cuando cubra tu voz mi sombra inerte.
Algo mío tendrás tras de mi muerte
al hacer aquel gesto que yo hacía.
Desde mi ausencia, entonces, yo querría
algo más de un silencio que ofrecerte.
Esta nostalgia gris que ya se vierte
hacia tu soledad, desde la mía.
Hasta ti llegaré en la madrugada,
y en todo me hallarás, no estando en nada.
Después me iré perdiendo en el olvido.
Y si el tiempo borrase hasta mi nombre
ese día sabrás, hijo, que el hombre,
cuando deja su sangre, no se ha ido.
SONETO DE MANUEL JOSÉ AL PADRE
Dentro de mí te encuentro cada día
y oigo en mi voz tu acento dulce y fuerte.
Algo tuyo me llevaré a la muerte
en ese gesto que hago todavía.
A tu lado, en silencio, yo querría
que no pasara el tiempo y retenerte.
Saber que el corazón ya no se vierte
ni en soledades ni en melancolía.
En mis ojos contemplo tu mirada
y en todo te hallo en mí, sin buscar nada,
por el río sin fin del apellido.
Y, cuando el tiempo borre nuestro nombre,
mis hijos sentirán, padre, que el hombre
puede vivir por una sangre unido.
SONETO DE MANUEL GARRIDO PALACIOS A MANUEL JOSÉ
Que ahí dentro lo encuentres cada día
y sientas en tu voz su acento fuerte
es vida que lo aleja de la muerte
a cambio de dejarnos su poesía.
Que lata su latir como latía
allá en su Plaza Nueva, lo convierte
en ese ser humano que hoy revierte
las flores de su esencia en quién quería.
Sus ojos te darán una mirada
que talló la existencia en su semblante
y en el verso infinito que ha creado.
Y si un día topara con la nada,
que hoy goce del brillo de su cante
y del rito sin par de ser cantado.