Ed. de Juan B. Bergua
Madrid (sf)
La Dorotea
Lope de Vega
"Escribí La Dorotea en mis primeros años, y
habiendo trocado los estudios por las armas, debajo de las banderas del
excelentísimo señor duque de Medina Sidonia, abuelo de vuestra excelencia, se
perdió en mi ausencia, como sucede a muchas; pero restituída o despreciada (que
así lo suelen ser después de haber gastado lo florido de su edad), la corregí
de la lozanía con que se había criado en la tierna mía, y consultando mi amor y
obligación la vuelvo a la ilustrísima casa de los Guzmanes, por quien la perdí
entonces; donde si viniere de buen semblante, será en ella alguno de los
armiños de sus generosas armas; y si vieja y fea, la opuesta sierpe a la
insigne daga del coronado blasón de su glorioso timbre, Vuestra excelencia
tiene el nombre de Bueno por naturaleza y sucesión de tantos príncipes que lo
fueron; con esto sólo lisonjeo su grandeza, pues es título que se traslada del
mismo Dios, que guarde a vuestra excelencia muchos años”.
Frey Lope Félix de Vega Carpio
Frey Lope Félix de Vega Carpio
Tragicomedia
de
Lisandro y Roselia
llamada Elicia
y por otro nombre
Tercera
Celestina
Sancho Muñón
“Necia querella es, ilustre Señor, los que componen
escrituras de cualquier calidad que sean, intitularlas a señores y príncipes de
sus tiempos. para darles autoridad y favor con el nombre de aquellos a quien
van dirigidas, conforme a lo que dice Píndaro, que en todas las cosas el principio
ha de ser esmerado. Y como yo los años pasados tuviese vacación de graves y
penosos estudios, en que he gastado los tiempos de mí mocedad, buscando alguna
recreación de los trabajos pasados, compuse esta obrilla que trata de amores,
propia materia de mancebos. Cuando digo de amores no digo cosa torpe ni
vergonzosa, sino la más excelente y divina que hay en la naturaleza; dejo los
loores que del amor dice Platón en su Simposío;
dejo lo que en la Teogonía escribe
Hesiodo, que el amor es el más antiguo Dios entre todos los dioses; dejo lo de
Ovidio, que el amor tiene domínio universal, y reina sobre los Dioses y sobre
los hombres, y dejo otras infinitas autoridades que hablan de esta materia,
porque sería nunca acabar. Sólo quiero decir que si a alguno pareciere no ser
la obra digna de mi profesión y estudios, se acuerde que casi no hubo ilustre
escritor que no comenzase por obras bajas, y de burlas y chuflas, tomadas de en
medio de la hez popular. Y nor dejar otras que podría aquí decir, Homero, el
más esclarecido poeta entre los griegos, las primeras obras que escribió para
ejercitarse y ensayarse para las mayores fueron dos; la una La pelea de los ratones contra las ranas,
y la otra de un hombre llamado Margites, inhábil para todos los oficios de la
vida, de las cuales la primera dura hasta nuestros tiempos; de la otra, en el
sexto de las Éticas de Aristóteles, y
Plutarco, en los Morales, y otros
autores hacen mención. Virgilio, asimismo, el más excelente poeta entre los
latinos, ¿quién no sabe, antes que compusiese aquellas tres principales y
divinas obras, haberse primero probado en la mocedad en aquella obrilla que se
llama Pulga, y en las Priapeyas, obra deshonesta y de torpes e
ilícitos amores, y en otras niñerías que todos leen en los que se dicen parvos?
Lo mismo se lee de Lucano, esclarecido poeta, y de otros muchos autores, así
griegos como latinos, como de nuestra nación, que dejo por no ser prolijo. Y
así es que el orden en todas las cosas es comenzar por lo poco y proceder, como
dice Prician, a lo que es más. Y dice sabiamente Séneca que si se consideran
bien todas las cosas naturales, hallaremos tener muy pequeños principios; después
el tiempo las engrandece y perfecciona. De lo sobredicho parece que no se me
debe a mí atribuir a culpa, si determinado a escribir he comenzado por materias
bajas y de pasatiempo, pues que, como en el primero de sus Oratorias Instituciones, escribe Quintiliano, digno es de perdón el
que yerra, si sigue grandes capitanes. Buscando, como dije, favor a esta
obriIla, acordé intitularla a vuestra merced, porque lo que por sí no puede,
alcance por la sublimidad y méritos de vuestra merced, persona de tan
esclarecidos antepasados […] Suplico humildemente a vuestra merced no mire el don,
sino la voluntad del dador; a nadie, como dice Plinio, fue atribuído a vicio
sacrifícar con lo poco que tuviese: yo al presente no me hallo con más precioso
don. Placerá a Nuestro Señor que adelante pueda servir a vuestra merced con escrituras
de materia subida y digna de persona tan clara y valerosa como vuestra merced,
cuya ilustre persona y estado conserve Nuestro Señor, y aumente por muy largos
años a su servicio”.
Sancho de Muñón