-La llamamos de la empresa XXX porque hemos leído su currículo y da usted el perfil idóneo que necesitamos.
-No sabe lo que me alegra escuchar eso.
-¿Lleva mucho en el paro?
-Una eternidad.
-Es usted Licenciada en Ciencias, habla tres idiomas y ha estudiado las técnicas más avanzadas de programación que existen de informática, ¿es así?
-Es así.
-Y todo con excelentes notas.
-Exacto.
-Bien. ¿podría venir hoy mismo a nuestra sede para tener una conversación personal y, en su caso, firmar un contrato de trabajo?
-Por supuesto.
(En ese momento llora un bebé. La persona-empresa que ha llamado pregunta):
-¿Eso que escucho es el llanto de un niño?
-Sí, es mi hijo. Tiene tres años.
(Se producen tres segundos de silencio. La persona-empresa cierra):
-Bueno, bien visto, no se moleste en venir; ya la avisaremos. Gracias por enviarnos su currículo.
(Ella vuelve a subir el volumen de la radio. En ese momento un político o una política hablan de igualdad. Se les llena la boca con la palabra)
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