Alexander Preda
Viaje hacia los limites de lo posible
Cuando
Alexander Preda visita el Sur de Europa suele decir que llega para saludar a
los amigos. Incluso a veces llama días antes anunciándose y la gente que conoce
su arte al piano reserva con gozo día, hora y asiento para asistir a la cita.
Preda, como el viajero medieval que llevaba las nuevas buenas a los lugares
alejados -¿alejados de qué, de dónde?-, llega cargado de toda la maestría acumulada durante el camino de su
carrera. Y la da generosamente ante un público que le comparte tan rica
propuesta. Sus programas, sabiamente escogidos, iluminan de música este paisaje
y cualquier otro que tuviera el privilegio de recibirlo y escucharlo. Después
regresa a la ciudad de Mozart a seguir impartiendo clases como Catedrático de
piano en el Mozarteum, la gran Universidad de la Música. Esta vez, un solo
concierto sureño, un “Viaje hacia los limites de lo
posible", como le gusta llamarlo, basado en las obras de Ravel: Rapsodía
española (Prélude à la nuit, Malaguena, Habanera, Feria, de Gershwin: Rhapsody
in Blue, y de Chopin: Sonata en si bemol menor, Op. 35. Ravel y Gershwin son obras
sinfónicas: una, para orquesta grande, otra, para piano y orquesta. Y de cierre,
Chopin, con esa obra cuyas cuatro partes son casi imposibles de realizar, en
especial su Marcha fúnebre, una espiral sonora que se cierra en un momento dado
con un acorde, que puede ser o no el final y que deja en un “hasta aquí la
frontera anímica de hoy”. Piezas que forman una línea tras la cual se entra en
otra dimensión hasta alcanzar el infinito. Nombra al concierto como "Los
limites de lo posible" porque intenta y consigue sacar toda la
grandiosidad con la que fue compuesta esa música a través de un piano sin que
por ello merme el pulso artístico, la emoción de sentir cercana la belleza. Y
el latido se acelera como si se tratara de un metrónomo humano que es llevado,
dirigido por la música en vez de ser él quien marque los tiempos.
© Manuel Garrido Palacios