PIXUETO DE VOCACIÓN

PIXUETO DE VOCACIÓN

Se puede ser pixueto de cuna, de adopción y de vocación. De cuna, por haber soltado el primer llanto en su seno, de adopción, porque el pueblo haya querido acogerte como hijo, y de vocación, porque tu corazón te lo ha pedido siempre. En el primer caso, no intervienes, te nacen y te dan un cachete para que estrenen tus pulmones el aire salobre de Cudillero; en el segundo, porque hayas hecho méritos para que te quieran; y en el tercero, por propia voluntad; es un autonombramiento que no necesita de papel escrito ni de soltar la lágrima. Es mi caso: ser pixueto de vocación es agradecer a la Naturaleza que exista un pueblo así, cuyo nombre ya escuchaba en mi casa de Sama. No lo dije antes a persona alguna porque hay honores que se llevan dentro y basta. Lo digo hoy porque tampoco es cosa de fomentar el silencio cuando el corazón tiene cosas que decir.

© Manuel Garrido Palacios                                              
Academia Norteamericana de la Lengua Española. Nueva York