Invención de gato
Vanesa Pérez Sauquillo
Ed. Calambur
Lees un libro de poesía y al cerrarlo te quedas con un verso, un poema, el libro entero flotando como un eco. “Dentro todo es leyenda / sombra de sombras”. Invención de gato, de Vanesa Pérez-Sauquillo trae pegada esta virtud. Aparte de Estrellas por la alfombra, Vocación de rabia, Bajo la lluvia equivocada, su presencia en antologías y la traducción, entre otros, de Dylan Thomas: Muertes y entradas, mano a mano con Niall Binns, Pérez-Sauquillo publica este poemario, que el editor describe como “la recreación de lo desaparecido a partir de las huellas que dejaron los habitantes de una casa derruida: el color de las paredes de la medianera, los cercos o las voces que renacen en el solar velado por un gato. En un inmenso solar se convierte una ciudad portuaria donde una vez hubo cafés cantantes, marineros rusos, niños asustados, amantes, bebés y mujeres que duermen siempre solas mientras la noche avanza”. Si la ciudad puede ser cualquiera, la autora la fija en Cartagena: “donde las casas se convierten en sueños antes de desaparecer”. Sus palabras pintan un vacío sentimental pleno de latidos: “Un gato está velando nuestra época. / Vela en la oscuridad, en la quietud / aunque a lo lejos alguien cante o llore. // Cada cuarto un color. / La medianera vista desde el solar -arena y sueño, / una ardilla enterrada- / se va habitando de fantasmas. / Breves chispazos / iluminan la pared que fue roja. / Para quitarse el miedo / un niño antiguo juega a encender luces / y qué importan, luciérnagas perdidas / en lo alto, una noche de luz desobediente / y buscada, fuego fatuo, / compañía indomable / como aquella pareja del cuarto amarillo // Se me cruzan los cuerpos en la cara, algo / se va desvaneciendo adentro. Desvaneciéndose, / la habitación azul tiene un silencio extraño. / Allí no llega el ruido y todo es de cristal”. El reencuentro con el mundo que se fue crea esquinas de sorpresas, que antes fueron escenarios de vida simple, apenas perceptibles mientras se debatía en ellos la eterna partida de ajedrez entre la vida y la muerte: “en el cuarto marrón / hubo una vez un comedor sombrío. / Ella iba siempre en bata. / Tenía la carne tibia // Él, / extranjero como los relojes, / la esperaba sentado / limpiándose las gafas; esperaba / la sopa / que cuando aparecía lo iluminaba todo”, rango de categoría que permanece gracias a los versos. Luz en la memoria es también el cuarto donde “los amantes encienden las palabras. / Qué importa lo que duren, si prenden rápido”. En este paisaje hecho mágico resuenan los pasos sin regreso posible y los ecos de las palabras talladas a golpe de sentimiento, cuya “transparencia está en las sábanas, / donde las quemaduras de tabaco / hacen de celosía / y una constelación sin pretensiones / destella carne. // ¿Quién tiene sueño ahora?” A la íntima visión de aquello: “mítica sirena del recuerdo”, nada le resta el espectáculo inserto como un color inesperado: “Una bella mujer en una mesa baila para tres hombres. / El Zarcero no la quiere mirar, sigue cantando. / En él algo se ensancha. Es algo / más brillante que su pelo / más negro que su pelo, más largo / que sus piernas. El deseo, / como un líquido denso / e inflamable va llenando su vaso, la botella”. Como un testigo intemporal, que pasa a ser manojo de sensaciones sin saberlo, “un gato está velando nuestra época. / Vela en la oscuridad, en el silencio / aunque a lo lejos alguien cante o llore // su cabeza se mueve imperceptiblemente, // con los ojos borrachos de tan fijos, // La radio suena y vela, / vela este gato / absorto y afilado / por lo que no velamos los demás”. Los demás componen un coro sintetizado en la voz solista de la autora; un murmullo que deja en nuestro oído el eco de una canción inacabada: “siempre nos quedará la geometría. / Donde hubo un anaquel hay una recta, / donde un espejo un círculo, un rectángulo / en sombra es el nicho de un cuadro / y a veces una cama. Es como el hambre, / el dolor o el sueño, algo que reaparece / cuando todo se ha ido”. Todo esto ocurre en “Invención de gato”, de Vanesa Pérez-Sauquillo, que no quiere dejar pasar página sin asombro “hasta que los fantasmas vuelvan a ser manchas / y el gato cierre un ojo / y haga frío”.
© Manuel Garrido Palacios
La isla que prefieren los pájaros
Vanesa Pérez-Sauquillo
Calambur Poesía
Vanesa Pérez
Sauquillo ha publicado poemarios como Climax
Road (Premio Ojo Crítico RNE y accésit del Adonais), Ba¡o la lluvia equivocada (Premio Arte Joven Comunidad de Madrid, Hiperión),
Invención de rabia (accésit Premio García
Lorca, Universidad de Granada), y
Estrellas por la alfombra (Premio Antonio Carvajal, Hiperión), además de Cuentos con beso para las buenas noches (Alfaguara,
España y México), ¡Pobre mama!, (Ed. Minedition,
Inglaterra, Francia, Alemania y con Bruño en España). Una de sus traducciones al
castellano, Las ventajas de ser un
marginado, de Stephen Chbosky, fue seleccionada en la Lista de Honor de IBBY
2014. La isla que prefieren los pájaros
responde a un stlencio creativo de cinco años, una búsqueda desde el vacío y la
alienación, desde la tierra arrasada del sentimiento, hacia el encuentro de la
naturaleza y el amor.
Seremos islas algunos días,
pero la isla que prefieren los pájaros.
© Editorial