Epifanio Lupión y los trovos
© Programa RAÍCES de TVE
Garrido Palacios entrevista a
Epifanio Lupión.
En Revista
de Folklore (nº 125. año 1991; págs. 174-7)
Llego a la Rápita, pregunto a José Peña, del comercio, al tiempo que compro
algo. Mostrador por medio, me ilustra sobre el fandango, la Mudanza, el Robao y
los trovos. Y ahí se fragua la película.
Venga vino, venga vino,
sea en cualquier cacharro,
yo bebo más que un molino,
sea en bota, sea en jarro,
y si veo que pierdo el tino,
de las maderas me agarro
para emprender mi camino.
Usted no abuse del vino,
por lo que suela pasar,
que en la mitad del camino
igual se puede quedar.
Yo nunca abuso del vino,
por si acaso me hace mal
y en este rato divino
un vino le quiero dar
a este pueblo que es tan fino.
Siendo una cosa exquisita,
porque ya usted tiene arrugas,
por las ánimas benditas,
usted busca a una viuda
pero le salió mocita.
Cuando se murió mi tío,
estando ya en el ataúd,
me dijo: ¡Sobrino mío,
este mundo es un gandul,
todo lo veo tendío,
aquí acabo mi mundo,
en este cajón metío,
cuida tú bien de lo tuyo
porque yo ya estoy cumplío!
Manuel toca el violín, Cecilio la bandurria, Mejía y Rogelio le dan a la
guitarra, y Epifanio Lupión, Ramón Antequera y Miguel García, cantan los
trovos.
Mi memoria y mi sentido,
y también mi mala suerte,
al atardecer la muerte,
porque me encuentro aburrido
pasando el tiempo sin verte.
El trovo es una mezcla improvisada de ritmo voces, jaleo y mucho ingenio.
Lo sabe toda la gente,
soy rústico labrador
y vengo como suplente,
y si no me sale el cante
me voy y me siento enfrente
Diría que todos los instrumentos suenan como regañados unos con otros, que cada
uno va por su sitio, que en cualquier momento va a romperse el conjunto, pero que no se puede hablar por ello ni de descompás ni de desafinamiento,
puesto que ese son quebrado es su timbre, su carácter, ni de arritmia, porque
encajan al hilo compás por compás a tajo, no cuando la suerte quiere, que
cualquiera diría.
¡Ay!, no conozco ni comprendo
pero te voy a dar vueltas
porque a ninguno ofendo
si digo que esta fiesta
es el baile alpujarreño.
No hay señal definida de salida para el cantaor, al menos, que alguien
fuera del cogollo sepa captar. No parecen existir compases de espera, ni una
regla que diga esto es así y lo otro no. Pero el milagro del canto de los
trovos surge anchando la capacidad de admiración del más pintado en el tema. En
esta hondura, los troveros acuden antes al fondo que a la forma. Valoran, más
que la buena voz -como la de Candiota o el Capitán- lo que se dice:
ni vengo en plan de querer,
orgullo en mí no se encierra,
sólo vengo a defender
a quien trabaja la tierra.
Camino los cuatro vientos
cada noche y cada día,
siempre me sobra energía
para sufrir los tormentos
que vengan en contra mía.
na reunión de troveros no tiene hora de comienzo ni de final, carecen de
sentido las fronteras temporales de una fiesta, que dura mientras el cuerpo se
mantenga en pie -o sentado- y quede algo por decir. A las guitarras se les
pueden partir las cuerdas a medio camino, pero la música sigue aunque sea
arañando la madera: "Se empieza cuando se quiere y se termina cuando uno
se cansa -dicen-, es un ejercicio de ingenio, pique y gracia, sin gota de mala
leche".
buscar la rivalidad,
porque soy quien considero
de que usted no puede ya
con el peso del sombrero.
Te contesto a ti Miguel,
porque eres compañero,
y te digo de una vez:
me he comprado este sombrero
y parezco un cordobés.
De los troveros, unos trabajan en un invernadero, otros son agricultores o
llevan un camión, y algunos ya están jubilados, como Epifanio Lupión Lupiáñez,
hombre de gracia natural:
Chaqueta y sombrero negro,
más vivo que el aguacate,
a lo que Epifanio canta
le veo mucho tomate.
Yo no sé si habré faltado
con lo que le dije a usted,
deberá ser perdonado
porque yo nunca podré
llegar donde usted ha llegado.
Epifanio, yo lo quiero,
y olvidarlo no podré,
pero lo que no tolero
es que siempre vaya usted
en contra del mismo obrero.
Yo nací en Albuñol,
y ahora te digo yo:
aprecio mucho al obrero
pero al maleante no.
