Les choristes.
Los coristas
Los coristas
Los niños del coro
La ciudad de Faro celebra una fiesta en honor del cine francés. En la Gala de Inauguración, como aperitivo, proyectan la ópera prima de Christophe Barratier: Les Choristes, comedia dramática justamente seleccionada para los festivales de Berlín y Montreal y que luego se integrará en el circuito comercial español de la mano distribuidora de AltaVista. En España se traduce su título como Los coristas o Los niños del coro.
Christophe Barratier ─cuya formación es la de músico-guitarrista hasta que descubre el cine─ sube al escenario a defender con palabras algo que no necesita: su trabajo. Si toda obra lleva su dosis de autobiografía, aquí parece que es total. Se trata de la memoria de un colegio de huérfanos en la Francia de la posguerra donde, como en tantos centros de enseñanza, reina el caos, el desinterés del responsable máximo, a toda hora con la consigna de «acción, reacción». Sin duda, un aspirante a cargo político. Domina el ambiente escolar el signo de la desgracia por el cual todos los alumnos que salgan de allí serán pasto de cárceles o protagonistas de mala vida. De hecho, el castigo que se impone a los «malos» de la historia filmada es recluirlos en un calabozo.
Así las cosas y por voluntad de un nuevo profesor, encarnado magistralmente por Gérard Jugnot, penetra el milagro de la música en el aula única y con ella el interés, no sólo por el canto, sino por el trabajo en grupo, la disciplina, el estudio y otros valores, hasta el punto de conseguir ─aun a contrapaso del cascarrabias del director─ un pequeño repertorio que es, además, el motivo musical del film. Naturalmente, en esa fábrica de perdedores que es el colegio, pierde también el profesor de música, al que despide el estirado director por una serie de hechos más dignos de ver y escuchar que de leer aquí: motivos que ni el papel aguanta.
Les Choristes es una de esas obras anunciadoras de que está junto a la cámara un gran director, En la cena posterior a la proyección es cuando me dice que viene de ser guitarrista y por ahí entramos en sabrosa conversación, de acuerdo en que no hay que nacer esto o lo otro y ya dedicarse –con las limitaciones de un solitario camino─ a esto o a lo otro. Si se nace sensible, basta con aplicar esa potencia creativa a cuanto se haga. Hoy toca hacer música porque el espíritu está proclive a ello: pues música; hoy toca cine: pues cine; hoy toca escribir: pues a emborronar papeles.
Barratier no sabe si seguirá en lo del cine, aunque ya tenga en marcha más proyectos; durará en el oficio lo que le duren las ganas porque le atraen otras formas de expresión que quisiera experimentar, sin descartar volver a su música. Lo que no duda este «ya» gran director es que lo que ha de presidir su obra, sea del cariz que sea, es la dignidad íntima, el sentirse bien consigo cuando la haga. Nunca aceptará, por ejemplo, que un distribuidor asista a un rodaje suyo y dé órdenes del 'cómo' con vistas a una taquilla abultada. Para bultos, ya hay un triste catálogo dentro del cuadro diario.
© Manuel Garrido Palacios