ARDE FLIPOVIC
Rafael Delgado
Entrevista
PREGUNTA: En estos días empezarán las presentaciones de la novela “Arde Flipovic”, primera y única publicada por Rafael Delgado de las varias que ha escrito. La impresión que surge al abrirla es la de estar ante un pote que hierve y que quiere desbordarse pero manteniendo el control de modo conciso, con elegancia. Esto atrapa de inmediato; pero si un niño pidiera al autor una síntesis…
RESPUESTA: Le diría que habla de los “pájaros del amor”, pero que leyera antes “Platero y yo”.
P: Una sombrerería atestada de cajas y un retrato del fundador de Punta Estuaria son el puerto de partida para universalizar luego el horizonte que quieres describir.
R: Es una muestra de un tiempo que se fue. En un análisis sobre el pasado advertí que nuestras vidas se alimentarían de algo literario que las identificara con un momento preciso. Una inquietud se apoderó de mí como un ying yang, blanco-negro, (igual a un tablero de ajedrez) y una vida en color con capacidad de soñar. Las infinitas posibilidades de un lugar paradisiaco normalmente obviadas marcan mi mirada al mundo. y mi ser y mi estar, mis conclusiones y mi escepticismo.
P: La novela trae su gran porción autobiográfíca.
R: Y de abstracciones sobre el amor, momentos que al desgranarlos son puntos mentales cuando menos interesantes. Digamos que el niño quería inmortalizar con su amor el Beso de Rodin a pesar de no conocer la escultura.
P: Niño del que no citas el nombre aunque desvelas su mundo en la posguerra; mundo sórdido, de siseos, de silencios, de temor, de venganzas, de hambres, de fuegos…
R: Es una caja china, una historia dentro de otra. Incluso su título fue otro durante un tiempo. “Arde Flipovic” responde a lo que creo más mío.
P: Tampoco a Flipovic lo nombras, lo que no significa que no esté presente.
R: Como tantas cosas en la novela, es un brindis montera en mano al sitio que amamos, una secuencia de vivencias sobre el enclave de nuestros primeros pasos.
P: ¿Por qué arde?
R: Flipovic es un personaje que pertenece al lector. Es una idea, sin edad ni rostro, es un amante anónimo que aparece en el templo de la diosa Caissa: un reino gobernado por la razón y un romántico de cojón de mico que apuesta en los tiempos difíciles por el arte literario. Arde porque el fuego purifica; recuerda la figura de un Buda iluminado.
P: Fernando Pessoa tenía sus heterónimos. Puede que Flipovic sea uno tuyo, como R. Delfue. En tu caso, ¿cada uno escribe a su aire, cada cual tiene su mundo?
R: Delfue es columnista. Anatoli Flipovic es más denso y literario; se hizo a sí mismo en la poesía (Hojas Grises), que es la esencia de su arte. También están Harpo Delfue, cómico, y West Moon Love que encontró una piedra de agua en la Isla del Talento.
P: Al principio de la novela sitúas la acción en Cuba para luego venir a un "escenario lleno de espejos" donde cada personaje se mira, como el abuelo Isidro "fácil de lágrimas"; la narración tiene el encanto de parecer que la has escrito al dictado de ellos.
R: En los espejos es donde todos se miran y se prueban los sombreros. El abuelo Isidro tenía energía para dar y regalar, y una voz narradora profunda y preciosa: la mejor que haya sentido jamás. Cuando bebía se ponía cantimplorístico y sentimental y se emocionaba con lo que contaba.
P: El escritor se para en un momento dado ante su novela porque acaba de encontrarse a sí mismo a través de los demás.
R: Se encuentra a sí mismo al sentir la sensación de transmitir, la necesidad de compartir lo que pueda haber de belleza en el libro; eso que hace que el lector experimente sensaciones. Quiero que “Arde Flipovic” sea del lector, sólo del lector. Asumo esa suerte.
P: En sus páginas está presente el amor y también la muerte, ¿que más hay en la cocina del escritor para condimentar la obra?
R: Un tiempo beatle que no tiene medida.
P: Dices: "Colecciono palabras escritas en tinta verde".
R: Neruda escribía con tinta verde. Yo tengo esa costumbre, aunque puedo usar otro color. El verde me relaja.
P: Te cuestionas: "¿Quién era yo antes del amor?"
R: Hay quien se priva del amor, o no lo ve, o no lo siente, o no lo conoce. Cuando partimos de un discurso damos por seguras unas propuestas que luego no suceden como las pensamos.
P: ¿Por qué se escribe?
R: Yo siento curiosidad.