Cantan lo que sucede, ven o sienten. Letras que divierten, sorprenden,
relatan. Uno de esos trovos que se pierden en el momento en que nacen deja en
el aire salobre del pueblo La Rápita que Federico -aquél granaino- murió a los
38 años.
Convencer al ignorante
requiere mucha paciencia,
diga usted su consonante:
¿Quiénes son pa su creencia
los primeros maleantes?
Epifanio nació en Albuñol, pura Alpujarra: “...seis meses antes de
empezar el siglo; por debajo de la iglesia hay tres molinos; yo vine al mundo
en el que le dicen artero; entonces éramos mucho más pobres. Por aquí hay una
especie de deporte al que llaman bailes, mudanzas y otras cosas rancias y
tradicionales, y es que desde ni se sabe cuántos años, por las Pascuas, se
reúnen los cortijeros en la era con la familia y forman una fiesta con
violines, guitarras, bandurrias; unos trovan bien, otros regular y otros mal,
como servidor, pero cuando cantan, intentan hacerlo lo mejor que pueden al
ritmo de los palillos que tocan los que bailan; así se divierten.
Las
Alpujarras se han ido despoblando. Yo estuve en el molino hasta los ocho años
de edad y me fuí a guardar ganado hasta los veinte. Me llevé un hermano a
Madrid y no pude colocarme porque no sabía poner mi nombre; era una tienda de
ultramarinos de un tal señor Quiroga, entre la Plaza de la Villa y la Calle
Mayor, así que me tuve que volver a guardar cabras. Yo no sé leer ni escribir
pero sé muchas poesías que me he inventado; las tengo en la cabeza, entre la
más bonita y la más fea, unas cincuenta por ahí”.
Epifanio quiere mostrarme la Rambla Guarea, especialmente la parte llamada
el Trebolar, linde entre Granada y Almería, escenario trágico hace décadas del
paso por el valle de una desgracia atmosférica que lo arrasó todo. Una de las
poesías que guarda en el libro abierto de su memoria, lo cuenta:
LA TRAGEDIA DE LA RAMBLA
Cuando la nube cayó
salió la rambla a la raya,
unida a la de Gijón,
entablando una batalla,
¡cuantas casas se llevó!,
molinos, plantas y vallas,
y no quedó un murallón
y la vega de Albuñol
fué arrasada hasta la playa.
Muchos barrancos en unión
saltó la Rambla el Guarea,
el puente lo arrancó
se pueden hacer una idea
de la desgracia que ocurrió.
Ya no puedo ni llorar
ni tampoco sonreir
porque Dios ha dado lugar
en mi alma, a un sentir,
por mi amigo y muchos más.
Se refleja en mi memoria,
hombres, niños y mujeres
que ya descansan en la Gloria
lástima de estos seres
que ha sido amarga su historia.
Qué lástima de criaturas
que han perdido hasta el sustento
industria y agricultura,
por el agua y por el viento,
este daño no se cura.
Nuestro Dios no es vengativo
pero sí es muy potente,
y ello será el motivo
de derribar tantos puentes
siendo firmes los estribos
y ahogarse niños inocentes.
Yo digo que es peligroso
la Rambla y los barrancos
no hagáis casas ni pozos,
para Dios todo es muy flaco,
como es tan poderoso,
en ellos siempre ha hecho blanco.
Lo mismo que la mentira,
en lo alto de un cerrillo
nuestro Dios con su ira
si yo levanto un castillo
igualmente me lo tira.
Sé que Adra nos auxilia
y Motril, de otro sector,
aquí se acabe la envidia
todos tengamos amor,
y La Rápita y Albuñol
sean una sola familia.
No me puedo lamentar
del diluvio que ha caido
en estos puertos de mar,
en Adra desbordó el río,
tampoco puedo apreciar
el daño que hayan tenido.
Cuando aplacó la venida
bajaban los cortijeros
registrando las bahías,
llegaron helicopteros
al terminar la venida
y ya ves que de unas terrazas
consiguieron rescatar
a unos familiares que estaban
a punto de se ahogar.
En un día de mercado,
allá en Puerto Lumbreras,
muchos pueblos destrozados,
quedando el campo arrasado,
se llevó casas enteras,
los feriantes y el ganado.
Nuestro Dios con su poder
castigó a los humanos
y en la torre de Babel
se ahogaron los cristianos
y sólo se salvó Noé.
En la guerra de Vietnam
que se acaben los disturbios,
porque vamos a dar lugar
que luego venga el diluvio
peor que el universal,
que será grabado en la historia
lo mismo que el de Babel
para la eterna memoria
y todos iremos a la Gloria
que debe estar por el Cielo,
buenas tardes, caballeros.
Más en EL PÁMPANO ROTO (Apuntes etnográficos) M. Garrido Palacios. Ed. Calima. Mallorca.